Suele culparse al amor de Brasil por el fútbol de distraer a la población de sus problemas sociales. Es irónico, por ende, que sea la Copa del Mundo la que movilizó a los brasileños. Agitando banderas sin color político, la gente en la calle exige poner fin a la corrupción y el despilfarro del dinero público, dos cosas muy comunes en nuestro Brasil. Estas protestas fortalecerán nuestra cultura democrática.
Cuando Brasil ganó la postulación para organizar el Mundial de Fútbol, otros políticos estaban a cargo del país, y nuestra realidad política era distinta. Apoyé la postulación porque prometía generar empleo e ingresos, promocionar el turismo y fortalecer la imagen del país.
Desde entonces, Brasil se ha visto afectado por la turbulencia de la economía mundial. Los planes de gobierno fueron reelaborados, se redujo la inversión pública, pero los compromisos firmados con la omnipotente FIFA se mantuvieron. Se dio prioridad a la inversión en las ciudades donde se jugarán partidos de la Copa Mundial antes que a las necesidades de la gente. El dinero se canalizó principalmente hacia proyectos deportivos, en detrimento de la salud, la educación y la seguridad.
En muchas ciudades, las condiciones de las escuelas son deplorables. Los maestros están mal pagos y desmoralizados. La situación en la salud pública también es preocupante. Con el presidente Lula da Silva, la propuesta para la Copa del Mundo era llevar a cabo un evento en el que hubiera transparencia en cuanto al gasto público. Ocurrió lo opuesto. Un presupuesto inicial de 25.000 millones de reales aumentó a 28.000 millones de reales, casi el triple del costo de la Copa Mundial de Alemania en 2006. ¿Por qué estamos organizando la Copa Mundial más cara de la historia, sin ninguno de los beneficios para la comunidad que se prometieron?
Los proyectos para mejorar el tránsito alrededor de las ciudades anfitrionas también terminaron siendo caóticos. Estas cifras generaron la bronca de la gente y alimentaron las protestas populares, en un intento de revertir la lógica de un sistema que privilegia el dinero por encima de las cuestiones sociales.
Mientras tanto, la FIFA anunció que obtendrá un beneficio de 4.000 millones de reales de la Copa del Mundo, libre de impuestos. Su ganancia fácil contrasta con la falta total de un legado efectivo. La presidenta Dilma Rousseff repite lo que decía el presidente Lula y nos tranquiliza diciendo que organizaremos “la mejor Copa Mundial de todos los tiempos”. No estoy de acuerdo, porque fallamos en lo más importante: un legado que nos enorgullezca.
Nunca pensé que la Copa del Mundo resolvería todos nuestros problemas, pero ahora mi miedo es que este megaevento no haga más que profundizar los problemas que ya tenemos.
ROMARIO, ex futbolista es Diputado Brasileño
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Fuente: http://www.clarin.com/mundo/futbol-importante-gente_0_944305610.html