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sábado, 28 de noviembre de 2020

La brecha digital. Una desigualdad que la pandemia profundizó ***



La pandemia de coronavirus impuso el pulso de vida en 2020 y todo indica que esa influencia va a perdurar. El virus sembró muerte, al mismo tiempo que apuró procesos que hoy avanzan a otro ritmo. Las vacunas se trabajan en tiempo récord, así como las alternativas de hipotéticos tratamientos o los desesperados parches sobre las estructuras sanitarias existentes. La migración de la vida a las pantallas también se aceleró con el aislamiento social, en un proceso que potenció el efecto de las desigualdades. Sobre todo, el de aquellas signadas por la brecha digital. La distancia entre los que tienen pleno acceso a la tecnología y los que, relegados por la pobreza, no la tienen, se ensanchó, dado el papel que adquirió la comunicación virtual en la pandemia. Un protagonismo que difícilmente cederá cuando pase el virus.

Una mirada sobre esta brecha desde perspectivas económicas y etarias no deja dudas del impacto que provoca en el mundo laboral, educativo y cotidiano. Los sectores económicamente desfavorecidos se caen del mercado laboral ante la falta de alternativas para sortear la brecha digital. Muchos adultos mayores siguen ese destino en el ámbito del trabajo, pero también empiezan a verse cada vez más ajenos a una cotidianidad definida por lo virtual. Este complejo escenario exige la búsqueda de alternativas que eviten que esos efectos dominen el día después, en un mundo ya signado por la gran distancia que existe entre los que más y los que menos tienen. Se trata de un problema global, que sin embargo tiene particulares resonancias en la Argentina.

"La pandemia de coronavirus reveló dramáticamente lo que ocurre en un país fragmentado. Hemos visto cómo la capacidad de las personas para enfrentar situaciones complejas se distribuye asimétricamente", dice Ramiro Albrieu, investigador principal del Programa de Desarrollo Económico del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec).

"En el caso del mercado laboral, esa asimetría no se limita a los ingresos -aclara el economista del Cippec-, sino que incluye las habilidades digitales, la conectividad y la tenencia de dispositivos digitales en el hogar y en el puesto de trabajo. Entonces, la pandemia nos mostró dos cosas. La primera, que el impacto negativo en los ingresos laborales es mayor para aquellas personas que no cuentan con el conjunto de habilidades, conectividad y dispositivos requeridos para participar en el ámbito digital. La segunda, que somos una sociedad con importantes brechas digitales, las cuales tienden a reproducir, y hasta profundizar, la fragmentación existente. Sin un evento como la pandemia, esa mayor fragmentación ocurre en forma tendencial, al igual que cuando vemos crecer el pasto. Al llegar la pandemia, las brechas se tornan decisivas no solo en el largo plazo sino en el muy corto plazo. Marcaron una línea divisoria entre los que pudieron continuar su relación laboral y los que la perdieron".

Los trabajos del futuro

El virus se expandió velozmente e imprimió la misma velocidad a realidades que estaban en marcha, como la digitalización. Así lo explica Albrieu: "La pandemia aceleró un proceso de la transformación digital. El grupo de trabajadores de menores recursos está en desventaja para avanzar en esa transformación. Tomemos, por ejemplo, la presencia de computadoras en el hogar. En los deciles 8 a 10, de mayores recursos, apenas uno de cada diez hogares no cuenta con computadora; en los deciles 1 a 3, de menores ingresos, uno de cada dos hogares. De no cerrar la brecha digital, ese grupo no podrá acceder a los trabajos del futuro, y le esperan salarios bajos y malas condiciones laborales. La pandemia agregó un elemento, el de la dificultad para mantener la relación laboral en el corto plazo".

La pandemia ha producido daños en frentes variados, con la digitalización como rasgo definitorio. "Todas las pandemias o crisis sanitarias anteriores generaron este efecto de mayor profundización del coeficiente de Gini, que mide la diferencia entre los más ricos y los más pobres. Pero en este momento, además de estar atravesando esta crisis sanitaria y de que ya veníamos con una crisis económica, hay una intersección con la revolución digital que ya nos planteaba muchos desafíos e interrogantes acerca del futuro del trabajo", explica Mariela Mociulsky, CEO de la consultora Trendsity.

"Los que más rápido pudieron migrar, en esta migración casi forzosa, fueron los de deciles más altos, que ya tenían incorporadas estas habilidades y también la posibilidad de contar con los dispositivos y con una buena conectividad. Todos esto comenzó a ser imprescindible para poder mantener el nivel de educación y los trabajos. Los trabajadores que no tenían la posibilidad de virtualizarse quedaron desempleados. En las últimas mediciones de la Encuesta Permanente de Hogares no figuran tanto como desempleados, porque ni siquiera volvieron a buscar trabajo", agrega Mociulsky, que preside la Sociedad Argentina de Investigación de Marketing y Opinión (Saimo). "Esta pandemia es aún más peligrosa en este sentido, porque la digitalización se está acelerando a niveles que se esperaban tener como mínimo en un par de años".

La desigualdad digital se vive en el trabajo y en la escuela, ambos ámbitos hoy confinados y mezclados en el hogar. La CEO de Trendsity señala que en el país hay muchas iniciativas, sobre todo en el ámbito educativo, de interacción entre gobiernos y empresas para paliar la brecha digital: "Todo lo que se está haciendo es muy incipiente como para poder ver resultados. Muchos alumnos se quedaron sin clases, y otros, con un nivel de aprendizaje menor. Van a ser muy diferentes los niveles y oportunidades para quienes hayan podido tener un total acceso a conectividad, contenidos y docentes preparados, que para quienes no lo tuvieron, que ya no lo tenían antes y ahora tuvieron peor calidad de educación".

Paliar esta situación y sus consecuencias a futuro requiere de la acción de los distintos actores sociales, dice la experta. "No es suficiente lo que se está haciendo, pero no es algo de nuestro país, en todo el mundo es insuficiente. El gobierno nacional y las provincias desplegaron distintas iniciativas para la continuidad pedagógica. Tener un smartphone no significa tener buena conectividad, no significa que toda una familia pueda hacer todas sus actividades, que tengan la suficiente cantidad de datos", grafica.

Albrieu afirma que la pandemia trajo a la mesa de política pública de corto plazo las discusiones sobre transformación digital, que solían estar confinadas a la mesa de política pública de largo plazo. "En un país inestable y con crisis recurrentes, el largo plazo ocupa poco espacio en la agenda pública. Ahora, las medidas contra el virus son también medidas para cerrar las brechas digitales. En ese sentido, aparece una oportunidad. El Gobierno ha avanzado en esta materia y ahora es importante tomar esta base para estimular la transformación digital".

Estrategias necesarias

Mirar hacia los países desarrollados para buscar estrategias para afrontar estos problemas es útil, aunque las herramientas deben adaptarse a lo local. "Cerrar la brecha digital requiere una visión de sistema, en la que a un tiempo se piensa en tecnología, en conectividad, en habilidades y en regulaciones. Se puede aprender y mucho sobre la transformación digital en los países centrales, después de todo es allí donde se corre la frontera tecnológica. Pero hay que interpretar esos cambios tecnológicos a la luz de nuestro contexto. No debemos olvidar que los sectores de menos recursos se mueven en los márgenes del mundo digital, donde un kilómetro adicional requiere no solo una solución tecnológica, sino también la readaptación de habilidades, la mejora en la infraestructura y un soporte regulatorio que no están disponibles, y que serán distintos en cada contexto. Aprender de los países centrales para resolver problemas distintos de los que allí existen, y que están en los márgenes del mundo digital, es la clave para cerrar las brechas digitales en nuestro país", remarca el investigador del Cippec.

Más allá de las recetas, para comprender la problemática es necesario tener en cuenta un punto básico, sobre el que Albrieu pone énfasis. "Lo primero que hay que entender -destaca el economista- es que la principal causa de las brechas digitales no es tecnológica. Un adolescente puede adquirir un teléfono móvil, pero ese teléfono abrirá oportunidades laborales si se utiliza para buscar trabajo o para formarse; si solo se utiliza para redes sociales, difícilmente redundará en un mejor empleo en el futuro".

La brecha digital tiene múltiples caras. Un punto de enfoque son las personas mayores dentro del mundo laboral; otro es el que pone el ojo sobre una cotidianidad cada vez más digitalizada, que llegó para quedarse y a la que los adultos mayores deben adaptarse.

Los no nativos digitales

"Un estudio que hicimos en Cippec en 2018 nos decía que apenas un 16% de las personas que componen el mercado de trabajo tienen las habilidades que les permiten interactuar con las máquinas en este nuevo mundo. Una mayor atención a los programas de capacitación técnica y profesional, con mayor apoyo de la política pública, es un paso necesario para cerrar la brecha digital en materia etaria. Y el beneficio no sería solo para los no nativos digitales, sino que la economía como un todo se vería beneficiada, porque son ellos los que ocupan los puestos de trabajo con mayor contenido cognitivo. Por último, el beneficio no sería solo para el largo plazo, sino clave para la recuperación en tiempos de Covid. De hecho, la brecha entre el teletrabajo potencial y el efectivo, que es grande en la Argentina, se concentra en los no nativos digitales: es cercana al 5% para los trabajadores de entre 15 y 25 años, y cercana al 20% para los trabajadores mayores de 35", describe Albrieu.

Para Mociulsky, la pandemia puso en un lugar de vulnerabilidad muy difícil de tramitar a los adultos mayores. "Fue una involución sentirse vulnerables, desprotegidos, sin futuro. Entonces, muchos de ellos tuvieron que abandonar sus espacios de trabajo; algunos tuvieron posibilidades de adecuación a mecanismos de teletrabajo, pero no todos. Y los que pudieron, avanzaron bastante en la adquisición de habilidades en procesos de digitalización. Hubo un avance en esta transformación digital, pero sobre todo esto sucede en los deciles más altos", afirma.

Todo desde casa

La conclusión es que esta #brechadigital arrastra muchas otras brechas que ya existían, pero que tienden a profundizarse. "El acceso a los dispositivos, la buena conectividad, más las habilidades, son necesarios para todo lo que hacemos, por este modo 'todo desde casa'. Desde la socialización, hacer las compras, pagar las cuentas, cobrar la jubilación. Los adultos mayores tenían mucha desconfianza, preferían ir y tomarse un taxi a la salida del banco. Le tenían menos miedo a eso que a hacerlo a través de la computadora, y hoy lo tienen que hacer".

Es un escenario en el que la tendencia a la exclusión aumenta, porque se van a necesitar habilidades tecnológicas, con una sobrevaloración de los millennials y subestimación de adultos mayores, define Mociulsky. En una reciente investigación de su consultora se señala que "la #digitalización como tendencia creciente y duradera llegó para quedarse". Ella añade que "sería muy pertinente poner el foco ahí [por los adultos mayores], porque es un segmento grande de la población que no puede quedarse sin ingresos u oportunidades".

Fuera del ámbito laboral, la pandemia dejará un mundo más digitalizado en las actividades cotidianas. A esto necesitan adaptarse muchos adultos mayores que, ya retirados, deben apelar a un arsenal tecnológico que pueden tener a mano, pero que les resulta ajeno por distancia generacional.

"Es natural que nos cueste comprender algo en lo que encontramos tanta distancia. El miedo a lo desconocido, a no poder aprenderlo, a ver que los otros lo usan con tanta naturalidad y que a nosotros nos cuesta siquiera entender las cuestiones más básicas. Muchas veces, el miedo está asociado a este desconocimiento y, sin duda, aumentar los saberes va a hacer que esa distancia, esa brecha, se acorte. Un adulto mayor que ve a su nieto usar muy rápidamente una nueva tecnología de forma natural puede pensar que es demasiado complicado. El primer paso para vencer ese temor es el conocimiento, empezar a acercar al adulto mayor a la nueva tecnología. Pueden utilizarse actividades que sean particularmente de su interés. Por ejemplo, si con el aislamiento social obligatorio la persona tiene muchas ganas de ver a sus nietos, esa será una excusa para el acercamiento", dice María Roca, doctora en psicología, coordinadora científica de la Fundación Ineco, que preside Facundo Manes.

"Los adultos mayores pueden empezar a presentar ciertos cambios a nivel cognitivo, con mayores dificultades para realizar nuevos aprendizajes -afirma-. Esto no quiere decir que no pueden aprender cosas nuevas, sino que les puede costar un poquito más de tiempo. Mi sugerencia principal es tener en cuenta esto, no pretender que aprendan las cuestiones con la misma velocidad que lo haría una persona muy joven. Por otra parte, hay que recordar que todos los procesos de aprendizaje requieren de la práctica".

La pandemia hizo que muchos mayores se acercaran a la tecnología como nunca lo habían hecho, dice la coordinadora científica de la Fundación Ineco. "Es cierto que el aislamiento social, el estar desconectado de otras personas, es un factor de riesgo importante para la salud mental. Esto ocurre en las personas jóvenes y particularmente en los adultos mayores; por eso, si vemos que ese acercamiento no se está dando, tenemos que generar un acompañamiento para que se dé. Probablemente, algunas tecnologías o respuestas digitales a problemas prevalezcan y es muy importante que, como sociedad y en las familias, nos ocupemos de que los adultos mayores no se queden afuera", señala Roca.

***  Javier Fuego Simondet /La Nación