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viernes, 23 de octubre de 2015

La encuadernación, un oficio que no se da por vencido

La producción industrial no terminó con el arte de que los libros resistan al tiempo

En  la era de la producción industrial de libros, el trabajo artesanal del encuadernador no pierde vigencia. "No es un oficio muerto ni mucho menos. Cada vez más personas se dedican a esto", dijo a la nacion la presidenta de Encuadernadores Artesanales de la República Argentina (EARA), Dina Sejzer de Adámoli, asociación que está celebrando las bodas de plata desde su creación. Y lo hace con muestras como Homenaje al Libro, abierta en el Museo Mitre y, aunque sin haberlo buscado como institución, con el lanzamiento de una diplomatura de dictado gratuito y título oficial de la Universidad de Buenos Aires.

La diplomatura fue un éxito: para 25 vacantes se presentaron 600 aspirantes. "Si bien me sorprendió esa cantidad, esperaba una respuesta masiva, porque acá hay escasas posibilidades de formarse en este oficio de forma gratuita", admitió Andrés Casares, mentor del proyecto original que dio lugar a la diplomatura de la UBA -de la que es uno de los directores- y que se dicta en la Biblioteca Nacional.

"Quería que pudieran participar todos sin importar su condición social. Y pensé en la Biblioteca Nacional porque las máquinas que compraran y el trabajo de los estudiantes quedarían como beneficio para esa institución", contó Casares, quien, sin conocer al director de la BN, Horacio González, le mandó el proyecto por mail a comienzos de 2014. Después de unos meses fue citado por González, que involucró a la Facultad de Filosofía y Letras y decidió dar vida a la diplomatura hoy en curso.

Una vida dedicada al papel

"Mientras exista algún libro, el oficio de encuadernador no se extinguirá", dijo Andrés, segundo de los ocho hijos de Alberto Casares, prestigioso librero de anticuarios y titular de la asociación que reúne a sus pares.

La trayectoria de Andrés, primer premio de La Neuvieme Biennale Mondiale de la Reliure d'Art-Prix du Ministere de la Culture en 2007, es la de tantos que, como él, descubrieron el gusto por esta tarea en su adolescencia.

A los 15 años, sin muchas herramientas ni conocimientos, comenzó a restaurar y encuadernar en una mesita junto al escritorio de su padre; después, en un pequeño taller en el primer piso de la librería paterna. Y a los 21 fue ayudado por un coleccionista argentino y otro francés para ir a aprender el oficio en uno de los talleres más importantes de París. Volvió a la Argentina y, según los vaivenes de la economía nacional, se dedicó a la encuadernación de libros elegantes y a la producción de cajas, al libro artístico y, después, a la restauración de textos para bibliófilos y para particulares.

"Puedo vivir de este trabajo. Y vivo bien", cuenta quien se define como encuadernador, productor de papeles marmolados y grabador de dorados (en tapas y lomos de libros), tres oficios en uno para los que se fue preparando a lo largo de los años.

Si bien la tendencia predominante entre los encuadernadores noveles es dedicarse a los libros artísticos, éstos requieren mucho tiempo de trabajo y no encuentran hoy tantos compradores como en otras épocas.

"Para hacer libros artísticos primero hay que aprender a encuadernar bien", dictamina Casares.

Según Dina Adámoli, "las primeras formas de encuadernar -que son las que se exhiben en el Museo Mitre- eran magníficas porque permitían que el libro se abriera y se pudiera leer bien". Y agregó: "Lo que pasó con la era industrial fue que, para acelerar los tiempos, el proceso de costura cuidadosa de los cuadernillos fue reemplazado por capas y capas de encolantes y el libro perdió su estructura. Por eso a la tercera vez que se lo abre se deshoja y se rompe".

Cuando EARA comenzó su actividad, hace poco más de dos décadas, reunía a una quincena de encuadernadores y ofrecía sólo una o dos demostraciones técnicas por año. Hoy sus socios son un centenar, en todo el país, y dan cuatro o seis cursos o talleres en un año.
Para fundamentar el "fortalecimiento" de este oficio, Adámoli informa que además de la diplomatura de la UBA hay algunas sedes de la Universidad Tecnológica Nacional que en los últimos años comenzaron a dictar la carrera de encuadernador y algunas escuelas de nivel secundario a ofrecer esta orientación.

Para tener en cuenta antes de comprar

Chequear que el libro esté cosido y no con hojas encoladas en grupo

Un libro cosido se identifica por los cuadernillos, que pueden observarse como hojas agrupadas mirando desde el canto superior (los encolados presentan una superficie homogénea alisada) y por la costura que se ve en el valle central de las páginas si se abre por el medio uno de ellos

Si tienen márgenes escasos, es decir, con texto casi llegando a los cantos, puede tratarse de un libro reencuadernado o que, simplemente, su editor buscó ahorrar papel
Verificar que las hojas "de guarda" -las que unen tapas y texto- estén incorporadas con técnicas adecuadas. Para ello la hoja "volante" (la que no está pegada a la tapa) se debe abrir independientemente del bloque de texto. Si lo arrastra significa que fue pegada por un hilo de adhesivo al bloque