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sábado, 25 de octubre de 2014

¿QUE ES UN PERIÓDICO?


"¿Que es pues un periódico? Una mezquina hoja de papel, llena de retazos, obra sin capítulos, sin prólogo, atestada de bagatelas del momento. Se vende una casa. Se compra un criado. Se ha perdido un perro, y otras mil frioleras, que al día siguiente a nadie interesan. ¿Qué es un periódico? Examinadlo mejor. ¿Qué más contiene? Noticias de países desconocidos, lejanos, cuyos sucesos no pueden interesarnos. (...) Trozos de literatura, retazos de novelas. Decretos de gobierno. (...) Un periódico es el hombre. El ciudadano, la civilización, el cielo, la tierra, lo pasado, lo presente, los crímenes, las grandes acciones, la buena o la mala administración, las necesidades del individuo, la misión del gobierno, la historia contemporánea, la historia de todos los tiempos, el siglo presente, la humanidad en general, la medida de la civilización de un pueblo."  

D. F. Sarmiento, El Zonda Nº 4.

 


jueves, 22 de agosto de 2013

Un mundo de fantasía demasiado caro / por Julio Bárbaro




Somos testigos mudos de una guerra entre los medios del Estado y los privados. Un gobierno que llegó al poder y creció en prestigio sin necesitar oficialismos rentados giró 180 grados cuando comenzó a percibir las dificultades de su relación con la sociedad. Así, en lugar de asumir la autocrítica, prefirió echarle la culpa al mensajero y, bajo la supuesta voluntad de ampliar los actores de la comunicación, hizo que su mayoría parlamentaria votase una ley que impuso el avance de los medios oficialistas en todas las áreas. Un camino seguro para el error: canalizar una enorme masa de recursos hacia los medios propios y aliados, de manera tal que los críticos quedasen obligados a un debate con el ejército de leales pagos. Alguna vez en el futuro podremos tener una idea de las sumas de dinero que se gastaron en semejante engendro, e imaginar -por ejemplo- cuántas viviendas populares se podrían haber construido si no se hubiera decidido gastar esos fondos en voces de dudosa utilidad pública.
La creencia oficial parte de simplificaciones de dudoso tino: el veredicto de que todo lo que sobrevivió a la dictadura la integró, la teoría según la cual los medios privados imponen su ideología a la sociedad, la convicción de que los argentinos carecemos de capacidad crítica para opinar libremente.
Este absurdo se agiganta cuando el Gobierno se arroga el rótulo de peronista, cuando el movimiento que fundó Juan Domingo Perón nunca necesitó de una ley de medios para llegar o sostenerse en el poder. Sólo una inocente expresión del inconsciente puede permitirle al Gobierno esa usurpación de la historia de una fuerza ajena, a la que en realidad cuestiona, para hablar desde el eterno fracaso de las minorías que se creían lúcidas, pero jamás emergieron de las aguas de la derrota. Nunca esta sociedad se dejó llevar de las narices por nadie. Como todo en el capitalismo, los medios también tienden a la concentración y el Estado debe cumplir el papel de impedirlo o al menos de limitarlo con normas. Pero nunca pude involucrarse en el terreno de la comunicación como un simple competidor más. Y menos aún -como el gobierno actual- crear otra concentración exagerada. Ésta, al servicio del oficialismo, combina el control directo de los medios oficiales y el indirecto, por medio de empresarios subvencionados que no son sino sectores ligados al fracaso en el mundo privado, que se acercan al Estado para obtener de él, sin más trámites, los recursos que el resto consigue en la contienda por la audiencia.
Así se forja un mundo de fantasía que deriva recursos ilimitados al servicio de causas discutibles e inventa que el éxito privado encarna una traición a la pretendida ideología de la lealtad a un modelo que parasitan. Una figura que se autodenomina periodista -sólo porque escribe a pedido o se planta frente a un micrófono o a una cámara a repetir un discurso vacío para conformar a una audiencia casi inexistente- recibe fortunas del erario y sale a confrontar con otros que imponen su éxito de público y su prestigio social por sus propios valores. Estos subvencionados con fortunas públicas, como pierden en la guerra de las audiencias, se refugian de sus papelones en fanatismos inventados y animadversiones que, al no poder justificar, reemplazan por sentimientos como el odio. Este invento del oficialista rentado, además, sale caro: no se llena con poco los bolsillos personales de estos obsecuentes profesionales.
¡Qué interesante resulta observar que este esperpento, decidido a convertir en sostén ideológico una mezcla de resentimiento y fuertes ingresos, es el mismo que surgió ayer fruto de un triunfo democrático! Se vuelve difícil -si no imposible- hallarle sentido a esta convocatoria de minorías selectas por parte de un gobierno que supo obtener mayorías electorales.
Por haber sido parte de este proyecto, siento que sé dos cosas: la primera, que logró su éxito cuando obtuvo el consenso de los medios libres; la segunda, que inició su decadencia en el mismo momento en que canalizó los recursos públicos hacia la construcción de este tedioso universo de medios oficialistas, estatales o con disfraz de privados. Hemos podido mensurar el alejamiento de la audiencia de un medio en el momento mismo en que lo adquiere el imperio oficialista. Hemos acumulado ejemplos de medios inventados que, carentes de público, sólo se explican por los salarios y las ganancias que generan al privado en connivencia con Balcarce 50. Los fondos públicos se transforman en ganancias privadas, mientras muchos de los que pregonan la buena nueva de cuánto disminuyó el número de pobres según el Indec se terminan volviendo ricos.
El Estado ha apelado al resentimiento de los fracasados y a la codicia de los que nada tienen que perder: así gasta fortunas en la construcción de un presunto relato que otorga virtudes a una realidad que no las tiene tan a la vista. La dimensión de lo invertido alcanza tal magnitud que no resulta exagerado pensar que, de haberlo canalizado en la obra pública, habría gestado el anhelado triunfo electoral que los aplaudidores alejan.
El gobierno que venga deberá desarmar un complejo mundo de injusticias mediáticas. Acaso tengamos que agradecerle a esta vocinglería oficialista a sueldo que nos haya dado un empujón para terminar de rechazar al autoritarismo. El oficialismo logró un resultado electoral que ronda la mitad de los votos obtenidos en el sufragio anterior. Sus medios y sus pseudo pensadores realizan un esfuerzo denodado para explicar que el poder es eterno y la derrota dudosa y pasajera... sólo el autoritarismo puede figurarse que, si algo no le pertenece, ocupa el espacio del mal. Esa es la mirada que, en esencia, proyectan los medios oficialistas.
La Presidenta se sigue expresando como dueña única de la verdad. Más lo hace y más claro queda que los opositores ocupamos el amplio espacio de la democracia que urge recuperar: aquel en el que caben todos los que tienen o necesitan otras miradas, todos los que piensan de modo diferente.
Y cuando la Presidenta o sus sometidos expresan que la oposición se sostiene por la aplicación limitada de su ley de medios, nos dejan la idea de que para ellos sólo el mensaje presidencial y el discurso que le hace eco cuentan con el derecho a ser transmitidos. Mientras ellos sueñan que, de haberse impuesto la normativa en su totalidad, al Gobierno le habrían llovido los votos hasta la mayoría absoluta, otros creemos en el pueblo y sabemos que la democracia es una conciencia que los medios no pueden modificar, mucho menos cuando a demasiados los concentra un poder autoritario.

viernes, 2 de noviembre de 2012

La Ley de Medios debe garantizar la pluralidad de voces y no controlar los contenidos


Es nuestra obligación advertir que el Gobierno, dejando de lado el equilibrio y la independencia que debe existir entre los poderes del Estado, prefiere -cual jugador cegado por la ambición y el ánimo de ganar a toda costa- patear el tablero y quedarse con todas las fichas para así jugar solo y avanzar sobre todas las posiciones posibles. Aún sobre las que institucionalmente no le corresponde.

El periodismo está en riesgo. Su esencia es indagar los hechos en busca de la verdad. Su función es tener un enfoque crítico. Y esto siempre incomoda al poder de turno.

La libertad de pensar distinto y de poder expresar las opiniones divergentes en los medios de comunicación también están en riesgo.

Como bien señalara Albert Camus, "un periódico libre se mide tanto por lo que dice como por lo que no dice. Esta libertad negativa es, por lejos, la más importante de todas, si uno sabe mantenerla. Porque prepara la llegada de la verdadera libertad. En consecuencia, un periódico independiente da el origen de su información; ayuda al público a evaluarla; repudia las falsas propagandas; suprime las injurias; mitiga, mediante comentarios, la uniformidad de las noticias y, en suma, sirve a la verdad en la medida humana de sus fuerzas. Esta medida, por más relativa que sea, le permite al menos rechazar lo que ninguna fuerza en el mundo podría hacerle aceptar: servir a la mentira".

El ejercicio del periodismo refleja y estimula el pensamiento plural de una sociedad. Cada medio periodístico tiene su forma de mostrar los hechos en un contexto marcado por su línea editorial.
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Entendemos que es necesaria una ley de medios de comunicación. Pero como viene sucediendo en otros aspectos medulares y emblemáticos del país, en la elaboración de las nuevas normas se produce un notable divorcio entre los objetivos declamados, las formas arbitrarias de aplicación y los resultados finales.

Es evidente que, a tres años de su promulgación, esta nueva ley, lejos de haber generando diversidad y una regulación federal y plural, sólo abrió la puerta a la discrecionalidad, a la presión mediante amenazas y ataques sobre la tarea de los periodistas y de los medios y a la concentración del aparato propagandístico oficial.

Lo que anima al Gobierno no es la pluralidad de voces, sino el control de contenidos con comisarios políticos.

Algunos medios, entre ellos Clarín, han entendido que la aplicación de la ley de medios afecta sus derechos y es legítimo que hayan concurrido a la justicia para resolver la controversia. Deben ser los jueces probos quienes, con libertad, independencia de criterio y ajustándose a derecho, logren dirimir estas cuestiones ponderando todos los intereses en juego.

En este contexto los expertos en derecho constitucional indican que hay tres escenarios posibles respecto a lo que podría ocurrir el próximo 7 de diciembre: que antes de la fecha se dicte sentencia definitiva sobre el juicio de fondo; que se renueve la medida cautelar vigente en tanto y en cuanto existan nuevos elementos que la justifiquen o que se ordene el levantamiento de la cautelar que protege a Clarín y comience a contabilizarse el año que la ley prevé como plazo para que la empresa venda o negocie los medios que no se adecuan a los términos legales.

La aplicación de la ley de medios no afecta los intereses de la empresa que edita este diario. Pero no por ello debemos dejar de señalar que la implementación de algunas de sus disposiciones constituye un quiebre en el legitimo proceso de gestión de la libertad de expresión, la cual opera como un reaseguro para el disfrute de otros derechos civiles y políticos de los ciudadanos.

Contra el abuso de poder, nuestros lectores y la sociedad sólo pueden esperar que desde El Cronista Comercial continuemos haciendo lo que sabemos hacer: ejercer más y mejor periodismo. Con libertad y la responsabilidad indelegable de reconocer y asumir los eventuales errores.

Siempre con el objetivo de ofrecer una visión más completa, acabada y diversa de los hechos. Como hace 104 años.

  

domingo, 25 de julio de 2010

Primeras Noticias de la Argentina en la Prensa



Un estudio analiza publicaciones del siglo XIX, momento en el que surgía un periodismo que mezclaba a políticos con escritores y que era el germen de la opinión pública. La prensa pública y periódica tiene escasamente dos siglos, y no sabemos cuánto le queda: sus formas, códigos y contenidos cambian al ritmo de las innovaciones tecnológicas.


Pero sabemos que todo medio de comunicación define una intención y un público; por eso, estudiar un periódico es siempre asomarse a las tensiones y ejes conceptuales de una comunidad.
Si la investigación toma un período de tiempo, deberá dar cuenta de los cambios que se producen en la sociedad que genera ese medio, le da tema y lo consume.

El siglo XIX, período de conformación de la nación argentina, es un territorio fértil para mirar a través de la lupa de la prensa.
Un periodismo amateur en vías de profesionalización mezclaba a políticos con escritores e imprenteros, muchos de ellos inmigrantes, que fueron definiendo las parcialidades que conformarían el mosaico de la opinión pública.

Para alentar el estudio de este filón, y también para darle relieve y trascendencia a su rico acervo en publicaciones periódicas, la Biblioteca Nacional convocó en 2007 al concurso de becas de investigación "Mariano Moreno".

Tres de los trabajos seleccionados dan cuenta en este volumen de la enorme amplitud de la propuesta: la prensa del siglo XIX está lejos del cliché que podríamos imaginar. La proliferación de asociaciones civiles, así como el avance de la educación pública, ampliaron el alcance de los medios; más allá de algunos diarios como La Gazeta o La Prensa, muchos otros permanecen olvidados. En Prensa argentina siglo XIX. Imágenes, textos y contextos se compila un estudio sobre un periódico de la colectividad española, otro sobre prensa ilustrada y un tercero acerca de una publicación católica.

Marcelo Garabedian (Museo Roca) describe minuciosamente las condiciones de producción, los lineamientos ideológicos y las consiguientes intervenciones políticas de El Correo Español, el más importante órgano de prensa de la comunidad ibérica en Argentina en el siglo XIX, en pleno aluvión inmigratorio. Acorde con su tiempo, El Correo tuvo compromisos políticos claros: la defensa de la consolidación de la identidad española por sobre los regionalismos, pero también el apoyo a Bartolomé Mitre y sus ideas centralistas. A través de una lectura exhaustiva, Garabedian disecciona El Correo Español en pos de las visiones de la Argentina y el tipo de sociedad que el medio construye.

Sandra M. Szir (UBA) señala una obviedad muy poco notada: antes de que se dieran las condiciones técnicas de reproducción de imágenes, sólo veíamos la realidad inmediata. Para tener una idea de cómo es París, por ejemplo, era imprescindible viajar hasta allá, o al menos ver un cuadro original. Por eso, los primeros periódicos ilustrados fueron revolucionarios; crearon, en términos de la autora, el pasaje "de la cultura impresa a la cultura de lo visible", junto a una nueva generación de lectores. Si bien destaca que la primera publicación ilustrada de relevancia fue Caras y Caretas, a fines del siglo XIX, Szir indaga en sus precursoras, desde La Gaceta Mercantil, fundada en 1823. Subraya la relación entre los adelantos técnicos y los periodísticos, y rescata los nombres de cada máquina, tecnología e incluso algunos imprenteros. Según documenta, al principio, las ilustraciones eran copias de litografías europeas de paisajes o situaciones, como una suerte de "ventana al mundo" dirigida al novísimo "público en general". Recién El Mosquito, en 1863, publica imágenes locales, como políticos argentinos satirizados en forma de animales.

Poco después se imprimen las primeras escenas argentinas, retratos de militares, y finalmente la representación de la pampa asoma como paradigma del paisaje nacional, aun antes de ser consagrada por la literatura. Estas imágenes acompañaron desde el campo simbólico la consolidación del estado-nación mo-
derno.

Miranda Lida (Conicet) investiga las complejas relaciones entre prensa católica, Iglesia y nación en las páginas del olvidado periódico La América del Sud (1876-1880), que caracteriza como "algo más que un diario católico". Lida subraya su importancia como factor creador de comunidad, y señala que, lejos de depender del Arzobispado, estaba en estrecha relación con los pueblos de campaña y sus esfuerzos en pos del progreso. Se destaca la ausencia de conflicto entre progreso y moral religiosa; por el contrario, en las páginas del diario estas ideas se unen, y así la construcción de una parroquia es vista como un síntoma de desarrollo. El periódico sentó posición a favor de las autonomías municipales y la descentralización administrativa, ya que los municipios eran los encargados de sostener el culto a nivel local; y cada obra, cada puente y cada camino fueron celebrados.

 La América del Sud se vendía por suscripción; sus lectores eran a la vez su sustento económico y sus formadores de opinión y de agenda. La aparición de sus nombres en el periódico era un hecho legitimador de importancia, tanto para el suscriptor como para el medio; y los lectores, prefigurando el siglo XX, mostraban un respeto sacro por la hoja impresa. Hoy, cuando las figuras del autor, el lector y el público están en cuestión, estos tres trabajos iluminan desde una perspectiva con relieve histórico las relaciones nunca lineales entre prensa y sociedad.

Por: MARCELA BASCH


Fuente: http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2010/07/23/_-02205847