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martes, 4 de septiembre de 2012

Debutar voluntariamente a los 16!


Seguramente, salvo  imponderables vernáculos, el parlamento argentino aprobara la ley que habilite el voto facultativo de los jóvenes en las próximas elecciones legislativas del 2013...A este respecto se escuchan voces en un ida y vuelta que trivializan las verdaderas incertidumbres de la población y no esta tangencialidad electoral con fines previsibles...Va de suyo que los políticos habitan en un micro-clima muy distante de la cotidianeidad ciudadana...ellos piensan y meditan su pitanza y su futuro: prioridades circunscriptas.
Muchos  creen tener verdades reveladas y algunos perspectivas mesiánicas y otros el escarnio de sus propias imbecilidades....
En que contexto se da este presente griego? … porque convengamos este no es un relámpago de generosa idealización de nuestros chicos, sino una oportunidad para incluirlos en un padrón electoral y eso último no esta mal.
Naturalmente, toda persona debe tener el derecho inalienable de crear, producir, expresarse sin limitaciones  donde quiera que sea y la manifestación de la voluntad en un cuarto oscuro es una de ellas…porqué limitarlas entonces  máxime si ello sería de forma voluntaria.
El derecho a la emisión del sufragio debe y deberá ser siempre voluntario. La autentica de las conciencias ciudadanas,  no por obligación sino por la intrínseca responsabilidad  de participar libremente en la elección de los representantes  en cualquiera de los estadios republicanos.
Mencionaba el contexto y en este sentido digamos que el núcleo gobernante esta acotado en el tiempo para sostener a su  líder por la inhibitoria del art.90 de la Constitución Nacional.
Entonces para el FPV,  es tiempo de una enmienda que habilite  la posibilidad a la presidenta CFK de presentar su candidatura en el 2015 para un eventual tercer mandato consecutivo, hoy vedado por la norma de referencia.
A  casi diez meses del segundo mandato, resulta preocupante que haya tanta desesperación por la continuidad de un gobernante, como si fuera una condición sine cuan non  para la prosecución de políticas que estiman las más acertadas para nuestro país. Incomprensible pero no tanto para quienes estan convencidos  que no hay herederos. Como si los destinos de una nación  estuviesen supeditados  a  los designios irremplazables de una persona, soslayando a cualquier otro mortal con las idoneidades  que la constitución pre-determinan.
De los problemas de las gentes para que agregar más datos, hechos, vivencias de todos los dias…no es el objeto de este escrito, solo podríamos mencionar  que la reforma de la  constitución hoy por hoy no le importa  a casi nadie;  no hay un clamor popular  como aquel  22 de agosto, ese  el del renunciamiento  de Evita.
Por ello, la reforma constitucional necesita de una mayoría ad-hoc ** y en ese sentido el engrosamiento del padrón evalúan redundara en los votos necesarios para tal fin.
Los chicos de 16 tienen algunas limitaciones legales para ejercer derechos elementales que solo la mayoría de edad a los 18 posibilita, empero ello no es óbice para conferirles el derecho voluntario al sufragio: Y porque no! Lo juzgo pertinente, pero me causa una aversión indisimulada el querer usarlos para fines subalternos  y no para conferirles una puerta de entrada al pleno ejercicio de la democracia participativa.
Negarles esa posibilidad sería una necedad .Ocultar los fines por las que se impulsa  esta movida una cretinada mayúscula.
Finalmente, creo que no debería haber impedimentos para que un ciudadano/a  pueda ser candidato a lo que se le ocurra: si creemos  sinceramente en la democracia  valoremos el voto del pueblo quien en definitiva tiene la última palabra!!
  
** Art. 30.- La Constitución puede reformarse en el todo o en cualquiera de sus partes. La
necesidad de reforma debe ser declarada por el Congreso con el voto de dos terceras partes, al
menos, de sus miembros; pero no se efectuará sino por una Convención convocada

martes, 28 de agosto de 2012

La Rerre, esputo alto / Caparrós Martin *


Cada vez se habla más de la Rerre. Aunque decir que cada vez se habla más de la Rerre es caer en la trampa de creer que "se habla" –que millones de personas hablan– de lo que parloteamos políticos y periodistas. Entonces, va de nuevo: los políticos y los periodistas hablan cada vez más de la Rerrelección, entendida como la reforma constitucional que le permitiría a la doctora Fernández atornillarse a su sillón y a su cadena por unos años más.

La operación, que supo ser rumor durante meses, se va clamorizando. Ya salieron a defenderla gobernadores e intendentes –soldados de quien sea que sea el jefe– que arguyen, a la peronista descarnada, que "si el pueblo lo quiere el pueblo debe tenerlo" y que "no permitir que la presidenta se presente es proscribirla". Son argumentos conocidos: ya los sostenía un tal Carlos Saúl. Y el segundo es patético por bobo, pero es un corolario del primero. El primero, eso de que el pueblo debe poder decidir si quiere Rerre, tiene un problema: esta república –tan mejorable– está basada en un principio más o menos filosófico: que hay reglas básicas consensuadas que se mantienen por encima de la voluntad mayoritaria de cada momento. ¿Eso está bien o mal? Yo creo que está bien: que esos principios existen para prevenir momentos de ceguera populista.

Se podría discutir. Y, para no usar los clásicos ejemplos de Hitler o de Mussolini, podríamos usar el clásico ejemplo de la pena de muerte. En la Argentina, desde hace décadas –y más en los momentos, como éste, de furia segurista–, las encuestas muestran una mayoría cómoda de ciudadanos a favor de la pena de muerte. Y, aún así, no se instituye el asesinato de Estado porque se supone que el principio del respeto a la vida está por encima de esa voluntad popular. ¿Está bien o está mal? Yo creo que está bien. La idea de que una misma persona no debe gobernar durante décadas es otro de esos principios fundadores. ¿Está bien o está mal? Yo creo que está bien. La Argentina no solo rechazó una de las formas de la monarquía, el gobierno de un rey: se supone que las rechaza todas. Monarquía quiere decir gobierno de uno. Que a ese uno o una lo legitimen un dios o una diosa o un pueblo o una puebla no cambia el hecho de que el gobierno de uno o una es un fracaso de cualquier idea o ideo de pluralidad social, de construcción política, de capacidad de autogestión de una sociedad.

Otros no están de acuerdo. Por eso salieron ahora los intelectuales comprometidos –e incluso casados– de la Carta Abierta que postulan, empecinados, que el mantenimiento de la presidenta en el poder es la única forma de continuar este proceso –que, parece, no resulta del esfuerzo de un partido o un movimiento sino de una señora: que no es nada sin esa señora. Debe ser triste aceptar que, tras diez años mandando, un grupo no ha sido capaz de crear las estructuras y energías necesarias para no necesitar desesperadamente a una persona. Debe ser triste tener que reconocer que, si no pudieron hacer eso, es difícil que puedan hacer cualquier otra cosa. Debe ser triste obligarse a olvidar que la famosa política, tan de vuelta, tan en el centro –de la nada– últimamente, consiste al fin y al cabo en formar conjuntos de personas que pretenden lo mismo: conjuntos, no rebaños; grupos de hombres y mujeres unidos por sus ideas, no seguidores que se desharían sino tuvieran a papá o mamá delante; ciudadanos, no súbditos.

Pero ése no es el tema. El tema es que, con distintos slogans, el gobierno impulsa su Rerre, y a mí me intriga que así sea. Porque, más allá de ciertas discusiones, proponerla sería el favor más grande que le podría hacer a esta oposición aturullada, embobecida que tan bien lo sirve.
Si la Rerre está realmente en juego, las elecciones legislativas de 2013 se volverán un campeonato interesante. Si esa votación –que, si no, sería casi banal– debe decidir si Rerre o no Rerre, los partidos opositores tendrían un foco común, esa prenda de unión que no tienen ni tienen por qué tener –porque son sectores distintos con proyectos distintos. Pero contra la Rerre sí: todos podrían unirse en ese punto solo, firmar un compromiso de que sus elegidos se opondrán a cualquier proyecto reeleccionario. Entonces, sin perder sus particularidades, todos esos partidos representarían al mismo tiempo el No de un plebiscito sobre la perpetuación de una persona en el poder. Y, así, transformarían una pinche elección de medio término en barricada contra una forma moderna de la monarquía.

Si el gobierno quería mejorar en el noble arte del esputo ascendente –vulgo, escupir para arriba– no podría haber imaginado nada mucho mejor. Digo: nada aceleraría tanto su descomposición como la propuesta de la Rerre. Porque, insisto, entrega en bandeja una causa a sus timoratos adversarios: "la República –con erre mayúscula, por supuesto– está en peligro", empezarán a decir los que siempre la pusieron en peligro, y también los que alguna vez incluso intentaron defenderla, y se sentirán intrépidos cruzados.

Y porque, al mismo tiempo, la propuesta obliga a sus aliados y seguidores y entenados a tragar otra píldora dura, a abundar en su abundante sapofagia, o a rebelarse de una vez y abandonarla: los pone entre la nada y la pared.

Unir y justificar a los enemigos, dividir y apretar a los amigos: hay que estar muy asustado, muy sin otros recursos para lanzarse en tal pendiente. Es preocupante: después de todo, manejan el país.
Lo cual no significa que no haya que cambiar cosas de esta Constitución. La Constitución argentina de 1994 está llena de errores que merecen ser cambiados –aunque antes, también, está llena de aciertos que merecen ser cumplidos. Pero si quieren mejorarla, muchachos, toquen todo menos lo que no se toca: no habiliten otra vez la jefatura sin límites, la sumisión a una persona. No estamos bien, pero con un monarca siempre estaremos un poquito peor. Eso, creo, lo sabemos muchos.


Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) es escritor y periodista, premios Planeta y Rey de España. Su libro más reciente es Los Living, premio Herralde de Novela 2011.