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viernes, 9 de julio de 2010

Lugones, Leopoldo / La Guerra Gaucha

 
Leopoldo Lugones nació el 13 de junio de 1874 en el departamento cordobés de Rioseco (Argentina) y puso fin a su vida el 18 de febrero de 1938, en El Tigre, ingiriendo una mezcla de cianuro y whisky. Entre estas dos fechas discurre la obra de Lugones, considerada por Borges como una de las máximas aventuras literarias en español.
Hombre de vasta cultura, fue el máximo exponente del modernismo argentino y una de las figuras más influyentes de la literatura hispanoamericana. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1926, e impulsó la creación de la Sociedad Argentina de Escritores.
Lugones introdujo nuevos ritmos en poesía, adoptó novedosas métricas, inventó palabras y creó metáforas espléndidas. Cultivó el ensayo y la polémica, la historia y la filosofía, y sorprendió por su fértil imaginación y absoluto dominio de la fantasía. Lugones fue un creador de universos y palabras y maestro de escritores de relatos como Borges, Cortázar y Bioy Casares.
Las montañas del oro fue su primer libro de versos, al que siguieron Los crepúsculos del jardín, Lunario sentimental, Odas seculares, El libro fiel, Las horas doradas, Romancero y Romances del Río Seco.

Como narrador, Lugones sobresalió por sus relatos, reunidos en Las fuerzas extrañas (1906), La torre de Casandra (1919), Cuentos fatales (1924) y La patria fuerte (1933). Publicó asimismo dos novelas extraordinarias: La guerra gaucha (1905) y El ángel de la sombra (1926).   
 
La Guerra Gaucha no es una historia, aunque sean históricos su concepto y su fondo. Los episodios que la forman, intentan dar una idea, lo más clara posible, de la lucha sostenida por montoneras y republiquetas contra los ejércitos españoles que operaron en el Alto Perú y en Salta desde 1814 a 1818.

Dichos episodios que en el plan de la obra estaban fechados para mayor escrupulosidad de ejecución, co­rresponderían a la campaña iniciada por La Serna el último de aquellos años y terminada el 5 de mayo del mismo con la evacuación de Salta; pero siendo ellos creados por mí casi en su totalidad, había menester de esta advertencia.

Por igual causa, el libro carece de fechas, nom­bres y determinaciones geográficas; pues estando la guerra en cuestión narrada al detalle en nuestras historias, no habrían podido adornarse con semejantes circunstancias aquellos episodios sin evidente abuso de ficción.
Quedaba, es cierto, el recurso de la novela y éste fue quizá el primer proyecto; pero dados el material narrativo y el número de los personajes, aquello ha­bría exigido tomos. Entre su conveniencia y la de sus lectores, que tienen ante todo derecho a la concisión, el autor no podía vacilar...
Por otra parte, la guerra gaucha fue en verdad anó­nima como todas las grandes resistencias nacionales; y el mismo número de caudillos cuya mención se ha conservado (pasan de cien) demuestra su carácter. Esta circunstancia imponía doblemente el silencio sobre sus nombres: desde que habría sido injusto elogiar a unos con olvido de los otros, poseyendo todos mérito igual. Ciento y pico de caudillos excedían a no dudarlo el plan de cualquier narración literaria para no mencio­nar la monotonía inherente a su perfecta identidad.

Luego, el hombre de la guerra gaucha, su numen simbólico por decirlo así, es Güemes, a quien está destinado el capítulo final en una sintética glorificación. Él fue realmente el salvador de la independencia en el norte; y la originalidad de su táctica, no puede impedir que se lo considere como uno de los más grandes guerreros de su país. Así su nombre glorioso puede dar a todo aquel heroísmo anónimo la significación apelativa de que carece en particular.
Sólo me resta pedir amparo a la benevolencia del lector para uno que otro nombre indígena, o neologismo criollo, o verbo formado por mí a falta de vocablo específico: accidentes imposibles de evitar dada la na­turaleza de este libro. Pocos son desde luego, pues no he creído que su tema nacional fuese obstáculo para tratarlo en castellano y con el estilo más elevado po­sible, debiendo imputarse toda mengua en tal sentido a la cortedad de mis medios, no a la flaqueza de mi intención.

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Fuente: Cora  Grupo  AZ.- grupo-az@googlegroups.com