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miércoles, 18 de junio de 2014

Condenados al museo


Fotografía. Una muestra recuerda un período de la historia en que los pobladores originarios eran apresados y exhibidos con vida en el Museo de La Plata con fines presuntamente científicos.

Número 5443: cuero cabelludo y orejas del cacique Inakayal. Guardados en los depósitos”, se escucha la voz en off del video. En el Parque de la Memoria-Monumento a las víctimas del Terrorismo de Estado, las series de fotografías y documentales que se exponen actualmente en Prisioneros de la ciencia testimonian momentos históricos de invisibilización, evidentes a través de la formación de una de las colecciones más inmensas y sintomáticas de nuestro país: la de restos humanos del museo de Ciencias Naturales de La Plata. Construida en base a la colección personal de cráneos del perito Francisco Moreno –tenía mil cráneos humanos, as í como miles de puntas de lanza y flechas juntados durante los viajes exploratorios por la Argentina que le encomendaba el gobierno, con fines científicos y geográficos–, la colección de restos del museo expone una historia controvertida, cruel, sangrienta, acorde a los tiempos en que fue constituida. Y esta exposición la muestra a flor de piel.

La exhibición es organizada por el colectivo GUIAS (Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social) de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, que ejerce una antropología crítica centrada en la identificación de restos óseos de las colecciones del museo para su posterior restitución. El grupo la llamó Prisioneros de la ciencia : eran los integrantes de los pueblos originarios que a fines del siglo XIX fueron capturados y trasladados al museo de ciencias y vivieron allí contra su voluntad, tomados como objeto de estudio. Presos. Sus restos permanecieron, una vez fallecidos, como parte de las colecciones del museo. Recién en 2006 se aprobó el retiro de la exposición del museo de los restos humanos de los pueblos originarios de América.

Hay mucho para decir sobre la época y la conformación de esta colección en particular dentro del inmenso museo, que además posee importantísimas colecciones paleontológicas, geológicas y entomológicas, por ejemplo.

En primer lugar, el momento fundacional de colección y exposición de seres humanos en forma regular y pública –anteriormente Moctezuma y los Médici, entre otros, tenían colecciones de humanos– ocurrió a fines de la década de 1870. En esa época era una práctica común en las exposiciones coloniales organizadas por los diferentes imperios europeos. El objetivo era exhibir en la metrópolis distintas facetas de las colonias, entre ellas, sus pobladores mismos. Esa costumbre de los imperios coloniales prevaleció, especialmente en Europa, hasta la Segunda Guerra Mundial. Aún en años recientes aparecen restos simbólicos de estas exhibiciones: a manera de cita (muy negra y controversial): el zoológico de Londres expuso en 2005 un grupo de seres humanos (“Homo sapiens”, detalló), en medio de los otros animales del zoo. Claro que fueron voluntarios elegidos a través de aplicaciones presentadas online, no personas raptadas de sus entornos habituales. Tampoco fueron obligadas a quedarse a vivir en el zoo, mientras que, en los últimos años de la década de 1870, cualquier habitante que tuviera la desgracia de caer preso del ejército del general Julio Roca y convertirse en objeto de interés científico del perito Moreno quedaba detenido para siempre en el Museo de La Plata.

Este es otro de los puntos a tener en cuenta a la hora de observar la exposición: qué métodos eran comunes en el campo de la ciencia a fines del siglo XIX en pos de ejecutar investigaciones etnográficas, cómo construía sus paradigmas la ciencia y cómo justificaba sus objetivos, sus “observaciones lingüísticas y etnográficas sobre razas tan difíciles de examinar en sus medios salvages (sic)”, como detallaba Moreno. Era la época de la antropología evolucionista, que sostenía que los grupos indígenas eran fósiles vivientes representando estadíos humanos primitivos.

En la exposición del Parque de la Memoria toda evidencia es, principalmente, fotográfica. Nacida en 1939, la fotografía fue una de las herramientas de investigación etnográfica más populares durante esa época, en la Argentina y en todo el mundo, imprescindible en los viajes exploratorios y territorios conquistados.

Además de apresados durante la Campaña al desierto (1878-1885), se muestran fotos de habitantes de Tierra del Fuego apresados o asesinados a finales del siglo XIX por buscadores de oro y propietarios y administradores de estancia (con la complicidad de los evangelizadores). Sus cuerpos también pasaron a integrar las colecciones del museo platense. La muestra expone, por último, fotografías de principios del siglo XX de hombres, mujeres y niños del Ingenio La Esperanza de San Pedro (Jujuy), cuyos cuerpos también encontraron destino en las colecciones de la institución.

Entre las expuestas, la historia del cacique Modesto Inakayal es dolorosa, emblemática, simbólica: apresado junto a su familia en el pueblo de Tecka (Chubut) en 1883, el grupo fue llevado al Museo de La Plata para exhibirlo vivo y estudiarlo. Allí fueron retenidos forzosamente para siempre. A medida que fueron muriendo, sus restos pasaron a formar parte de las colecciones de la institución. Fueron expuestos –inmediatamente tras cada muerte– en las vitrinas de la sección “Antropología biológica” del museo. Inakayal murió en 1888. Sus restos fueron exhibidos en la sala de Antropología del museo hasta 1940, cuando se lo retira a los depósitos.

En 1989 el Centro Indígena Mapuche Tehuelche reclamó al museo los restos de Inakayal. En 1991 un proyecto del senador Solari Irigoyen –que apoyaba el reclamo de distintas agrupaciones indígenas en relación al derecho de tener los restos de sus ascendientes en sus tierras– se convirtió en ley. En 1994 los restos de Inakayal descendieron desde un avión de la Fuerza Aérea en Esquel, con honores militares. La urna con los restos del cacique fue trasladada a caballo desde Esquel hasta Tecka. Allí descansan dentro de un mausoleo, bajo una montaña de piedras (al estilo de un chenque o tumba precolombina). En 2006 el grupo GUIAS encontró, durante su trabajo de registro y organización de los depósitos del museo que contenían restos humanos, el cuero cabelludo y el cerebro de Inakayal conservado en formol. Esto significa que parte de sus restos siguen en el depósito del museo. La restitución fue parcial y constituyó un primer paso pero, también, en cierto sentido, una simulación.

Por  MERCEDES PEREZ BERGLIAFFA

FICHA
Prisioneras de la ciencia
Lugar: Parque de la Memoria, Av. Costanera Norte Rafael Obligado 6745.
Fecha: hasta el 22 de junio.**Horario: todos los días, 10 a 18.***Entrada: gratis.