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domingo, 24 de junio de 2012

La Epopeya de Gilgamesh: El escrito más antiguo de la historia


La Epopeya de Gilgamesh o el Poema de Gilgamesh es una narración de la Mesopotámica de origen sumerio, considerada como la narración escrita más antigua de la historia. Se emplearon tablillas de arcilla y escritura cuneiforme, lo cual favoreció su preservación. La versión más completa preservada hasta la actualidad consta de doce tablillas. La obra es muy leída en traducciones a diversos idiomas y el héroe, Gilgamesh, ha pasado a ser un icono de la cultura popular.

Los estudiosos consideran que se originó en una serie de leyendas y poemas sumerios sobre el mitológico héroe-rey Gilgamesh, los que fueron ensamblados mucho después en un poema más extenso acadiano; la versión más completa que existe actualmente consiste de doce tabletas de arcilla pertenecientes a la biblioteca del siglo VII a.C.del rey asirio Asurbanipal. Originalmente se la conocía por el título “Él quien vio las profundidades” (Sha naqba īmuru) o “Por encima de todos los otros reyes” (Shūtur eli sharrī), ya que eran las primeras líneas de sus partes principales. Es posible que Gilgamesh haya sido un rey a finales de Segundo Período Dinástico Inicial (aproximadamente siglo XXVII a.C.)

El poema trata sobre las aventuras del rey Gilgamesh, también conocido como Istubar, y su amigo Enkidu. Una de las tablillas relata un episodio sobre el diluvio y que influiría directamente en el mito aparecido en la Biblia. Las aventuras para matar al gigante Humbaba, el descenso a los infiernos y la relación entre dioses, semidioses(como el propio Gilgamesh) y mortales le dan un claro origen prehelénistico. El núcleo sentimental se encuentra en el duelo tras la muerte de Enkidu. Los críticos consideran que es la primera obra literaria que hace énfasis en la mortalidad e inmortalidad.
El poema de Gilgamesh adquiere, entonces, una  relevancia suprema: inicia la literatura conocida de la humanidad, nos remonta a las leyendas que hace miles de años se contaban en los antiguos pueblos  mesopotámicos, deja su impronta en la Biblia, señala los conflictos relativos a la condición humana y conforma la base de las más destacadas novelas y relatos que se han ido (y se seguirán) escribiendo.
En resumen, se trata del mito de una epopeya que marca la diferencia entre lo salvaje y lo civilizado.  Ya aquí aparece una actitud filosófica, también la imagen del doble, y conlleva, con la angustia de la muerte, la búsqueda de la eternidad.

Debemos destacar, además, su extraordinaria  concordancia con el relato bíblico de Noé y el diluvio universal: Ea, el señor de las aguas y guardián del hombre, previno sólo a uno, Utnapishtim, sobre el diluvio con el cual los dioses planeaban exterminar a la humanidad.

Le dijo: “destruye tu casa para hacer una barcaza y poner dentro de ella una semilla de toda criatura viviente.”  El diluvio se desató con furia, “cambió la luz del día en oscuridad”.  Una vez que hubo pasado, “la faz de la tierra estaba en silencio, toda la humanidad había regresado al barro.  La superficie del mar se extendía totalmente plana, como un techo…”.  Utnapishtim dejó ir una paloma, la cual regresó pues no halló un lugar seco para reposar, y después una golondrina, con el mismo resultado.  Finalmente, dejo ir un cuervo que nunca regresó.  La barcaza descansó sobre lo alto de una montaña y Utnapishtim agradeció ofreciendo un sacrificio.



Fuente: http://bibliotecas1978.wordpress.com/2012/06/24/asurbanipal-primer-bibliotecario-de-la-historia-poema-de-gilgamesh-2-2/

martes, 25 de octubre de 2011

Reyes y bibliotecarios


A pesar de los éxitos crecientes de las ferias de libros en Frankfurt (Alemania) y en Guadalajara (México), hoy asistimos a una especie de festín de negras aves agoreras en donde los periódicos, las revistas y los libros físicos son mirados y tratados como si fueran "hueseras" de una época prehistórica. Casi de la misma manera en que son olvidados o ultrajados los escritores y pensadores serios como Moshé Maimónides, Tomás de Aquino, Immanuel Kant, Jorge Guillermo Hegel, Ortega y Gasset, Xavier Zubiri y Martin Heidegger. Porque en algunos espacios semi-vanguardistas de la frivolidad contemporánea, parecieran sólo tener cabida los voceros del nihilismo y del anarquismo, cuyos predicamentos se conectan con el estilo fragmentario y sentencioso de los aforismos de Friedrich Nietzsche, a veces dicharacherescos, pero bien escritos.
Justamente por eso es indispensable que se hagan nuevos rastreos de la producción intelectual y del quehacer bibliográfico de todos los tiempos, hasta pegar con la historia olvidada de Asurbanipal, un hombre que supo gobernar el imperio de los asirios entre los años 668 y 631 antes de Jesucristo, y que mediante acciones de índole personal organizó una de las bibliotecas y archivos más importantes de la antigüedad mesopotámica, logrando recopilar, transcribir y conservar algunos de los libros capitales que están en la base subterránea de la cosmovisión occidental, entre ellos el antiquísimo poema sumerio "Gilgamesh", y el libro de la creación "Enuma Eli", que sirvieron de refuerzo literario a los hebreos del Antiguo Testamento, y a los griegos de la época clásica, tal como lo hemos expresado en reiteradas oportunidades.
La ligereza predominante de algunos representantes de la superficialidad casi absoluta de nuestros días, que rechaza, abierta o tácitamente, la lectura o la relectura directa de los textos clásicos (y de los posclásicos), lo mismo que la generosidad quijotesca de los hombres auténticos, los ensueños de las doncellas impolutas, la excelente poesía y la meditación de los filósofos profundos, medievales, modernos y posmodernos, ha creado, dicha ligereza, un ambiente de aridez intelectual que desconoce lo cercano y lo lejano del "Hombre", en el curso de la historia escrita.
El rey bibliotecario Asurbanipal, aparte de eficiente estratega militar se pavoneaba como matemático y como literato que sabía descifrar los textos antiguos escritos en lengua sumeria y acádica, redactados más de mil setecientos años antes de que él existiera, para lo cual el emperador organizó y clasificó una biblioteca en su propio palacio con todo tipo de documentos (de diversas culturas y edades históricas), grabados en pequeñas tabletas de arcilla cocida y en otros materiales "escritorios". En los colofones de aquellos libros el rey bibliotecario amenazaba con maldiciones extremas a quienes se atrevieran a robar o destruir la memoria escrita de los asirios y de las civilizaciones mesopotámicas en general. Un celo bibliotecológico de aquella estirpe, ha venido perdiendo respetabilidad en el mundo de los libros, hemerotecas y archivos. (El hondureño Rafael Heliodoro Valle se escandalizaría si contemplara el desprecio que hoy se prodiga contra los libros, las bibliotecas y las lecturas reales).
Pero bien. La conservación indirecta de la biblioteca más antigua del mundo localizada en el subsuelo de la ciudad de Ebla y, la del rey Asurbanipal, que fue encontrada en las excavaciones arqueológicas de la ciudad de Nínive, ha permitido que haya llegado hasta nosotros la sabiduría contable, literaria, astronómica y algebraica de los geniales sumerios inventores (a la par de los egipcios) de los primeros signos escriturales del universo civilizado. Por razón de ese tesoro bibliotecológico de Asurbanipal es que los epigrafistas modernos (de los siglos diecinueve y veinte) aceleraron aquellas tareas de desciframiento de la simbología cuneiforme, precursora del "alfabeto" de letras consonantes inventado por los fenicios; reforzado por otras culturas paralelas del Cercano Oriente; y enriquecido con letras vocales por los griegos.
Hoy en día sería inconcebible que un rey, un presidente o un jefe de gobierno, se embarcara en la tarea personal de construir, organizar, enriquecer y vigilar, en gran escala, bibliotecas y archivos heterogéneos. Los empeños actuales se difuminan o diluyen, por regla general, en los intereses pragmáticos excluyentes de aquellos gobernantes y gobernados que se encuentran subsumidos en el árido presentismo. Sin embargo, hubo tiempos memorables (antiguos, medievales y cuasi-modernos) en que algunos emperadores, reyes, príncipes y hombres de Estado se ocupaban, en forma personal, de la conservación de la memoria escrita, civilizada, de mediano y largo plazos. Merecen recordarse, cuando menos, los nombres de Asurbanipal, de los primeros reyes Tolomeos de Alejandría y, del rey conocido como "Alfonso el Sabio", organizador auspicioso de la "Escuela de Traductores de Toledo", en donde trabajaban y coexistían, pacíficamente, los pensadores, escritores y traductores judíos, católicos y musulmanes. Una época dorada de uno de los momentos fugaces de la "Baja Edad Media", inimaginable en estos tiempos de odios insustanciales y epidérmicos.
Por Segisfredo Infante
 sinfante1@yahoo.es-ldea de Cerro Grande, Distrito Central

jueves, 19 de noviembre de 2009

La Bilioteca que salvó sus contenidos gracias a ser quemada

La Bilioteca que salvó sus contenidos gracias a ser quemada


Las quemas de bibliotecas en el mundo antiguo fueron realmente algunos de los eventos más tristes en la historia, ya que en un tiempo en el cual la difusión de las obras no era muy amplia, muchas veces estas bibliotecas contenían documentos únicos e irrepetibles que al ser quemados se perdían para siempre. Es histórica y famosa la destrucción de la biblioteca de Alejandría, no obstante, existe un singular caso en el cual el fuego de la destrucción irónicamente serviría para preservar los contenidos.

A mediados del siglo XIX el arqueólogo británico Austen Henry Layard descubrió en lo que hoy en día es Irak los restos de lo que resultara ser una biblioteca en los territorios del antiguo reino asirio de Nínive, la misma sería nombrada en honor a Asurbanipal, el último gran rey asirio. Esta biblioteca no era cualquier otra ya que poseía una amplia y rica historia; historia que sería olvidada por más de dos milenios y medio cuando en el 612 antes de Cristo resultara víctima de una de las inacabables guerras mesopotámicas tras que una alianza comandada por los babilonios invadiera la ciudad destruyendo todo. De la invasión desencadenaría un asedio interminable por el cual varios de los edificios de la ciudad arderían en la llamas de la guerra, edificios entre los que se encontraba la biblioteca. Si bien normalmente esto se traduciría en destrucción total, como en tantos otros casos, en este caso en particular algo maravilloso ocurriría, los contenidos de la biblioteca no estaban en su totalidad almacenados en papiros, sino que eran tablillas de barro que con el calor se cocieron y quedaron atrapadas dentro de los restos de la misma.

Layard enviaría las casi 31 mil tabletas halladas al Reino Unido, donde serían almacenadas y estudiadas hasta el día de hoy en el Museo Británico, tarea no simple ya que la condición de los textos no es perfecta y muchos de hecho han sido clasificados como irrecuperables. De la biblioteca pudieron recuperarse y reaparecer tras ser perdidos en las arenas del tiempo los textos de la épica de Gilgamesh, el mito de Adapa, el Enûma Eliš y la leyenda del Pobre hombre de Nippur entre muchos otros de menor importancia.



Fuente: http://www.anfrix.com/category/general/