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martes, 6 de septiembre de 2011

El Museo del Libro y de la Lengua se inaugura a fin de mes [Buenos Aires- Argentina]




En un piso, se verá el desarrollo tecnológico del libro. En otro, las tensiones de la lengua.

Sumergirse en la historia del libro y de la lengua puede suponer el inicio de un debate sobre la identidad. De eso se trata el Museo del Libro y de la Lengua, que será inaugurado el 30 de septiembre en avenida Las Heras entre Agüero y Austria, como un organismo de la Biblioteca Nacional.

Serán 1500 metros cuadrados de una obra diseñada por Clorindo Testa y Francisco Bullrich, los autores del edificio de la Biblioteca Nacional, con una inversión de 12,3 millones de pesos. El Ministerio de Planificación aporta 10 millones para la infraestructura y el resto, a cargo de la Secretaría de Cultura, es para el equipamiento.

El nuevo Museo argentino abreva en los modelos del Museo de la Lengua Portuguesa, ubicado en San Pablo, y el Museo del Caribe, situado en Barraquilla. Ambos proyectos creados por el artista brasileño Marcello Dantas, están destinados a poner en valor el idioma y los distintos registros autóctonos, así como a rescatar a los escritores que han contribuido a la expansión de la cultura tanto brasileña como colombiana.
El director de la Biblioteca Nacional, Horacio González –miembro del grupo de intelectuales kirchneristas “Carta Abierta”– dijo que el proyecto del Museo “ha estado flotando aquí durante mucho tiempo aunque con otro nombre. Nosotros dimos un paso para colocarlo en el cuadro cultural del país. Esto obligará al visitante a preguntarse sobre sí mismo y sobre la trama de la lengua que habla”. Quiénes somos cuando hablamos y cómo puede enriquecerse nuestro idioma son cosas que el museo procurará responder.

María Pía López –doctora en Ciencias Sociales, discípula y colaboradora de David VIñas e integrante de “Carta Abierta”– es la directora del nuevo organismo: “Habrá mucha presencia de artistas poniendo el eje del libro y el de la lengua en obras plásticas, videoinstalaciones. Además, la propuesta tendrá un carácter lúdico para adultos y chicos”.
En la inauguración, dos obras apuntarán a los objetivos del Museo. La primera es una videoinstalación interactiva de Albertina Carri –directora, entre otras películas, de Los Rubios – “que expone varias situaciones lingüísticas: la tensión entre el español y las lenguas originarias, la heterogeneidad de las formas del habla en la Argentina y la necesidad de autonomía de la lengua en el Río del Plata frente al español de España”, dice la directora del Museo.

Primera dificultad que enfrentaron los responsables del proyecto: no hay un mapa de la lengua ni de las lenguas autóctonas en el país.
En relación con la representación del libro, será Roberto Jacoby el encargado de darle forma. El artista –que participó de “Tucumán arde” en 1968, que viene de exponer en el Museo Reina Sofía de Madrid y que en 2008, durante el conflicto por la resolución 125, hizo varias performances criticando al campo– eligió la Constitución Nacional como experiencia de lectura.

No sólo habrá una exposición del libro en “distintos hechos de imprenta y de circulación de la Historia y momentos tecnológicos salientes”, como señaló María Pía López, sino 40 obras que se integrarán a una vitrina, seleccionadas con distintos criterios. Así, estarán Ficciones de Borges; El derecho de matar, de Raúl Barón Biza; El contrato social , de Rousseau traducido por Mariano Moreno, entre otros.

El Museo tendrá tres pisos. El ingreso será por la planta inferior, destinada a la lengua. El primer piso será el espacio de la historia del libro. En el segundo piso se harán exposiciones temporarias y en el subsuelo, actividades literarias y de pensamiento.

Los murales que fueron rescatados de Galerías Pacífico en 1991 y hoy están en una dependencia del organismo, serán restaurados ante el público en el nuevo Museo.

El proyecto se completa con una pequeña construcción en vidrio al fondo de la Plaza del Lector, que albergará el Museo del Sitio, donde estará la historia del predio y de la Biblioteca Nacional. Este espacio se conectará con el Museo del Libro y de la Lengua a través de un puentecito.

Números
En el Museo trabajarán 14 personas, que hoy pertenecen al plantel de la Biblioteca.Su presupuesto para 2012 es de 3,5 millones de pesos, que saldrán del presupuesto general de la Biblioteca. Este año, ese presupuesto fue de 58 millones, pero para el año que viene estiman tener 75

Por Susana Reynoso

Fuente: http://www.clarin.com/sociedad/mes-inaugura-Museo-Libro-Lengua_0_549545148.html



lunes, 29 de agosto de 2011

13 de Septiembre : DÍA DEL BIBLIOTECARIO [Argentina]



 
 
 
 
Estimado socio,
Tenemos el agrado de invitarlo al acto de celebración del Día del Biblioteca que se realizará en el salón Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional, el próximo 13 de septiembre a las 18 hs.
En el sitio de ABGRA www.abgra.org.ar encontrará la invitación, el programa de actividades y los antecedentes de este día.
Lo esperamos para brindar junto a los colegas que ingresan a la profesión y con los que ya han transitado un largo camino.
Cordiales saludos,
Comisión Directiva


Asociación de Bibliotecarios Graduados de la República Argentina (ABGRA)



Paraná 918, 2do. Piso-C1017AAT - C.A.B.A.: Argentina
Tel/fax: (54 1) 4811-0043 / 4816-3422 ---

Consulte periódicamente nuestro sitio: www.abgra.org.ar    
Horario de atención: Lunes a viernes de 14.00 a 19.00 horas


 
 

domingo, 30 de enero de 2011

I Encuentro de Instituciones con fondos antiguos y raros

Estimados:

Invitamos al I Encuentro nacional de instituciones con fondo antiguo y raro **.
Dejamos información en archivo adjunto.
Cordialmente,
Analia Fernández Rojo
** Del 25 al 28 de abril de 2011.Auditorio J.L.Borges
     Biblioteca Nacional de la Repùblica Argentina
Informes e inscripciòn
Analìa F.Rojo /Jorge Dìaz
Catàlogo Nacional Unificado-Programa de bibliografìa Colonial
Tel 054 11 4808 6071
publicado en

lunes, 18 de octubre de 2010

Borges, ¿se anticipó a Internet?

El libro “Borges.com” busca demostrar cómo el célebre escritor avizoró la revolución digital en sus cuentos. En una entrevista audiovisual, Dante Augusto Palma ejemplifica sus hallazgos.

¿Es posible vincular Internet con Jorge Luis Borges? ¿Acaso tiene algo para decir el célebre escritor acerca del mundo de la Web? Varios pensadores latinoamericanos definieron al autor como “un anticipador”. En Borges.com, del filósofo Dante Augusto Palma, se busca desentrañar esta hipótesis.

Según su autor, el texto –publicado recientemente por la Editorial Biblos- toma las categorías filosóficas que Borges utilizó con fines literarios y los aplica para intervenir en la realidad. Para ello, usa y abusa de los cuentos y ejemplifica con problemas filosóficos, políticos y de medios de comunicación actuales.

La hipótesis planteada asegura que el escritor habría sido quien, 50 años antes de la explotación masiva de Internet, anticipó la revolución del mundo virtual y adelantó categoría compatibles con el hipertexto, el link o la hipermedia.

Entonces, ¿en qué recovecos de los valiosos escritos del autor argentino se encuentran estos conceptos del mundo 2.0? Palma –quien también se dedica a la docencia en la Universidad Nacional de Buenos Aires- lo ejemplifica en una mini entrevista audiovisual con Borges.com será presentado el próximo lunes 18 en la Sala Juan L. Ortíz de la Biblioteca Nacional, Agüero 2502. Desde las 19, con entrada libre y gratuita.



Fuente: http://www.minutouno.com.ar/minutouno/nota/136725-borges-se-anticipo-a-internet/

sábado, 2 de octubre de 2010

El universo, que otros llaman la Biblioteca


Cómo compatibilizar la tradición humanística con la tecnología es uno de los temas de "Historia de la Biblioteca Nacional", el ensayo de Horacio González, su director, aquí analizado. Además, un recorrido por la institución.

En el verano de 1991 comienzan a circular las "Palabras del espacio 310", que poco después se transforman en una "Revista de crítica cultural", la cual no tardará en sumar al subtítulo "crítica política"; sin cierre proclamado (si bien la primavera de 2008 está lejana), la revista ha de mantener inalterable, aunque con expandida mirada, su título originario: El Ojo Mocho. Esta publicación, que nació en un aula medio incendiada de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, con una pregunta aguerrida: "¿Fracasaron las ciencias sociales en la Argentina?", para insistir al número siguiente con otra no menos tensa: "¿Se acabó la crítica cultural?", intentará refutar con pasión e inteligencia una cierta tribulación implantada ab initio: "La pasión de la crítica está en retirada"; a lo largo de dos décadas, sus páginas labrarán un rotundo mentís a tan desdichada acechanza.

Pero ahora no se trata de realizar un balance de esa revista que –junto con Punto de Vista, si bien desde otra perspectiva– ha contribuido de manera decisiva e incisiva al desarrollo y el debate de la cultura nacional en los últimos años. La traigo a colación por un motivo sesgado: entre sus muchas singularidades, El Ojo Mocho solía incluir extensas entrevistas a intelectuales ligados al quehacer nacional (muchos son los nombres que en ella abonan ese género o sello: David Viñas y León Rozitchner, Germán García y Carlos Correas, Jorge B. Rivera y Emilio de Ipola. Asís y Fogwill, entre otros), entrevistas que se reproducen en bruto –sin editar o tal su efecto– pues en las mismas jamás se prescinde de repeticiones, rodeos, disrupciones, tics, guiños, vados y torrentes verbales del interpelado. Metodología tan peligrosa como fascinante. Metodología que uno o varios miembros del "grupo editor" asumen al interrogar y transcribir sus preguntas con las vacilaciones, aprietes y perplejidades del caso. Salvo excepciones, Horacio González está siempre presente en esos torneos retóricos. Quiero enfatizarlo: esos asaltos discursivos nada tienen de metódico ordenamiento, nadan más bien en aguas borrascosas, en aguas que se permiten las algas y el barro, la transparencia y el aceite. Si a esta presencia interrogante de Horacio González en El Ojo Mocho, le sumamos su abrumadora intervención en ensayos, comentarios críticos y grageas desperdigadas en el cuerpo de esa revista, me siento plenamente autorizado a nombrarlo su ghost director.

Si tanto un estilo de escritor como un modo de trabajo se forjan en un manifiesto aprendizaje, el extendido pasaje de Horacio González por El Ojo Mocho no hay duda que ha sido decisivo en ambos aspectos. No obstante, recordemos que hubo un antes en su quehacer intelectual, donde bien se pueden contabilizar frecuentes incursiones periodísticas, estudios de sociología en la UBA e incluso el ejercicio de la docencia en las universidades nacionales de Rosario y de Buenos Aires. Pero será durante la década del noventa, tras "ocho años de estadía en Brasil", cuando su actividad cobra dimensiones mayores.

Pongo un inicio: 1992. Ese año ha comenzado a hacerse escuchar más allá de las aulas la revista mocha, González recibe su doctorado en ciencias sociales por la Universidad de San Pablo y su nombre aparece impreso en la tapa de dos libros: La ética picaresca y La realidad satírica (respectivamente una reedición de su tesis de doctorado, significativamente vapuleada por Fogwill en El Ojo Mocho, y doce hipótesis sobre el diario Página/12). En octubre de ese año, González cierra un coloquio internacional organizado por el Goethe-Institut sobre Walter Benjamin; concluye alentando la lectura benjaminiana, "en estos días argentinos, en que la vida intelectual ve declinar el ejercicio de la imaginación y de la crítica, en nombre de academicismos que retornan con escasa culpa y pedestre convicción". (Cita que revela la cavilación central de alguien inmerso en la vida académica, que desgarradamente intenta huir de su creciente tendencia a la burocratización o previsible inepcia.)

La suma de libros publicados por González supera holgadamente el número de los años transcurridos. A veces, es cierto, él aparece como coordinador (por ejemplo en la Historia crítica de la sociología argentina, cuyas primeras cien páginas son de su autoría) u otras como coautor (por ejemplo, Eduardo Rinesi lo acompaña en un par de títulos); pero, si agregamos a los libros, sus intervenciones públicas en los más diversos medios, su actividad ensayística resulta francamente abrumadora, casi sin equivalentes en la Argentina de hoy (digo "casi" porque reparo en la nada desdeñable labor de Beatriz Sarlo y qué decir en la de José Pablo Feinmann).

Referirse a ese corpus (del cual destaco los Restos pampeanos) excede con creces los límites de la nota solicitada sobre Historia de la Biblioteca Nacional, su libro más reciente. Sin embargo, no puedo dejar de señalar un nexo muy evidente entre la revista y el libro. Ese nexo se llama justamente La Biblioteca, otra revista "nueva y antigua a la vez", pues fue fundada por Paul Groussac en 1896 y reeditada con igual título varias veces: así en 1957 por Borges, así cinco años atrás por Elvio Vitali y Horacio González, éste en tanto subdirector de la Biblioteca Nacional y luego su director. Al recorrer La Biblioteca es fácil advertir ciertas similitudes con El Ojo Mocho, desde algunas obvias, como la datación estacional –verano, primavera...– o la constitución de equipos de trabajo –donde no pocos nombres se repiten, y quiero destacar especialmente el de María Pía López– hasta el hecho de que cada número gire en torno a un tema. En los cinco años transcurridos desde entonces y mientras González permanece al frente de esa institución traspasado por los temas que despuntan en las páginas de la renovada revista, un libro se ha ido forjando al calor de esa maquinaria, un libro que resulta fundamental en la reflexión a que nos obliga el Bicentenario.

Banderas de un relato

Tenaces agitadores proclaman el fin de los grandes relatos, aunque suelen estimular intentos de recuperar el pasado como "relatos plausibles". Prestando oídos sordos al primer dictamen, González se enzarza en una historia particular, ante la que no trepida en agitar constantemente las "banderas de su relato" que, por cierto, nunca exhibe un "tamaño" reducido, pues bien puede leerse como la constitución de nuestra nación.

Pero partamos de los desalientos: de entrada es posible advertir qué no encontrará el lector en esta Historia. Por ejemplo, nadie osaría afirmar que se trata de un "Manual de uso", como tampoco nadie podría calificarla de relato prolijo, mesurado, didáctico, pleno de cuadros y estadísticas, y otros tantos adjetivos bienintencionados. Pero no pequemos de extremistas, algo sobre esos "asuntos contingentes" se desliza en el texto de Horacio González y el lector se lo agradece. Así, el apartado sobre "Los vestigios arquitectónicos" referido a los edificios que ocupó la Biblioteca antes de su sede actual (a la que luego se alude reiteradamente, a propósito del rechazo borgeano, de la conflictiva mudanza, de los esfuerzos para "extirpar un nombre" demoliendo la Mansión Unzué, del inadecuado emplazamiento de la estatua de Juan Pablo II, entre otros "intertemas").

Por otra parte, este libro es también dos libros. Pues, si este opus gonzaliano se presenta como un único volumen con foliación corrida, al texto escrito (que va hasta la página 272) le sigue un álbum de fotos de poco más de sesenta páginas. Se trata de dos partes complementarias, donde las imágenes vienen a ser corroboraciones visuales de afirmaciones que se desgranan en el texto.

Una primera y rápida mirada tal vez nos convenza de estar frente a un correcto ordenamiento: dedicatoria, índice, prólogo, seis capítulos seguidos de sus correspondientes notas y un colofón. Pero una mirada menos escolar, podrá advertir que Horacio González no ha escapado a su habitual modalidad escrituraria: el desorden organizado o, a la inversa y mejor, la organización desordenada, aunque ciertamente cuestionante.

En el breve Prólogo se ofrece una síntesis de los propósitos, esperanzas, ideas e intenciones que alberga el camino a recorrer/recorrido. Lo manifiesto, "trazar una hipótesis aceptable sobre el itinerario de una institución fundamental del país", sin desechar como subtexto los dictámenes de "la memoria personal". En la conjunción de ambas instancias "escribimos nuestra historia del orden bibliotecario argentino". Francamente, postula González, esta "historia de la Biblioteca Nacional quiere ser, a la vez, una historia de sus ensueños bibliotecarios y de las quimeras literarias del país. También de sus nada secretos filamentos políticos". Problemas que el autor no oculta: afirma "un único hilo conceptual", en tanto se imagina a la institución como una e indivisible, pero a la vez reconoce "sus discontinuidades políticas", sus etapas contrapuestas, "sus múltiples formas, sentidos y apariciones". Discute la reiterada idea del deficiente funcionamiento de la Biblioteca, la supuesta desidia que la carcome. Señala y se apoya en los trabajos que han precedido a su intento: sobre todo reitera que le "sirve de inspiración" la Historia de la Biblioteca Nacional (1893) de Paul Groussac, que es un "ensayo de historia de las pasiones públicas e intelectuales" y el subsuelo donde "asentamos y proyectamos nuestro propio recorrido". Este se enriquece con muchos aportes posteriores, tanto sobre personajes y temas específicos (Josefa Sabor-Pedro de Angelis, Paula Bruno-Paul Groussac, Bioy Casares-Borges e infinidad de otras investigaciones y provocaciones) como también sobre temas de mayor amplitud (en ese sentido los sólidos trabajos de Alejandro Parada, Roberto Casazza y Mario Tesler reciben más de un reconocimiento, y también algún disentimiento). Se llega así "al núcleo vivo de la polémica misma sobre la cultura nacional": cómo compatibilizar las tradiciones humanísticas y las primicias de las tecnologías. De donde este libro, en forma a veces encubierta, sesgada, pero las más provocativa, manifiestamente, resulta ser un despliegue e incesante asedio de tal dilema. Su subtítulo ya lo proclama: "Estado de una polémica".

De Moreno a González

Esta Historia se hilvana a través de seis capítulos, centrados cada uno de ellos en una figura protagónica. Sucesivamente: Mariano Moreno, De Angelis, Groussac, Martínez Zuviría, Borges y, por último, ¿Vitali o González? Elvio Vitali llevó a González como vicedirector de la Biblioteca, fue su amigo, la dedicatoria de este libro concluye con su nombre, y su rostro sonriente cierra la galería de fotos del volumen; pero él estuvo poco tiempo en la dirección, mientras que su sucesor permanece desde entonces. La lectura de esta Historia muestra que quienes dejaron su huella no fueron directores efímeros o fantasmales sino aquellos que tuvieron la oportunidad de desarrollar en esa institución proyectos culturales sostenidos (para bien o para mal). No haré la apología de Roca y sus sucesores que permitieron la permanencia de Groussac al frente de la Biblioteca Nacional durante 44 años; pero el opuesto absoluto es sin duda muchísimo más grave, más dañino. Pese a que tal vez González tenga razón cuando afirma que el síntoma de politización de la dirección es "arcaico y fundacional".

Pero este libro ¿es ante todo una historia de los directores de la Biblioteca Nacional? Sí y no. Sí, porque sucesivamente todos ellos son mencionados y algo se dice de sus empeños y ausencias, de lo que hicieron y de lo que dejaron de hacer. Y aclaro, tanto en lo que respecta a sus tareas específicas en la Biblioteca como en cuanto a su posicionamiento intelectual e ideológico en el campo de la cultura nacional.

Casi siempre estas últimas consideraciones ganan la partida, superando largamente a las primeras; más aun, ellas suelen constituir el meollo de las elucubraciones críticas de González.

El relato no es simple ni mucho menos lineal. Aunque no pierda de vista el árbol, Horacio González se va por las ramas, trepa, queda colgado en alguna de ellas y baja, para volver a subir; constantemente se desliza en un ir y venir... y volver. Pondré un solo ejemplo de este procedimiento narrativo que es su marca de fábrica. El capítulo 4 es el más breve (no supera las 29 páginas), si bien abarca un largo período (1931-1955: década infame y primer peronismo), en su casi totalidad con un mismo personaje como director de la Biblioteca: Gustavo Martínez Zuviría, novelista otrora muy popular bajo el seudónimo de Hugo Wast. Comienza el capítulo refiriéndose a Los protocolos de los sabios de Sión, que integran el canon antisemita universal y "son el engendro profundo de un tipo especial de conciencia conspirativa", en ellos se formulan los planes "del secreto revelado por el que un núcleo conspirativo judío se apoderaría del mundo" (recordemos Filosofía de la conspiración, libro de González de 2004; por otra parte, no olvidemos al nazismo en expansión por todo Occidente). La aguda puesta en escena de Los protocolos se justifica en tanto ellos "alentaron muchos de los proyectos novelísticos" de Hugo Wast, cuya obra "está fuertemente implicada en la divulgación de un ultramontanismo eclesial"; en particular, González se detiene en dos novelas, El Kahal y Oro, relatos alquimísticos sobre la dominación del mundo por etapas, que incluyen Buenos Aires (aquí González establece una confrontación con la casi simultánea conspiración propiciada por Macedonio Fernández para "dotar a Buenos Aires del misterio que nunca tuvo": y luego con la del Astrólogo arltiano en Los siete locos; ambas, por lo demás, sirven para probar la inferioridad literaria de Hugo Wast, entre otras cuestiones). A continuación, apoyándose en el estudio de Cristián Buchrucker, se refiere a los aportes antisemitas de los años 30 del padre Filippo, el ensayista Ramón Doll y el sacerdote Julio Menvielle (a propósito del cual se remite encomiásticamente al ensayo de Jorge Dotti). El autor hace un alto para preguntarse si "¿tienen estas reflexiones algo que ver con la historia de la Biblioteca Nacional?" Y se responde afirmativamente, dando sus razones, las cuales se reiteran y amplifican en otros pasajes del libro. Se verifica luego una "fundamental polémica", en la que César Tiempo, entonces secretario de la SADE, realiza una lapidaria crítica al manejo de la Biblioteca en ese período. De donde se salta al traslado de importantes documentos de la Biblioteca al Archivo General de la Nación, dispuesta por el ministro de Educación Méndez San Martín, pero no consentida por José Luis Trenti Rocamora ni por Raúl Touceda, los dos directores que suceden fugazmente a Hugo Wast antes de la caída del peronismo (traslado que una y otra vez González reprueba). Trenti Rocamora, que alaba la gestión de su antecesor, ve sin embargo un punto "apenas desacertado" en la misma: prohibir el acceso a la sala de atención preferencial de los investigadores de origen judío, y al respecto cuenta el caso de Boleslao Lewin. El hecho enfurece a González, que no trepida en ver a Lewin como "la encarnación del mismo Tupac-Amaru, que él estudiaba", y remata sin más "era el perseguido universal". De este episodio se salta a otros: la compra parisina de la notable colección Foulché-Delbosc; el duelo entre dos bibliófilos, uno de ellos director de la Revista de la Biblioteca Nacional; la edición facsimilar de Las profecías de Nostradamus por la Biblioteca en 1943; la utopía bibliotecaria de Martínez Zuviría, quien "intentó en el plano arquitectónico el ideal de una Ciudad Jerárquica". Pero, además, cada uno de estos temas viene salpimentado con episodios subordinados o aledaños.

Formulé apenas un ejemplo. No obstante, puede que mi formulación propicie la idea de hallarnos frente a un cóctel vertiginoso de ingredientes múltiples; o tal vez ante un pot-pourri de hechos culturales heterogéneos, que abarcan desde el artículo publicado por Moreno el 13 de setiembre de 1810 hasta esta Historia de la Biblioteca Nacional, pergeñada por su actual director. Tal vez sea pertinente recordar sus propias palabras: "Traté de orientarme en la escritura de esta historia, la de la Biblioteca Nacional de la República Argentina, a través de todos los planos en que es preciso actuar en ella" .

El propósito manifiesto del autor será entonces el eje conductor del discurso, aquel que da título al volumen: Historia de la Biblioteca Nacional. Pero teniendo en cuenta que –y cabe ahora recordar aquellas entrevistas en El Ojo Mocho– ningún nudo de ese hilo narrativo aparece rigurosamente acotado; por el contrario, si existen nexos temáticos se estimula saltar sin red, se puede ser digresivo, arborescente, hasta repetitivo y machacón. Agreguemos, además, que el lenguaje utilizado por Horacio González resulta una rara mezcla de prosa barroca e intempestiva oralidad ("la experiencia real conversativa"), que a menudo nos sorprende con giros o advertencias (como ésta "Preparaos", precediendo a una cita de Amalia), sin exceptuarnos de algunos latinismos, pero sobre todo de neologismos, por lo general de carácter despectivo: señoritil, eruditismo, regleta, etcétera.

Con este recorrido metódico, lejos estamos sin embargo de dar un panorama completo del vasto material que presenta la Historia de González. Entre lo que falta apuntar, sin duda sobresalen las páginas finales del capítulo 6 que, bien visto, sólo dedica las diecisiete primeras a recordar a los directores que van de Gregorio Weinberg (1984) a Elvio Vitali; las restantes dos terceras partes del capítulo se circunscriben a los principales nudos problemáticos de la institución en estos últimos años y justifican plenamente el subtítulo del libro: "Estado de una polémica". Entre apartados ("Tecnologías", "Sindicalismo de Estado" y "Reflexiones sobre archivos y bibliotecas"), más un Epílogo, se debaten problemas que hacen a la existencia misma de la Biblioteca. No es que tales problemas irrumpan de golpe en las páginas finales, pues muchos de ellos han aflorado en pasajes anteriores; ahora se los retoma, se los analiza e interroga.

En primer término, el actual director reflexiona sobre la incidencia tecnológica en el proceso de actualización de la multifacética actividad institucional o, en términos más amplios, sobre la problemática que surge en la intersección de tecnología y cultura. Comienza González retomando la archiconocida polémica que lo enfrentara en enero de 2007 a Horacio Tarcus, entonces subdirector de la Biblioteca Nacional y a sus adláteres de turno, a quienes el autor les imputa "modestas cegueras". Hace entonces su descargo ("No me opuse ni a la modernización, ni a las tecnologías, ni a conocer a las vocaciones laborales para una nueva jornada colectiva"), repasa no sin un dejo burlón la posición de sus contrincantes de entonces (¿de hoy?), si bien confiesa que no escribe "estas líneas con gozo y vindicta" y refuerza su posición contra la investigación "del tipo extractiva" frente a la reivindicada "de sembradío", o sea que condena la beatería que se apega al documento sin hacer de éste una semilla a fecundar. En síntesis, "se confrontaban maneras distintas de interpretar el archivismo, una como instrumento de una teoría globalizada de la memoria, otra como íntima perspectiva de creación de nuevas preguntas sobre la escritura, el lenguaje de la historia y el consiguiente sentido engarzado en lo práctico inerte del pasado". La riqueza conceptual y la carga polémica de estos últimos apartados constituyen sin duda la mejor invitación a la lectura de este libro.

En un Mar del Plata otoñal, año 1941, Borges concluye un cuento que habrá de formar parte de El jardín de senderos que se bifurcan y que luego integrará Ficciones. Bifurcaciones y ficciones tejen infinitamente aquel texto memorable, que se inicia con un sinónimo dramático e implacable: "El universo, que otros llaman la Biblioteca". Sin duda, ese comienzo, el sentido de ese comienzo, ha horadado la mente y el corazón de Horacio González mientras redactaba este libro nada sigiloso.

Por Jorge Lafforgue

Fuente:
 Daniel Diaz / Bibliotecario Argentino

viernes, 1 de octubre de 2010

Artículo (de Clarín) sobre la Biblioteca Nacional

Comparto lo manifestado por la inexistente objetividad profesional ( a nuestros ojos) del periodista para informar presciendo de algunas particularidades edilicias inconclusas y que esencialemte tienen que ver con la aun pendiente de colocacion de los parasoles que formaban parte del proyecto inicial.
 
De cualquier manera el articulo mencionado hecha esta salvedad no amerita una descalificacion  por provenir de la fuente que el Sr Canosa, menciona.
 
Como ciudadano espero por mucho tiempo poder elegir que periódico adquirir, porque ademas del clarinete estan estos otros (algunos) solventados con los erarios públicos:
P12, Tiempo, Cronica, popular, el argentino...
La mejor ley de prensa dijo el presidente Uruguayo es la que no se aplica, la democracia se construye en base a disensos; el grammma dejemoslo para los intolerantes que avisoran la inevitable  finitud de sus mandatos. 
 
Las bajadas de linea subliminales , no me parecen mal  cada cual  tiene sus espacio militante, empero la borocotizacion de los partidos politicos y/o  sindicatos son una huella que la amnesia de los proges no puede soslayar..
 
El perdidoso candidato de la CTA es un mal-ejemplo vivo de esto...
 
 
Daniel Diaz / Bibliotecario Argentino
 
 
 
 
 

De: Daniel Canosa <canosadaniel@yahoo.com.ar>
Asunto: [bibgrazonasur] Artículo de Clarín sobre la Biblioteca Nacional
Para: "BIBGRA BIBGRA" <bibgrazonasur@gruposyahoo.com.ar>
Fecha: viernes, 1 de octubre de 2010, 10:19


 
Estimados
Hacer el ejercicio de leer el artículo desconociendo la fuente arrojaría una apuesta obvia: pertenece al grupo Clarín.
Creo que el artículo podría referenciar, de modo más constructivo, las asignaturas pendientes de la biblioteca, y en cierto modo respondería a la realidad. Guste o no, en la BN se percibe un trabajo, pero me temo que el texto busca focalizar con una mirada tendenciosa la significación de un todo, lo que desnuda el relativo esfuerzo del cronista por realizar este artículo.
La definición del peridista sobre lo que es una biblioteca es de una ligereza que asombra:
"Básicamente una biblioteca es un espacio para archivar libros y un lugar cómodo, con buena luz y bien aclimatado, para concentrarse y leer. Pero nuestra biblioteca inconclusa está en deuda con los lectores".
y la conclusión final, a modo de cierre apresurado (nuevamente, dudo que el autor haya planificado el artículo, de lo contrario su lectura es, al menos, errática) de que la biblioteca es "fea".
¿como entender el concepto de fealdad en asociación con un edificio de esta índole?. Todo es opinable, es cierto, pero cuando me encuentro con estos "aportes" dudo sobre el hecho concreto de sentirme informado como lector.
A continuación el artículo completo:
 
 
Cordiales saludos
Daniel Canosa

 

lunes, 13 de septiembre de 2010

la Biblioteca Nacional de Argentina cumple 200 años

La Biblioteca Nacional de la República Argentina es la biblioteca más importante de ese país. Actualmente se encuentra ubicada en el barrio porteño de Recoleta, siendo inaugurada en 1810 en un edificio ubicado en la Manzana de las Luces.


La Biblioteca Nacional(Argentina) fue creada por un decreto de la Primera Junta el 7 de septiembre de 1810, bajo el nombre de Biblioteca Pública de Buenos Aires Su primera ubicación fue en la esquina formada por las calles Moreno y Perú, dentro de la zona que actualmente se conoce como la Manzana de las Luces. Su primer material bibliográfico fue donado por instituciones como el Cabildo Eclesiástico y el Real Colegio San Carlos, y varios particulares como Luis Chorroarín y Manuel Belgrano.

Mariano Moreno fue designado Protector de la Biblioteca en 1810. mientras que Cayetano Rodríguez y Saturnino Segurola fueron designados respectivamente primero y segundo bibliotecario. En enero de 1811 asumió la dirección Luis Chorroarín, quién se mantendría en el cargo hasta 1821, cuando mediante un decreto de Martín Rodríguez fue reemplazado por Saturnino Segurola. Desde 1822 a 1828 ejerció el cargo Manuel Moreno, hermano de Mariano, y la biblioteca contaba en ese entonces con un patrimonio considerable: en 1823 la biblioteca contaba con más de 17.000 volúmenes. También pueden destacarse los directorios de Vicente G. Quesada, que incorporó gran cantidad de material traído desde el extranjero y realizó mejoras en la infraestructura, y de Manuel Trelles, quien también incorporó gran cantidad de material bibliográfico hasta que la Biblioteca pasó a depender del Gobierno Nacional y fue reemplazado. Estas mejoras que sufrió la Biblioteca Pública se manifestaron en los 7.715 lectores que concurrieron en 1881 y los 32.600 volúmenes con los que contaba en 1882.



Fuente:
http://es.wikipedia.org/wiki/Biblioteca_Nacional_de_la_Rep%C3%BAblica_Argentina

martes, 7 de septiembre de 2010

La Biblioteca Nacional y sus lugares - Invitación [Argentina]

 
 
La Biblioteca y sus lugares 1810- 2010
 
Mes del Bicentenario de la Biblioteca Nacional de la República Argentina
 
 
Invitación
 
 
En ocasión de la celebración del Bicentenario de la creación de la Biblioteca Nacional se realizará, entre otras actividades, un recorrido por los distintos edificios que ha ocupado esta institución durante sus 200 años de historia.
 
Nos encontraremos a las 10:15hs. en el patio del Cabildo, Yrigoyen 511 (H. Yrigoyen y Bolívar); para realizar un recorrido guiado por las diferentes sedes y  terminar en la calle Agüero 2.502 a las 13: 30hs. aprox.
 
Para el traslado del Centro Nacional de la Música en San Telmo hasta el actual edificio en el barrio de Recoleta contamos con un minibús con capacidad para 24 personas.
 
 
La actividad es libre y gratuita
Sábados 11, 18 y 25 de septiembre de 2010
 
 
Para mayor información llamar
de lunes a viernes de 8 a 14hs. al 4808-6071
 
 
 
Descripción de los lugares a visitar
 
Iniciaremos la recorrida en el edificio del Cabildo, el mismo que facilitó los recursos económicos para que la Primera Junta de Gobierno Patrio de 1810, a instancias de Mariano Moreno, creara la, entonces, Biblioteca Pública.
 
Luego, pasaremos a la Manzana de la Luces, ubicada en la esquina de Perú y Moreno primera sede de la Biblioteca Nacional desde su inauguración en 1812 hasta 1901, fecha de su traslado. Aquí se acrecentó el volumen de libros y se trabajó en la organización de la biblioteca.
 
Posteriormente, a unos pocos metros, nos acercaremos al actual Centro Nacional de la Música, sito en la calle México 564. Allí funcionó la Biblioteca Nacional desde 1901 hasta 1992. Se destacan las personalidades de Paul Groussac, Gustavo Martínez Zuviría y Jorge Luis Borges, directores que marcaron la vida de la institución;  cuyos aportes contribuyeron al enriquecimiento patrimonial y a la creación de la Escuela Nacional de Bibliotecarios, entre otras cosas.
 
Desde 1992 la Biblioteca Nacional posee un edificio en la calle Agüero 2502, pensado especialmente para cumplir con el fin de resguardar la memoria impresa del país. Con una agenda cultural variada y de excelencia, está abierta todos los días del año (exceptuando feriados y días festivos).
 
En el mismo solar se está llevando a cabo, actualmente, la construcción del Museo del Libro y Galería de la Lengua, cuya inauguración se prevé para el  próximo año.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Dia del Bibliotecario - Jornadas del Bicentenario

JORNADAS DEL BICENTENARIO
en la
BIBLIOTECA NACIONAL


Estimados colegas:

La Biblioteca Nacional, la Asociación de Bibliotecarios Graduados de la República y RECIARIA han decidido celebrar 200 años de historia integrando diversas actividades, que en forma gratuitas, se llevarán a cabo del 11 al 15 de septiembre próximo en la Biblioteca Nacional.

En la gacetilla encontrará un detalle de las actividades programadas para estas jornadas y en el adjunto los contenidos que se presentarán en las mismas.
Al finalizar el 3er. Encuentro de Bibliotecarios, se entregarán los Premios ABGRA 2009 a los bibliotecarios y las bibliotecas que se hayan destacado durante el año 2009. También se entregarán distinciones a los colegas que hayan cumplido sus bodas de oro con la profesión. Adjuntamos la invitación para el mencionado evento y esperamos contar con su presencia.

Cordiales saludos,
Subcomisión Comunicación y Difusión
ABGRA
Asociación de Bibliotecarios Graduados
de la República Argentina (ABGRA)

Paraná 918, piso 2º
C1017AAT - Buenos Aires - Argentina
Tel./Fax: +(54 11) 4811-0043/4816-3422
E-mail: comunicacion@abgra.org.ar

http://www.abgra.org.ar/


Horario de atención: 14.00 19.00 hs
Gacetilla de Prensa

Entre los días 11 y 15 de Septiembre la Biblioteca Nacional, ABGRA y RECIARIA llevarán a cabo diversos eventos programados con motivo de la celebración de los doscientos años de la existencia de la Biblioteca Nacional.

Los días 11 y 12 de Septiembre, en vísperas del Bicentenario, se realizará una Feria del Libro en la Plaza del Lector, una serie de conciertos, lecturas y proyecciones en la explanada del acceso a la Biblioteca.

El 13 de Septiembre, día en que la Biblioteca Nacional cumple sus doscientos años, entre las 11.00 y las 16.30 hs., tendrá lugar en el Auditorio Jorge Luis Borges, una Jornada sobre “Hechos, sociedad y cultura de la Argentina del Centenario”.

El 14 de Septiembre, con motivo del Día del Bibliotecario, la Biblioteca Nacional, la Asociación de Bibliotecarios Graduados de la República Argentina (ABGRA) y RECIARIA, han co-organizado de 13.30 a 17.30 hs., el 3er. Encuentro de Bibliotecarios en el Auditorio Jorge Luis Borges.

Entre las 18.00 y las 20.00 hs., en el mismo Auditorio, ABGRA efectuará el Acto Conmemorativo del Día del Bibliotecario. A continuación se servirá un vino de honor.

Ese mismo día, a partir de las 20.00 hs. se desarrollará el Acto Oficial al que han sido invitadas las máximas autoridades de la Nación y que contará con la presencia de las autoridades de la Biblioteca.

El 15 de septiembre, entre las 11.00 y las 17.00 hs., en el Auditorio Jorge Luis Borges, continuarán las actividades planificadas para la Jornada sobre “Hechos, sociedad y cultura de la Argentina del Centenario”.

Los invitamos a participar y esperamos contar con su presencia para compartir esta fecha tan significativa para la Biblioteca Nacional Argentina y para todos los bibliotecarios del país.

Jornadas “Hechos, sociedad y cultura de la Argentina del Centenario”Días y horarios:
13 de Septiembre de 11 a 16,30 hs.

15 de Septiembre de 11.00 a 16.30 hs.

Inscripción gratuita por correo electrónico a subdireccion@bibnal.edu.ar indicando Nombre /Apellido y Número de Documento
Se entregarán certificados de asistencia previa inscripción


3er. Encuentro de Bibliotecarios

Día y horario: 14 de Septiembre de 13.30 a 17.30 hs.
Inscripción gratuita por correo electrónico a secretaria@abgra.org.ar

Se entregarán certificados de asistencia previa inscripción

Acto Conmemorativo del Día del Bibliotecario
Día y horario: 14 de Septiembre de 18.00 a 20.00 hs.



Desde ya muchas gracias.Cordiales saludos,


Asociación de Bibliotecarios Graduados de la República Argentina
Paraná 918, 2do. Piso (C1017AAT) Buenos Aires - ARGENTINA
Tel. / Fax: (54-11) 4811-0043
E-mail : tesoreria@abgra.org.ar
URL : http://www.abgra.org.ar/

lunes, 23 de agosto de 2010

Borges, libros y lecturas

 
El catálogo de la colección Jorge Luis Borges que presenta la Biblioteca Nacional bajo el título Borges, libros y lecturas, da a conocer el conjunto de libros donados por el escritor a la institución que dirigió durante dieciocho años.
Entregados como última acción antes de abandonar su cargo, estos ejemplares permanecieron ocultos durante treinta años en los fondos generales de la Biblioteca. Un hallazgo casual –o una revelación– fue la chispa inicial de una investigación exhaustiva llevada a cabo por dos empleados de esta Biblioteca, Laura Rosato y Germán Álvarez, cuyo resultado fue la recuperación de casi mil volúmenes.
Estos libros, que formaban parte de su biblioteca personal, presentan marcas, anotaciones y manuscritos originales que este catálogo transcribe y contextualiza, intentando reconstruir el proceso de lectura para dar cuenta de sus huellas en el acto de escritura.
La presencia de estos libros en la Biblioteca Nacional, espacio abierto y público, resulta auspiciosa para actualizar las investigaciones alrededor de la obra de Borges y, a su vez, reivindicar el rol de las instituciones públicas en la preservación y difusión de la memoria cultural del país a través de la interrogación de sus rastros documentales.
 
 
   
Daniel Diaz
Bibliotecario Argentino

domingo, 22 de agosto de 2010

Un coleccionista dona a la Biblioteca Nacional 36 fonógrafos del siglo XIX

Guillermo Elías tiene 40 años y es fabricante de cilindros de cera. Entregará 15 mil discos de pasta hoy a las 19, en la Sala Jorge Luis Borges. "No quiero ser como esos que juntan cosas para que sus hijos las tiren a la basura", explica.
Un coleccionista de fonógrafos y discos de pasta donará hoy su tesoro a la Biblioteca Nacional en el marco de los festejos por su Bicentenario, y el de la Argentina. La institución, fundada por Mariano Moreno el 13 de septiembre de 1810, digitalizará además 26 cilindros con grabaciones que recordarán en la posteridad los festejos por el Bicentenario de la Revolución de Mayo y las colocará en su sitio web.

El almacenamiento de audios vive su propia revolución. Todo joven de 30 años puede declararse testigo presencial de dicho progreso. Los discos de pasta dieron paso al vinilo, que duró décadas, hasta que la irrupción del cassette y los discos compactos nos introdujeron en la era digital. Sin embargo, los primeros métodos de grabación datan de finales del siglo XIX y, como en cientos de inventos, Tomás Alva Edison fue su promotor.
El fonógrafo funciona con un sistema muy simple: una bocina que amplifica el sonido, una membrana que vibra con la voz humana o el instrumento a grabar, y que tiene adosada una aguja que incide con un surco en el cilindro y graba el sonido. Para reproducir el registro, sólo hay que conectar el cono en forma inversa y hacer girar el cilindro. Algunos tubos son de plástico pero logran menor fidelidad que los de cera.
Guillermo Elías es, hasta hoy, el principal coleccionista de fonógrafos en nuestro país. Su colección –que asciende a 36 aparatos y 15 mil discos de pasta– será parte del acervo de la Biblioteca Nacional.

Entre el material donado hay testimonios grabados con esta tecnología de la presidenta Cristina Fernández, el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, los historiadores Norberto Galasso y Osvaldo Bayer, el ex director de la Biblioteca Nacional y director de la escuela de bibliotecarios de la misma institución, José Edmundo Clemente, los músicos y compositores Atilio Stampone, Horacio Ferrer, Juan Carlos Saravia de Los Chalchaleros, el bandoneonista Raúl Garello, Ariel Petrocelli y Gerardo Macchi Falú y Eduardo Falú, los escritores Raúl Aráoz Anzoátegui y José Botelli, los actores Enrique Pinti, China Zorrilla y Oscar Rossi (personificando al ex presidente Juan Domingo Perón), el muralista Rodolfo Campodónico, el presidente de la Academia Porteña del Lunfardo, José Gobello, el fundador del Centro Kolla en Buenos Aires, Lucio Corimayo, y los descendientes de los próceres Diego Saavedra, Luis María Belgrano, Mario Passo y Martín Güemes.

El ideólogo del proyecto denominado Voces del Bicentenario −que se presentará hoy a las 19 horas en la Sala Borges de la Biblioteca Nacional− nació en Salta hace 40 años, es profesor de la Escuela de Bibliotecarios y único fabricante de cilindros de cera en Sudamérica. En diálogo con Tiempo Argentino, sostuvo que el fonógrafo es uno de los primeros inventos que promovió la globalización, y recordó los inicios de su pasatiempo.
"Empecé la colección a los seis años porque en el fondo de casa encontramos con mi hermano una especie de fonógrafo y él le hizo funcionar el motor. Con un cucurucho de papel, según como vimos en el diccionario, lo escuchábamos y como mi madre había desconectado la parte eléctrica para que no me electrocutara, con un dedo hacía girar el disco y con otra mano sujetaba el cucurucho. De una negación siempre surgen las cosas que te van a guiar a lo largo de toda tu vida", expresó.

−¿No te da pena desprenderte de la colección?
−Ahora tengo 40 años y me produce alegría donar esto porque yo no me quiero llevar nada a la tumba. Quiero socializar lo que tengo y no creo en la historia del coleccionista que junta las cosas para que se enmohezcan y después los hijos tiren todo a la basura. Hay que darle una utilidad y en mi caso es compartirla.

−¿Y qué opinas de la grabación digital?
−Se ha logrado tal perfección que escapa lo que normalmente oye el oído humano. Cada vez que grabo con estos aparatos me pongo en la piel de Edison y para mí es un nuevo descubrimiento. No puedo entender cómo con una técnica tan sencilla, el sonido quede estampado en el surco. A mí nunca me entró en la cabeza como funciona.

Fuente:

miércoles, 11 de agosto de 2010

Hugo MOYANO en la Biblioteca Nacional [BN]




El secretario general de la CGT participó de un debate organizado por las 62 Organizaciones. Mencionó a Borges, a las "palabras raras" que se usaban en los ’90 y criticó "las amenazas de un discurso absurdo" que reúne a opositores y ruralistas para referirse a la pobreza.


A esta altura, dijo Horacio González, no es "inhabitual" la presencia de Hugo Moyano en la Biblioteca Nacional. "Se puede decir que ha venido muchas veces." Con su campera de cuero, el líder de la CGT no parecía a sus anchas: "No es de los espacios que más me gustan", se sinceró. "Me siento más cómodo en las tribunas." Moyano, que con su presencia reforzó el primer plenario de cultura de las 62 Organizaciones Peronistas de Capital, se sentó en medio de una larga mesa en el auditorio Jorge Luis Borges. "Yo me pregunto qué pensaría Jorge Luis BORGES –arrancó– de que los negritos y los morochitos estemos justamente hablando en un salón que lleva su nombre."

El inmenso cartel en la entrada al auditorio intentaba una síntesis del encuentro en el que ganaron la sala militantes y delegados de los sindicatos alineados a la regional: ferroviarios, mecánicos, petroleros, taxistas, calzado y educadores privados. "Ni buenos ni malos –decía la leyenda–: ¡incorregibles! ", en alusión al modo con el que Borges definió al peronismo y del que el peronismo parece hacerse cargo. "Somos incorregibles porque somos peronistas", tronó en la voz de alguno de los integrantes de la mesa.

Hugo Moyano y Horacio González se habían visto en la CGT, cuando en los primeros meses del año el espacio Carta Abierta, del que participa el director de la Biblioteca Nacional, armaba un documento de consenso con distintos sectores sobre el Bicentenario. "Estoy muy complacido de que estés acá", le dijo ayer González. "Y es el ámbito adecuado." La cultura es trabajo, explicó, y las historias de los movimientos obreros son los lugares más prósperos para pensar la creación artística, el pensamiento de los intelectuales, las vanguardias.

Cuando Moyano arrancó, la mesa ya había dado sobradas razones de ese vínculo entre los trabajadores y la idea de identidad. Hablaron el secretario de Cultura, Jorge Coscia; el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, y el dirigente de las 62 Organizaciones Alejandro Amor, que detalló la grilla del programa de cultura con el que intentarán sacudir a Buenos Aires durante 34 días, desde el 17 de octubre (ver aparte).

"Yo me digo –dijo Moyano, volviendo a las referencias a Borges–, si no le gustaban el mate, el fútbol, el tango y no se había casado, ¡qué va a ser peronista! ¡No puede ser peronista!"

En un momento, apareció una referencia a la clase media, pudo ser un guiño a ese sector o, tal vez, a una parte del PJ que discute el ascenso de Moyano en el partido y sostiene que el movimiento obrero es sólo una de las tres partes del justicialismo. "El peronismo sembró la conciencia de clase media", dijo en referencia a las aspiraciones que empezaron a florecer entre los obreros durante el gobierno de Perón. "Yo veo que en otros países no hay esto, ganas de mandar a los hijos a la universidad, la pelea permanente para vivir con dignidad."

Un movimiento obrero, dijo, que se sabe consciente de sus derechos.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/ elpais/1- 151142-2010- 08-11.html

publicado en http://ar.groups.yahoo.com/group/Richardebury/

miércoles, 14 de julio de 2010

Podrá un Bibliotecario ser el próximo Director de la BN de Argentina...?


La verdad de este embrollo la ha expresado con gran suficiencia el Colega Puerta cuando nos invitaba a releer los considerandos de la renuncia  manifestada por la saliente Directora de la Biblioteca Nacional de España.
Lo demás va de relleno. No obstante la expresión de deseos de Federico Koster en el sentido de anhelar un Profesional en la BN, no daba para tanta discusión.
Porque para el desempeño de una función pública lo esencial es la idoneidad y en este caso nadie había mencionado la buena gestión del Lic.  H.Gonzalez, como para reaccionar con tanta hilaridad.
Es indudable que Políticos somos todos los ciudadanos, y cada cual lo ejerce, practica  o no,  según la actividad que desarrolla y la militancia que protagoniza
Cuando se menciona la corporación política -la de los POLITICOS [por ambición] , esta referida a quienes se valen de esos privilegios en beneficio propio, como ser el enriquecimiento ilícito, o la incontrolable paranoia  de permanecer en los cargos per secula seculorum, o  usar ámbitos oficiales  para derrocharse en panegíricos sectarios.
Es decir disponer en beneficio propio o de grupo los Bines de la Sociedad, y sí claro es una valoración negativa que no admite demasiadas dudas.
La Biblioteca Nacional que es?  No  es acaso  la Biblioteca Tesoro..?
 De que político hablamos …..Que político se necesita para tal gestión…
Un estadista contemporáneo, varias veces presidente constitucional expresaba:
"El que renuncia a la política renuncia a la lucha y el que renuncia a la lucha renuncia a la vida porque la vida es lucha: es una lucha política"
Si el dirigente –funcionario  es profesional y político a la vez, vaya logro tanto mejor. Es el verdadero desiderátum.
La cuestión de fondo era si podemos tener un Bibliotecario en la Biblioteca Nacional de la República Argentina ..??
Será para debatir en otro momento y con más tiempo y seguramente con el próximo  gobierno...


domingo, 27 de junio de 2010

Gazeta de la Biblioteca Nacional [Argentina]

 
Hacia el Bicentenario de la Biblioteca Nacional
Por Horacio González, Director de la Institución
 
 
Mariano Moreno  
En la Buenos Aires de 1810 había movimiento de libros, bibliotecas obispales y privadas, préstamos organizados entre particulares, interés por la lectura. Era año de ebullición social, de formación de ejércitos y sutiles proclamas para presentar un movimiento que era independentista pero tropezaba con el complejo cuadro de la política internacional. Eso lo obligaba a hablar con cuidado y a transitar por no pocas ambigüedades.
Quizás por eso la función de la escritura adquiere una dimensión más dramática. Se lo nota en los nuevos documentos que surgen y publica el diario oficial en el transcurso de ese año 10. Una nueva escritura está en el aire. Mejor que nadie, es Moreno el que la representa. Escritura recubierta de excesos y a la vez sostenida en modalidades argumentativas propias de academias, concilios y bufetes palaciegos. Es prosa cerrada que proviene de un mundo detenido, que de repente recibe una ráfaga que la pone a disposición de una historia mayor.
Con estos manierismos se escribe el texto de fundación de la Biblioteca Pública, luego Biblioteca Nacional. Es el artículo morenista titulado Educación, publicado en la Gazeta de Buenos Ayres el 13 de septiembre de 1810. Los énfasis soberbios de este escrito, que posee una poética exacerbada, arrebatos mitológicos y disposiciones de urgencia, puede compararse con el posterior Decreto de supresión de honores. También en este poderoso escrito se percibe la superposición de una filosofía ilustrada con un articulado y disposiciones que surgen de una gran precipitación. Por un lado, se había juzgado que el presidente de la Junta tenía que gozar de honores para que no se lo viera disminuido respecto a las potestades del Virrey saliente. Por otro lado, Moreno juzga que existía la madurez suficiente como para señalar que esos honores debían suprimirse para que emerja el poder republicano sin aderezos teatrales.
  Gazeta de Buenos Aires
Se planteaba así un problema de gran calibre político respecto a las "percepciones del vulgo", que podía guiarse por las apariencias que estaban a la vista en cuanto a los símbolos de poder emanados de la carroza y los oropeles del Virrey. De tal manera que al principio se haría aconsejable mantener esas formas superficiales. Pero luego había que descartarlas rápidamente para que los nuevos funcionarios no aparecieran con condecoraciones, escoltas y simulacros que confundieran al pueblo sobre la naturaleza democrática de su poder. Estos extraordinarios párrafos, si se quiere tienen la misma estructura que el escrito de fundación de la Biblioteca. En éste, se presenta la tarea de la ilustración popular en tiempos de guerra como una acción tan ineludible que si la Biblioteca no la cumpliese, merecería castigos prodigiosos. Del mismo modo, hay homéricas penalidades contra el ebrio capitán Duarte, que por su famoso brindis hubiera merecido la pena de muerte pero en vista "de su estado de embriaguez se le perdona la vida pero se lo destierra perpetuamente de esta ciudad".
La historia de los escritos fundadores de la nación tiene la misma marca de vértigo y desmesura de los primeros documentos que rigen la vida de la Biblioteca. Se percibe en los que han llegado hasta nosotros, el contrapunto entre la acción bibliotecaria específica y el sentido turbado de los tiempos. Es decir, entre la ciencia como profesión y la política como vocación. Como parte del andamiaje del Estado, la Biblioteca está en incesante proceso de acabado. Pero éste nunca se consuma. Vicente Quesada, hacia finales del siglo XIX creyó que con sus informes precisos se llegaba al fin de una tarea bibliotecológica moderna. Pero años después, su sucesor Groussac –en la formidable historia de la Biblioteca que escribe en 1893–, lo tiene como un afanoso bibliotecario sin la capacidad de entender el lugar de una Biblioteca en los debates culturales del momento. ¿Cómo será juzgado el propio Groussac luego de su extenso período de más de cuatro décadas? Su sucesor Carlos Melo lo tendrá como un descuidado director que había fundado en la Biblioteca un panteón ilustrado cuyas alturas no lo dejaban descender a las necesidades del mero lector. No es justa esta apreciación, pues Groussac hizo de la Biblioteca un ámbito de definiciones sobre la política de la investigación histórica y el perfil del futuro lector. Todo lo contrario a las opiniones que lo criticaban, basadas apenas en estadísticas de consulta. El profundo movimiento interno de la biblioteca en tiempos de Groussac, entre la construcción metódica de catálogos y una vida cultural que ponía en carne viva la historia nacional, no se recrearía luego de la misma manera. Toda la discusión posterior de la Biblioteca giraría alrededor de la tensión irresuelta entre bibliotecología e historia pública, entre catalogación y movimiento social.
Jorge Luis Borges  
Seguía vigente la dificultad del legado morenista. La Biblioteca debía cumplir bajo presión de la historia un mandato de ilustración popular, pero eso entrañaba discusiones políticas en torno a la interpretación del acto de lectura y una hipótesis de modernización que nunca parecía alcanzar para poner al establecimiento a la altura de las exigencias más novedosas. Borges, en sus casi dos décadas de permanencia en la Biblioteca, dejó abierto el tema. Pero agregó algo que solo él podía hacer. La fusión entre su literatura y su presencia física en la Biblioteca, como el encuentro entre el espíritu y su materia.
En La Biblioteca de Babel, Borges escribe una Teoría de la Biblioteca, asombrosa y arbitraria. El mundo humano podría desaparecer, y la ya inútil biblioteca sería una sustitución de la vida desaparecida, a la que habría que interrogar sin esperanza. La búsqueda del orden –del catálogo general–, sería siempre interrumpida por el acto de negación del catálogo. Todo podría clasificarse pero nada tendría capacidad para convertirse en un elemento homogéneo con otro, nada estaría en condiciones de formar parte de categorías generales. Los hechos no se agrupan, no sólo porque cada uno es intransferible sino porque siempre alguno escapa. Se presenta la irreductible necesidad de reconocer lo individual como inclasificable, o cada clasificación depende de otra superior a ella que clasifica a los clasificadores. Todo el mundo se halla en afirmación inútil de sus elementos en fuga. 
La Teoría de la Biblioteca de Borges puede transitar por estas observaciones: "que todos los libros, por diversos que sean, constan de elementos iguales: el espacio, el punto, la coma, las veintidós letras del alfabeto (…) No hay en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos. (…) La Biblioteca es total y sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basilides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito".
Puede verse aquí una apología del pensamiento clasificador y, al mismo tiempo la crónica de su imposibilidad. En la historia de la Biblioteca Nacional, este catálogo estructuralista fallido de Borges, hace las veces de un manifiesto en la misma escala del texto fundador de Moreno. Si en éste se constataba que una Biblioteca que no cumpliese su fin debería desaparecer en forma sacrificial, en el borgismo de un siglo y medio después, la Biblioteca cumple todos sus fines al punto de significar la desaparición del género humano. Estas desmesuras hacen de las bibliotecas entidades vivas, que dependen de actos constantemente plebiscitarios, fundaciones diarias. Existen sobre un hilo tan delgado que siempre puede quebrarse. Existen porque les es muy fácil desaparecer. Es cierto que descansan en su interior legados mudos que están a la esperan del tiempo de su lectura o redescubrimiento. Pero lo que Moreno y Borges querían decir es que una Biblioteca tiene una doble manifestación de presencia: en la historia colectiva y pública, donde hay lectores reales que reclaman un buen servicio; y en la historia del mito de las civilizaciones, donde cada hecho, por mínimo que fuera, reclama su propia ley de existencia entre el recuerdo y el olvido, entre la vida y la desaparición de la vida. En el primer caso, las bibliotecas son catalogables, modernizables, informatizables. Son y deben serlo. En el segundo caso, las bibliotecas son dramatizables, politizables, mitologizables.
Basta tener sumarios conocimientos sobre las grandes bibliotecas mundiales, desde la de Alejandría hasta la Library of Congress, para ver que son individuos histórico-culturales al par que metodológico-sociales. Muchas discusiones parten de la contraposición entre ambas esferas y a veces se organizan partidismos alrededor de uno u otro énfasis. Pero sin pretender mágicos equilibrios o  benévolos programas de arbitraje entre ambos, es necesario crear incesantes puntos de intersección e interpolación que son mutables según las épocas y las situaciones.
Para ejemplificar los "dos corazones" de las grandes Bibliotecas, el corazón de la teoría bibliotecaria ligada a las utopías del saber, y el núcleo de la administración catalogada de los conocimientos y consultas, veamos un sugestivo escrito firmado por Jorge Luis Borges el 10 de marzo de 1973. En este escrito, Borges refuta a un lector que protesta por el hecho de que los empleados de la Biblioteca se retiran antes del horario de finalización de atención al público. En nota a la sección Cartas de Lectores de Clarín, con firma de Borges, se lee que ésa es una apreciación injusta. "Demasiado grosera es esta gratuita imputación a un personal que no ahorra fatigas poniendo el hombro más allá de sus normales obligaciones". El texto está repleto de giros administrativos y lugares comunes, aunque defiende una causa justa. Lo cierto es que es improbable que lo haya escrito Borges, que en su juventud, para escribir la propaganda de un yogurt empleó modismos de ruptura con los clishés propagandísticos.
Esta carta publicada en Clarín un día antes del triunfo electoral del peronismo cerrando el largo ciclo histórico de su proscripción, es muy curiosa no sólo por el ambiente histórico en que es publicada. Llama la atención también que es la firma de Borges en un texto que no pertenece a la inflexión borgeana. ¿Lo escribió el subdirector, algún empleado o agente de prensa de la biblioteca, como suele suceder en estos casos? Sin embargo allí está la firma de Borges en un escrito acuñado en las fórmulas de la dicción administrativa, estatal. O él lo escribió en un raro ejercicio de desdoblamiento conceptual, o lo escribió otro por él que resignadamente lo ha firmado. De la manera que sea, agrega extrañeza al mundo borgeano con la demostración de que ni aún el máximo escritor contemporáneo de la lengua castellana evita desprendimientos fantasmales que asocian su nombre a prosas del tráfico oficinesco.
  Clarín: marzo-1973
El autor de La Biblioteca de Babel no desdeñaba sumergirse en los escritos de la rutina administrativa con su propio nombre, dándole firma a escritos que contradicen totalmente su vocación esencial, la de cuestionar en el acto mismo de la escritura cualquier atisbo de trivialidad en la expresión. Cuando son mencionadas, es para señalar no sin ternura y resignación irónica, los modos usuales de las lenguas populares.
En este contraste borgeano entre su teoría de la biblioteca y su condición momentánea de administrador de biblioteca, vemos la señal profunda de las instituciones bibliotecarias, que Borges asumió como destino literario pero también como la obligación del expediente, el despacho diario y la voz anodina del funcionario. No parecía haber ironía en este último caso. 
Tenemos aquí una magnífica demostración de lo que hasta ahora, a punto de cumplir doscientos años, es el encargo y la confidencia de la Biblioteca Nacional, tan diferente a la de Moreno y en cierto sentido tan igual en sus dilemas entre la historia y la lectura cotidiana que ofrecen sus libros, documentos y tesoros. En estos momentos, la Sala del Tesoro Paul Groussac, la Fototeca Benito Pannunzi, la Audioteca Cuchi Leguizamón; la sala de Publicaciones Periódicas Antiguas Roberto Arlt; el Archivo Institucional Gaspar García Viñas, la Hemeroteca Ezequiel Martínez Estrada, viven momentos de gran actividad. La Hemeroteca recientemente ha cambiado de nombre, en un gesto que no era fácil, que no se hizo con descuido y que tampoco implicó negar la historia efectivamente ocurrida bajo sus nombres pesarosos. Intentando una pedagogía restitutiva de valores profundos, en la medida en que relanzaba una interpretación intensa de la historia de la Biblioteca, se limitó el nombre de Gustavo Martínez Zuviría a la sala de retratos de ex-directores, retirándolo de los ámbitos públicos conmemorativos por razones que en su momento se dieron a conocer sine ira et studio. El historiador Omar Acha envía una noticia respecto a que en los años 50 la Hemeroteca se llamaba Saturnino Segurola. El fraile de la vacuna, gran coleccionador y archivista, director de la Biblioteca en 1821, merecía el homenaje. El de Zuviría ha sido bautismo que sólo pudo ocurrir, pues, durante el período de Vicente Sierra o de los gobiernos militares. Los nombres son formas de la historia.
Prosiguiendo con nuestra reseña, próximamente será inaugurado el Archivo Audiovisual Hugo del Carril, que por medio de convenios con autoridades nacionales de servicios audiovisuales, contendrá tramos relevantes del patrimonio grabado de radios y televisión argentinas.
Esta Casa siempre abre sus puertas para recoger las bibliotecas particulares que quedan sin su estímulo vital, siendo "biblioteca de bibliotecas" para recibir en donación o por compra los esfuerzos que realizaron en vida notables escritores para forjar su mundo habitado por obras y escritos. Así hemos recibido parte de la biblioteca o de los archivos de Alejandra Pizarnik, de Fermín Chávez, de Darío Alessandro (padre), de Aníbal Ford, de Dardo Cúneo, de Floreal Ferrara, y probablemente en el futuro próximo, de Bernardo Verbitzky y de Oscar Varsavsky.  Por otra parte, se halla en conversaciones el traspaso a la Biblioteca de la formidable hemeroteca particular de Rogelio García Lupo. El Archivo de Manuscritos Gregorio Selser se halla activo para recibir manuscritos y favorecer la actividad de investigadores con su nutrido patrimonio de documentos en constante crecimiento.
En esta Biblioteca de tantos pasadizos y formas vitales, y en la cercanía de su bicentenario, es necesario decir cuáles son los puntos de inflexión entre lo actuado y los tramos de futuro inmediato que atravesaremos. En las próximas semanas comenzará la tarea de instalación del nuevo software surgido del proceso de licitación internacional; se ha concluido con la tarea de dotar a la Biblioteca con un nuevo sistema de climatización, al que resta darle sus últimos ajustes. La inversión fue superior a los 6 millones de pesos, a cargo de la Secretaría de Obras Públicas; con el auxilio de esa misma Secretaría, está en marcha el recambio en el parque de ascensores, con un presupuesto de más de 5 millones de pesos, que culminaría a comienzos del año próximo, incluyendo la restauración de montalibros y un nuevo ascensor hidráulico exterior. También para los inicios del 2011 se espera la finalización de la construcción del Museo del Libro y de la Lengua, un proyecto confiado a los arquitectos Testa y Bullrich.
No es poco lo que se ha hecho ni tampoco lo que resta. Prevemos la aceleración de las tareas de digitalización, para las que aún faltan equipamientos adecuados; el desarrollo de gestiones para que la Biblioteca cuente con una nueva estructura operativa, ya que hasta el momento sólo ha sido aprobada la línea superior; el sostenimiento cabal de la política de publicaciones con el impulso que en los últimos tiempos le diera una singular presencia cultural y social a la Biblioteca –la reedición de El Payador de Lugones es apenas un ejemplo del modo en que señala los elementos más potentes de la bibliografía nacional–; el estímulo a la capacitación del personal, reflejado de diversas y explícitas maneras; el reinicio de la catalogación, que proyecte al inventario realizado en años pasados hacia una mayor disponibilidad de información bibliográfica, acorde con una Biblioteca Nacional; los concursos del Bicentenario, realizados en común con el Archivo General de la Nación. Estos proyectos se sostienen sobre la expectativa de que las incesantes gestiones ante las autoridades económicas del país asistan a la Biblioteca del necesario presupuesto para encarar todas sus tareas.
Algunas de estas iniciativas partieron de la Subdirección, otras de la Dirección Técnica o de la Dirección de Cultura, en evidencias de trabajo común que deberá profundizarse en el futuro. La nutrida concurrencia diaria de lectores e investigadores, las visitas guiadas a escuelas, las becas a investigadores surgidas por concurso para relevar y trabajar el reservorio documental de la Biblioteca, las reuniones de catalogadores, archivistas, preservadores, tanto de la Casa como de otras bibliotecas argentinas y del exterior; las numerosas exposiciones realizadas, la política de acceso democrático a las salas de actos, las redes culturales creadas y los numerosos talleres literarios, poéticos, teatrales y musicales, hablan de una institución compleja que exige rearticulaciones constantes y fuerte comprensión de sus múltiples planos de acción.
Lo anterior es una enumeración incompleta, hechos catalogables en los diversos niveles en que se desarrolla la vida de una Biblioteca Nacional. Ningún nivel es innecesario y de faltar alguno se degradaría su competencia cultural, su alcance social y su vida interna. Llamamos a lectores, investigadores y amigos a que junto al personal de la Casa, protagonicemos un Bicentenario de aprendizaje social, reconocimiento cultural, compromiso laboral e imaginación crítica.

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11 DE JUNIO DE 1967
Para B. K.

[Esta página de Diego Tatián recuerda a Bernardo Ezequiel Koremblit, recientemente fallecido, notable ensayista y periodista, vinculado también a la historia de la Biblioteca Nacional.]
Bernardo Koremblit  
Subió las escaleras de la casa de edificios en la calle Corrientes y golpeó la puerta con el número indicado. ¡Viva la patria!, le dijo entusiasmado al hombre que le había abierto. Después de abrazarlo le dio una hoja de papel donde un poema escrito a mano, con pulso curvo y vacilante, llevaba por título la palabra "Israel".
Cuarenta años más tarde, anciano y lúcido, entre paredes atiborradas de libros, Bernardo Koremblit le contaba a un desconocido que nunca olvidaría el momento en el que exultante, "por esa misma puerta que usted ve ahí", entraba Borges con "Israel" en la mano; acababa de escribirlo, le dijo, y quería regalárselo.
Aunque alguien encuentre alguna vez el poema en una página perdida entre las páginas de la olvidada revista Davar; aunque exista aún la puerta que cierra un departamento ahora vacío; aunque ciertas noches, me dicen, Buenos Aires queda a merced de sus antiguos habitantes convertidos en espectros que relatan historias mínimas para que no se pierdan, ninguna memoria guarda ya ese preciso instante emocionado por la poesía y por la guerra.
La fría tarde porteña de ese abrazo y la mañana de su rememoración, sepultadas por el tiempo, no habrán sucedido nunca.
Diego Tatián 2- 2 -2010

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LABURANTE DE LA CULTURA

Anibal Ford  
"Laburantes de la cultura" así llamó  Aníbal Ford a ciertos innovadores del mundo del libro y  esa aguda  clasificación le cabe a él mismo.

El 13 de mayo se firmó en el Auditorio "Jorge Luis Borges" el acta de acuerdo por la cual la familia de Anibal Ford donó a la Biblioteca Nacional tres mil libros además de publicaciones periódicas y cantidad de papeles y objetos personales que pertenecieron al escritor, periodista, docente, editor y militante Anibal Ford, fallecido en noviembre pasado. Participaron del acto Beatriz Sarlo, Jorge Lafforgue, Eduardo Blaustein y Julieta Cassini.

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CONCURSOS Y CONVOCATORIAS

Concurso de Fotografía  
Concurso de fotografía
La Biblioteca Nacional convoca al Concurso de Fotografía Argentina del Bicentenario con el fin de alentar reflexión y producción de imágenes, priorizando aquellas referidas a la temática relativa al Bicentenario.
El jurado está conformado por: Gabriel Díaz, Eduardo Grossman, Oscar Pintor, Raúl Stolkiner (RES) y Cristina Fraire.
Concursos de becas "Domingo F. Sarmiento "
La Biblioteca Nacional otorgará becas de investigación referidas a las distintas colecciones que componen su patrimonio, correspondientes a Hemeroteca, Libros, Tesoro, Archivo de Manuscritos y otras colecciones. Con ello, pretende incentivar nuevos trabajos sobre el material existente que expandan el saber sobre el mismo y su difusión.
Cuestiones nacionales a la luz del Bicentenario
La Biblioteca Nacional y el Archivo General de la Nación convocan al Concurso de Ensayos de Investigación Histórica sobre cuestiones nacionales a la luz del Bicentenario. 
El jurado del concurso estará integrado por Fernando Devoto, Omar Acha, Waldo Ansaldi, Lila Caimari y Fabio Wasserman.

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NUEVAS PUBLICACIONES DE LA BIBLIOTECA NACIONAL

El payador
El payador, de Leopoldo Lugones  
Un libro que se despliega en los intersticios de distintas escrituras, en el vaivén entre la palabra oral, el borrador con sus tachaduras y enmiendas, y la edición que el autor quiso definitiva: eso es El payador de Leopoldo Lugones. Y ese vaivén es el que procura recuperar esta edición que hace la Biblioteca Nacional. Por ello se incluyen las crónicas periodísticas que el diario La Nación publicó sobre cada una de las conferencias que el poeta dio en 1913 y que constituyen la piedra de toque para este libro fundamental.
También se publica, en forma facsimilar, el manuscrito del capítulo III, que está atesorado por la Biblioteca. Son los pasos previos a un libro que intenta pensar los hilos constitutivos de una cultura nacional. Es punto de llegada y, a la vez, núcleo de intersecciones y revisiones. En esta edición se publican distintas lecturas, interpretaciones e imaginaciones incitadas por la lectura del libro de 1916. Se trata de estudios críticos de Oscar Terán, Noé Jitrik, Javier Trímboli, María Pia López y Horacio González y una serie de ilustraciones extraordinarias realizadas por Carlos Nine. Reeditar esta extraña obra de Lugones, hecha de tesis conflictivas sobre la Argentina, de arrojadas interpretaciones, de luminosos descubrimientos y no exenta de matices reaccionarios, supone la invocación a volver a considerar su condición polémica y su valeroso talento.
Lulú
Edición facsimilar de LULÚ. Revista de teorías y técnicas musicales
Cuatro números de una improbable revista dedicada a la música contemporánea transformaron el pensamiento sobre música en la Argentina de comienzos de los años 90. Alrededor de la palabra de los más influyentes compositores argentinos aparecieron  traducciones de textos de Pierre Boulez, Morton Feldman o Karlheinz Stockhausen. Cada número, además, contenía un dossier; verdaderos hallazgos en la intención de dialogar alrededor de un grupo de temas siempre vigentes, como el de la identidad cultural o la noción de progreso histórico. Prologan esta edición Beatriz Sarlo, Horacio González, Esteban Buch, Pablo Gianera, Diego Fischerman, Pablo Fessel y Juan Pablo Simoniello.
Un enigma literario: El Quijote de Avellaneda, de Paul Groussac
Colección Los Raros
Basado en la discusión sobre el enigma de la autoría del Quijote de Avellaneda, Paul Groussac se detiene también  en este texto en la polémica sobre el status de las lenguas, la literatura y las ciencias europeas.
Temas existenciales, de Homero Guglielmini
Colección Los Raros

En esta rara pieza del archivo bibliográfico del existencialismo argentino, la relación con la filosofía alemana puede ser previsible objeto de reparos filológico-conceptuales y aún ideológicos, pero no podrá ser acusada de haber evadido un diálogo con el pensar europeo que haga pie en las propias tradiciones culturales, ni de privarse de autonomía reflexiva a la hora de dar cuenta de nuestro mundo concreto y situado.
Historia de la Biblioteca Nacional. Estado de una polémica, de Horacio González
La Historia de la Biblioteca Nacional, se enmarca en una tradición iniciada por Paul Groussac, quien ejerciendo la dirección de esta casa por algo más de 40 años, escribió su primera historia. Poco más de un siglo después, Horacio González realiza un recorrido por los doscientos años de la Biblioteca reviviendo las diversas polémicas que la conmovieron desde su fundación. La publicación contiene un apartado fotográfico que acompaña esta narración, partiendo de las actas firmadas por Mariano Moreno y Cornelio Saavedra que ordenaron la confiscación de la biblioteca del Obispo Orellana, en agosto de 1810.

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ADQUISICIONES EXTRAORDINARIAS DE ARCHIVOS Y BIBLIOTECAS PARTICULARES

Además de la incorporación cotidiana de materiales bibliográficos en concepto de depósito legal, donación y canje que realiza la BN, en los últimos meses se han adquirido varias colecciones y archivos de relevancia, que se detallan a continuación:
  • Documentos originales y biblioteca perteneciente al legado de Darío Alessandro. Es una importante colección de documentos vinculados con F. O. R. J. A. y Arturo Jauretche, incluyendo manuscritos, libros anotados y dedicados, folletos, documentos únicos como la ficha de afiliación de Macedonio Fernández o la libreta telefónica de la organización. Parte de esta documentación ingresará en el área de Archivos y el resto se constituirá como una colección manteniendo su integridad.
  • Biblioteca de Aníbal Ford. La BN recibió en carácter de donación una parte significativa de la biblioteca particular del escritor, periodista y teórico de la comunicación Aníbal Ford, legada por su viuda.
  • Hemeroteca particular de Rogelio García Lupo. Se está finalizando la compra de una de las hemerotecas particulares más importantes de la Argentina, la del historiador y periodista Rogelio García Lupo, conformada por numerosas colecciones de publicaciones seriadas raras y, en algunos casos, únicas. Esta colección hemerográfica estaba a punto de ser vendida al exterior, pero a través de la BN se ha logrado conservarla en el país.
  • Archivo de investigación de David Viñas. La BN compró los archivos de David Viñas en su investigación inédita sobre Lucio V. Mansilla, incluyendo el manuscrito inconcluso, inédito y anotado, de la misma. Esta voluminosa documentación de varios miles de fojas se podrá consultar en el área de Archivo.
  • Archivo de Leopoldo Lugones. La BN compró un archivo que complementa aquel que fuera adquirido durante 2008, incluyendo numerosos manuscritos, algunos inéditos y otros poco conocidos. Este material se encuentra en el área de Preservación, para ser acondicionado para una óptima conservación.
  • Donación de Asociación Protectores de la Biblioteca Nacional. La Asociación, celebrando sus veinte años de existencia, donó a la BN seis manuscritos de Almafuerte y todos los fascículos publicados de Lenguaje del Río de la Plata, obra inconclusa del siglo XIX.

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EFEMÉRIDES

7 de junio
Día del periodista

11 de junio de 2005
Cinco años de la muerte del Juan José Saer

13 de junio
Día del escritor

20 de junio
Día de la bandera

24 de junio de 1935
Setenta y cinco años de la muerte de Carlos Gardel

26 de junio de 1970
Cuarenta años de la muerte de Leopoldo Marechal