La traición de Sarmiento... (1811-1888)
En el año 1842 Domingo
Faustino Sarmiento se halla exiliado (1) en Chile. Tiene a su cargo la dirección de los
periódicos del gobierno conservador y dictatorial de ese país. Ese año, un norteamericano, que en ninguna
forma es un simple marinero como se ha intentado presentarlo, se entrevista con
Sarmiento. El yanqui le sugiere a Sarmiento que abra una campaña en los periódicos
para que Chile ocupe el Estrecho de Magallanes y las tierras adyacentes.
Sin duda llama la atención,
aún del más inocente, que a un marinero, y yanqui además, se le ocurra de buenas a primeras ir a
proponer a Sarmiento, a quien no conoce, un asunto de esa gravedad y de esa
índole. El tal marinero –dijo llamarse
Jorge Mebón, pero sólo Dios y quien lo mandara sabrían cuál era su verdadero
nombre y su cualidad de agente- convence enseguida al sanjuanino. Y caso curioso, inmediatamente el gobierno de
Chile funda un periódico, “El Progreso”,
confiándole a Sarmiento la dirección. Y
desde el primer número el periódico, por la pluma de Sarmiento, comienza una campaña
tenaz para que Chile ocupe el Estrecho de Magallanes, lo que hoy es Punta
Arenas (antes Puerto Hambre) y las tierras adyacentes.
En “El Progreso” Sarmiento
explica de la siguiente forma el encuentro con el yanqui: “En 1842 se me
presentó un pobre norteamericano casi desnudo, Jorge Mebón, marino, que había
hecho la pesca de lobos marinos en el Estrecho de Magallanes, y con el ojo
avezado del yanqui, había visto que podía navegarse el Estrecho por medio de
vapores si una colonia de cristianos se establecía allí. Este hombre me pedía el concurso de mi
posición como escritor para incitar al gobierno de Chile a dar ese paso”.
Declara Sarmiento que a raíz
de esa entrevista estudió el problema y viendo “la tentativa físicamente
posible, inicié la redacción de “El Progreso” con una serie de estudios que
hoy, después de ocho años, no son del todo estériles”. (2)
Es por demás curioso que a un
simple marino, que por su trabajo y estado es más bien un simple marinero,
pobre y casi desnudo, se le ocurra entrevistar al director del diario
oficialista con la proposición de marras.
Lo más probable es que el tal yanqui haya sido un agente de una más alta
calificación, lo que Sarmiento oculta.
Como oculta que “El Progreso” se fundó, por parte del gobierno de Chile,
exclusivamente para que Sarmiento llevara a cabo la campaña de usurpación del
territorio del Estrecho, que era argentino.
Y es así que el primer número del periódico se inicia con el primer
artículo de Sarmiento sobre el asunto en cuestión, y con el último de los
artículos deja de aparecer el periódico..
Esta tentativa de usurpación no era una iniciativa del yanqui, sino del
propio gobierno de Chile, el que, sin saber qué sesgo tomaría el asunto, lo
ocultaba tras la insinuación de Mebón, contando siempre con la colaboración y
complicidad de Sarmiento.
El 11 de noviembre de 1842 se inicia la publicación de
“El Progreso” con el primer artículo de Sarmiento sobre el Estrecho. Y desde entonces, y casi a diario, el
sanjuanino insiste con el mayor entusiasmo sosteniendo que ese paso y sus
tierras adyacentes son chilenos, y que Chile debe ocuparlos y poblarlos.
Al incitar una vez más al
gobierno de Chile para que ocupe el Estrecho, Sarmiento hasta da la forma de
hacerlo: “Pues que nada sería dar el primer paso, que es mandar al Estrecho
algunas compañías de soldados y los víveres necesarios para su mantenimiento….”
“Para Chile basta en el asunto de que tratamos decir
quiero, y el Estrecho de Magallanes se convierte en un foco de comercio, de
civilización…” “¿Quedan dudas después de
todo lo que hemos dicho sobre la posibilidad de hacer segura la navegación del
Estrecho y de establecer allí poblaciones chilenas?”.
“Creemos haber tomado cuanto
estaba a nuestro alcance para ilustrar un asunto que de tanto interés nos
parece para la prosperidad del país y su futuro engrandecimiento”. (3) “Si no hemos logrado excitar el interés del
público y de las autoridades, acháquese este defecto a nuestra inhabilidad y
falta de luces. Nuestras intenciones
servirán de disculpa…”.
Destaquemos el carácter de la
campaña de Sarmiento en esta cuestión.
En manera alguna es el de simple comentarista de un propósito del
gobierno de Chile. por el contrario, es
el del periodista que incita, excita e insta al
gobierno de Chile para que ocupe un territorio que pertenece a su patria. Y lo hace no
con un razonamiento frío, sino vehemente, apasionadamente, a pesar, o
precisamente por eso, por tratarse de arrebatar un territorio a su propia
patria. Así debe haberle parecido, al
ilustre recopilador de sus Obras Completas, cuando de éstas excluyó los
artículos de “El Progreso”.
La ocupación del estrecho
Cumplida la primera parte de
la campaña con los artículos de “El Progreso” escritos por Sarmiento, y vista
ninguna reacción del gobierno de Buenos Aires, demasiado ocupado con el
alzamiento de los unitarios y los conflictos con Inglaterra y Francia, el
gobierno de Chile, creyó oportuno materializar los propósitos de la
campaña. Y a tal efecto envió una
pequeña expedición armada al Estrecho, formando parte de la misma el yanqui
Mebón. Con fecha 21 de setiembre de 1843 esta
expedición tomó posesión del Estrecho de Magallanes y tierras adyacentes, en
nombre del gobierno de Chile. la campaña
iniciada por Sarmiento en contra de su patria tenía completo éxito.
A fin de darle mayor
formalidad a la toma de posesión, operación propia y detalles formales cuando
una nación se posesiona de un territorio que no le es propio, con lo cual Chile
proclamaba la usurpación que llevaba a cabo, se labró la siguiente acta: “En cumplimiento de las órdenes del Gobierno
Supremo, el día 21 de setiembre de 1843, el ciudadano capitán de fragata,
graduado, de la marina nacional, don
Jorge Mebón, el naturalista prusiano voluntario, Don B. Philipi, y el sargento
distinguido de artillería, don E. Pizarro, que actúa de secretario, con todas
las formalidades de costumbre, tomamos posesión de los Estrechos de Magallanes
y su territorio, en nombre de la
República de Chile, a quien pertenece, conforme está
declarado en el artículo 1º de su Constitución pública, y en el acto se afirmó
la bandera nacional de la
República con salva de 21 tiros de cañón.
“Y en nombre de la República de Chile
protesto del modo más solemne, cuantas veces haya lugar, contra cualquier poder
que hoy, o en adelante, tratase de ocupar alguna parte de su territorio.
“Firmaron conmigo la presente
acta el 21 de setiembre de 1843, 3º de la Presidencia del
Excelentísimo señor general don M. Bulnes, Juan Guillermos, Manuel González
Hidalgo, Bernardo Philipi, etc.”
Destaquemos una vez más el
hecho de labrarse un acta de toma de posesión, a pesar de que en ella se diga
que ese territorio pertenece a Chile.
¿Hubiese labrado el gobierno de Chile un acta semejante si fundaba una
colonia en las cercanías de Santiago, Valparaíso o Rancagua, por ejemplo,
territorios indudablemente de su pertenencia?
En toda la historia de Chile no existe un acta semejante de la que
comentamos. Ello evidencia la seguridad
que tenía Chile de que el Estrecho y sus tierras adyacentes no le pertenecían,
ya que una acta semejante solamente se labra cuando se trata de la toma de
posesión de un territorio ajeno, o de una tierra considerada “res nullius”, de
nadie. (4) Y en este caso, el acta en
mención especifica que esos territorios pertenecen a Chile. Si
pertenecían a Chile, repitamos hasta el cansancio, no había por qué labrar el
acta de toma de posesión.
La responsabilidad de Sarmiento
Lo grave de este asunto, del punto de vista del
patriotismo, estriba en que quien incita e instiga al gobierno de Chile para
que usurpe esos territorios no es un chileno, sino un argentino. Que tal hecho
lo hubiese promovido un chileno, o un ciudadano de cualquier país del mundo,
menos de la Argentina ,
carecería para nosotros, argentinos, de la gravedad que tiene por haber sido
consumado, y aún alabado de haberlo hecho, por un hijo de nuestro país.
El gobierno de Chile
comprendió perfectamente este aspecto de la cuestión, y por ello hizo actuar
como actores principales a dos extranjeros: el yanqui Mebón y el argentino
Sarmiento. Si la cuestión se presentaba,
como se presentó muy luego, de alegar en el conflicto, Chile usaría como
argumento efectista y de cierto peso que un argentino, y argentino de cierta
calificación, como Sarmiento, era quien lo incitaba a la ocupación y quien
argumentaba que esos territorios pertenecían a Chile. La persistencia de Sarmiento a través de los
años en su falaz argumentación daba aparentemente a Chile fuerza probatoria de
su actitud.
Reacción de Rosas
Ante la reacción de Juan
Manuel de Rosas, que protesta por la usurpación del Estrecho y sus tierras
circunvecinas, Sarmiento se empecina en la posición contraria a la Argentina.
Pero no es sólo la cuestión
del Estrecho lo que molesta a Rosas, sino toda la campaña que la Comisión Argentina
desarrolla en Chile en contra del gobierno de la Confederación , si
bien Sarmiento es quien más se
destaca en esa campaña antiargentina.
Con el fin de contrarrestarla, Rosas funda en Mendoza una revista muy
bien presentada “La
Ilustración Argentina ”, a cargo de Juan Llerena y Bernardo de
Irigoyen. Y es el
joven Irigoyen quien, al tratar la acción de Sarmiento en Chile y su
participación en la usurpación del estrecho,
lo llama traidor.
El calificativo es incisivo
para Sarmiento. Siente su aguijón. La palabra traidor lo mortifica y la ha de
recordar toda su vida. Tal vez tiene
conciencia de la verdad que encierra.
Pero por el momento no piensa amainar en su actitud. Y con la mayor Arrogancia, escribe: “Pero
para Chile, para los argentinos y para mi, bástenos la seguridad de que ni sombra
de pretexto de controversia le queda (por el asunto del Estrecho) con los
documentos y razones que dejo colacionados”.
Ya veremos cómo el tiempo lo convencerá del error de esas palabras.
La retracción de Sarmiento
Con la caída de Rosas, Sarmiento vuelve al país.
Al parecer ya no se siente chileno.
Y como argentino emprende su gran campaña para ascender
políticamente. Se radica en Buenos
Aires, donde gobiernan sus correligionarios políticos y sus cofrades
masones. Y con el tiempo, políticamente
llegará a Presidente de la
República. Y como
masón, al grado máximo: gran maestre.
Pero la política tiene sus
encontronazos representados por contrarios, aún dentro del mismo partido,
rivales, y toda una gama de antagonismos.
Y uno de estos rivales, o contrarios, es nada menos que el general
Bartolomé Mitre. Y don Bartola, con el
prestigio que le da su militancia en el liberalismo triunfante, escribe en su
diario “La Nación
Argentina ”, ocho días antes de que Sarmiento cruce su pecho
con la banda presidencial: “Ud. ha sostenido en Chile contra su patria los
pretendidos derechos de un país extranjero para despojarla de su territorio… No
creo que haya ningún hombre, cualquiera sea su nacionalidad, que intente
justificar al señor Sarmiento, pues, hasta hoy todos los pueblos del mundo han
condenado del modo más terrible al que atenta contra la integridad del
territorio de su país en beneficio de un gobierno extranjero”.
Y dos días después, “La Nación Argentina ”
vuelve al ataque: “Sarmiento ha sido el abogado de un gobierno extranjero
contra su propio país. El ha sugerido,
ha propagado y ha hecho triunfar la idea de hacer despojar a la República Argentina
de su territorio. El inició en la prensa
la tarea de probar que no pertenecían a la República Argentina ,
sino a Chile, los territorios de la Patagonia ”.
Era el 6 de octubre de
1868. Seis días después, Sarmiento sería
el Presidente de la
República. Natural que
tuviese periodistas amigos y además partidarios. Y sino, allí está su casi suegro (5), el
doctor Dalmacio Vélez Sarsfield, con “El Nacional”. Y en este diario se intenta una defensa que
es toda una confesión de culpa, ya que tal defensa sostiene que al aconsejar
tal medida (6) Sarmiento lo hizo para atacar a Rosas. Certeramente, como una estocada a fondo,
Mitre, desde “La
Nación Argentina ”, responde: “El aconsejar a los gobiernos
extranjeros que le arrebaten a la patria sus territorios, ¿es atacar a Rosas o la República Argentina ?
¿Son acaso de Rosas las tierras magallánicas o de la República Argentina ?
Como se ve, en la defensa de
Sarmiento no se trata de reafirmar la tesis de Sarmiento, sino de justificarla
diciendo que era para atacar a Rosas. Si
en esos momentos, octubre de 1868, y ya Sarmiento en Buenos Aires y próximo a
asumir la primera magistratura del país, no se anima nadie, ni el mismo
Sarmiento, a sostener los mismos principios sostenidos en 1843 y 1849, ello
significa paladinamente el reconocimiento de que aquellos principios, aquella
tesis, eran falsas, porque de ninguna manera se puede aceptar como
justificación de la instigación para que Chile se apoderase de parte del
territorio argentino, que con ello se perjudicaba a Rosas. Mitre, en su respuesta, está en lo exacto: “El
Estrecho y sus tierras adyacentes no eran de Rosas, sino de la República Argentina ”.
Si en esta ocasión, año
1868, se hubiese creído que eran justos
los argumentos de Sarmiento, esgrimidos el año 1843 y el año 1849, se habría
sustentado francamente. En cambio, convencidos
Sarmiento y sus partidarios de lo falso de aquellos argumentos, optan por la
excusa de que sólo se buscaba perjudicar a Rosas, confesión, repetimos, la más
paladina, del mal paso dado por Sarmiento y que provocará la calificación de
traidor por parte de Bernardo de Irigoyen, y que ahora, en cierta forma repite
Mitre desde las columnas de “La Nación Argentina ”.
Pero el asunto de la
recriminación a Sarmiento por su ingrata intervención en la usurpación del
Estrecho de Magallanes no para allí.
Luego de una pausa, se reanuda en 1873.
Y se explica. Los chilenos al ver en la presidencia de la República Argentina
al hombre que sostuvo ardientemente en la prensa chilena que el Estrecho de
Magallanes, sus tierras adyacentes, y la Patagonia eran chilenas, se apresuraron a
reavivar el asunto. Y reclamaron la Patagonia.
Volvió Sarmiento a no tener
argumentos para defenderse de la acusación que ahora se le hacía. Muchas son las voces que lo acusan y
acosan. En Chile, el pueblo se enardece
con la cuestión, y hay manifestaciones tumultuosas contra la Argentina y contra
Sarmiento. Y tan grave llega a ser la
situación, que Sarmiento habla de renunciar a su cargo.
En Chile es embajador
argentino don Félix Frías, antiguo unitario.
Inicia con Sarmiento una correspondencia, a veces oficial y a veces
privada. Frías, con gran entereza, le
informa a Sarmiento cuanto ocurre en Chile.
Allá se recuerdan y se releen los artículos de Sarmiento en “El
Progreso” y en “La Crónica ”. No hay excusa ni desmentido posible. Esos mismos artículos se releen también en
Buenos Aires por parte de sus contrarios, que son todos altos personajes:
Mitre, Rawson, Oroño, Torrens, José Hernández, Navarro Viola… La calidad de estos opositores que lo critican
públicamente, lo anonada por momentos.
Pero sin argumento, sin justificación a su instigación ante el gobierno
de Chile, busca una excusa, una coartada, que no es más que una declaración de
culpabilidad. Así es que escribe a Frías
el 20 de mayo de 1873: “Los escritos anónimos de un diario chileno que se
proponían ser útiles (a Chile) y cuya redacción se atribuye a un joven (7)
emigrado argentino, hoy presidente de esta república (no pueden utilizarse)
para comprometer (en su cargo, ni se debe) suponer que al Jefe de un Estado lo
ligan ideas que pertenecieron a otro país…
Es verdad que un diario (de Chile) sostuvo estas ideas, pero ellas no
llevan nombre de autor. Yo, López
(Vicente Fidel) y Vial redactábamos el diario.
Eran anónimos los artículos y no pueden citarse como doctrina de autor
aquellas que no llevan su nombre. Todo
argumento sacado de allí contra mí es simplemente contra un diario chileno”.
Jamás una retracción tuvo
argumento semejante. Sarmiento, siempre
había reconocido como suyos aquellos artículos.
Más aún, se había envanecido por ellos.
Acorralado, sin poder justificarse, acordándose
del calificativo de traidor que le
aplicó Bernardo de Irigoyen desde “La Ilustración Argentina ”, opta por un argumento, el más pueril y ridículo:
los artículos eran anónimos; se atribuyeron a un “joven argentino” que ahora es
presidente de la
Nación Argentina , pero aunque aquel joven es la misma persona
que el hoy presidente de la
Argentina , no se le pueden imputar como propios, porque
serían dos cosas distintas, sin continuidad.
Además, dice, “El Progreso” o “La Crónica ” no eran redactados exclusivamente por
él, sino por dos argentinos más. Y trata
de descargar su culpa, su traición, en los demás. O por lo menos, de repartirlas con ellos.
La culpa, pues, la traición a la patria, está
probada. Y probada por él mismo, por
Sarmiento. Y tanta es su desesperación
que le pide al embajador Frías que lo defienda de sus enemigos y que no muestre
sus cartas privadas a nadie. El hombre
reconoce que no tiene defensa.
Sin explicación lógica y razonable, la actitud
de Sarmiento en esta desgraciada cuestión tiene una sola explicación: su falta de sentimiento patrio. Por eso después de Arroyo Grande, renuncia a
su nacionalidad argentina y adopta la chilena, y por eso cuando los ingleses se
apoderan de las Malvinas, escribe en “El Progreso” el 28 de noviembre de 1842: “La
Inglaterra se estaciona en las Malvinas para ventilar después
el derecho que para ello tenga… Seamos francos; su invasión es útil a la
civilización y al progreso”. Fue el único argentino que aprobó la usurpación de las
Malvinas.
El reconocimiento del error
Promediando el año 1878, la cuestión se
revivió de nuevo. Y con tal motivo
salieron a relucir documentos sobre la cuestión, muchos de ellos que habían
estado en poder del ministro de Rosas, F. Arana, y que luego pasaron a manos
del Dr. Dalmacio Vélez Sarsfield, en su calidad de principal asesor jurídico
del Ilustre Restaurados y ferviente rosista.
Caído el gobierno de Rosas,
esos documentos quedaron en poder de Vélez Sarsfield y al fallecimiento de éste
en 1875, volvieron al Archivo Nacional, cuyo director, Carlos Guido y Spano,
los dio a conocer públicamente. Esos documentos, como lo sabían Rosas y
Arana, probaban fehacientemente, como prueban, que el Estrecho de Magallanes y
sus tierras adyacentes eran y debieran ser argentinos, como pertenecientes al
Virreinato del Río de la Plata.
Ante su conocimiento público,
Sarmiento, ya más acorralado que nunca, tuvo que hacer público su error, su
culpa, o su traición a la patria, como lo calificaba Bernardo de Irigoyen. Y así, el 19 de julio de 1878 publica en “El
Nacional”: “En este estado de cosas la cuestión de Magallanes recibe una
solución inesperada. Hemos hecho notar
antes que la Cédula
de erección del Virreinato sólo habla de resistir a portugueses que invadan la Banda Oriental del
Río de la Plata ,
y de pocos documentos se deduce la vigilancia al Estrecho de Magallanes
confiada a esa repartición.
“El doctor Wappaus de
Gottinga, examinando los documentos presentados por ambos países, encontraba
que hacían falta piezas directas para establecer la adjudicación del Estrecho y
tierra adentro como jurisdicción argentina.
Pero registrado el archivo del Virreinato que está en poder del Gobierno
de la Provincia
y no de la Nación
como debiera, creemos que su bibliotecario, el señor Guido, se encontró con
bastos portafolios de documentos de la administración colonial del Estrecho y
costas patagónicas, y entre millares de piezas, las notas del Capitán General
de Chile y otras en que declaran como cosa
corriente y sabida que el Estrecho pertenece al Virreinato de Buenos Aires”.
“Sucedió, pues, que después
de erigida esta nueva administración, por requerirla la importancia comercial
que tomaban estos dominios del extremo sur de la América , que los ingleses
aparecieron por las islas que llamaron Falckland, las Malvinas, y desde
entonces el gobierno de España confió necesariamente la guarda y jurisdicción
de las costas patagónicas y vigilancia del Estrecho de Magallanes al Gobierno
que estuviese más a mano para prevenir un desembarco que no estaría el Virrey
del Perú.
“Concíbese así, porque hay
tan voluminosa masa de documentos sobre expediciones a Magallanes de los buques
del Virreinato que tenía su estadía en Montevideo, plaza fortificada y puerto
de mar.
“En presencia de tales
documentos no hay cuestión posible, porque ha desaparecido toda duda sobre la
jurisdicción a que correspondía el Estrecho hasta 1810, puesto que Chile
responde por boca del capitán general O`Higgins (viejo) que pertenecía al
Virreinato (de Buenos Aires) y como tal daba avisos de movimientos y rumores de
ingleses que llegaban por allá a su noticia y comunicaba al gobierno respectivo.
“Convendráse también por esta
exposición que también la República Argentina ha obtenido el año pasado (8)
documentos claros, fehacientes de su derecho, razón que debe hacernos menos
severos para juzgar la política chilena, que al principio creía de buena fe en
su derecho al Estrecho, que la ambigüedad de los términos del traspaso de Cuyo
al Virreinato autorizaba por lo menos una honrada gestión; y que sólo ha
declinado de estas buenas cualidades, cuando la malhadada constitución de
palabras, Patagonia y Magallanes, vino a perturbar los ánimos y a cambiar la
faz de la cuestión”.
Esta vez, ya no en carta
confidencial u oficial a Félix Frías, sino públicamente reconoce Sarmiento “su
error”, que Bernardo de Irigoyen calificó de traición a la patria. El mismo ice que en presencia de los
documentos dados a conocer por el bibliotecario Guido Spano, “no hay cuestión
posible”, para agregar que a todas luces el Estrecho y sus tierras adyacentes
fueron pertenencia del Virreinato del Río de la Plata.
Con todo, quiere achacar la usurpación del Estrecho al
gobierno de Chile exclusivamente, callando la participación culpable que él
tuvo, cuando dice: “razón que debe hacernos menos severos para juzgar la
política chilena”.
No, si la acusación que han hecho Bernardo de Irigoyen, Bartolomé Mitre
y numerosas personalidades políticas argentinas, no es a la política chilena,
sino a él, al argentino don Domingo Faustino Sarmiento, por su
empeño tenaz en que el Estrecho fuera ocupado por Chile. Y más aún,
todavía quiere defender la actitud de Chile al decir: “que al principio (Chile)
creía de buena fe en su derecho al Estrecho”.
No, otra vez; quien creía, y no de buena fe, de que el Estrecho era de
Chile, era él, Sarmiento. No hubo tampoco equívoco en las palabras Patagonia
y Magallanes. La intención de usurpar
fue clarísima, con buen distingo de lo que era Magallanes y lo que era
Patagonia.
Referencias
(1) Ricardo Rojas en su
Historia de la literatura argentina llama a Sarmiento y demás exiliados “los
proscriptos”. El calificativo, con
propósitos enaltecedores, es injustificado.
Los tales eran simplemente exiliados, alejados del país voluntariamente. Proscripto se es cuando a uno se lo echa del
país. Sarmiento y sus compañeros no
fueron echados: se fueron voluntariamente.
(2) Como muy bien lo destaca
Ricardo Font Ezcurra en su libro La Unidad Nacional (Ediciones Teoría, 1963), estos
artículos de “El Progreso” no figuran en las Obras Completas de Sarmiento. El recopilador, hallándolos tan antiargentinos,
sin duda por ello lo omitió, alegando que no pudo hallar la colección de dicho
diario.
(3) Engrandecimiento y
prosperidad de Chile, desde luego.
(4) Existe una teoría
jurídica internacional aceptada que exime a la tierra de la calificación de “res
nullius”; no obstante, los gobiernos, cuando les conviene, hacen caso omiso de
la misma.
(5) Sarmiento frecuentaba una
hija casada de Dalmacio Vélez Sarsfield, llamada Aurelia.
(6) La usurpación del
Estrecho de Magallanes.
(7) Lo de joven es muy relativo. Sarmiento tenía en 1849, año de sus artículos
en “La Crónica ”,
38 años. Hombre maduro.
(8) Como observa muy bien
Font Ezcurra, esos documentos ya eran conocidos con anterioridad.
Fuente
Efemérides – Patricios de
Vuelta de Obligado
De Paoli, Pedro – Sarmiento y
la usurpación del Estrecho de Magallanes – Ed. Teoría – Buenos Aires (1968)
Portal REVISIONISTAS .COM