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sábado, 21 de febrero de 2015

Esas cartas del General que nos siguen explicando cosas






Durante cuatro días, un grupo de connotados historiadores argentinos estuvo reunido la semana pasada en la Universidad de Stanford, California, para tomar contacto con un material incandescente: los Papeles de Perón en los Archivos de la Hoover Institución. Allí está la correspondencia del ex presidente durante su largo exilio en Puerta de Hierro, miles de manuscritos y textos mecanografiados que fueron obtenidos de donaciones y ventas de colecciones personales, cuidadosamente “curados” y clasificados.

Para el historiador es entrar en un verdadero parque temático con tesoros inapreciables, algunos ya conocidos y otros seguramente por descubrir, de aquellos años 60 y 70, en los que el peronismo proscripto pendía en gran medida del hilo epistolar entre Buenos Aires y Madrid. Un peronismo de superficie y subterráneo, de derecha y de izquierda, en sus vertientes políticas, gremiales y militares. Un peronismo que negociaba, resistía o conspiraba. Y un líder que, a 10.000 km de distancia movía las fichas como gran prestidigitador y estratega.

Vemos desfilar así a Cooke, Jauretche, Jorge Antonio, Vandor, Villalón, Matera, Cámpora, Galimberti, Cafiero,y por supuesto, Isabel y López Rega, entre otros tantos personajes. Y dos preguntas inmediatas, luego del impacto que produce sumergirse en esa experiencia de contacto directo con las fuentes primarias: ¿no deberían estar estos documentos en nuestra Biblioteca Nacional? ¿Está nuestra historia destinada a depender de quienes en el exterior saben apreciar el valor de su resguardo documental y cuentan con los recursos para hacerlo?  Acaso eso tenga tanto que ver con la propensión a confundir los hechos de nuestro pasado con los cuentos y relatos que nos hacemos sobre éste. Reflexionamos sobre ello mientras el presidente Obama concurría al mismo sitio en esos días en la Universidad de Stanford, a una conferencia sobre nuevas tecnologías para firmar un decreto sobre ciberseguridad. Los historiadores del futuro no tendrán aquel problema: la historia ya no se escribe en cartas mecanografiadas sino en textos digitales ¿guardados? ¿perdidos? en la nube de la realidad virtual. 

Mientras tanto, aquellas cartas del General, tan lejos del “país tuitero” y las filtraciones de wikileaks, nos siguen diciendo cosas sobre nuestro presente.

©Fabián Bosoer