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jueves, 27 de diciembre de 2012

La ley de medios esconde un autoritarismo provinciano

Al convertirse en una norma aplicable a la realidad del universo mediático, la polémica ley de medios exhibe su llamativa desnudez. Se trata de una ley en cuyo nombre los discursos ocuparon el apabullante espacio del progresismo sin oposición a la vista: parecían referirse a un dogma de fe, a un avance que iluminaba el camino de otras naciones en busca de su libertad. Y de pronto ese futuro delata su identificación con el peor pasado, el de las dictaduras estatales que aplastaban las opiniones de los que no aplaudían, de los que se animaban a disentir.
El objetivo repetido hasta el hartazgo es multiplicar las voces, pero el resultado a la vista es la uniformidad del pensamiento a partir de la imposición del Estado. Una ley que surge de teóricos que entienden que detrás de todo poder económico se encuentra el mal -sobre todo si se trata de los poderes que opinan- muestra marcada vocación de asociación con aquellos que callan. Así, el Estado viene a demoler supuestas corporaciones y monopolios, a utilizar la democracia como excusa para acallar a todo adversario al que el Gobierno, en su fanatismo, reduce al lugar de enemigo. Se trata de un simple y remanido estatismo que se autoasigna el lugar de la libertad.

Durante mi gestión en el Comité Federal de Radiodifusión (Comfer) otorgamos alrededor de 2500 licencias de radios de corto alcance a todo lo ancho y largo del territorio nacional, utilizando el sentido común y la voluntad política de hacer efectiva la pluralidad de voces y, lo que es importante señalar, sin contar en ese tiempo con la progresista ley de medios, ya que no era necesaria para asumir que donde hay espacio en el espectro hay derechos a ocuparlos con un medio.
Paradójicamente, mis sucesores en el cargo, desde Gabriel Mariotto hasta Martín Sabbatella, han continuado otorgando licencias de radio en trámites iniciados durante mi gestión, bajo la normativa de la ley 22.285. Durante estos últimos tres años no sólo no han entregado aún licencias audiovisuales con la nueva ley, sino que han dejado sin efecto los concursos para la TV digital que habían sido convocados con un dudoso criterio de "pluralidad", a la luz del altísimo costo de los pliegos. Es decir, la pluralidad de voces se ha venido haciendo realidad aplicando la normativa anterior.
La ley surge del resentimiento de muchos que imaginan que sus propias opiniones son más valiosas que las de quienes, desde los medios, confrontan con sus ideas
Visité personalmente comunidades de pueblos originarios para ayudarlos en el desarrollo de sus propias radios. Jamás se me hubiera ocurrido que esa gestión requiriera del sustento de una ley. Por la dimensión de esas comunidades, las cosas se resuelven con unidades de corto alcance.
Cuando asumimos me tocó ocuparme del canal 10 de Tucumán; había sido otorgado a la Universidad, que lo había convertido en privado cuando no tenía derecho a hacerlo, como ocurrió con otros medios en manos del Estado o entidades sin fines de lucro que, al perder su audiencia, dejaban de generar interés en su explotación. Por eso, crear una cantidad de medios oficialistas sin que tengan relación con la audiencia implica destinar recursos, que tanto nos faltan para urgencias concretas, a tareas que sólo satisfacen las necesidades del oficialismo de turno.
La ley surge del resentimiento de muchos que imaginan que sus propias opiniones son más valiosas que las de quienes, desde los medios, confrontan con sus ideas. Así se crean cantidad de medios oficiales, y así se ha producido la conversión a la religión oficial de Canal 9 y Crónica TV, C5N, para no mencionar la neutralidad apolítica de Canal 11. Y otro tanto sucede en el mundo de las radios.
El oficialismo ataca por medio del Estado y sus amigos del mundo privado, beneficia voces amigas con pautas publicitarias y otras caricias, mientras persigue a los díscolos con todas las armas a su alcance. Y mantiene licencia única para las Telefónicas y Direct TV, obligando a los cables a tener una licencia por cada servicio. Una forma de discriminar y poder seleccionar enemigos
Vemos una pulseada entre el Estado y el ámbito privado, en la que los funcionarios se atribuyen la representación de los humildes sólo como consecuencia del resultado electoral
Entre el Estado y los privados apareció de pronto la Universidad, y la propuesta surgió alejada de toda experiencia en el tema, como no fuera cierto conocimiento teórico habitualmente alejado de las redacciones y las salas de edición. Es innegable que el peso del Grupo Clarín era demasiado para el resto de los competidores; escuché durante mi gestión expresiones en este sentido. Lo absurdo es el desarrollo de semejante ley para imponer los límites necesarios. Es cierto que el Gobierno tenía los votos, tanto como que Clarín tenía una parte importante del negocio audiovisual que se reflejaba, también, en una porción de la audiencia. Y al margen de las virtudes y defectos del supuesto destinatario, no podemos negar que la audiencia merece respeto como tal y no en cuanto potencial masa de votantes; la ley se olvida de ella en lo que se refiere a su libertad para elegir la programación; salvo que nos creamos con el derecho de enseñarle a la gente a pensar, con el fin de que nos vote.
Y aquí vemos una pulseada entre el Estado y el ámbito privado, en la que los funcionarios se atribuyen la representación de los humildes sólo como consecuencia del resultado electoral. Y luego intentan continuar su lucha a través de la Justicia, como si el 54% de los votos les asignara el ciento por ciento del poder. Todo el que no los obedece pertenece al espacio de las tinieblas, monopolios y corporaciones, derechas y representantes extranjeros.
La ley de medios no vino a democratizar el espectro. Vino a imponer el peso del Estado sobre el resto del poder privado, sobre la misma sociedad. Detrás de ella hay un complejo acercamiento de fanatismos, un autoritarismo provinciano que se encuentra con sectores de viejas izquierdas y grupos intelectuales para engendrar una rara trama donde el Gobierno ofrece sus espacios rentados y las lealtades justifican, siempre a posteriori, las ocurrencias del oficialismo.
En definitiva, la ley de medios vino a expandir el espacio rentado de los oficialismos, a forjar costosos espacios radiales y televisivos donde los aplaudidores se expresan a su gusto, sin temer el riesgo de escucharse a sí mismos, con un organismo, la Afsca, que va creciendo de gestión en gestión al sólo efecto de poder controlar los contenidos y someter administrativa, comercial y financieramente al tercio privado de emisoras que no se encolumna con la cadena oficial de medios.
El dinero es del Estado, los costos son un detalle y las audiencias, un problema de las corporaciones. El oficialismo no necesita de alguien que lo escuche, pero sí quiere que no sean escuchados sus opositores.
Tenemos una ley de medios que en su ejecución se asemeja al conflicto con la Justicia: de un lado, un gobierno que intenta imponer su autoritarismo con pretensiones de ideología; del otro, una sociedad que se defiende y no está dispuesta a dejarse doblegar.
Al final del túnel se encuentra la verdadera luz de la democracia. Vale la pena forjar en este tiempo una alternativa digna que nos permita recuperar el orgullo nacional.


jueves, 6 de octubre de 2011

El grupo Clarín cerró la compra de la cadena de librerías Cúspide.

El grupo Clarín cerró la compra de la cadena de librerías Cúspide.
Con esta operación, el holding de medios ingresa al negocio del retail editorial, donde ya controla empresas de producción y distribución de contenidos. Cúspide es (mayormente) de Clarín

Actualmente, Cúspide posee una red de 13 locales en Capital, provincia de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe 

Mientras la guerra con el Gobierno por la denominada Ley de Medios promete nuevas batallas para después de las elecciones del 23 de octubre, el Grupo Clarín sigue incrementado su portfolio de empresas controladas.
A las editoriales, emisoras de radio, televisión, productoras de TV, proveedores de Internet, telecomunicaciones, imprentas gráficas, correo tradicional y servicios de tercerización que controla le suma ahora una de las principales cadenas de librerías del país.

Se trata de Cúspide, que hasta ayer era propiedad de la familia Gil Paricio, está en el mercado desde 1962 y cuenta con locales distribuidos en Capital Federal, provincia de Buenos Aires, Córdoba y Rosario.
Clarín cerró la operación ayer a través de una de sus subsidiarias, Artes Gráficas Rioplatense (AGR), que a su vez depende de otra sociedad del grupo de medios y opera bajo la denominación de Arte Gráfico Editorial Argentino (AGEA).

Pagó u$s 2,8 millones y otros $ 3,7 millones para quedarse con el 65,46% del capital social y votos de Cúspide Libros, y el 2,4% del capital social y votos de Librerías Fausto, que es propiedad de Cúspide.
De la transacción también formó parte el Grupo Visor, un conjunto de empresas cuya actividad se concentra en la comercialización de productos, servicios y contenidos editoriales y que posee oficinas en Buenos Aires, Barcelona, México D.F. y San Pablo.

A través de su controlada Distrimedia, este grupo también ingresa al capital social de Cúspide, aunque como socio minoritario con el 15% de las acciones, en tanto que la familia fundadora de la editorial seguirá manteniendo el management de la cadena de librerías como lo viene haciendo desde su fundación. Es decir, su actual presidente, Joaquín Gil Paricio, continuará al frente de Cúspide.

El grupo Clarín confirmó la operación mediante un comunicado enviado a la Bolsa de Comercio y a los medios. AGR y Distrimedia se han incorporado como accionistas de Cúspide Libros, con el fin de potenciar el liderazgo de la sociedad en el mercado de venta de libros al público, como así también en las tareas de distribución y comercialización que ofrece a librerías de todo el país”, se señala en el documento.

Este desembarco de Clarín en una de las más importantes cadenas de librerías del país también marca su debut en el retail ya que hasta ahora, en el negocio editorial, ya tenía presencia en la producción, comercialización y distribución.

Se enfoca en la producción de contenidos con Tinta Fresca y Voz Activa, creadas en 2005 y 2007 respectivamente para elaborar material escolar e infantil. Y en el caso de la distribución lo hace con Estante, empresa de servicios integrales y distribución para editoriales, distribuidoras de libros y librerías.
Ahora, con el control de Cúspide completa el círculo mediante la comercialización de libros, precisamente en el

Surgió una oportunidad y la cadena precisaba capital para su plan de crecimiento, y fue así como llegamos a este acuerdo”, explicaron fuentes de Clarín.

Del mismo modo, Gil Paricio sostuvo que con los aportes se espera mejorar y ampliar los locales y las prestaciones que ofrecemos a lectores, editores y librerías de la Argentina”.
Además de su desempeño como minorista, Cúspide es uno de los más grandes mayoristas del mercado, como representante de las editoriales extranjeras McGraw-Hill, Omega, Grupo Anaya, Paraninfo, Alfaomega, Limusa Trillas y Microsoft Pres. Y en el mercado local, compite con otras marcas importantes como Yenni y El Ateneo.

Fuente: http://gentedellibro.ning.com/profiles/blogs/cuspide-es-mayormente-de-clarin