Mostrando entradas con la etiqueta Beatriz Sarlo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Beatriz Sarlo. Mostrar todas las entradas

sábado, 24 de enero de 2015

¿Quién mató a Nisman? / Por Beatriz Sarlo.



 

 

Todo huele mal en torno a la muerte del fiscal. Su denuncia. Las cartas de Cristina. Las bandas de los espías. Y un Estado cooptado.

Pandilla. A Nisman le dieron pistas falsas. Lo sostuvo la Presidenta y también una autoridad jurídica como Zaffaroni, ecuánime evaluador de cualquier cosa que concierna al kirchnerismo. A su vez, Nisman, hace cuatro años, calificó como falsa la denuncia de Pepe Eliaschev sobre las negociaciones secretas con Irán. O sea que la que había sido “una falsedad” se convirtió más tarde en el núcleo de sus acusaciones a la Presidenta y al canciller. Nisman afirmaba en su escrito que existía un plan para encubrir a los imputados iraníes. Y daba los nombres de una pandilla: D’Elía, Esteche, Yussuf Khalil, el camporista del riñón presidencial Andrés Larroque, Héctor Luis Yrimia y Allan, de quien todavía no podemos estar seguros si servía o no al Gobierno, estuviera o no en la nómina de la SI. En caso de que las operaciones hayan sido confiadas a esos sujetos, el panorama es tétrico.

Epistolario. El apresuramiento de Nisman por regresar a la Argentina abre preguntas todavía sin respuesta. Muchos kirchneristas se conduelen por una hija suya que estuvo tres horas sola en el aeropuerto de Barajas, como si éste, y no la muerte violenta de su padre, fuera el trauma de esa criatura.

La Presidenta, en su primera carta a los argentinos, no se olvida de mencionar a sus dos vástagos, Flor y Maximito, pero no tiene una palabra para la familia del fiscal. Todo sucede en esa carta como si quien la escribió fuera insensible. A la Presidenta le falta imaginación moral.El estilo de esa primera carta es el de una enredada divagación, cuya chatura no impide que todo suene inapropiado y casi delirante. ¿La Presidenta no sabía que su carta iba a ser leída como la reacción oficial del gobierno argentino en el exterior?

De la segunda carta de la Señora Presidenta mejor no hablar. Nisman fue un cabeza de chorlito que le hizo caso a Stiuso (sólo porque así se lo había ordenado Néstor Kirchner) y si la Argentina le vende granos a Irán en algún momento, la Señora, con previsora táctica, le indica a la AFIP la lista de las empresas exportadoras. Si la primera carta era insensata, ésta es cruel y vengativa. Cristina Kirchner no escribe a la altura de la función que desempeña.
Llora por mí, Argentina. En la marcha del lunes pasado en Plaza de Mayo, vi un cartel que decía: “Nisman no se suicidó. Lo mató el miedo a la verdad”. Aunque se gritaban insultos a la Presidenta y su movimiento histórico (otro cartel: “Gobierno asesino y ladrón, mataste a Nisman”), había más gente emocionada y confundida que colérica. Muchos se abrazaban, buscando un cuerpo a cuerpo, un colectivo, un sujeto cuyo plural superara la confusión. Muchos lloraban.
Cuando los ciudadanos creen entender qué sucede, incluso cuando se equivocan, esta creencia es tranquilizadora. Por el contrario, cuando no se entiende, poco sirve atribuir una culpa a alguien. Esa noche en la Plaza, quienes culpaban al Gobierno no podían encontrar un relato que apoyara esa certeza, porque los fragmentos de “datos” y “hechos” pertenecen todavía hoy a una esfera oscura y cambiante.

La pesadilla no es sólo lo sucedido. La pesadilla es no entender lo que sucedió. Las pruebas que iba a presentar Nisman hablan de un pacto cuyos frutos serían de todos modos injustos para con las víctimas e irrisorios en términos de interés nacional. Si la denuncia de Nisman tenía bases ciertas, nos vendíamos barato.

El juego peligroso. Quizá dentro de veinte años, un historiador escriba este capítulo de nuestra política internacional señalando dos ejes: el amateurismo de la conducción diplomática local y el giro de la Argentina dentro de las zonas de influencia planetarias. En ese giro, el amateurismo argentino creyó que podía comportarse como país “grande” cuando, en realidad, ponía en práctica una estrategia poco responsable para un país que es tercera línea en la geopolítica mundial.
Y por si esto no alcanzara, están los espías y los servicios de inteligencia, una estructura de poder desconocida que cambió de jefe en diciembre. Ese cambio fue un presagio. Algo iba a suceder porque, sencillamente, nadie previó la enorme dificultad de reformar un servicio de inteligencia cuyos jefes no quedan nunca del todo a la intemperie. Mayor dificultad todavía si el nuevo jefe designado no es un experto. Mayor aun si, frente a un organismo típicamente corporativo como son los servicios, la Señora se ocupa de la única corporación que le quita el sueño: el periodismo y la megaempresa de Magnetto.

Argumento para Walsh. En su segunda carta, la Presidenta afirma que la operación contra el Gobierno no consistió en la denuncia de Nisman, promovida por Stiuso, sino en su asesinato. Las acusaciones del fiscal fueron simplemente un motivo aparente para que se pensara que sus (futuros) asesinos provenían del Gobierno.

Flor de trama para quien quiera ser el Rodolfo Walsh de esta etapa, aunque desconfío que haya aspirantes en el kirchnerismo. Walsh investigó el caso Satanowsky denunciando a los servicios y a un general del Ejército. Casi sesenta años después, sujetos igualmente protegidos por años de impunidad y chapucería política intervienen ya no en la disputa por la propiedad de un diario (como sucedió en el asesinato de 1957), sino en una guerrilla cuyo escenario son los niveles más altos del Estado.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Sin venganza pero sin tregua / Beatriz Sarlo



El “Nunca más”. Carta de compromiso para un nuevo país, el informe ha servido en estas tres décadas como modelo ejemplar en varios procesos de esclarecimiento histórico de asesinatos masivos en todo el mundo.

A lo largo de los años, algunos libros importan también a quienes no los leyeron. Esta fortuna han tenido el Facundo de Sarmiento, la Historia de San Martín de Mitre, El juicio del siglo de Joaquín V. González, el monumental ensayo de Martínez Estrada Muerte y transfiguración de Martín Fierro , muy probablemente Indios, ejércitos y fronteras de David Viñas o la Excursión a los indios ranqueles de Mansilla. Se los impugnará, se los considerará parciales o incompletos, se criticará sus puntos de vista, pero son indestructibles. Escribo esos títulos. Quizá la enumeración ya origine diferencias, porque podrían ser otros. Pero ciertos libros delimitan un espacio antes no percibido, describen la escena de un drama que era necesario poner de manifiesto; presentan personajes heroicos o miserables y los oponen en un juego de ideas y de pasiones. Esos libros son una parte esencial de la forma en que se piensa y se discute el pasado.

No pueden pasarse por alto. Tienen la rara potencia de ser originales porque abren una cuestión y trazan las líneas de un debate. Son tan polémicos o tan persuasivos que obligan a establecer una posición sobre el tema del que se ocupan: el caudillismo, la emancipación colonial, un gran poema nacional y popular, los crímenes que acompañan la construcción de una nación, la sensibilidad y la inteligencia con que se mira lo que hasta ese momento no había sido visto.

El Nunca más es uno de esos libros. El informe de la Conadep fue entregado a Alfonsín el 20 de septiembre de 1984. Desde entonces, se han impreso más de medio millón de ejemplares y serían varios centenares de miles los difundidos en distintos soportes. Antes de su publicación en 1985, todo era una masa confusa e inclasificable. Las organizaciones de derechos humanos habían trabajado contra la adversidad, en un aislamiento sólo atenuado por minorías locales o apoyos internacionales, en soledad y desacreditadas por una dictadura ciega sobre su presente y su desenlace, que creía lejano.

Se conocían algunas de las historias o centenares de ellas, pero flotaban en estado de dispersión, en los registros de las organizaciones de derechos humanos y, probablemente, en los archivos de los represores que hasta hoy permanecen secretos e inaccesibles. Muchos sabíamos una parte y lo que sabíamos nos bastaba para la condena moral. Pero cuando apareció el Nunca más , supimos que esa parte se organizaba en una reconstrucción del pasado inmediato; que los fragmentos ya no estarían más esparcidos al azar de lo que sabían las organizaciones y los militantes sino que quedaban, para siempre, establecidos en un escrito. Durante estos treinta años se agregaron nuevos hechos. Y probablemente los juicios todavía abiertos sigan trayendo sus pruebas. La historia nunca cierra su cantera de datos.

Pero en 1984, la primera edición del Nunca más fue el salto entre las experiencias dispersas y la estructura más firme donde podían empezar a encontrar su sistema. La particularidad es que, a diferencia de las obras mencionadas al comienzo, el Nunca más es un texto colectivo, sobre el que se hipotetizan redactores: el abogado y dramaturgo Gerardo Taratuto (muerto en 2005) es mencionado como el posible organizador de la masa de datos. Sin embargo, integrantes de la Conadep aseguran que él lo negaba. No es casual esta incógnita autoral en un libro cuyo prólogo ni siquiera lleva firma. La ausencia del nombre de autor es una señal más de que la afrenta fue a todos, incluso a aquellos que no quisieran reconocerla: un crimen de lesa humanidad, que los militares tampoco firmaban. El Nunca más tiene como autor un colectivo: la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas, porque fue el cuerpo mismo de la nación el que recibió la herida de los crímenes investigados.

Topografía del terror
“La Conadep no buscó desaparecidos. Buscó desaparecedores. Definir el objeto de una investigación es el primer paso. Cuando me incorporé había aparecido un número considerable de anónimos enviados a los familiares con noticias falsas de que el desaparecido/a estaba en tal o cual lugar”, repite Graciela Fernández Meijide, para que yo termine de entender qué campo minado recorrieron los miembros, los auxiliares y los testigos mismos. Y sigue: “Les pedí que frenaran de correr de un lado a otro en su búsqueda. Los Servicios, tan pronto como se dieron cuenta de que ya no salíamos corriendo, pararon los anónimos. Entonces sucedió lo que ya dije y escribí, pero no sé si es sabido: lo nuevo y trascendente fue la presentación espontánea de sobrevivientes con muchos de los cuales inspeccionamos alrededor de 50 campos. Fueron los que hicieron posible la acumulación de prueba que terminó siendo contundente y permitió enjuiciar a las Juntas”. 


La Argentina planteaba una incógnita desconocida hasta entonces, encontrar a los “desaparecedores”, responsables de un hecho monstruoso: la completa anulación física del cuerpo de quien había sido asesinado, el aniquilamiento de la prueba del crimen. Para despejar esa incógnita, muchos debieron llevar a la Conadep sus recuerdos, definir en qué momento, en qué lugar, en qué circunstancias, a manos de quiénes un hombre o una mujer vivos se habían convertido en cadáveres y, luego, se habían evaporado, enterrado, hundido. Buscar desaparecedores era encontrar también una pista sobre el cuerpo del delito: los instrumentos de tortura, los lugares cuyas paredes conservaban las marcas del encierro, las huellas materiales de los calabozos improvisados en casas, casinos militares, sótanos, oficinas, patios, huecos, covachas, sótanos, escaleras, cuchas y pozos.

El cuerpo del delito es una dimensión siniestra del Nunca más . El lector se va enterando de cómo alguien permanecía atado a un elástico de alambre, a una argolla hundida en un muro, al tirante de un techo; de qué modo dormía acurrucado, sobre orines y detritos, en los pisos de cemento o de baldosas. Los sobrevivientes atesoraron durante años (los transcurridos entre el momento cuando cayeron y el momento en que se salvaron de la muerte) las descripciones de esos escenarios: una topografía del terror, como se llama en Berlín al cuartel destruido de las SS y la Gestapo, donde sólo quedan algunos nichos que fueron escenario de tortura. Lugares que producen angustia al sólo tratar de imaginar la disposición espacial de aquello que se rescató en relatos que repiten uniformemente la monotonía del Mal.

Nunca más , como un gran tratado espacial, logró esas primeras reconstrucciones, trabajó en la memoria de quienes habían estado desaparecidos pero salvaron la vida. La palabra “memoria” no tiene aquí el vastísimo significado que ha ido recibiendo en estos treinta años, sino uno más restringido y material: hacer memoria de un lugar que se había recorrido con los ojos vendados, o bajo condiciones de extrema tensión y miedo extremo. Traer al presente un espacio que fue el alojamiento material del delito. Los testigos del Nunca más vuelven al lugar del crimen, escuchan el ruido de una calle o una autopista cercana, cuentan los peldaños de una escalera. Recuperar ese espacio en el que sufrieron implicaba darle mayor prueba de realidad al sufrimiento, pero también corroborar la dimensión del delito en su propia escena.

Etnografía del terror
La otra dimensión fundadora del Nunca más es lo que podría llamarse su costado etnográfico: los usos y costumbres de los terroristas de Estado en ejercicio de la represión. Los detalles de cómo llegaban a una casa, cómo pateaban las puertas, cómo golpeaban a sus futuros prisioneros con la culata de un arma, en qué autos los trasladaban, cuáles eran las amenazas que proferían, cómo arrebataban objetos o personas, con qué les vendaban los ojos o encapuchaban a sus víctimas; cómo los tiraban en una celda, qué les decían a las embarazadas, cuáles eran las amenazas proferidas en la tortura, qué instrumentos usaban para causar dolores insoportables, qué resistencias encontraban, qué hacían frente a un desmayo, cómo ingresaban los médicos para reanimar a alguien que todavía podía rendir algo en un interrogatorio; qué prometían o con qué amenazaban.


Todas estas costumbres terroristas son trasmitidas en un estilo plano. No es necesario el énfasis para relatar aquello que era enfático en su propia desmesura. Los usos y costumbres de los torturadores y los asesinos también informan sobre el placer de dominar a los cuerpos quebrados y la cólera que producen los resistentes. Se especializan en los desvanecimientos y los desmayos, gozan en esos momentos últimos en que un torturado está perdiendo el sentido, pero también tienen la cautela de no matar antes de tiempo, de no dejar de picanear antes de que la resistencia física llega a su final. Los relatos de los sobrevivientes combinan la repetición, porque finalmente los métodos no son infinitos, con el suspenso: ¿Cuándo se detendrá todo esto? ¿Se detendrá antes de la muerte? ¿Vendrá la muerte para detenerlo?

Nunca más da cuenta de esa monotonía y también de ese suspenso: son los dos vectores que permiten imaginar lo que sucedía en los escenarios del terrorismo de estado.
“Los equipos de la Conadep salen a la calle”, recuerda Fernández Meijide. Antes de empezar la tarea no se tenía idea de cuántos habían sido los centros de detención. Durante el trabajo se visitaron 50 centros clandestinos. En el Nunca más están los planos y algunas fotos. Los que estuvieron allí y sobrevivieron reconocen los desniveles del piso, las marcas en las paredes que ellos mismos hicieron, los rincones donde fueron obligados a acurrucarse como animalitos, sucios, orinados, desnudos, cubiertos por trapos. Y los cadáveres apilados. Copio un párrafo de un informe redactado en 1980 por empleados de la morgue judicial de Córdoba: “…en las salas donde se encontraban los cadáveres, algunos de ellos llevaban más de 30 días de permanecer en depósito sin ningún tipo de refrigeración, una nube de moscas y el piso cubierto por una capa de aproximadamente diez centímetros y medio de gusanos y larvas, los que retirábamos en baldes cargándolos con palas”. Una etnografía de la muerte, que comienza con el asesinato, pero que debe rastrearse en su rasgo más significativo más allá, en el tratamiento de los cuerpos, privados no sólo de la vida sino de la dignidad de una materia que fue humana. Cartografía y etnografía del terrorismo de estado.

Nueve meses
Magdalena Ruiz Guiñazú, a quien le pregunto mientras escribo, confirma que los empleados del Ministerio del Interior no aguantaron los terribles relatos que contenían las denuncias. Es así que fueron reemplazados por gente de los organismos de derechos humanos. Por eso, monseñor De Nevares propuso que Graciela Fernández Meijide fuera secretaria de la Conadep. Estaba curtida en esos horrores. Fueron nueve largos meses: “un parto”, dice Ruiz Guiñazú. Fernández Meijide hoy da una idea de las reglas que se impusieron: “Rechacé informes si estaban llenos de adjetivaciones y opiniones políticas. Las indicaciones fueron que había que hacer un informe ajustado a los testimonios y denuncias. Para tomar la denuncia sobre el nombre de un presunto represor exigíamos que estuviera mencionado tres veces. Para evitar venganzas o represalias personales”.

El impulso ético y político de la Conadep representó lo mejor que había quedado en pie después de la dictadura. Representó incluso a quienes, en el Congreso o en algunas organizaciones, se opusieron a que fuera esa forma, la de una Comisión de notables, la que llevara adelante la primera gran investigación de los crímenes más extendidos y cruentos de nuestra historia.
Sin venganza y sin tregua, la Conadep llegó en un tiempo asombrosamente breve a redactar su informe. Todavía no había pasado un año del decreto de Alfonsín que creó la comisión investigadora, contradiciendo la voluntad de algunos organismos de derechos humanos y de muchos políticos, incluso de su propio partido.

En el año 2006, la Secretaría de Derechos Humanos agregó un prólogo, refutando la teoría de los “dos demonios”, que muchos juzgaron inscripta en el primero de 1984. Inútil pretensión la de cerrar un debate para siempre mediante una lectura oficial. El Nunca má s ha dejado de ser un informe y cada prólogo pasado o futuro traerá una nueva interpretación. Somos el pueblo del Nunca más , tanto como el del Facundo . En ambos está la Argentina que fue.

Fuente: http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/historia/Nunca-Mas-CONADEP-30-anos_0_1207079305.html

viernes, 31 de enero de 2014

El GOBIERNO EXCLUYÓ a AUTORES CRÍTICOS de la DELEGACIÓN que viaja AL SALÓN del LIBRO de PARÍS


Argentina es invitada de honor a esa Feria con una representación de casi 50 escritores. Pero la lista, que INCLUYE A TODA CARTA ABIERTA, se destaca por su sectarismo. Opinan organizadores, expertos y los intelectuales discriminados
Por cumplirse este año el centenario del nacimiento de Julio Cortázar, Francia eligió homenajear a las letras argentinas en la edición 2014 del Salón de Libro de París, que tendrá lugar del 21 al 24 de marzo próximos. Pero lo que podía ser una ocasión de lucimiento para el país y sus autores estará teñido de la ya conocida intolerancia oficial hacia todo pensamiento crítico.

"Misión diplomática", "lista variopinta", "armada Brancaleone", "viaje de egresados":son algunas de las reacciones de los críticos literarios consultados por Infobae, ante la lista de invitados publicada en la página del Salon du Livre. Pero lo más grave es la sospecha de censura que despierta esta selección. 
Basta dar una rápida mirada a la delegación –por cierto numerosa, ya que incluye 48 nombres- para que, junto con la inclusión de muchos autores cercanos al oficialismo -cuando no apologéticos-, resalten las ausencias, por ejemplo, de Jorge Asís y Martín Caparrós, en narrativa, dos de los escritores más leídos de estos años –del primero se ha reeditado casi toda la obra recientemente, y el segundo ya ha sido editado en Francia-, pero que se caracterizan por tener una visión crítica del Gobierno, aunque desde ángulos opuestos. Lo mismo sucede con Beatriz Sarlo, en el género ensayo, pese a que la lista incluye a notorios referentes del pensamiento oficial, como Ernesto Laclau, Horacio González, Ricardo Forster y José Pablo Feinmann
"Martín Caparrós, ensayista, narrador y cronista destacado y prolífico, debió ser naturalmente parte de la lista –opinó el crítico cultural Quintin (Eduardo Antín). Si fue excluido por ser crítico del gobierno, estaríamos ante un caso flagrante de censura y discriminación, lo que reforzaría la evidencia de que la elección privilegió la adhesión política". 
La escritora y editora Gabriela Esquivada calificó de "ausencia extraña" la de Jorge Asís. "Fue embajador de Argentina en la Unesco –con sede en París-, tiene una obra y es muy activo antikirchnerista. Si fue una recomendación oficial, su exclusión no sería muy distinta al silencio de Clarín sobre su obra, desde que publicó Diario de la Argentina", opinó. 
Infobae contactó a los autores discriminados para confirmar que no fueron invitados. Ante la consulta de este diario, Martín Caparrós, que vivió exiliado en Francia durante los años de la dictadura, respondió: "Es cierto que no estoy en esa lista, pese a que mi libro Living -en castellano, Los Livingfue publicado en Francia por Buchet Chastel hace cuatro meses y tuvo muy buenas críticas. Lamentablemente, no me sorprende: las invitaciones a este Salon du Livre son controladas por el gobierno argentino, que las maneja con criterio político. En este caso, supe que estaba en una primera lista y alguien ordenó que me sacaran. Pero insisto: no me sorprendió. Lo mismo pasó en la Feria de Frankfurt -donde también tenía una novela recién publicada en alemán y tampoco me invitaron- y en varias otras instancias. A mí, en todo caso, ir o no ir a esos tours de compras -y de ventas- no me cambia nada. Al gobierno, por supuesto, tampoco, pero parece que todavía no se dieron cuenta". 
Tampoco mostró sorpresa Jorge Asís, quien, ironía del destino, se encuentra justamente en Francia en estos momentos. Vía mail, escribió: "Les respondo justamente desde París. La verdad es que nadie me invitó. Tampoco es ninguna novedad para mí y ni siquiera me importa. Me habitué a la normalidad de las omisiones. Prefiero creer que los 40 escritores invitados son mucho más interesantes que yo, y tienen una obra más significativa". 
Contundente fue la respuesta de Beatriz Sarlo: "No me invitaron. Nunca, ni el Estado nacional ni el municipal me pagaron un pasaje. Deben pensar que tengo malos modales en la mesa", ironizó. 
Misión más diplomática que cultural 
"Desde hace 20 años, el Salón del Libro de París honra la literatura de un país. En ese marco, una delegación de 20 a 60 autores se traslada a Francia para encontrarse con el público francés, participar en mesas redondas y hacer sesiones de dedicatorias", explicó desde Francia Bertrand Morisset, comisionado del Salón del Libro.
Consultado acerca de cómo se confecciona la lista, dijo: "La lista oficial de autores es establecida tradicionalmente, en forma conjunta, entre las instituciones francesas, el CNL (Centro Nacional del Libro) y el Instituto Francés [N. de la R.: organismo para la acción cultural en el exterior] y las del país homenajeado". 
En cuanto a los criterios, explicó: "Los autores seleccionados son hombres y mujeres de diferentes generaciones, elegidos para representar la riqueza literaria actual del país, y su producción refleja la diversidad de géneros literarios. Algunos están traducidos, es decir que tienen una actualidad editorial en Francia y son reconocidos internacionalmente. Otros todavía no han sido traducidos y deberán ser descubiertos por el público francés". 
Sin embargo, un repaso de los nombres retenidos no arroja esa imagen de diversidad buscada. Y es difícil no ver la mano del Gobierno detrás tanto de algunas ausencias inexplicables como de ciertas presencias injustificadas
"La lista contiene nombres valiosos, pero es muy sesgada desde el punto de vista ideológico –opinó Quintín. No advierto en ella un solo escritor identificado públicamente con posiciones políticas contrarias al gobierno. En cambio, están ampliamente representados quienes apoyan abiertamente al kirchnerismo como funcionarios, militantes e ideólogos. En ese sentido, la agrupación de intelectuales Carta Abierta aparece a pleno y forman parte de la delegación el ideólogo personal del matrimonio Kirchner [N.de la R.: Ernesto Laclau] y hasta un periodista de combate [N.de la R.: Hernán Brienza]. A pesar de que hay escritores independientes, la lista tiene aspecto de misión diplomática más que cultural". 
"Por otra parte, el número de escritores jóvenes es escaso: hay sólo dos menores de cuarenta años y la composición luce un poco vetusta. Pero es normal en estos casos que haya ausencias notorias y que los viejos sean numerosos", agregó. 
En opinión de Gabriela Esquivada, "si los franceses han hecho la lista, para dar cuenta de una literatura -como dicen- 'copiosa y multicultural', se entiende que inviten a figuras cuyo peso creció por su adhesión al kirchnerismo; es parte del panorama actual, estas figuras están en los medios argentinos, sus libros salen en las editoriales argentinas, su pensamiento es parte del debate de hoy". 

Sin embargo, asegura no entender "por qué no invitan a aquellos otros con los que éstos debaten". Y ejemplifica: "Si va el periodista Hernán Brienza, bien pueden ir Martín Sivak, Oscar Muiño o Diego Rojas, para citar tres pensamientos diferentes pero no kirchneristas. Si algún organismo oficial hizo la lista, en cambio, conviene preguntar por qué no aparecen Gabriela Cabezón Cámara, Silvia Molloy, Sylvia Iparraguirre, Vlady Kociancich, Eduardo Belgrano Rawson, Edgardo Cozarinsky, Roberto Cossa, Marcelo Cohen, Luis Gusmán, Fabián Casas, Washington Cucurto, Alan Pauls, Pedro Mairal..., entre tantos otros".


Esquivada ve una analogía entre esta selectividad y toda la gestión cultural: "Es una lista de lo más variopinta, porque si hablamos de representatividad, y si ésta se construye desde el Estado, hay una responsabilidad con todo lo representable más allá de las simpatías de quien gestione ese Estado en el momento. Pero en Argentina siempre ha existido una fuerte superposición entre Estado y partido en el gobierno, algo que se ve en el Canal 7 de la gestión kirchnerista, pero también en la Ciudad de Buenos Aires donde gobierna la oposición. Así que pedir esa responsabilidad equivale a vivir dentro de un frasco de mayonesa". 
En lo que concierne al dibujante e historietista Rep, cuya presencia puede llamar la atención, Esquivada considera que su obra "fue anterior al kirchnerismo" y lo sobrevivirá. "Algo similar diría del director de la Biblioteca Nacional, Horacio González: es un intelectual con una obra de consistencia. En este grupo agregaría a María Pía López, sin duda. En cambio, tanto Forster como –sobre todo– José Pablo Feinmann son intelectuales de otras características. Forster representa Carta Abierta; Feinmann ha metido la pata hace ya tantos libros y columnas..." 
Al respecto, recuerda que en un texto éste llegó a comparar a Néstor Kirchner con el escritor francés Jean-Paul Sartre, por ser ambos "virola" (bizcos). "Si yo fuera francesa me inquietaría verlo en el Salon du Livre después de este castigo a Sartre", ironizó. 
Además, nombró a "otras figuras que muestran simpatía con el gobierno", como Vicente Battista, Eduardo Rinessi, Laclau. "Más que simpatía, en realidad", acotó. 
"TODA LA PROGRAMACIÓN DEL CANAL ENCUENTRO" 
"¡Qué lista!, exclamó otro crítico literario consultado, que prefirió hacer reserva de su nombre. Algunos indiscutibles como Guillermo Martínez, la Bellessi, Piñeiro, Piglia, Pablo de Santis, Dujovne Ortiz, Chitarroni... Lo demás es la 'armada Brancaleone': Horacio González tiene un pensamiento prestigioso y valioso, pero si se le suma Brienza, Forster, Sasturain, Feinmann, Laclau... es como tener la programación de Canal Encuentro completa..." 
Y, no sin algo de sorna, agregó: "Veo algunas yuntas donde uno justifica la presencia del otro o donde ninguno de los dos justifica demasiado al otro: Selva Almada –brillante- y Tabarosky, la autora y su editor; Saccomanno y García Lao, son pareja; Sergio Bizzio y Lucía Puenzo, marido y mujer, ambos valen pero, ¿más que otros? ¿Tienen que ser invitados los dos? Para incluir al novio de, marido de, o editor de, ¿no están dejando afuera a otro que es mil veces más importante? Porque nadie dice que sean malos en lo que hacen pero... ¿es un viaje de egresados esto?"

Entre otras ausencias difíciles de explicar, cita: "No están Leo Oyola ni Hernán Ronsino que, dentro de los nuevos escritores de Argentina valen más que unos cuantos que sí están invitados tipo Inés Garland. No está Rodrigo Fresán... No está Kociancich... ¡No está Alan Pauls! ¡No está Abelardo Castillo, es una barbaridad si no lo invitaron!" No fue posible confirmar los motivos por los cuales Castillo no está en la lista, pese a la consulta a fuentes oficiales. En cambio, la ausencia de César Aira, señalada por casi todos, se debe sencillamente a que el propio escritor rechazó la invitación
"No está invitada ninguna autora de la literatura romántica que son las que más venden: Florencia Bonelli, Gloria Casañas, etcétera. Hay un fuerte prejuicio de género, como siempre pasa con los géneros populares aunque los que organicen esto sean peronistas", concluye este crítico. 
Infobae consultó también a la Secretaría de Cultura de la Nación, co-responsable de la confección de la lista. Alejandro Obeid, de la secretaría de Prensa del organismo, negó que hubiera habido un criterio político en la selección y aseguró que la delegación se conformó de común acuerdo con el Sindicato de la Edición de Francia y los organizadores del Salon du Livre, siguiendo los criterios establecidos por esa feria anual, a saber: que estuvieran representados todos los géneros, del ensayo hasta la literatura infantil, autores ya consagrados junto a otros más noveles, hombres y mujeres, traducidos y no traducidos. 
En los casos concretos de Asís, Caparrós y Sarlo, aseguró desconocer los motivos de su exclusión de la lista pero reiteró que no tenían que ver con sus posiciones políticas. Incluso, a modo de ejemplo de la apertura del Gobierno en la materia, dijo que María Kodamapresentaría nuevas ediciones de las obras de Jorge Luis Borges en el Salón. No se estaba refiriendo a la viuda del escritor, que no tiene posición política pública, sino al autor fallecido
Obeid aclaró también que Jorge Coscia, el secretario de Cultura de la Nación, no tuvo "ninguna participación" en la elección de los autores invitados, sino que la tarea recayó en laDirección de Industrias Culturales, área a cargo de Rodolfo Hamawi. Sin embargo, en la conferencia de prensa que tuvo lugar en la embajada de Francia en Buenos Aires, el 16 de noviembre del año pasado, para anunciar el comienzo de los preparativos para la participación argentina en la Feria del Libro de París, fue Coscia quien se sentó junto al embajador francés, Jean-Michel Casa
Gabriela Esquivada rescató de todos modos aspectos positivos de la lista: "Veo autores jóvenes que llevan adelante un proyecto literario con fuerte identidad individual, como Leandro Ávalos Blacha, Samanta Schweblin, Oliverio Coelho, Fernanda García Lao. Lo mismo se puede decir sobre Pablo de Santis, Martín Kohan, Leopoldo Brizuela o Liliana Bodoc en otras generaciones. Veo gente que no puede faltar: los poetas Diana Bellessi y Arnaldo Calveyra, el editor Luis Chitarroni, la narradora Tununa Mercado, el artista Quino. Tambiénnombres establecidos y traducidos: Piglia, Claudia Piñeiro, Ana María Shúa, Sasturain, (Guillermo) Saccomanno, (Alberto) Manguel, Guillermo Martínez, Marcelo Figueras; o que viven en Francia, como Luisa Futoransky, Alicia Dujovne Ortiz -publica en La Nación,insospechable de kirchnerismo-, Silvia Baron Supervielle, Laura Alcoba, etc.; creo que también es el caso de Mario Goloboff quien, además de autor, ha publicado una biografía de Cortázar".
Déjà vu 
En octubre de 2010, Argentina fue invitada de honor a la Feria del Libro de Frankfurt, otra prestigiosa cita mundial de las letras. También en esa ocasión el ideologismo con el cual el Gobierno tiende a teñir todas sus actividades derivó en un bochornola elección de cuatro figuras icónicas –Evita, Maradona, Gardel y el Che-, pero sin vínculo con la literatura, salvo como tema, para representar el acervo cultural del país. 
Ante la indignación generalizada, las autoridades del área cultural accedieron a sumar a los escritores Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. 
PERO EL PAPELÓN YA ESTABA HECHO.