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domingo, 23 de agosto de 2015

Indaga la historia de los libros y su censura [Fernando Báez]


El escritor venezolano Fernando Báez presenta Los primeros libros de la humanidad; "quería ir a las raíces, investigar, ser autónomo", señala

Cómo el libro se convirtió en un objeto de culto a través del tiempo; cuáles fueron los primeros soportes; desde la piedra, el hueso, los códices, el barro hasta la imprenta, son los asuntos que el escritor venezolano Fernando Báez examina en Los primeros libros de la humanidad.
Se trata de un recorrido por cinco mil años de historia en los que demuestra por qué a pesar del tiempo y la destrucción de manuscritos, siguen siendo memoria viva de la humanidad. De éstos quedan los que influyen en la vida actual de miles de millones de seres humanos como La Biblia, El Talmud, El Corán, los textos védicos y los textos budistas, entre otros.

"Intento aproximar al lector a una hipótesis: que el libro no es el formato, que se transforma, que tiene una continuidad asombrosa. Es fantástico observar una tablilla del Poema de Gilgamesh, para entender este proceso fascinante que convierte al libro en un objeto de culto", señala a La Razón Fernando Báez.

El autor quien es considerado una autoridad mundial en el campo de la historia de los libros y las bibliotecas, comenzó esta exhaustiva investigación cuando leyó The beginnings of libraries, de Ernest Cushing Richardson.

"Me di cuenta que había perdido el tiempo al intentar ser un funcionario; quería ir a las raíces, investigar, ser autónomo, comprender la esencial del imperialismo cultural sin matrices prefabricadas de derecha o izquierda", comparte.
Una investigación que lo llevó al activista a lugares como Damasco, Beirut, Amán, Teherán, Catar, El Cairo, Alejandría, Azerbaiyán, Tánger, Trípoli, países como Túnez, Afganistán, Malí y Kuwait.

Báez, quien fue considerado persona non grata por el gobierno de Estados Unidos por su libro La destrucción cultural en Irak, también reflexiona sobre la libertad de expresión, señala que durante su investigación en archivos, bibliotecas y sitios arqueológicos, no encontró un solo periodo sin censura, desde la antigua Mesopotamia hasta nuestros días.

"Existieron distintas formas de censura con los papiros, las estelas o los códices, para impedir su divulgación por medio de destrucción o fomentando su olvido en un proceso llamado Damnatio memoriae por los romanos, que consiste en ir borrando poco a poco los rastros de un tema hasta el punto de que sensibilizas áreas periféricas que mutilan la memoria de un grupo o nación", concluye.

miércoles, 24 de abril de 2013

Fernando Báez: símbolo y resistencia de un bibliotecario comprometido con su tiempo. [Reportaje]



Siendo niño, una inundación se llevó su biblioteca, hecho que marcó para siempre su vida y su obra. Incursionó en numerosos espacios de las ciencias sociales, investigó sobre la destrucción de libros. Acaso sin saberlo, ha construido una épica desde el sentido ético de la disciplina. El hombre que un buen día decidió esclarecer con sus investigaciones los patrimonios destruidos de la humanidad, el mismo que ha logrado enfrentar adversidades y obstáculos con coherencia y sacrificio personal.
A la manera de un Rimbaud, el escritor venezolano ha conocido prácticamente todo Oriente Medio, ahora nos dice que está investigando sobre la ruta trashasariana de los libros, visitando pueblos y recogiendo testimonios. Cuesta imaginar el alcance de su obra.
Actualmente su causa es motivo de ejemplo para los bibliotecarios involucrados con el rol social. No deja de aprender y de enseñar, confiesa ser un nómade incurable, difícilmente alguien pueda llegar tan lejos en la profesión. Un concurso de ensayos bibliotecológicos sobre la censura y la destrucción de libros lleva su nombre, aún se recuerda su discurso, celebrado en la Biblioteca Nacional de Argentina en diciembre de 2006.
Feliz paradigma del bibliotecario comprometido con su tiempo.

Palabras clave:
MEMORICIDIO; PATRIMONIO CULTURAL; BIBLIOCLASTIA; ROL SOCIAL BIBLIOTECARIO

Noticia biográfica:
Fernando Báez, venezolano, asesor de la UNESCO para Medio Oriente, está considerado como una autoridad en el campo del patrimonio cultural y tráfico ilícito de bienes culturales. En 2003 visitó Irak como miembro de las dis­tintas comisiones de la UNESCO que investigaban la destrucción de las bibliotecas y museos en esa nación. Doctor en Ciencias de la Información y Bibliotecas, es autor de 17 libros. Actualmente vive en Egipto, acaba de recibir una beca del gobierno de Qatar para investigar la ruta transahariana de los libros en la historia de Europa, África y Medio Oriente. Algunos libros suyos más conocidos: La destrucción cultural de Irak (2005), El saqueo cultural de América Latina (2008), Nueva Historia universal de la des­trucción de libros (Destino, España, 2011). Es Premio Internacional de Ensayo Vintila Horia de Ensayo y Premio Nacional del Ministerio de Cultura de Venezuela, Premio Mejor Libro Extranjero en Brasil. Fue Director de la Biblioteca Nacional de Venezuela en 2008.

Entrevista:

¿Por qué la Bibliotecología?

Me apasionan los libros, su historia, su contenido, su conservación, su significado como patrimonio cultural. Ahora que casi no se habla de bibliotecología, sino de ciencias de la información, el término mantiene su arraigo como disciplina científica para el estudio de las bibliotecas, que contrario a los pronósticos no mueren sino que se transforman. La bibliotecología está hoy en día más viva que nunca precisamente porque en la sociedad de la información es un reto participar en los cambios que provoca la globalización asimétrica que vivimos.

¿Recordás en qué momento o circunstancia pasó por tu mente ser bibliotecario?

Lo supe desde que era joven porque de chico me crié en la biblioteca pública pequeña de mi pueblo, San Félix de Guayana, junto al río Orinoco que elogió Julio Verne en su obra El soberbio Orinoco. Allí me dejaba mi madre para poder ir a trabajar arreglando ropa o vendiendo empanadas y mi padre, como era un abogado honesto, intentaba conseguir trabajo con muy poca suerte. Criarse en una biblioteca popular te hace sentir orgullo cuando ves un anaquel, cuando hablas con un bibliotecario.


¿Qué opinas del rol social del bibliotecario?

Sin un rol social, un bibliotecario es un zombi de una estructura tecnológica formulada para deshumanizar a quien acude a las bibliotecas, que no son museos del libro sino también centros de formación, centros de alfabetización, centros de formación de ciudadanía, centros de debate, centros culturales para el fortalecimiento de un buen plan de lectura popular, centros para apoyar la diversidad cultural.


¿Que lecturas recomendarías para estudiantes de bibliotecología?

A los jóvenes que se inician en este extraordinario destino que es ser bibliotecario les recomiendo Farenheit 451 de Ray Bradbury, La biblioteca de noche de Alberto Manguel, Una soledad demasiado ruidosa de Bohumil Hrabal, La biblioteca de Babel de Borges, 1984 de George Orwell, La biblioteca desaparecida de Luciano Canfora, Un golpe a los libros de Judith Gociol y Hernán Invernizzi, Nadie acabará con los libros de Umberto Eco y Jean-Claude Carrière, Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, y creo que les haría mucho falta estar claros en lo que les viene encima y deberían leer esa maravilla que es Ideas de Peter Watson.


¿Qué estás leyendo actualmente? Y ¿cuál lectura te impactó? (no importa la disciplina, puede incluir literatura)

Leo mucho, leo intensamente, he descubierto que no puedo no leer. Tuve la suerte de descubrir por mi cuenta la literatura árabe, incluso la de la época de Al Ándalus, y eso me ha enriquecido en los tiempos más cercanos como lo hizo en su momento la literatura griega. Leo sin horarios preestablecidos, por gusto, por capricho, porque sí, porque soy feliz al leer, porque en mi enfermedad actual es un alivio. Ahora acabo de culminar la lectura deCivilización de Niall Ferguson, y casi siempre releo mucho. A mi edad, la relectura es una rutina, volver a Aristóteles, a Platón, a Plutarco, a Montaigne, a Alfonso Reyes, a George Orwell, a Stevenson, al Popol Vuh, a los grandes poemas prehispánicos de nuestra grandes culturas ancestrales, a Epicteto, a Hermann Hesse, a Cees Nooteboom, a Elías Canetti, a Paul Bowles, a Paul Auster, a Flann O´Brien y a mi gran favorito Rafael de Nogales Méndez, un escritor olvidado en Venezuela que adoro por encima de todos los autores de mi país.


Un concurso de ensayos bibliotecológicos mereció tu nombre ¿qué representa para vos el concepto biblioclastía?

Ciertamente, ese concurso fue un homenaje que me llegó al alma, organizado por Tomás Solari, un hombre que se ha comprometido con las grandes causas de la defensa de los bibliotecarios y el generoso y valiente Hugo García. Ningún homenaje de gobierno alguno me ha conmovido como lo que sucedió en Argentina cuando pusieron mi nombre a un concurso sobre la censura y la destrucción de libros. Eso me marcó, me dio claridad sobre lo bueno y lo malo que vendría. Tú eres parte de esa generación maravillosa que participó y dejó su nombre en el volumen final que quedó del concurso y Biblioclastía fue y sigue siendo un volumen mítico organizado por Tomás Solari y Jorge Gómez publicado por Eudeba. Siempre se usó iconoclastia para referirse a fenómenos de destrucción cultural, pero biblioclastía es indispensable para comprender barbaries como la de los nazis en 1933 o la de los militares en el sur en la década de los ochenta.


Se habla frecuentemente de la lenta desaparición del libro, incluso en foros de bibliotecología ¿Qué te provoca esta situación?

Primero debemos preguntarnos qué es un libro. Un libro es ante todo una tecnología de la memoria cuyo contenido cultural puede ser leído, oído o palpado debido a su presentación impresa o electrónica en forma compaginada. El libro es un instrumento perfeccionado por la evolución cognitiva adaptativa como resolución de una profunda necesidad social explícita de plasmar una guía más duradera en la supervivencia en la transmisión de corriente de ideas, datos o narrativas.  El libro reafirma el lazo de identidad que proporciona el lenguaje. Elizabeth Eisenstein ha mencionado tres de los efectos más notables de la imprenta: el empuje de la revolución científica, la Reforma Protestante y el redescubrimiento de los clásicos en la Italia del Renacimiento. Pero hay más: el poder del libro se ha manifestado en la creación de obras que se hicieron sagradas desde sus tiempos manuscritos: entre la Torá y el Talmud (Judaísmo), la Biblia (Cristianismo), El Corán (Islamismo), los Vedas (Hinduísmo) sustentan nada menos que las creencias devotas de 4 mil millones de personas. Esto sin contar la influencia prodigiosa de las Analectas de Confucio o el Tao Te Ching de Lao-Tsé en los países asiáticos. Desde una perspectiva social, no hay duda que cuatro libros han tenido un impacto directo sobre grandes giros en la mentalidad de los pueblos a lo largo de décadas y décadas: la Ilíada de Homero, la Cabaña del tío Tom de Harriet Beecher Stowe, El origen de las especies de Charles Darwin y el Manifiesto Comunista de Karl Marx y Friedrich Engels. Han sido tres revoluciones las que han modificado a la humanidad y cada una tiene que ver con el libro: el paso de lo oral a lo escrito, el paso de lo escrito a lo impreso y el paso de lo impreso a lo digital. En 2012, hay 192 países que son estados miembros de la ONU y otros 10 países no reconocidos, y en todos hay presencia de libros, algo que nunca antes había sucedido en el mundo. Decir que el libro está en sus finales es temerario porque ha llegado la era digital. Nadie cree que pueda cesar el lenguaje, pese al hecho indiscutible de que el hombre procede de especies que nunca supieron lo que era una palabra; nadie se atrevería sin soberbia a anunciar el fin de la escritura, que tiene sólo 5.500 años y el Homo Sapiens tiene 150.000 años. Pero hay un ensañamiento contra el libro desde sus comienzos y eso sigue. Es sorprendente.

Tus reflexiones sobre memoricidio y etnocidio permitieron vincular acciones de Estado con la depredación sistemática de la identidad ¿qué hay detrás del deseo por borrar la memoria y la identidad?.

Creo que el libro no es destruido como objeto físico sino como vínculo de memoria, esto es, como uno de los ejes de la identidad de un hombre o de una comunidad. No hay identidad sin memoria. Si no se recuerda lo que se es, no se sabe lo que se es.
A lo largo de los siglos, hemos visto que cuando un grupo o nación intenta someter a otro grupo o nación, lo primero que intenta es borrar las huellas de su memoria para reconfigurar su identidad. En el fenómeno del Auto de fé contra los libros es manifiesto que quienes lo realizan reconocen que no basta con el asesinato o encarcelamiento de un escritor o con el genocidio del pueblo que se ve retratado en el espíritu de ese texto. Es imprescindible ir a la raíz del problema y entender con suficiente precisión que el memoricidio es la base de la destrucción de obras y sus principales ideólogos están animados por un radicalismo que pretende instaurar verdaderas guerras de naturaleza política o religiosa. Así sucedió cuando quemaron los códices mexicas o mayas o los quipus incas, que fueron los primeros libros tridimensionales de la historia.

Fernando ¿qué fue lo que originó tu interés por investigar sobre la destrucción de los patrimonios?

Como he dicho, me crié en una biblioteca, pero la felicidad en que vivía se interrumpió abruptamente, porque el río Caroní, uno de los afluentes del río Orinoco, creció sin previo aviso e inundó el pueblo, no sin llevarse en sus corrientes los papeles que constituían el motivo de mi curiosidad. Acabó con todos los volúmenes. De esa forma, me quedé sin biblioteca, sin refugio y perdí parte de mi infancia, completamente arrasada por las oscuras aguas. A veces, en las noches siguientes, veía en sueños cómo se hundía La isla del tesoro de Stevenson y flotaba un ejemplar de Rubén Darío, Rómulo Gallegos o Ricardo Güiraldes. Ese terrible recuerdo ha dejado trazos indelebles en mi vida, mi obra.

A tu entender ¿Cual es el rol que debe cumplir una Biblioteca Nacional?

Es una pregunta difícil, mucha gente quiere saber por qué siendo el primer bibliotecólogo en ser Director de la Biblioteca Nacional de Venezuela apenas duré ocho meses. Voy a explicar qué sucedió porque me permitirá responder tu pregunta.
Mi experiencia personal en la Biblioteca Nacional de Venezuela fue una muestra de los duelos que tiene cualquier bibliotecario que quiera introducir cambios verdaderos. Llegue con todas las mejores expectativas, pero no me imaginaba que iba a encontrar un Instituto Autónomo escindido y resultó depender en la práctica del Ministerio de Cultura (sic), una Biblioteca con un reglamento anacrónico, un presupuesto enorme destinado en su 90% al pago de salarios, sin partidas suficientes de investigación y mantenimiento, con colecciones en peligro y con una visión pesimista del futuro entre los trabajadores y trabajadoras. Todo el mundo tenía grandes expectativas, algo complejo en un país hiperpolarizado políticamente entre los seguidores de Chávez y sus detractores, y la verdad es que no funcionó porque mi desconocimiento de la realidad venezolana era enorme debido a que había pasado mucho tiempo lejos.
Según el profesor Colin Higgins de Cambridge, en su ensayo "Library of Congress Classification: Teddy Roosevelt's World in Numbers?" (editado en la revista Cataloging & Classification Quarterly, Volumen 50, Nro. 4, 2012), yo he sido la primera persona en declarar una guerra cultural a la Biblioteca del Congreso de EEUU acusándola de imperialismo cultural, y eso los obligó a revisar sus catálogos y desacreditó su plan expansivo de participar en talleres de formación en América Latina, coordinados como instrumentos para transculturizar a nuestros pueblos por medio del sistema de información público. Yo rompí relaciones nada menos que con la IBM, que cobraba millones por manejar la base de datos desactualizada del catálogo principal de la propia Biblioteca en las instalaciones de una zona llamada Parque Central sin medidas de seguridad apropiadas; rompí relaciones con IFLA, que se ha convertido en una trinchera que sigue las pautas de EEUU en materia de información; rompí relaciones con trasnacionales que pretendían que se hiciera una licitación para un nuevo programa de catalogación con software privado.   
Para darte una idea de esa utopía que quise postular como plan de gestión, propuse una Biblioteca Nacional abierta las 24 horas, con una estructura multidimensional en lo tecnológico y cultural, propuse usar software libre en toda la Biblioteca, propuse integrar a los Colectivos Populares de los Barrios más pobres y a los Consejos Comunales. Propuse un Centro de Estudios de los Pueblos Indígenas y otro Centro de Estudios del Medio Oriente con Irán incluída, lo que causó un escándalo. Propuse y preparé los planos para construir la Gran Biblioteca Popular de Caracas en el Parque del Oeste, cerca de las instalaciones de un sitio que fue derrumbado y había sido una cárcel infame llamado Retén de Catia: quería que fuera un símbolo. Gané enemigos por todas partes, en todos los bandos, porque me resistí a ceder ante las fuerzas de un sistema de complicidades: duré ocho meses intensos que a muchos parecieron similares a un huracán. Irónicamente, la primera vez que se editó una Historia de la Biblioteca Nacional fue en mi gestión y ya tenía listos los diez primeros títulos de una colección de bibliotecología social. Se culminó el Primer Atlas de las Bibliotecas Públicas en Venezuela, que quedó inédito; se lanzó el Proyecto de Biblioteca Digital que buscaba integrarse a iniciativas de América Latina sin ayuda del monopolio de Google. Se implantó un Plan de Seguridad y se trajo a la Brigada Patrimonial del Ejército para proteger las instalaciones; se firmó un convenio con la UNESCO que quedó interrumpido para cursos y fortalecer el Centro de Conservación. Se firmó un convenio con Instituto de la Defensa Nacional para preparar un plan de protección del patrimonio bibliográfico. Durante la celebración de los 175 años de la Biblioteca logré que su imagen estuviera hasta en las tarjetas de teléfonos y la presencia mediática fue mundial porque diseñé una estrategia de choque frontal en todos los escenarios. Tuve la fortuna de tener un equipo de gestión de primera, sin esfuerzo colectivo hubiera sido imposible.
La Biblioteca Nacional de Venezuela, dicho sea de paso, era la hija mimada de EEUU, según la investigación que logré hacer:  fue hecha a imagen y semejanza de asesores de la biblioteca del Congreso desde 1953. Debo confesar que combatí el elitismo  intelectual, sin importar las consecuencias, no me interesaba jubilarme sino dar todo de mí en un momento clave del país y del mundo. Me las jugué todas contra el imperialismo cultural, y obviamente esta utopía provocó que me pidieran la renuncia, toqué intereses delicados y esto no iba a quedar impune. Me insultaron, me calumniaron con las barbaridades más injuriosas e inútiles, pagaron y estimularon una campaña de cagatintas irrelevantes para difamarme en portales de Internet, el propio Ministro de ese entonces (hoy destituido) usó todos los recursos que tuvo a su alcance para obligarme a renunciar, nunca me rendí porque nunca me rindo y el Ministro se vio obligado a solicitar un decreto desde la Vicepresidencia, de modo que se nombró un nuevo director (hoy también destituido ya) sin ejecutar legalmente mi salida. Alguien dijo que me querían preso y me alegré porque desde la cárcel podría producir un terremoto mediático internacional para alertar sobre lo que ocurría, tomando en cuenta que yo denuncié la destrucción cultural de Irak, se acobardaron y luego el tiempo me dio la razón para resistir toda infamia. Te confieso que no fueron ocho meses de tranquilidad sino de combate contra décadas de inercia, y todavía mi nombre es sinónimo de horror para los burócratas de izquierda o derecha, pero también es sinónimo de esperanza para los bibliotecarios jóvenes que quieren transformaciones que dejen atrás siglos de servidumbre cultural a EUUU en el manejo de la información. Y un día esto sucederá, quise dejar un antecedente.


Fuiste Director de la Biblioteca Nacional, escribiste libros, vivís dentro de la cultura de Oriente, estuviste en situaciones conflictivas, en Buenos Aires aún se recuerda tu encendido discurso sobre la destrucción de libros, defendiste un modo de entender el mundo ¿Como te ves dentro de unos años? ¿qué sigue? ¿te imaginás ligado a la docencia, a seguir publicando, tomar otros rumbos?

Me gusta el azar, soy un nómada incurable, Daniel. Hoy quiero conocer los sistemas de bibliotecas móviles de Medio Oriente y África y he visitado las bibliotecas de Camellos de Mauritania, Marruecos, Egipto y Malí, he recorrido parte de África ayudando a llevar libros a los niños, acabo de concluir dos libros de 600 páginas (en noviembre de 2012 sale el primero y es una sorpresa), estoy justo investigando la ruta transahariana de los libros, no hay un país del Medio Oriente que no haya recorrido, voy lo más lejos que puedo porque quiero dedicar mi vida a despertar la pasión por los libros, y me veo a mí mismo en marcha, en un rol social de apoyar a los más humildes y necesitados porque tenemos que vencer las barreras de un mundo que fomenta la competencia y no la solidaridad, un mundo que premia el egoísmo en lugar de reconocer que la cooperación es lo que hace humanos. Defiendo día tras día el patrimonio cultural porque es nuestra herencia, la que nos recuerda que nuestra supervivencia se debe a la revolución que pasó de la dependencia estrictamente biológica a la cultura.


Hace poco escribiste algo muy sentido sobre Hugo García, compartieron un encuentro memorable en la Biblioteca Nacional, recientemente se creó una Cátedra Abierta en su homenaje ¿qué recordás de aquel día?

Me entristece hablar de Hugo García porque ya está muerto y toda esa energía, toda esa ética, toda esa curiosidad, se ha perdido. Hugo era el mejor ejemplo de un bibliotecario con compromiso social. Pero por otra parte me siento orgulloso de haberlo conocido y compartido porque hoy puedo decirle a las nuevas generaciones que son hombres como Hugo García los modelos a seguir: todavía me viene a la memoria un escrito suyo sobre la censura, sus ideas sobre la formación, y la dirigencia sindical con conciencia crítica que necesitan las instituciones bibliotecarias. Para mí, Hugo García era uno de esos grandes seres que a su paso dejan una semilla para que sepamos que debemos insistir en el amor por lo que hacemos.


¿Cómo definirías a un bibliotecario?

Dado que han cambiado las condiciones en estos inicios del siglo XXI, un bibliotecario debe ser un activista del conocimiento al servicio de las transformaciones populares basadas en la transparencia de la información, en la defensa integral del patrimonio bibliográfico y un agente comunitario con una visión democrática que facilite la formación popular de un espíritu crítico y a la vez creativo, participativo, en las bibliotecas. Creo que el bibliotecario debe ser ante todo un luchador con responsabilidad social, partidario ante todo de la pluralidad cultural, defensor del libro como signo de identidad y con la capacidad de fomentar la lectura y la ciudadanía local y global. La crisis económica mundial ha puesto en evidencia que hay una corriente a favor de privatizar el conocimiento, recortar reivindicaciones laborales, constituir grandes latifundios informativos, y eso hay que enfrentarlo con principios cooperativos, con unidad sincera y consciencia popular.


¿Recordás la primera vez que entraste a una biblioteca? ¿como fue?

Borges dijo una vez que para él una biblioteca era el paraíso, uno de los mitos religiosos más potentes de las religiones conocidas. Para mí, que conocí la pobreza más ruda en mi infancia, una biblioteca siempre fue un refugio contra la desesperanza, contra la exclusión, contra la ignorancia, contra la soberbia, contra el dogmatismo. La primera vez que entré en una biblioteca de aldea era muy niño y mi madre me dijo: "Aquí te dejo junto a los que serán tus mejores amigos, los libros". Fue una iniciación, una forma extraordinaria de comprender que no sólo estaba en un lugar físico sino en una dimensión espiritual. Sin saberlo, la biblioteca se convirtió repentinamente en mi escuela para asumir con plenitud la importancia de la justicia, la vida y la memoria.

Nota: la entrevista fue publicada en la Revista Fuentes del Congreso de Bolivia en
Rev. Fuent. Cong., Diciembre 2012, vol.6, no.23. ISSN 1997-4485



martes, 31 de enero de 2012

El cierre de Megaupload es casi como regar el desierto del Sahara / por Fernando Báez


Fernando Báez lleva años siguiéndole la pista al patrimonio cultural de la humanidad y el acceso al conocimiento. Cuenta que sus motivos quizás tengan que ver con enfrentarse a la biblioteca de San Félix, el pueblo de su niñez en la Guayana de Venezuela, inundada por el río Caroní, uno de los afluentes del Orinoco.

Fernando es bibliotecólogo, poeta, ensayista y novelista venezolano. Además es Licenciado en Educación, Doctor en Bibliotecología y reconocido por sus trabajos sobre la destrucción de libros y recientemente por su investigación sobre los destrozos que la invasión de Irak de 2003 en el patrimonio, temas que ha compartido en 'Historia de la Destrucción de Libros', 'La destrucción cultural de Irak' y 'El saqueo cultural de América Latina'.
Quisimos saber su opinión sobre las virtuales restricciones al compartir archivos a través de legislaciones que penalizan la descarga de archivos. Todo desde una perspectiva histórica.

En su calidad de autor ¿cómo ve usted el tema del libro flujo de contenidos en Internet de manera que respete el trabajo, muchas veces de años, de los autores, así como también un conocimiento compartido por la humanidad?
- Como cualquier profesional, el autor (al igual que el médico, el comunicador social, el obrero, el profesor), es sujeto de derechos y deberes. En mi caso, tengo un compromiso social, defiendo un socialismo utópico que no le hubiera gustado a Friedrich Engels, pero yo no tuve la ventaja como él de ser hijo de un industrial; yo no ejerzo el comunismo de salón, no me interesa poner una franquicia de izquierda con todo y oficinas en la sede de algún gobierno (y cuando lo he intentado ha salido mal por eso mismo); la izquierda la aprendí en la calle, no sin dificultades propias a los prejuicios de una generación fragmentada. He tenido una vida dura, y he trabajado durante años desde que tengo memoria, he sido corrector, vendedor de enciclopedias, librero, fui director de un diario de provincia que quebró a los meses, y me gusta el mundo del libro y de la prensa. Siento que si me pagan por escribir un libro es lo máximo, me siento contento porque puedo ayudar a la educación de mi hijo, comprar libros, viajar por destinos exóticos a donde sólo van los viajeros y no los turistas, ayudar a los amigos, compartir. Los escritores somos seres humanos, y es natural que como parte de un gremio pida simplemente que no nos dejen por fuera del debate y nos permitan vivir decentemente.

Desde una perspectiva histórica ¿qué ha pasado cuando los poderes inventan legislaciones que impiden el libre flujo del conocimiento?
- No ha pasado nada que no estuviera pasando. Bastaría advertir, en cualquier caso, que nunca ha habido un libre flujo del conocimiento: siempre ha sido una cuota del poder, los primeros archivos de la humanidad estaban destinados al control religioso y a la reivindicación de la propiedad en Mesopotamia y en Egipto. Los primeros escribas fueron sacerdotes dedicados a la administración de los bienes del templo, luego los escribas fueron esclavos de grandes monarcas, en la Edad Media y el Renacimiento eran monjes de nuevo, luego editores esclavizados por acreedores (no olvidemos que Gutenberg fue embargado y murió lleno de deudas). Después pasaron a ser talentos al servicio de mecenas religiosos o militares en los siglos XV hasta el siglo XIX, luego amanuenses de las corporaciones y universidades en el siglo XX y XXI y muy pocos (poquísimos) lograron romper esa cadena y expresar una información que pudiera realmente llamarse libre en 5.500 años de escritura. Desde el siglo XVI, el conocimiento es además un producto, en el capitalismo cognitivo la noción de mercado apunta hacia la apropiación del conocimiento como valor de utilidad ambiguo negociable; sin embargo, Internet no estaba en la mente de Karl Marx ni de Adam Smith y supone retos de pensamiento sobre la marcha. Me alegra que en la sociedad tengamos este debate y recomiendo no prestar atención al ruido sino a las propuestas concretas en términos prácticos.

¿Como ve usted las posibilidades que permite internet, como hoy la conocemos, respecto al libro flujo de conocimiento a través del dominio público de los contenidos?
- Es una transición en los medios de transmisión del conocimiento. Hay que tomarlo en cuenta porque a medida que crece el número de usuarios, que actualmente es de 2 mil millones de personas en su mayoría jóvenes, podríamos ver cómo se acelera, por una parte, la demagogia, y por otra, el intento de crear latifundios de datos. En un mundo en crisis como el que vivimos, es singular que se crea que Internet es un mundo aparte de lo humano: la verdad es que no deja de reflejar tensas situaciones colectivas. Hay muchas tendencias, muchos intereses, y en medio de todo una guerra cultural de consignas, propagandas, intentos de manipulación de datos, esfuerzos por establecer monopolios, debates sobre los objetivos de un proyecto que apenas tiene 40 años, muy poco tiempo para sacar conclusiones.

Además el ciberespacio es una tecnología que tiene un origen de uso militar…
- Sí, el año en que el hombre llegaba a la luna, en 1969, la Universidad de Los Ángeles de California (UCLA), el Instituto de Investigación de Stanford en San Francisco y el Pentágono crearon ARPANET, que es el origen de Internet, de modo que ante esta coordinación académica y militar no se puede ser inocente ni tampoco superficial. Hay grandes ventajas y grandes peligros, lo que ya se dijo cuando fue creada la televisión y los video juegos. Se ha naturalizado tanto que parece normal, pero es sorprendente su penetración y sus alcances. Internet crea adicción porque simplemente es alucinante.

¿Ve algún riesgo?
- Veo 2 grandes riesgos: el primero es la configuración de monopolios corporativos de núcleo duro que controlen la dirección de la información, ante un usuario consumidor. Lo otro es el control estatal que anuncie el libre acceso de los contenidos, siempre y cuando no le afecten sus intereses. Una situación curiosa que me llama la atención: los chinos, con todo y sus excelente dispositivos de seguridad y confiados además en el esfuerzo de la transferencia tecnológica, han sido transculturados por completo y por eso hay niveles de preocupación dado que han captado la esencia de la guerra cultural, que no querían estudiar porque una generación entera de analistas no entendía lo que estaba y sigue pasando. Los chinos son astutos, pero ahora están atrapados en la maquinaria de la globalización.

El cierre de Megaupload significó la pérdida de millones de contenidos de información (y no solo con derechos de autor, sino que también mucha gente subía contenidos para compartir en dicho portal)
- Estoy seguro de que el cierre de Megaupload se debió a una lucha con un competidor de suministro de contenidos más que una acción policial organizada. Yo me dedico a investigar y no a especular sobre estos temas. Son luchas entre bandas de lobos disfrazados de ovejas que quieren tomar el control del tráfico ilícito de datos, de extrema relevancia en las décadas que vienen para el dominio y la ingeniería de penetración cultural que opera: unos y otros se acusan entre sí para sacar de en medio a los rivales y a las policías corruptas del mundo les viene muy bien esta sensación popular de combate a lo que llaman piratería. No es simple piratería, un término banal, porque quienes acusan a los piratas informáticos son generalmente corporaciones inescrupulosas que corrompen estados para consolidar su monopolio de ventas y explotación de productos; quienes atacan a los piratas informáticos se mueren por contratarlos a su servicio; quienes combaten a los llamados piratas son operadores que cobran por datos utilizados; quienes acusan a los piratas son policías desmanteladas y fragmentadas que no vacilan en participar en escuchas ilegales o proteger a criminales a cambio de dinero.

Hay quienes han llegado a comparar dicho cierre con la destrucción de las bibliotecas o las quemas de libros.
- Esto es algo que va más allá: Megaupload ha destapado, como lo hizo Wikileaks, el inmenso tráfico ilícito de datos vigente, un negocio lucrativo que no tiene nada que ver con el encomiable deseo que tenemos muchos de socializar las fuentes del conocimiento y democratizar los contenidos para favorecer la investigación. La corrupción ha llegado a todas partes, y el cierre de Megaupload es casi como regar el desierto del Sahara con un gotero: sus competidores tienen respaldos que venderán y multiplicarán sus ofertas porque hay demanda. De modo que no es comparable a la quema de libros: hace poco se destruyó casi toda la Biblioteca de la Academia de Ciencias de Egipto y no había ningún respaldo, en medio de un silencio cómplice sobre sus responsables.

lunes, 26 de diciembre de 2011

La Academia de Ciencias de Egipto y las 10 peores quemas de libros / Fernando Báez



Mientras se queman 190.000 libros de la Academia de Ciencias de Egipto, el autor de Nueva historia universal de la destrucción de libros, Fernando Báez (Destino, 2011) repasa cuáles han sido las peores tragedias culturales desde la Biblioteca de Alejandría


Borges imaginó el paraíso como una biblioteca, pero advirtió que sólo existían los paraísos perdidos. La historia revela que la mayor parte de las grandes bibliotecas de la humanidad, en efecto, han desaparecido en conflictos, catástrofes naturales o accidentes. De modo que sería oportuno recordar cuáles han sido los diez peores desastres para comprender los peligros de la sociedad de la información en el siglo XXI.


1) BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA
Al menos el 75% por ciento de toda la literatura, filosofía y ciencia griega antigua se perdió; sin embargo el suceso más recordado por todos los amantes de los libros no ocurrió en la famosa Atenas o en la temida Esparta sino en tierras árabes, donde existió durante 7 siglos la biblioteca de Alejandría, dividida en dos partes: constaba de un Museo y el Templo de Serapis. Según la apócrifa Carta de Aristeas, dispuso de 20.000 rollos de papiro, y pretendía alcanzar la cifra de 500.000.

Existe una polémica, todavía vigente, sobre la destrucción de libros hecha por los cristianos. Algunos historiadores han acusado al patriarca Teófilo de haber atacado el Templo de Serapis en el año 391, con una multitud enfurecida. No hay que olvidar tampoco que en el 415 un grupo de monjes asesinó cruelmente a la matemática Hipatia.

Lo que no se sabe es quién destruyó la otra parte de la biblioteca. Según una leyenda, al concluir la conquista de Egipto, un general le pidió a Omar I que tomara una decisión. La respuesta fue cruel: «Con relación a los libros que mencionas, aquí está mi respuesta. Si los libros contienen la misma doctrina del Corán, no sirven para nada porque repiten; si los libros no están de acuerdo con la doctrina del Corán, no tiene caso conservarlos.» Los papiros sirvieron para encender el fuego de los baños públicos.

2) CHINA 213 A .C.
El 213 a .C., año en el cual un grupo de hombres intentaba reunir todos los libros en Alejandría, Shi Huandi aprobó entonces que se quemaran todos los libros, excepto los que versaban sobre agricultura, medicina o profecía. De hogar en hogar, los funcionarios se apoderaron de los libros y los hicieron arder en una pira, para sorpresa y alegría de quienes no los habían leído. Más de cuatrocientos letrados reacios fueron enterrados vivos y sus familias sufrieron incontables humillaciones.
Tres fueron los hechos que marcaron la gestión del Emperador Shi Huandi: la construcción de la Gran muralla, la Gran Tumba con 7000 guerreros de terracota y la Gran quema de libros. Todo en proporciones colosales.


2) AUTO DE FE EN GRANADA
Francisco Jiménez de Cisneros dio en 1500 una orden que suponía, de un modo radical, la integración de una nueva cultura, y la eliminación de otra. La confusión era enorme, pues ese mismo hombre no había dejado de causar problemas en su anhelo de convertir a los infieles.
De casa en casa, sacerdotes y soldados confiscaron libros y, entre golpes y cuchicheos, advirtieron que había llegado la hora de quemar un antiguo libro sagrado, el Corán, la pieza angular del Islam. Como es obvio, la reacción de los creyentes musulmanes no se hizo esperar, aunque los disturbios fueron controlados por las tropas españolas que habían tomado la ciudad en 1492, después de diez largos años de sitio.


3) LA HOGUERA DE LAS VANIDADES
El 7 de febrero de 1497, el fraile Savonarola insistió ante sus oyentes que el triunfo de las tropas francesas sobre las italianas era una clara demostración del desastre que vivían y convenció a la gente del malestar de Dios. Una de sus primeras ideas fue sustituir el Carnaval de Florencia, que le parecía frívolo, por la fiesta de la Penitencia y sus discípulos pidieron que se reuniera todo objeto que fuera una muestra de la vanidad humana. De puerta en puerta, tras el sermón en la catedral, se recolectó lo que se pudo en medio de un saqueo general en el participaron cientos de niños; luego se hizo preparar el escenario.

Este ritual sirvió para la destrucción de libros sobre magia y cábala, clásicos de Ovidio, Catulo y Marcial, textos de Dante y poetas de los cancioneros del amor gentil e incluso los diálogos de Platón.


5) DESTRUCCIÓN DE CÓDICES MAYAS Y AZTECAS
En el año 1530, en Tetzcoco, Fray Juan de Zumárraga hizo una hoguera con todos los escritos e ídolos de los aztecas. Había nacido en 1468, en el mítico pueblo vasco de Durango, en España, y una de sus primeras tareas como monje franciscano fue examinar los casos de brujería más conocidos de su región, lo cual lo llevó a practicar exorcismos. Como todos los fanáticos, veía el diablo en todas partes.
Diego de Landa continuó esta labor de purificación. En 1562, hizo quemar en el Auto de Maní cinco mil ídolos y 27 códices de los antiguos mayas. De esta furia, sobrevivieron apenas tres códices mayas prehispánicos.

6) BIBLIOCAUSTO NAZI 1933
El Holocausto fue el nombre que se dio a la aniquilación sistemática de millones de judíos a manos de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Pero este acontecimiento fue precedido por el Bibliocausto, donde millones de libros fueron destruidos por el mismo régimen.
La operación Quema de Libros, ejecutada el 10 de mayo de 1933 bajo la coordinación de Joseph Goebbels, se reveló pronto en su verdadera dimensión porque el mismo día se quemaron libros en Berlín y en otras 22 ciudades alemanas. Según W. Jütte, se destruyeron las obras de más de 5.500 autores. La Comisión para la reconstrucción cultural judeo-europea estableció que en 1933 existían 469 colecciones de libros judíos y al finalizar la Segunda Guerra Mundial, no quedaba ni la cuarta parte.

7) ARGENTINA 1980
El 30 de agosto de 1980, los terrenos vacíos de Sarandí se convirtieron en un lugar macabro. Varios camiones depositaron, bien temprano, un millón y medio de libros y folletos, todos publicados por el Centro Editor de América Latina. Minutos más tarde, la euforia policial, legitimada por la orden de un juez federal de la Plata llamado Héctor Gustavo de la Serna , animó a varios agentes a rociar con nafta los ejemplares y a prenderles fuego.

Se tomaron fotografías porque el juez temía que se creyera que los volúmenes habían sido robados y no quemados. Horrorizado, impotente, el editor José Boris Spivacow, contempló la quema hasta que las risas y el desaire despertaron su ira.


8) SARAJEVO 1992
Un escritor bosnio, Ivan Lovrenovic ha contado que la Vijecnica , el imponente, elevado y colorido edificio dedicado a albergar la Biblioteca Nacional de Bosnia y Herzegovina, en Sarajevo, fue bombardeada desde las diez y media de la noche del 25 de agosto de 1992 con fuego de artillería. La biblioteca perdió casi dos millones de volúmenes.

Algunos amantes del libro, habían formado una larga cadena humana para pasarse los textos y transportarlos a un lugar seguro, y salvaron algunos. Los bomberos intentaron apagar las llamas, sin suerte, porque la intensidad de los ataques no lo permitió. El techo se derrumbó y por el suelo quedaron regados los restos de manuscritos, obras de arte y escombros de las paredes y escaleras.


9) BIBLIOTECA NACIONAL DE BAGDAD 2003
El mes de abril de 2003 el mundo fue conmovido por una serie de eventos imprevisibles y atroces que destruyeron los principales centros culturales de Irak. Una ola de saqueos desmanteló los edificios públicos y comercios de Bagdad los días 8 y 9 tras la toma de la ciudad por el ejército de Estados Unidos. Fue el día 13 cuando una multitud alentada por la pasividad de los militares, roció con algún combustible los anaqueles y les prendió fuego. Millones de libros se quemaron.

Según otra versión, se usaron fósforos blancos, de procedencia militar, para el incendio, y hay evidencias que lo confirman. Pasadas unas horas, una columna de humo podía verse a más de cuatro kilómetros. En el mismo ataque fue destruido el Archivo Nacional de Irak, y desaparecieron diez millones de documentos.


10) BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS DE EGIPTO, 2011
El 18 de diciembre pasará a ser una fecha catastrófica de Egipto por el incendio del edificio de la Academia de Ciencias, que albergaba 200.000 materiales desde el siglo XIVIII y obras como Description de l'Égypte, reproducido por todos los amantes de Egipto de su aparición en 1809. El 90% de los libros que sustentaban las fuentes del siglo XIX se perdieron, por culpa de infiltrados de la Junta Militar sostenida por EEUU en Egipto; miles de informes de investigación que ni siquiera estaba copiados perecieron haciendo retroceder los estudios egiptológicos durante décadas. Una tragedia amparada por la impunidad y las advertencias: desde febrero de 2011 el autor ha advertido que todo esto sucedería y ha así ha sido para mala fortuna del patrimonio cultural mundial.


“Aquí el pasado es una calle ciega”, escuché comentar a un amigo cuando visité ayer el edificio que está a punto de colapsar de la Academia de Ciencias de El Cairo y quise decirle algo que no dije. Salí enmudecido ante sus sabias palabras que me dejaron presa de esa nostalgia melancólica que concede la sabiduría del mundo árabe. En ese día interminable en el que descubrí que esa Academia, hoy destruida, era una de las encrucijadas más secretas




lunes, 15 de agosto de 2011

Nueva historia universal de la destrucción de libros

Fue hace un rato. Pudiera parecer que atrocidades de tal calibre fueran
cuestiones de un pasado remotísimo; definitivamente superado. Hechos que una
avergonzada historia se había encargado de enterrar para siempre. Pero no.
Desgraciada; lamentablemente, no. Hace un rato, el 12 de abril del año 2003
se produjo el saqueo del Museo Arqueológico de Bagdad. En medio del caos y
la rapiña se esfumaron más de 14.000 objetos y tratados, muchos de
importancia capital.
Dos días después, el incendio de la milenaria Biblioteca Nacional de la
capital de Irak destruyó un millón de libros y, en las cenizas de su Archivo
sucumbieron más de 10 -¡diez!- millones de documentos en los que aquella
coletilla de "incalculable valor" es, era, una verdad irrefutable.
No fue todo. En días sucesivos ardió también la parte central de la
biblioteca de la Universidad de Bagdad, la de Awqaf y, a través de
bombardeos y saqueos minuciosamente planificados, casi una veintena de
bibliotecas universitarias de todo el país. Con aquellos humos, en aquellas
pavesas se perdió una parte sustancial de nuestra historia; del relato que a
lo largo de los siglos registraba aspectos esenciales del paso del hombre
sobre la tierra.
*¡Qué pérdidas!*

¡Qué pérdidas terribles! Con la muerte de cada libro se pierde una parte de
lo que somos. Jorge Luis Borges lo dijo: "De los diversos instrumentos del
hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones
de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el
teléfono es extensión de su voz; luego tenemos el arado y la espada,
extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una
extensión de la memoria y de la imaginación".
Como apunta *Fernando Báez e*n su documentada e interesantísima *N**ueva
historia universal de la destrucción de libros*, el libro es el que le da
volumen a la memoria humana. Es una institución de la memoria para la
consagración y permanencia, y por eso debe ser estudiado como pieza clave
del patrimonio cultural de una sociedad. Debe entenderse que el patrimonio
cultural existe en la medida en que lo cultural constituye el testimonio más
representativo de cada pueblo… Una biblioteca, un archivo o un museo son
patrimonios culturales y cada pueblo los asume como templos de la memoria.
Por estas reflexiones y por otro conjunto de razones que constituyen la
tesis central de su *Nueva historia universal de la destrucción de libros*,
concluye: "Creo que el libro no es destruido como objeto físico sino como
vínculo de la memoria, esto es, como uno de los ejes de la identidad de un
hombre o de una comunidad".
Báez, venezolano de San Félix de Guayana y reconocido experto en el área de
la historia de las bibliotecas, habla desde una bien sana pasión nacida en
la infancia, cuando "supe que debía leer porque no podía no leer. Leía
porque cada buena lectura me daba motivos más fuertes para continuar
haciéndolo. Me interesaban demasiado los libros porque eran mis únicos
amigos. No sé si entonces era feliz; al menos sé que cuando hojeaba tan
entrañables páginas olvidaba el hambre y la miseria, lo que me salvó del
resentimiento o del miedo. Mientras aprendía a leer desestimaba la soledad
tremenda en que me encontraba hora tras hora porque sí y para nada".
*Itinerario de la aniquilación*
Esa apasionada entrega y su papel como miembro de distintas comisiones
internacionales encargadas de evaluar el fatídico peso de las destrucciones
culturales consecuentes a conflictos y saqueos, fue gestando su minucioso
recorrido por la historia de la aniquilación de los libros víctimas de la
voracidad de los insectos, las inundaciones, las llamas, las guerras y,
sobre todo, la dogmática obsesión de los censores y de los fanáticos
políticos y religiosos.
Fernando Báez nos instala en un viaje por la desolación cuyo itinerario
recorre épocas y lugares muy diversos. Asistimos como lectores a la
desaparición de las tablillas sumerias, a la destrucción de la legendaria
Biblioteca de Alejandría, los papiros quemados de Herculano, la pérdida de
los grandes tratados clásicos griegos, los repugnantes desmanes de los
inquisidores, el incendio de la biblioteca de El Escorial, el destino ignoto
de valiosas colecciones en el curso de la Guerra Civil Española, la quema de
libros por los nazis, la censura por motivos sexuales o de creencias de
miles de autores a lo largo de la historia (ahí están, como tristes
ejemplos, Lawrence, Joyce o Rushdie), o la tragedia de las Torres Gemelas.
El World Trade Center neoyorquino contaba con enormes bases de archivos y
bibliotecas de gran interés en el campo de la economía. Algunas fotos
muestran que las escaleras del vestíbulo del conjunto de edificios
destruidos quedaron inundadas de libros y papeles arrasados. Además, se
perdieron obras invalorables de Miró, Nagare, Nevelson y Calder. El
Citigroup, con oficinas en las Torres, perdió 1.113 obras de arte.
*En este repaso tremendo y deprimente, pero necesario, llegamos hasta la
vergüenza de Irak*, en dónde, relata de primera mano el autor como testigo
presencial, además de los bombardeos e incendios, las bandas armadas
destruían, rompían murales y robaban piezas arqueológicas y tratados que
fueron llevados hasta Kuwait y Damasco y de allí transportados a Roma,
Berlín, Nueva York y Londres, *donde los coleccionistas privados pagaban lo
que se les pedía.*
¿Por qué este memoricidio en el lugar en donde nació el libro?, se pregunta
un apesadumbrado Fernando Báez que nos deja entre las manos la larga
historia de una tragedia, la de la destrucción, que en su opinión, está
lejos de concluir porque, argumenta, "teóricamente un *e-book es *ilimitado,
pero hay que pensar que por primera vez existirán más libros virtuales que
reales en condiciones de riesgo inusual ante fallos de energía,
interferencias electrónicas, procesadores experimentales y ciberguerras".
*Nueva historia de la destrucción de libros / Fernando Báez *