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lunes, 19 de septiembre de 2016

¿Fue Roca el malo de la película de la historia argentina? **



Dos veces presidente constitucional, fue uno de los protagonistas principales de la generación que edificó el Estado argentino y consolidó nuestras fronteras. ¿Genocida o estadista? En todo caso, mucho más que una cara en el billete de 100 pesos
 
 "Hace poco más de un siglo, el 12 de octubre de 1904, el general Roca entregó al doctor Manuel Quintana los atributos de la presidencia de la República. Había cumplido su segundo mandato, pero su influencia política desde 1880 había transformado el país. La Argentina era una potencia respetada. El general Mitre, ya anciano y verdadero patriarca de la argentinidad, fue a su casa ese mismo día para felicitarlo por su gestión: 'Ha cumplido', le dijo parcamente, porque el juramento de su asunción, en 1898 lo había hecho ante Mitre." (Juan José Cresto, presidente de la Academia Nacional de Historia, 2004)

Puede decirse que el malo de la película, en la Historia Argentina, hoy es Julio Roca. Por el momento, se le han concedido unas merecidas vacaciones a Don Juan Manuel de Rosas, que en sus tiempos realizó, junto a Facundo Quiroga y el fraile José Félix Aldao, una expedición punitiva a los indios pampas y ranqueles (1833), y ahora está de turno Julio Roca, también perseguidor de indios indefensos, a la vez que  aliado del Imperio Británico. Lo mismo que Rosas, quien tras su caída en Caseros vivió como "farmer" durante veinticinco años en Swaythling, cerca de Southampton y de su admirado Lord Palmerston, ex canciller inglés.

Algunos críticos de Roca, sus contemporáneos (1879-1880), exclamaron: "¡El general Roca ha descubierto que en la Patagonia no hay Indios!"(Sarmiento) o señalaron que la expedición al Río Negro había sido un mero paseo  en calesa, en el que no se registraron combates ni escaramuzas, ni siquiera una discusión acalorada. Nada. Un desfile de mascaritas. Algún autor ha señalado que, durante la campaña, Roca montó a caballo cuatro veces en total, una para la foto. Nos cuesta comprender cómo un hombre tan insignificante, del que no se sabe si fue guerrero feroz o farolero impar, logró figurar en el billete de 100 pesos y en miles de calles, avenidas, pueblos, ciudades y monumentos de la República Argentina. Y, a la vez, hacerse de la negra fama de genocida que hoy rodea al general tucumano.

En 1810 ya había comenzado la ‘araucanización de la pampa’

Vale apuntar que, en 1810, año del inicio del proceso de independencia de Argentina y de muchas otras naciones, había comenzado ya lo que se conoce como "araucanización de la pampa". Grandes poblaciones aborígenes chilenas, perseguidas por haber apoyado a los españoles en la guerra de la emancipación, o bien buscando un espacio más amplio para su desempeño económico, basado en la caza y la recolección, cruzaron los Andes buscando en las llanuras de la falda oriental sus presas de caza (el venado, el guanaco, el peludo, la vizcacha, la misma yegua) y disputaron estos territorios a los pampas argentinos y a los propios cristianos, que instalaban sus estancias fronterizas y desarrollaban sus sangrientas vaquerías. Los araucanos, raza militar de fuerte carácter, dotada de un lenguaje práctico, dominaron paulatinamente a las indiadas argentinas (tehuelches, querandíes y puelches) cuyas lenguas se consideran hoy desaparecidas. En el crisol de las llanuras y serranías se formaron nuevas agrupaciones, habitualmente con predominio araucano (la palabra "mapuche" empezó a usarse mucho más tarde) y potenciadas por nuevos recursos, todos provenientes de la conquista española: el caballo, la vaca, la oveja, el hierro (la moharra metálica, el cuchillo) más tarde el rémington.

La década de 1870 había sido tremenda en materia de malones indios

Conviene recordar que la Campaña al Desierto le valió a Roca un enorme prestigio en el campo argentino entre 1879 y 1880, gracias al cual llegó con facilidad a la presidencia de la nación. La década de 1870 había sido tremenda en materia de malones indios. El problema de las indiadas se había acentuado desde 1820 en adelante: las ciudades cristianas (Buenos Aires, Córdoba, Salta, Carmen de Patagones) eran islas en medio de un mar de lanzas. Tras la muerte del ministro de guerra Adolfo Alsina, en 1877, Roca se presentó ante el Senado de la Nación y expuso su plan de batalla con gran simpleza: "Necesito un año para planearlo y otro para realizarlo, dos años en total, a cuyo término los indios habrán sido absorbidos y asimilados por la civilización, pero para ello es necesario salir de la actitud defensiva de Alsina e ir a buscarlos a sus tolderías, hasta someterlos".

Conviene recordar algunos hechos, aunque sea investigándolos en Google, para no aburrirnos con largos libros. ¿Por qué pensar hoy en Roca? Porque en 2014 se cumplieron 130 años de la sanción de la Ley 1420 (conocida como de enseñanza laica, gratuita y obligatoria) y el primer centenario de la muerte de Roca, al que nosotros consideramos, modestamente, el gran estadista de nuestra historia.
Pero la fecha no obtuvo el recuerdo que se merecía. Efectivamente, fue Roca quien promulgó la gran ley de enseñanza laica, junto a su ministro de Justicia e Instrucción Pública, don Eduardo Wilde. Domingo F. Sarmiento militó, por así decirlo, como fogoso propagandista de la enseñanza pública. Algunos números: al comenzar el primer mandato de Roca, había 1214 escuelas públicas. Seis años después eran 1804. Las escuelas normales, en las que se formaban los maestros, pasaron de 10 a 17. Los alumnos, de 86.927 a 180.768. Docentes: de 1.915 a 5.348 en seis años. Con fuerte influencia de Sarmiento, en su segundo mandato propone un sesgo laboral en los estudios, al modo estadounidense: se crean escuelas de Artes y Oficios, de Agronomía y Veterinaria, de Ingenieros en Minería para San Juan, de Agricultura vinícola en Mendoza.

Roca fue el único presidente argentino que cumplió dos mandatos constitucionales (1880-1886 y 1898-1904) con doce años de intermedio. No intentó amañar la reelección mediante cadenas de amigos y socios para perdurar indefinidamente en el poder y los negocios.

Con Roca termina la guerra entre unitarios y federales: la ciudad de Buenos Aires queda federalizada y las rentas de la Aduana del Puerto (que eran el principal ingreso de aquel tiempo) se convierten en propiedad nacional, terminando así un conflicto de 70 años entre Capital e Interior.
Roca defendió el orden constitucional, incluso con las armas, pero buscando siempre la pacificación y la amnistía.

Roca reconoció lo obvio: la primera potencia del mundo no era otra que Inglaterra, y superaría por largos años a los Estados Unidos, España, Francia y Rusia. Se considera que el Reino Unido empezó a perder su preeminencia recién al fin de la Primera Guerra Mundial, con la construcción del Canal de Panamá. Esta novedad dejó fuera de juego a Buenos Aires, aliada de Gran Bretaña, como puerto de paso obligado en el cruce del Atlántico al Pacífico y viceversa. Los Estados Unidos se adueñaron de los mares.
 En el inolvidable 1880, Roca impulsó una útil asociación comercial con Londres, con una visión realista muy similar a la de Rosas en su tiempo. Por otra parte, el gobierno inglés había sido un discreto pero eficaz aliado de la Argentina, sobre todo desde enero de 1825, cuando Jorge IV reconoció nuestra independencia. El crecimiento logrado por el país en tiempos de Roca sólo puede compararse con el que hoy ostentan los Tigres asiáticos o la propia China.

Obra de Roca: a partir de 1881, no se discutieron ya territorios con Chile, sino sólo líneas divisorias. Cabe recordar que habíamos librado una guerra con el Brasil, cincuenta años antes de Roca: éste promueve un acercamiento que diluye los conflictos.

En su segunda presidencia, Roca crea el servicio militar obligatorio, para unir en la civilización a todos los jóvenes, criollos, indios y gringos, pues estos últimos empezaban a llegar. En este período se incorpora al Congreso el primer diputado socialista de América, don Alfredo Palacios.
Roca sostuvo un concepto estratégico del territorio nacional: ocupar la Patagonia hasta la Tierra del Fuego anulando de raíz cualquier reclamo territorial de Chile, integrar el país mediante una red ferroviaria -hoy destartalada-, resolver todo conflicto de límites y modernizar a la Nación para insertarla en el mundo.

 Roca sostuvo un concepto estratégico del territorio nacional 

El ex ministro del Interior de Roca, Joaquín V. González, presenta al Congreso el primer Código de Trabajo, muchas  de cuyas iniciativas serían plasmadas recién en la década de 1940 por el General Perón. Lo mismo puede decirse de las políticas de protección  industrial que Roca esbozó, y continuó su antiguo aliado, el presidente Carlos Pellegrini.

Todos los hombres de la Generación del 80 fueron aliados y adversarios en distintos tiempos
Una aclaración: todos los hombres de la Generación del 80, que convierten a la Argentina en la décima potencia mundial, quinta exportadora del globo y más alfabetizada que la mayoría de las naciones de Europa, fueron aliados y adversarios en distintos tiempos. Esto incluye al propio Roca,  y a Sarmiento, Mitre, Avellaneda, Alsina, Pellegrini.

Sobre la derrota militar y cultural de los indios araucanos, cabe señalar que la debacle había comenzado en tiempos de la Zanja de Alsina. Este foso, que cruzaba la provincia de Buenos Aires, dificultaba los grandes malones ya en 1877, y en especial trababa la retirada de los indios con su inmenso arreo de cautivas, caballos, ovejas y sobre todo ganado vacuno. La carne de yegua era el alimento favorito para la gente de las tolderías, mientras que las vacas (robadas por cientos de miles) permitían un fabuloso comercio de carnes en Chile, cruzando la cordillera tras una prudente invernada en Neuquén o en Choele-Choel. Volviendo a la zanja: en ella los malones se atascaban, pugnando por arrear océanos de cabezas de ganado. Esto daba tiempo a las tropas argentinas para alcanzarlos y sablearlos, recuperando lo robado. En tiempos de la Zanja de Alsina, diseñada por el ingeniero francés Alfred Ebelot (autor de Adolfo Alsina y la Ocupación del Desierto), los indios tuvieron que desplazarse hacia el sur y el oeste. Los productores agrarios ganaron vastas extensiones.

Ya se había librado, el 8 de marzo de 1872, la batalla de San Carlos (hoy Bolívar) donde el Ggeneral Ignacio Rivas vence al chileno Calfucurá, considerado el Napoleón de las Pampas, que muere al año siguiente: 4 de junio de 1873, en Chilihué. El nombre de este asentamiento significa "Pequeño Chile" y recordaba la querencia originaria de Piedra Azul y su gente. Durante aquel combate se movilizaron 3.600 lanceros argentinos y chilenos encabezados por Calfucurá, Reuquecurá, Mariano Rosas, Catricurá y Pincén. La muy cuestionada zanja, de 300 kilómetros, cavada en 1877 (aún se hallan algunos tramos en nuestro campo) dificultó los malones y, a la larga, generó escasez y hambruna en las tolderías.

Pampas y araucanos consideraban que la riqueza y los alimentos debían adquirirse virilmente, mediante la guerra y el pillaje, despreciando todo trabajo "de a pie", por ejemplo, la siembra. En San Carlos chocaron 3.600 lanceros indios contra otros tantos soldados argentinos, reforzados por la indiada amiga de Catriel. En aquel entonces comenzaba a manifestarse claramente, entre los indios, la separación de  argentinos  y chilenos. Se disolvía la gran Confederación Indígena de Salinas Grandes encabezada por Calfucurá, con perfiles de auténtico imperio, de allí que Piedra (Curá) Azul (Calfú) fuera conocido como el Napoleón de las Pampas.

En fin, no cabe duda de que aquello fue una guerra a muerte entre dos civilizaciones irreconciliables. No se trata de exculpar a Roca por una matanza. Más bien, la victoria fue el tramo final de una guerra de 300 años,  facilitada  por el hecho de que los indios se encontraban ya  desmoralizados… y con hambre. Enfrentaron al Ejército Argentino en un combate frontal, que no era su fuerte. Fueron derrotados y comenzó su declinación. Puede decirse que, cuando Roca realizó su famosa expedición al Río Negro, ya los encontró dispersos.

Roca tuvo un lema: "Paz y Administración".  Válido para todos los tiempos, incluso el actual.


** Por Rolando Hanglin