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domingo, 16 de abril de 2023

Los NIÑOS secuestrados en la guerra: el drama que ayer sufrió España con la URSS y hoy vive Ucrania con Rusia ***

 


Según distintas estimaciones, se habla de entre 6 mil y 15 mil niños y niñas capturados por las tropas rusas que invadieron Ucrania, que son enviados a centros de reeducación o al sistema de adopción. Casi un calco de lo que sucedió en la Guerra Civil española, cuando alrededor de 5 mil chicos y chicas llegaron a Moscú, donde sufrieron violencia, violaciones y esclavitud

Las agencias internacionales no dejan de informar que entre las dolorosas consecuencias de la invasión de Rusia a Ucrania el robo de niños es una de las más graves. Se trata de niños de entre 6 meses a 17 años. La cantidad está en discusión: algunos, como la Universidad de Yale, hablan de 6.000 chicos ucranianos enviados por las tropas rusas a centros de reeducación o bajo el sistema de adopción ruso. Otros, como el gobierno de Ucrania, sostiene que la cifra sobrepasa los 15.000 desde el comienzo de la invasión el 24 de febrero de 2022. El gobierno de Moscú no ha negado que “recibe” niños de Ucrania, pero intenta aclarar que lo hace para mantenerlos a cuidado de los estragos de la guerra. Nada dice de las separaciones forzosas ni de robos de bebes en orfanatos en ciudades ocupadas militarmente. Lo cierto es que el gobierno de Vladimir Putin ha sido denunciado ante la Corte Penal Internacional de La Haya (CPI) y el alto tribunal ha dictado una orden de detención al jefe del Kremlin.

“La Justicia está en marcha y aplaudo la decisión de la CPI de emitir órdenes de arresto para Vladimir Putin y María Lvova-Belova (responsable de los derechos de la infancia en Rusia) por el traslado forzoso de niños ucranianos” afirmó en su momento el Ministro de Relaciones Exteriores y miembro del Consejo de Defensa de Ucrania, Dmytro Kuleba. Si bien, como Rusia, los Estados Unidos no son miembros de la CPI, el presidente Joe Biden dijo que el gobierno de Putin “claramente ha cometido crímenes de guerra”. La respuesta rusa la dio Dimitri Medvédev, ex presidente e incondicional de Putin: “No es necesario explicar dónde usaré este documento” al tiempo que ponía un ícono de un rollo de papel higiénico.

Como relata la Biblia en su capítulo Eclesiastés, el rey Salomón se preguntó: “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y no hay nada nuevo bajo el sol”. Y la España de hace varias décadas atrás demuestra que hay conductas que se repiten.

Durante el transcurso de la guerra civil iniciada en 1936 cerca de 70.000 niños fueron evacuados sin sus padres o en compañía de los mismos a Inglaterra, Francia, Bélgica, México, Suiza, Holanda, Dinamarca y la Unión Soviética gobernada por Josif Stalin. Salvo la URSS todos los países los acogieron provisionalmente como una forma de alejarlos de los bombardeos –especialmente—de las ciudades. Todos, salvo México y la URSS al finalizar la contienda en 1939 se negaron a repatriarlos bajo el argumento que no reconocían la legitimidad del gobierno de Francisco Franco Bahamonde. Los que llegaron al país gobernado por los comunistas fueron alrededor de 5.000. Al comienzo gozaron de un buen trato, tuvieron escuelas con maestros de habla hispana pero al finalizar el conflicto la situación cambió abruptamente.

En 1939, tras el pacto de no agresión entre Stalin y Hitler (aliado de Franco durante la guerra civil), la situación de España dejó de ser considerada importante para el Kremlin. Se limitaron las entradas de españoles y los niños sufrieron un cambio radical de trato y lugares de residencia. Las escuelas en lengua natal dejaron de funcionar y el idioma ruso fue obligatorio. Los maestros españoles cayeron en el clima de sospecha en el que se vivía bajo el stalinismo, fueron acusados de conspiradores y el 60 por ciento de los mismos fueron encarcelados en Lubianka, el cuartel de la NKGB que regenteaba el cruel Lavrenti Beria. Paralelamente, los jóvenes comenzaron a realizar tareas como la tala de árboles o trabajos rurales.

Los cambios de lugar y las nuevas dietas de alimentación trajeron a su vez enfermedades. Para 1941 el 50 por ciento de los niños sufrían de tuberculosis y un 30 por ciento manifestaban síntomas de pretuberculosis como consecuencia de la ausencia de leche, carne y remedios. La guerra con el nazismo a partir de junio de 1941 agravó la situación. Primero, la mayoría de los niños fueron enviados a zonas remotas y en esos destinos, enfrentados con el hambre, comenzaron a delinquir, convertidos en “rnalolietki”, es decir miembros de una banda de ladrones y no faltaron las niñas que fueron llevadas a la prostitución, como en Tifus y Sarnarkanda. En Karagandá, Kazajistán, tanto lo adultos como los niños fueron tratados como esclavos muriendo de hambre, frío, agotamiento o suicidio. Muchas niñas no resistieron el calvario del “tranvía”, la violación colectiva por guardias o reclusos.

Como diría el historiador y escritor César Vidal “la invasión de la URSS por Hitler dejó pronto de manifiesto las peores deficiencias del régimen soviético. Los niños españoles fueron enviados a los lugares más remotos e inhóspitos de la URSS. Para aquel entonces, buena parte de ellos estaban absolutamente desengañados del sistema.”

Entre septiembre de 1941 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial varios jóvenes van a integrar el Ejército Soviético y sufren un gran padecimiento. Se estima que murieron alrededor de 400 españoles “mayores”, aquellos que llegaron a Rusia en 1939, con experiencia militar por haber combatido contra las fuerzas de Franco. Los menores fueron evacuados, principalmente, a Samarkanda, la segunda ciudad más grande de Uzbekistán y cerca de 200 murieron en el sitio de Leningrado al no poder huir a través del camino trazado sobre el hielo del lago Ladoga.

Los niños con menor edad, ubicados en la Casa N°1 de Pravda con el comienzo de la conflagración fueron llevados al pueblo de Kukus la región de Nemtsi.

Según el historiador Jesús Hernández, en su libro “En el país de la gran mentira”, en 1947 para celebrar el décimo aniversario de su llegada a la URSS, en el teatro Stanislavski de Moscú fueron reunidos 2.000 jóvenes. De los presentes solo 534 volvieron a España en septiembre de 1956 y finalmente solo, del total, regresaron 1.500. Todo lo que había acontecido lo sabían los jerarcas del Partido Comunista de España, tanto que se le atribuye a Dolores Ibárruri, “La Pasionaria” el haber afirmado: “No podemos devolverlos a sus padres convertidos en golfos y prostitutas, ni permitir que salgan de aquí como furibundos antisoviéticos”.

Entre tantos, hubo un caso paradigmático: José Díaz, el secretario general del Partido Comunista Español, murió el 19 de marzo de 1942 en Tiflis al caer del cuarto piso de su casa, cuando se encontraba solo. Para la familia fue un asesinato porque estaba escribiendo un libro sobre sus experiencias en el “paraíso” soviético, donde relataba su desengaño tras haber enviado cartas a las autoridades quejándose por el maltrato a los niños en la colonia de Tiflis.

Para los miembros del PCE la verdad de lo acontecido y el relato certero estaban prohibidos. Varios pidieron salir de la URSS e incluso retornar a la España de Franco si era necesario. Toda solicitud fue negada. Frente a tantas penurias Florentino Meana Carrillo y su hermano estaban desesperados por salir de lo que llamo a la URSS, un “inmenso campo de concentración y de hambre”. Al sufrir el rechazo a su petición no encontró otra salida que beber un vaso de ácido sulfúrico y morir en instantes. Su hermano intentó vengarlo y para ellos fue a la búsqueda de “La Pasionaria”, la única que podía conceder o denegar los permisos de salida de los españoles. La fue a buscar al Hotel Lux, el lujoso hotel moscovita en el que a principios de la década de 1940 se habían alojado los dirigentes extranjeros de la Komintern, para matarla con un cuchillo. Dolores Ibárruri se encontraba ausente y en su lugar estaba José Antonio Uribes, suplente en el buró político. Al intentar asaltarlo fue reducido y tras el incidente el hermano de Florentino desapareció para siempre.

Los “Niños de Rusia” volvieron a España entre 1956 y 1957, junto con los integrantes de la División Azul. Muchos fueron rechazados por sus propias familias, otros tuvieron problemas para conseguir trabajo. Los que los recibieron tenían la sensación de abrir sus brazos a personas extrañas. Ucrania hoy, España ayer, nada nuevo bajo el sol, como exclamo el rey Salomón. O como se pregunta y actualiza el español César Vidal: “Nadie va a decir nada de estos niños a los que se evacua hacia Rusia para que no mueran bajo bombardeos ucranianos? ¿Cabe una provocación más sucia y criminal?”

*** © Juan Bautista Tata Yofre

 

domingo, 2 de noviembre de 2014

Fue CUBA (Libro) una documentada y polémica mirada de los años setenta


Una investigación exhaustiva sobre la infiltración castrista

En el flamante "Fue Cuba", el escritor y ex funcionario menemista Tata Yofre examina los vínculos entre La Habana y los movimientos guerrilleros de los 70. Infobae publica el prólogo del explosivo libro
La escena se llevó a cabo el 16 de marzo de 1976. Faltaba una semana para que cayera en la Argentina el período constitucional que había nacido el 25 de mayo de 1973, tras el estruendoso fracaso del gobierno militar que había depuesto al presidente Arturo Umberto Illia en 1966. Esa noche, la sociedad escuchó atentamente al líder de la oposición fijar su postura ante lo que sostenía la calle que estaba próximo: un nuevo golpe militar. Se prendieron las luces de las cámaras de televisión y Ricardo Balbín comenzó a hablar con su estilo alambicado y poético.

Era un intento vano por frenar lo irreparable, y en un momento se preguntó, nos preguntó: "Ahí está la guerrilla —¿por qué vino y quién la trajo?— poniendo al país en peligro y encendiendo una mecha en el continente americano. Nadie se preocupa de eso. Pero para la construcción por la violencia de la Argentina, la guerrilla intensificada en el país pasa las fronteras. Y puede llegar el día en que, sin querer o queriendo, encuentre convulsionado su país, amenazada su República".

Avalando sus palabras, al día siguiente, salía el primer ejemplar del vespertino La Tarde, bajo la dirección del joven Héctor Timerman, con un titulo de tapa a varias columnas: "Argentina hoy: bombas, secuestros y carestía". Días más tarde, el mismo diario título: "Un récord que duele: cada 5 horas asesinan a un argentino."

"La guerrilla" era la cuestión. No toda, pero sí en gran medida la excusa para lo que estaba por venir. "Cuanto peor mejor", sostenía el líder de la organización Montoneros. "A las armas", clamaba un jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo. Todos empujaban al país hacia el vacío. Y las Fuerzas Armadas ya habían tomado la decisión de derrocar al gobierno constitucional unos meses antes.

Parecía difícil imaginar como Balbín ignoraba la génesis de la guerrilla. El fenómeno armado, en América Latina y la Argentina en particular, había comenzado varios años antes. Fue en Cuba cuando los nuevos dueños del poder decidieron exportar su revolución. Que no era una revolución liberadora de las dictaduras existentes, sino marxista-leninista. No son simples suposiciones. En este libro están varios de los documentos inéditos que lo demuestran. Son los que surgen del archivo del antiguo Ministerio del Interior de Checoslovaquia, con mas de 10.000 folios, de los cuales elegí algunos de los mas emblemáticos.

El comienzo de todo este proceso se remonta a tiempos anteriores a la llegada de Fidel Castro al poder, en la primera semana de enero de 1959. Hay un trabajo previo muy bien llevado entre el Kremlin, los comunistas cubanos enrolados en el Partido Socialista Popular y el cuartel del Movimiento 26 de Julio, de Fidel y Raúl Castro con Ernesto Guevara de la Serna. Con el paso de las semanas, una vez asidos al poder, establecieron un gobierno en las sombras que preparó la futura dictadura comunista. Contaban a su favor con el efecto sorpresa y la ignorancia de las capas directivas de la isla.

Esa fue la primera estafa. Luego llego el segundo engaño. Promocionar su movimiento "liberador" en los países de Hispanoamérica, con la ayuda de un gran aparato propagandístico y la complicidad de brillantes intelectuales. Vendedores de mercadería falsa. En mal estado.
En el plano general, la expansión castrista se desarrolló bajo la indolencia de las dirigencias de América Latina y, especialmente, de los Estados Unidos de América. En plena Guerra Fría, en un clima de pachanga, se estacionó un portaviones soviético a 90 millas de sus costas y cuando tomaron conciencia del error ya era tarde. En la Argentina la infiltración fue un éxito. Quizá el mayor logro político del gobierno castrista. Colarse entre las fisuras y los resquebrajamientos de su sociedad, cuya dirigencia no tenía respuestas, en especial, de que hacer con el peronismo después de 1955.

Aunque parezca exótico traerlo a colación, el general Eduardo Lonardi, el mismo jefe que echó a Juan Domingo Perón en septiembre de 1955, les previno a quienes lo sacaban del poder sesenta días más tarde, con la intención de disolver por la fuerza el Movimiento Peronista e intervenir la central sindical, que "sería un procedimiento muy poco hábil, desde el punto de vista democrático, poner al movimiento peronista en la clandestinidad y robustecerlo con la persecución". Pues bien, lo hicieron, y el vasto peronismo, con el tiempo, fue infectado.

Entraron a jugar "los simuladores", como los llamó el jefe del Movimiento, porque en nombre de Perón —a quien despreciaban— intentaron, con diferentes artilugios, terminar con el peronismo. Y años más tarde, en medio del incendio político, social y económico, los que lo echaron lo volvieron a traer para que apagara la hoguera.

América Latina no fue ajena a este fenómeno. También lo sufrió. Ahí están Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia, Chile y Uruguay, entre otros, para atestiguarlo. Como Balbín, el ex presidente uruguayo Julio María Sanguinetti reconoció que "sin guerrilla no hay una explicación al golpe de Estado de Uruguay".

Como ha sido mi estilo, todo lo que afirmo está respaldado por documentos desconocidos, buscados en Checoslovaquia, la Unión Soviética, Cuba, Alemania Oriental y la Argentina. A ellos se suman archivos particulares de personajes de la época, también inéditos. Eso no es todo: conté para este largo relato con la confianza y la sinceridad de viejos militantes de la izquierda radicalizada. Aquella que prefirió el lenguaje de las armas. En esos encuentros intentamos reconstruir el pasado, hacerlo comprensible, a pesar de las lógicas diferencias con cada uno los entrevistados. Nadie engañó a nadie: hicimos una reconstrucción en común de nuestra historia, de la peor parte que nos tocó vivir.

Muchos observarán que trato la situación interna cubana. El papel de Fidel, en primer lugar. Luego, el Che Guevara con su fracasada formula: guerrilla-revolución-triunfo-socialismo, sembrando de muerte por donde pasaba. En todos lados, lo mismo, sin reparar en los costos. Hablaba de principios morales mientras fusilaba sin desdén. De no intervencion, mientras se colaba donde podía. Llegó a privilegiar una invasión con extranjeros en su propio país. Ahí está, hoy reivindicado con su imagen en la Galería de Patriotas Latinoamericanos de la Casa de Gobierno. Un mensaje tétrico para las futuras generaciones o una muestra de frivolidad suicida.

Con este libro, cierro una cuestión tratada, parcialmente, en mis anteriores trabajos. Es una deuda de varios años con los lectores: el papel de La Habana en la fratricida guerra argentina y latinoamericana. La que explica como, cuando y quienes la desataron abriendo las puertas a Lucifer. Algunos jefes terroristas dieron a la sociedad la explicación de sus conductas. Los militares también. Falta aun que los hermanos Castro se excusen con todos por tanto daño gratuito. No lo harán. No está en su ánimo. Los tiranos no aceptan errores.