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sábado, 8 de diciembre de 2018

Quiénes son los "CHALECOS AMARILLOS", el movimiento sin líderes ni ideología que hace temblar a Francia



Emmanuel Macron atraviesa una profunda crisis que amenaza el futuro de su gobierno por una rebelión callejera. Aunque anuló el impuesto a los combustibles que había desatado las protestas, los manifestantes no parecen dispuestos a ceder y nadie sabe hasta dónde pueden llegar

Se sabía que, tarde o temprano, el gobierno de Emmanuel Macron iba a enfrentar una fuerte resistencia. Su arriesgado programa de reformas fiscales y laborales tiene perdedores muy claros, que no iban a aceptar pasivos los cambios. Por eso, el enfrentamiento con los sindicatos era inevitable.
Los primeros apuntados fueron los ferroviarios, que tienen un régimen de trabajo privilegiado. Hicieron tres meses de huelga, pero no lograron torcerle el brazo al presidente más joven de la democracia francesa. Ganar esa batalla le hizo pensar que las cosas iban a ser más fáciles de lo que terminaron siendo.
No fueron trabajadores organizados los que le provocaron la primera gran derrota a Macron y hundieron a su gobierno en una crisis que se profundiza cada día más. Fue un grupo inorgánico y heterogéneo, sin referentes claros ni una ideología precisa, que asaltó las calles de París —y de muchas otras ciudades—, desatando un caos que hacía varias décadas que no se veía en la capital francesa.
"Se movilizan a través de las redes sociales, Facebook principalmente. No tienen líderes, ni una dirección definida. Pero allí radica su éxito, porque muchas de esas personas miran con recelo a todos los aparatos y a las instituciones, incluyendo los sindicatos. Su heterogeneidad posibilita que todos lleven su propio reclamo, incluso aunque tenga fundamentos diferentes y hasta contradictorios con los de sus vecinos. Es un límite para el movimiento, pero también una fortaleza", explicó el politólogo Jean-Marie Pernot, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, consultado por Infobae.
El disparador fue la suba de los impuestos a la gasolina y al diésel, una medida aconsejada por los expertos en medio ambiente para desincentivar el consumo de combustibles fósiles. Pero una parte de la clase media baja, que desde hace muchos años enfrenta restricciones por el elevado desempleo y los bajos salarios, lo sintió como una gran injusticia. Sobre todo, por parte de un gobierno que redujo impuestos patrimoniales a los ricos para evitar que se lleven al extranjero sus fortunas.
Más 280 mil personas salieron a protestar el 17 de noviembre, el primer gran día de la marcha. Muchos de ellos tenían puestos los chalecos amarillos que obligatoriamente tienen que llevar los automovilistas. Rápidamente, ese pasó a ser el emblema del movimiento
Con el correr de las semanas, las movilizaciones perdieron concurrencia, pero aumentaron su visibilidad por el estallido de episodios de violencia. El extremo se vivió el pasado sábado. Mientras Macron estaba en Buenos Aires participando de la cumbre del G20, París ardió. Autos y edificios fueron incendiados, se registraron saqueos en tiendas y un grupo de personas vandalizó el Arco del Triunfo.
Los enfrentamientos entre manifestantes y policías se repitieron en distintos puntos de la ciudad, que parecía una zona de guerra. Las autoridades informaron que 263 personas resultaron heridas y 412 fueron arrestadas. Además, desde el 17 de noviembre se produjeron cuatro muertes relacionadas a los incidentes.
Con el correr de las semanas, las movilizaciones perdieron concurrencia, pero aumentaron su visibilidad por el estallido de episodios de violencia. El extremo se vivió el pasado sábado. Mientras Macron estaba en Buenos Aires participando de la cumbre del G20, París ardió. Autos y edificios fueron incendiados, se registraron saqueos en tiendas y un grupo de personas vandalizó el Arco del Triunfo.
Los enfrentamientos entre manifestantes y policías se repitieron en distintos puntos de la ciudad, que parecía una zona de guerra. Las autoridades informaron que 263 personas resultaron heridas y 412 fueron arrestadas. Además, desde el 17 de noviembre se produjeron cuatro muertes relacionadas a los incidentes.
Con el correr de las semanas, las movilizaciones perdieron concurrencia, pero aumentaron su visibilidad por el estallido de episodios de violencia. El extremo se vivió el pasado sábado. Mientras Macron estaba en Buenos Aires participando de la cumbre del G20, París ardió. Autos y edificios fueron incendiados, se registraron saqueos en tiendas y un grupo de personas vandalizó el Arco del Triunfo.
Los enfrentamientos entre manifestantes y policías se repitieron en distintos puntos de la ciudad, que parecía una zona de guerra. Las autoridades informaron que 263 personas resultaron heridas y 412 fueron arrestadas. Además, desde el 17 de noviembre se produjeron cuatro muertes relacionadas a los incidentes.
Pero lo más preocupante para Macron es que, a pesar de haber dado marcho atrás con la suba de impuestos, la crisis está lejos de terminar. Los Gilets Jaunes (chalecos amarillos) no se sienten satisfechos con los anuncios y sienten que llegaron demasiado tarde. Nada fortalece más a un movimiento de protesta que obtener victorias, especialmente cuando se hacen esperar.
"Los franceses no quieren migajas, quieren la baguette entera", dijo días atrás Benjamin Cauchy, uno de los tantos organizadores de las protestas. La Policía teme nuevos incidentes y muchos comercios van a permanecer cerrados.
"Las medidas del gobierno podrían haber tenido efecto al comienzo, pero ahora quedaron por detrás de la magnitud del movimiento. Lo único seguro es que habrá movilizaciones el fin de semana y que nuevos actores se sumarán, como los estudiantes secundarios y los agricultores", dijo a Infobae Danielle Tartakowsky, investigadora del Centro de Historia Social del Siglo XX.
Un movimiento que sintetiza el malestar
"Durante muchos años hubo en Francia intentos sociales o individuales de resistencia al trabajo que parecían no llevar a nada. Pero después de 2010, cuando se produjeron grandes protestas contra la suba de la edad jubilatoria, pensé que probablemente iba a surgir un movimiento social, aunque no sabía cuándo ni de qué manera. El descontento se cristalizó y comenzó alrededor de una demanda muy específica, pero agrupa a muchos descontentos y reclamos relacionados con la desigualdad social y la arrogancia de los ricos", dijo a Infobae Christian Chevandier, profesor de historia contemporánea en la Universidad de Le Havre.
El malestar no es nuevo en Francia. Desde hace tiempo hay en el país grandes porciones de la población que padecen el estancamiento económico, una desocupación crónica cercana al 10% y la ineficiencia de un estado que era demasiado grande y que ahora está en retirada.
"Muchas de esas personas no ven una contraprestación a sus impuestos, lo cual le da una impronta muy antiimpositiva al movimiento —dijo Pernot—. El fenómeno de los trabajadores pobres está creciendo. El Gobierno apunta a los desempleados y dice que la única solución es tener trabajo, cualquiera sea. Pero los chalecos amarillos son individuos con empleo que no pueden vivir dignamente".
Uno de los grandes problemas que enfrentan los franceses es que las reformas necesarias para revitalizar la economía son impopulares y difíciles de implementar en un país con sindicatos y estructuras burocráticas muy fuertes, capaces de bloquear muchas iniciativas. Por eso, a pesar de que los últimos gobiernos coincidieron en la necesidad de hacer cambios en la misma dirección, ninguno pudo avanzar demasiado.
Macron es sin dudas el presidente que asumió con mayor firmeza el mandato de reforma. Así que no sorprende que durante su gobierno se hayan producido las reacciones más fuertes.
"Es un movimiento que no está estructurado —dijo Tartakowsky—. Los llamados a marchar no respetaron la exigencia de registrarse preliminarmente, lo cual creó una dificultad para las fuerzas de seguridad. Al principio la violencia estuvo relacionada a grupos de extrema derecha y a alborotadores, pero muchos jóvenes de los chalecos también se sumaron. Hay una dimensión de ira y hay un elemento nuevo: algunos manifestantes reivindicaron la necesidad de la violencia, algo que es bastante excepcional en la historia de las protestas francesas".
Buena parte de la rabia con Macron no pasa por las políticas que quiere implementar, sino por su estilo y por lo que él mismo representa. Es un miembro de la elite económica y cultural francesa, formado en la exclusiva Escuela Nacional de Administración y con experiencia en el sector financiero. Por más que se esfuerce en explicar que los beneficios impositivos para los sectores de mayor poder adquisitivo pueden tener un impacto positivo sobre la economía, no tiene manera de evitar que lo acusen de ser "el presidente de los ricos".
"Hay tres elementos que convergen. El primero es la soberbia de Macron. Fue pobremente elegido, con una muy alta tasa de abstención, pero se comporta como si fuera el rey de Francia y parece mostrar un gran desprecio por la gente que tiene dificultades para vivir. El segundo es un conjunto de políticas públicas y privadas que volvieron a muchas personas dependientes del auto. Francia es un país disperso, en el que los precios de la tierra forzaron a mucha gente pobre a mudarse fuera de los centros urbanos. Los gastos relacionados al mantenimiento del vehículo crecieron en los últimos años, así que el aumento en la gasolina fue visto como demasiado. El tercero es la contracción de los servicios públicos y de las políticas sociales en general", sostuvo Pernot
Qué sigue para los Gilets Jaunes
La respuesta gubernamental a la crisis fue torpe y errática. Primero se limitó a condenar la violencia. Luego trató de negociar, pero no encontró interlocutores claros. Finalmente, en un hecho inédito desde que está en el poder, revirtió una medida. El primer ministro Édouard Philippe anunció el martes la suspensión por seis meses del aumento.
"El Gobierno responde con retardo a la movilización —dijo Pernot—. Si los anuncios se hacían después de la primera marcha, podrían haber funcionado. Pero hoy seguro que no. Al contrario, anunciar una simple suspensión dio la impresión de que sólo pretendía ganar tiempo y de que se estaba burlando de la gente. Los chalecos amarillos no confían en la política, sienten un odio increíble que se expresa. Es un sentir compartido: las encuestas muestran que el 70% de la población comprende y apoya la protesta, incluso después de la violencia".
Al ver que no alcanzaba para calmar los ánimos, Philippe comunicó que el tributo quedaba anulado y además congeló las tarifas de los servicios públicos. Pero tampoco fue suficiente.
Dos cosas resultan muy llamativas. Una es lo rápido que pasó el gobierno de no ceder en nada a entregar todo después de semanas de mantenerse firme. Otra es la estrategia de Macron: a pesar de la profunda gravedad de la crisis, mantiene un silencio casi absoluto. Sólo respondió una pregunta desde Buenos Aires. "Los culpables de esta violencia no quieren ninguna reforma, sólo quieren el caos", afirmó. Al regresar a Francia, se limitó a recorrer el Arco del Triunfo.
A nadie le llama la atención que su imagen haya caído al mínimo desde que se mudó al Elíseo. Sólo el 23% de las personas lo apoyan, según el último sondeo de Ifop-Fiducial.
Aprovechando la debilidad, los partidos de izquierda acordaron impulsar un voto de confianza en el Parlamento contra Philippe y su gabinete la semana que viene. Difícilmente prospere porque el oficialismo tiene mayoría, pero es una luz de alerta para el gobierno, y le da incentivos a los manifestantes para seguir en la calle.
"Es difícil predecir el futuro cuando uno es historiador, pero puedo decir que algo va a suceder. En el pequeño pueblo del sur de Francia en el que vivo el movimiento es más profundo que la discusión sobre el precio de los combustibles. Hay un resentimiento acumulado durante muchos años que se está expresando. Lo único seguro es que, como se dijo en 1968, nada volverá a ser como antes", concluyó Chevandier.

lunes, 12 de enero de 2015

Un fanatismo de moda impone dogmas y castiga debates… / Julio Bárbaro



Nos duele lo de París, lastima esa demencia que no podemos entender, ese fanatismo que intenta imponer una forma de pensar, o mejor dicho, eliminar a los que piensan distinto. Y a nosotros, en especial, nos mueve a recorrer un pasado donde la violencia era un hecho cotidiano. Los vientos de la época que ayer llevaron a muchos a pensar que la violencia era un camino hacia la justicia, y hoy nos marca aquel terrorismo como una forma distante de otra cultura. La violencia contra las dictaduras se explica y justifica como una reacción lógica y en la misma medida cuando la guerrilla siguió actuando en plena democracia, merece y debe ser condenada.

Un fanatismo de moda impone dogmas y castiga debates. La supuesta teoría de los dos demonios daba por hecho que, siendo genocida la dictadura, no se podía discutir el lugar de la víctima, no se podía poner en tela de juicio a la guerrilla. La coincidencia lleva al acercamiento actual entre Cuba y los Estados Unidos y muchos -demasiados- de los que reivindican a Fidel Castro dejan de lado los años de la intención de exportar la revolución al resto del continente. Miles de jóvenes recibieron entrenamiento en la isla, miles de vidas se perdieron en una guerra absurda que no tuvo la menor posibilidad de triunfar en ninguno de los países donde se la intentó.

Cuba terminó en una dictadura que exportaba violencia. Cuando hoy escucho a tantos hablar del heroico pueblo que enfrentó al imperialismo, no tengo duda de que quienes festejan la confrontación dejan de lado o ignoran cómo la pasó el pueblo cubano o a qué costos se produjo y exportó esa revolución. Una cosa digna es enfrentar al imperialismo; otra, es justificar una dictadura a partir de esa confrontación y divulgar violencia para multiplicar la experiencia, y fracasar en todos los casos.

Viajé varias veces a Cuba, pude ver y vivir la evolución de ese proceso, la forma en que se iba perdiendo la mística a la par que se imponía la burocracia. Y en todos los hoteles se acercaba un funcionario a explicar que era necesario pagarles para transgredir las normas, al principio me irritaban y luego fui comprobando que era parte del sistema. Hablé con muchos cubanos que participaban del sueño revolucionario (nunca soporté Miami ni sus adictos), puedo decir que de Cuba me dolió y mucho su fracaso. Claro que peor que eso hubiera sido negarlo…

Ahora todos somos parte de Occidente, la violencia se asoma en otros mundos donde la religión sustituyó a la ideología, si es que uno olvida que las ideologías eran ateas pero se las vivía como si fueran una religión. Asombra ver que otros matan en sociedades donde lo que no se discute es la libertad. Y me parece absurdo que para ser de izquierda en nuestras tierras haya que hacer silencio sobre la dictadura de Castro y sobre los miles de muertos por expandir una revolución que ni siquiera tuvo éxito en su propia tierra. Y aclaro que conociendo Cuba uno entiende que la burocracia y la dictadura fueron para ese pueblo mucho más nefastas que el bloqueo del Imperio.

Se me ocurre que condenar a la distancia es más fácil que revisar un pasado cercano del que alguno de nosotros fuimos protagonistas. La barbarie que hoy vemos en religiones y fanatismos lejanos fue no hace tanto parte de nuestra realidad. Y sin duda hasta el momento no la analizamos con grandeza y sin resentimientos, con la distancia que necesitan nuestros hijos.

Cuando desarrollaban la guerrilla fuimos muchos los que les dijimos que ése era el camino equivocado. Resulta absurdo que la derrota largamente anunciada no conceda siquiera el derecho a discutir esos tiempos. Y lo que es peor, que se use ese pasado equivocado para lastimar hoy a la democracia que supimos conseguir. Hay muchos que no eran democráticos ayer cuando reivindicaban a Cuba y la guerrilla y tampoco lo son hoy cuando intentan deformar esa memoria. Muchos que ayer ejercían la violencia armada y algunos de esos que hoy la limitaron al daño de la palabra. Tiene de bueno que ya no lastiman a nadie, ya sólo se hacen daño a sí mismos.

Fuente: http://opinion.infobae.com/julio-barbaro/2015/01/11/terrorismos-y-barbaries/


domingo, 8 de enero de 2012

Francia celebra los 600 años de Juana de Arco, su mito medieval



Objeto de controversias y protagonista de libros y filmes, varios homenajes se llevan a cabo en estos días alrededor de la doncella de Orleáns

Con un homenaje solemne en Domrémy-la-Pucelle, la comuna francesa donde nació Juana de Arco hace 600 años, el presidente Nicolas Sarkozy en nombre de Francia rendirá homenaje a la figura mítica de su historia militar y religiosa, quemada en 1431 y cuya existencia siempre inspiró al cine, la literatura, el arte y la política.

Desde los inicios del cine hasta nuestros días, de Georges Méliès a Cecil B. DeMille y su primera versión "hollywoodiense", de Theodor Dreyer Luc Besson, las hazañas de aquella joven que murió en la hoguera acusada de herejía y que vivió guiada por unas voces angelicales que decía escuchar, han dado al séptimo arte un sinfín de películas.

Aunque sin duda no tantas como libros de historia o de ficción, o esculturas, pues sólo en Francia se cuentan por millares las plazas Jeanne d'Arc con sus correspondientes estatuas ecuestres, en homenaje a aquella joven que irrumpió en la Guerra de los Cien Años entre los reyes de Francia e Inglaterra y modificó el destino de su país.

El nombre de Juana de Arco, muerta bajo las peores acusaciones y cuya inocencia fue rehabilitada por la Iglesia en 1456, para ser canonizada por Benedicto XV, en 1920, es uno de los más utilizados en las calles de todas las ciudades francesas.

En la literatura, tras haber interesado a autores tan variados como Voltaire, Charles Péguy, Paul Claudel o Georges Bernanos, y coincidiendo con este aniversario, el mundo editorial publica varias obras sobre aquella guerrera medieval nacida en Domremy, pequeño pueblo del noreste francés, en una familia de campesinos acomodados.

El académico Philippe de Contamine, gran especialista también del momento histórico en que vivió, sus guerras, sus noblezas y sus juegos de poder, firma una de estas últimas publicaciones. Su libro, "Jeanne d'Arc. Histoire et Dictionnaire" (Juana de Arco. Historia de Diccionario), escrito en colaboración con Olivier Bouzy y Xavier Hélary, es, además de una compacta biografía de la Doncella de Orleáns, una exploración de sus diferentes encarnaciones en el cine, la literatura, la ópera, el teatro o las Bellas Artes. Son múltiples visiones de una misma figura "inesperada, maravillosa y dramática", que es también símbolo de la identidad francesa, explicó  Contamine, que acompañará al presidente francés, forman parte del personaje y constituyen "una dimensión esencial de la historia de Juana de Arco después de su muerte", resaltó.

Su memoria, sin haber desaparecido en absoluto entre los siglos XVI y XVIII, fue "aún más importante" en el siglo XIX o a principios del siglo XX, dijo el académico, quien se mostró, sin embargo, "un poco sorprendido ante la reactividad política" actual. Más allá de las referencias políticas --el ultraderechista Frente Nacional realiza cada año un homenaje a la joven guerrera nacionalista-- Contamine confirmó que se trata "del único mito medieval francés universal".

"Hay una Juana de Arco coreana, canadiense... Luego se ve que su personalidad era más extraordinaria". Es una referencia, cuando un pueblo está invadido y una mujer tiene protagonismo en su defensa enseguida se le bautiza como "Juana de Arco", añadió.
Hubo siempre una "enorme literatura" y siempre "un poco en debate", siempre con cuestiones sobre la personalidad, las voces y el protagonismo político, militar y religioso que tuvo, recordó.

Voltaire (1694-1778) la resucitó no muy positivamente en un poema épico con episodios cómicos, donde narraba como se esforzó por salvar su virginidad y luego, en sus escritos históricos, en los que consideró que su existencia fue "fruto de una intriga", manifestó.

Fuente: Agencia EFE

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miércoles, 14 de julio de 2010

14 de Julio de 1.789: la toma de la Bastilla...

La Toma de la Bastilla se produjo en París el martes 14 de julio de 1789. A pesar de que la fortaleza medieval conocida como la Bastilla sólo custodiaba a siete prisioneros, su caída en manos de los revolucionarios parisinos supuso simbólicamente el fin del Antiguo Régimen y el punto inicial de la Revolución francesa. La rendición de la prisión, símbolo del despotismo de la monarquía francesa, provocó un auténtico seísmo social tanto en Francia como en el resto de Europa, llegando sus ecos hasta la lejana Rusia.

.....Ya llevaba meses la revolución extendiéndose por las calles de París. La idea de un nuevo régimen; la creación de una Asamblea Nacional, y el Juramento del Juego de la Pelota del 20 de junio por el que se adjuraba el Tercer estado (el pueblo a conseguir una Constitución para el país), habían tensado la situación en París. Pero la intransigencia del rey Luis XVI ante el movimiento del populacho, y la destitución de Jacobo Nécker, uno de los políticos más influyentes y queridos por el pueblo, como ministro de Hacienda, hizo que la mecha prendiera aún más. Desesperado, el Rey pidió ayuda a los países extranjeros leales, quienes se congregaron en los alrededores de París y Versalles. Aquéllo fue entendido como un acto de autoproclamación de despotismo por parte de Luis XVI… y el pueblo se lanzó a las calles.

Una ingente muchedumbre de entre 40 y 50.000 personas se lanzó a la toma de Les Invalides, en busca de armas con las que defenderse. Los cánticos resonaron al unísono en la Plaza de la Bastilla, pero desde su interior, los soldados que quedaron a su defensa se negaron a abrir fuego contra el pueblo a pesar de contar con varios cañones. En las cercanías, en el Campo de Marte, los regimientos reales, a las órdenes de Pierre de Besenval se niegan también a cargar contra los amotinados.

Es la señal, y el pueblo se lanza febrilmente a escalar los muros que rodean la Bastilla. a las 15,30 h. de aquel 14 de Julio, con cinco cañones de los que se han apoderado, disparan contra la Bastilla. Poco después, capitula. A las 17,00 h. la muchedumbre invadió la Bastilla apoderándose de las armas y la pólvora. el alcaide de la prisión, el marqués de Launay fue ejecutado rápidamente y su cabeza expuesta en las murallas. Fue el primer gran paso en aquella Revolución, que ya no se detendría hasta acabar con el propio rey y su familia en la guillotina.

Aquel acto de fiereza, de agonía, de ansia de libertad contra la opresión por parte del populacho, obreros, albañiles, artesanos… tuvo un significado especial para el mundo. La Historia de Francia cambió para siempre y aquella fecha ha quedado grabada en la memoria de los franceses. Hoy día, el 14 de Julio se celebra la Fiesta Nacional de Francia, aún cuando realmente, el motivo de esa Fiesta sea la que se produjo exactamente un año después, el 14 de julio de 1790, con la Fiesta de la Federación.

En el lugar donde antiguamente estaba la Bastilla, demolida poco después, se construyó una gran columna, de 24 metros de alto, elaborada con el bronce de los cañones que se sustrayeron a los españoles, e inaugurada en 1840.

La plaza, hoy día, se la conoce con el nombre de Plaza de la Libertad.




Véase además: