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lunes, 13 de marzo de 2023

1985: La parte de la película que omitieron….

A modo de historiador diletante, voy a mencionar dos hitos puntuales desde los cuales se tergiversó /reescribió a la carta, la historia en nuestro país.

En ambas sus promotores fueron dos ex. Presidentes: Bartolomé Mitre y Nestor K.

En 1857, don Bartolo poseedor de una voluminosa prosa marco por décadas a los hijos y entenados del país… A guisa de ejemplo para B.M., Rivadavia "fue el hombre civil más importante de Argentina" toda una definición ideológica que lo pintaba de cuerpo entero

El otro, Néstor K, en un acto desarrollado en la ESMA (24.03.2004) con familiares de las víctimas de la Dictadura; expresó "Vengo a pedir perdón de parte del Estado nacional por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia tantas atrocidades"   

La NEGACION a la política de DDHH desarrollada por el gobierno del Dr. Alfonsín (1983/89) Es lo más parecido a una IMPUDICIA …

La Administracion Alfonsín impulso la CONADEP una comisión creada en 1983 con el objetivo de investigar las violaciones de derechos humanos, particularmente la desaparición de personas, ocurridas durante el período del terrorismo de Estado en Argentina en las décadas de 1970 y 1980, llevadas a cabo por la dictadura cívico-militar autodenominada Proceso de Reorganización Nacional

El 15 de diciembre de 1983 mediante el Decreto N.º 158/83  Alfonsin ordenó someter a JUICIO sumario a nueve militares de las tres armas que integraron las Juntas que dirigieron el país desde el golpe militar del 24 de marzo de 1976, utilizando como base probatoria el informe NUNCA MÁS realizado por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas

De la lectura del párrafo precedente se infiere la trascendencia de la decisión política del gobierno post Dictadura, el enjuiciamiento pese a tantas adversidades de los crímenes del proceso de reorganización nacional, que solo una mirada maniquea pudo haber obviado con tanta liviandad.

Recordemos que en 1983 /85 las FFAA poseían un poder de fuego de los más calificados en América del Sur

Indudablemente al tríptico, Memoria. Verdad. Justicia debemos adicionarle HISTORIA…parafraseando al bardo rosarino "si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia: LA VERDADERA HISTORIA" 

Probablemente las amnesias mencionadas, obedezcan a un relato parcial e intencionado, tanto como la grotesca addenda al prólogo del NUNCA MAS

La aleccionadora película 1985, arrancó renga ad initio. El juicio a las Juntas  de alguna manera fue exitosamente posible por la detallada y completa y valiente labor cívica de la CONADEP; soslayada en el film, más allá que uno de sus productores manifestara que se trataba de una ficción.documental; no obstante es evidente la evitable disección mezquina acontecida en el largometraje.

Sirva, este escrito, como apunte para la reflexión y el debate….

viernes, 19 de junio de 2020

La Historiade Belgrano y de la Independencia Argentina


La Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina

La Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina es un libro de historia argentina escrito por Bartolomé Mitre. Es una biografía de Manuel Belgrano, pero ampliada a toda la Guerra de la Independencia Argentina, donde Belgrano estuvo involucrado

Esta es una edición  complementaria de la  anterior la Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana, y ambas integran los principales aportes historiográficos de Bartolomé Mitre. La decisión no es casual. Como señala Mitre en las páginas de este libro al comentar el encuentro de los dos próceres, es un espectáculo digno de la atención de la posteridad el momento en que dos hombres eminentes se encuentran en la historia a la sombra de una misma bandera. Tal sucedió con San Martín y Belgrano, los dos hombres verdaderamente grandes de la revolución argentina, y que merecen el título de fundadores de la independencia de su patria.

Historia de Belgrano y de la independencia Argentina / por Bartolomé Mitre



sábado, 21 de septiembre de 2019

EFEMERIDES : 21 de septiembre de 1843, CHILE usurpa el Estrecho de Magallanes



La traición de Sarmiento... (1811-1888)
En el año 1842 Domingo Faustino Sarmiento se halla exiliado (1) en Chile.  Tiene a su cargo la dirección de los periódicos del gobierno conservador y dictatorial de ese país.  Ese año, un norteamericano, que en ninguna forma es un simple marinero como se ha intentado presentarlo, se entrevista con Sarmiento.  El yanqui le sugiere a Sarmiento que abra una campaña en los periódicos para que Chile ocupe el Estrecho de Magallanes y las tierras adyacentes.
Sin duda llama la atención, aún del más inocente, que a un marinero, y yanqui además,  se le ocurra de buenas a primeras ir a proponer a Sarmiento, a quien no conoce, un asunto de esa gravedad y de esa índole.  El tal marinero –dijo llamarse Jorge Mebón, pero sólo Dios y quien lo mandara sabrían cuál era su verdadero nombre y su cualidad de agente- convence enseguida al sanjuanino.  Y caso curioso, inmediatamente el gobierno de Chile funda un periódico, “El Progreso”, confiándole a Sarmiento la dirección.  Y desde el primer número el periódico, por la pluma de Sarmiento, comienza una campaña tenaz para que Chile ocupe el Estrecho de Magallanes, lo que hoy es Punta Arenas (antes Puerto Hambre) y las tierras adyacentes.
En “El Progreso” Sarmiento explica de la siguiente forma el encuentro con el yanqui: “En 1842 se me presentó un pobre norteamericano casi desnudo, Jorge Mebón, marino, que había hecho la pesca de lobos marinos en el Estrecho de Magallanes, y con el ojo avezado del yanqui, había visto que podía navegarse el Estrecho por medio de vapores si una colonia de cristianos se establecía allí.  Este hombre me pedía el concurso de mi posición como escritor para incitar al gobierno de Chile a dar ese paso”.
Declara Sarmiento que a raíz de esa entrevista estudió el problema y viendo “la tentativa físicamente posible, inicié la redacción de “El Progreso” con una serie de estudios que hoy, después de ocho años, no son del todo estériles”. (2)
Es por demás curioso que a un simple marino, que por su trabajo y estado es más bien un simple marinero, pobre y casi desnudo, se le ocurra entrevistar al director del diario oficialista con la proposición de marras.  Lo más probable es que el tal yanqui haya sido un agente de una más alta calificación, lo que Sarmiento oculta.  Como oculta que “El Progreso” se fundó, por parte del gobierno de Chile, exclusivamente para que Sarmiento llevara a cabo la campaña de usurpación del territorio del Estrecho, que era argentino.  Y es así que el primer número del periódico se inicia con el primer artículo de Sarmiento sobre el asunto en cuestión, y con el último de los artículos deja de aparecer el periódico..  Esta tentativa de usurpación no era una iniciativa del yanqui, sino del propio gobierno de Chile, el que, sin saber qué sesgo tomaría el asunto, lo ocultaba tras la insinuación de Mebón, contando siempre con la colaboración y complicidad de Sarmiento.
El 11 de noviembre de 1842 se inicia la publicación de “El Progreso” con el primer artículo de Sarmiento sobre el Estrecho.  Y desde entonces, y casi a diario, el sanjuanino insiste con el mayor entusiasmo sosteniendo que ese paso y sus tierras adyacentes son chilenos, y que Chile debe ocuparlos y poblarlos.
 Y con ese propósito, el 28 de noviembre de ese año de 1842, Sarmiento publica el más contundente artículo en pro de su campaña, titulado “Navegación y Colonización del Estrecho de Magallanes”.
Al incitar una vez más al gobierno de Chile para que ocupe el Estrecho, Sarmiento hasta da la forma de hacerlo: “Pues que nada sería dar el primer paso, que es mandar al Estrecho algunas compañías de soldados y los víveres necesarios para su mantenimiento….”
“Para Chile basta en el asunto de que tratamos decir quiero, y el Estrecho de Magallanes se convierte en un foco de comercio, de civilización…”  “¿Quedan dudas después de todo lo que hemos dicho sobre la posibilidad de hacer segura la navegación del Estrecho y de establecer allí poblaciones chilenas?”.
“Creemos haber tomado cuanto estaba a nuestro alcance para ilustrar un asunto que de tanto interés nos parece para la prosperidad del país y su futuro engrandecimiento”. (3)  “Si no hemos logrado excitar el interés del público y de las autoridades, acháquese este defecto a nuestra inhabilidad y falta de luces.  Nuestras intenciones servirán de disculpa…”.
Destaquemos el carácter de la campaña de Sarmiento en esta cuestión.  En manera alguna es el de simple comentarista de un propósito del gobierno de Chile.  por el contrario, es el del periodista que incita, excita e insta al gobierno de Chile para que ocupe un territorio que pertenece a su patria.  Y lo hace no con un razonamiento frío, sino vehemente, apasionadamente, a pesar, o precisamente por eso, por tratarse de arrebatar un territorio a su propia patria.  Así debe haberle parecido, al ilustre recopilador de sus Obras Completas, cuando de éstas excluyó los artículos de “El Progreso”.
La ocupación del estrecho
Cumplida la primera parte de la campaña con los artículos de “El Progreso” escritos por Sarmiento, y vista ninguna reacción del gobierno de Buenos Aires, demasiado ocupado con el alzamiento de los unitarios y los conflictos con Inglaterra y Francia, el gobierno de Chile, creyó oportuno materializar los propósitos de la campaña.  Y a tal efecto envió una pequeña expedición armada al Estrecho, formando parte de la misma el yanqui Mebón.  Con fecha 21 de setiembre de 1843 esta expedición tomó posesión del Estrecho de Magallanes y tierras adyacentes, en nombre del gobierno de Chile.  la campaña iniciada por Sarmiento en contra de su patria tenía completo éxito.
A fin de darle mayor formalidad a la toma de posesión, operación propia y detalles formales cuando una nación se posesiona de un territorio que no le es propio, con lo cual Chile proclamaba la usurpación que llevaba a cabo, se labró la siguiente acta: “En cumplimiento de las órdenes del Gobierno Supremo, el día 21 de setiembre de 1843, el ciudadano capitán de fragata, graduado,  de la marina nacional, don Jorge Mebón, el naturalista prusiano voluntario, Don B. Philipi, y el sargento distinguido de artillería, don E. Pizarro, que actúa de secretario, con todas las formalidades de costumbre, tomamos posesión de los Estrechos de Magallanes y su territorio, en nombre de la República de Chile, a quien pertenece, conforme está declarado en el artículo 1º de su Constitución pública, y en el acto se afirmó la bandera nacional de la República con salva de 21 tiros de cañón.
 “Y en nombre de la República de Chile protesto del modo más solemne, cuantas veces haya lugar, contra cualquier poder que hoy, o en adelante, tratase de ocupar alguna parte de su territorio.
“Firmaron conmigo la presente acta el 21 de setiembre de 1843, 3º de la Presidencia del Excelentísimo señor general don M. Bulnes, Juan Guillermos, Manuel González Hidalgo, Bernardo Philipi, etc.”
Destaquemos una vez más el hecho de labrarse un acta de toma de posesión, a pesar de que en ella se diga que ese territorio pertenece a Chile.  ¿Hubiese labrado el gobierno de Chile un acta semejante si fundaba una colonia en las cercanías de Santiago, Valparaíso o Rancagua, por ejemplo, territorios indudablemente de su pertenencia?  En toda la historia de Chile no existe un acta semejante de la que comentamos.  Ello evidencia la seguridad que tenía Chile de que el Estrecho y sus tierras adyacentes no le pertenecían, ya que una acta semejante solamente se labra cuando se trata de la toma de posesión de un territorio ajeno, o de una tierra considerada “res nullius”, de nadie. (4)  Y en este caso, el acta en mención especifica que esos territorios pertenecen a Chile.  Si pertenecían a Chile, repitamos hasta el cansancio, no había por qué labrar el acta de toma de posesión.
La responsabilidad de Sarmiento
Lo grave de este asunto, del punto de vista del patriotismo, estriba en que quien incita e instiga al gobierno de Chile para que usurpe esos territorios no es un chileno, sino un argentino.  Que tal hecho lo hubiese promovido un chileno, o un ciudadano de cualquier país del mundo, menos de la Argentina, carecería para nosotros, argentinos, de la gravedad que tiene por haber sido consumado, y aún alabado de haberlo hecho, por un hijo de nuestro país.
El gobierno de Chile comprendió perfectamente este aspecto de la cuestión, y por ello hizo actuar como actores principales a dos extranjeros: el yanqui Mebón y el argentino Sarmiento.  Si la cuestión se presentaba, como se presentó muy luego, de alegar en el conflicto, Chile usaría como argumento efectista y de cierto peso que un argentino, y argentino de cierta calificación, como Sarmiento, era quien lo incitaba a la ocupación y quien argumentaba que esos territorios pertenecían a Chile.  La persistencia de Sarmiento a través de los años en su falaz argumentación daba aparentemente a Chile fuerza probatoria de su actitud.
Reacción de Rosas
Ante la reacción de Juan Manuel de Rosas, que protesta por la usurpación del Estrecho y sus tierras circunvecinas, Sarmiento se empecina en la posición contraria a la Argentina.
Pero no es sólo la cuestión del Estrecho lo que molesta a Rosas, sino toda la campaña que la Comisión Argentina desarrolla en Chile en contra del gobierno de la Confederación, si bien Sarmiento es quien más se destaca en esa campaña antiargentina.  Con el fin de contrarrestarla, Rosas funda en Mendoza una revista muy bien presentada “La Ilustración Argentina”, a cargo de Juan Llerena y Bernardo de Irigoyen.  Y es el joven Irigoyen quien, al tratar la acción de Sarmiento en Chile y su participación en la usurpación del estrecho, lo llama traidor.
El calificativo es incisivo para Sarmiento.  Siente su aguijón.  La palabra traidor lo mortifica y la ha de recordar toda su vida.  Tal vez tiene conciencia de la verdad que encierra.  Pero por el momento no piensa amainar en su actitud.  Y con la mayor Arrogancia, escribe: “Pero para Chile, para los argentinos y para mi, bástenos la seguridad de que ni sombra de pretexto de controversia le queda (por el asunto del Estrecho) con los documentos y razones que dejo colacionados”.  Ya veremos cómo el tiempo lo convencerá del error de esas palabras.
La retracción de Sarmiento
Con la caída de Rosas, Sarmiento vuelve al país.  Al parecer ya no se siente chileno.  Y como argentino emprende su gran campaña para ascender políticamente.  Se radica en Buenos Aires, donde gobiernan sus correligionarios políticos y sus cofrades masones.  Y con el tiempo, políticamente llegará a Presidente de la República.  Y como masón, al grado máximo: gran maestre.
Pero la política tiene sus encontronazos representados por contrarios, aún dentro del mismo partido, rivales, y toda una gama de antagonismos.  Y uno de estos rivales, o contrarios, es nada menos que el general Bartolomé Mitre.  Y don Bartola, con el prestigio que le da su militancia en el liberalismo triunfante, escribe en su diario “La Nación Argentina”, ocho días antes de que Sarmiento cruce su pecho con la banda presidencial: “Ud. ha sostenido en Chile contra su patria los pretendidos derechos de un país extranjero para despojarla de su territorio… No creo que haya ningún hombre, cualquiera sea su nacionalidad, que intente justificar al señor Sarmiento, pues, hasta hoy todos los pueblos del mundo han condenado del modo más terrible al que atenta contra la integridad del territorio de su país en beneficio de un gobierno extranjero”.
Y dos días después, “La Nación Argentina” vuelve al ataque: “Sarmiento ha sido el abogado de un gobierno extranjero contra su propio país.  El ha sugerido, ha propagado y ha hecho triunfar la idea de hacer despojar a la República Argentina de su territorio.  El inició en la prensa la tarea de probar que no pertenecían a la República Argentina, sino a Chile, los territorios de la Patagonia”.
Era el 6 de octubre de 1868.  Seis días después, Sarmiento sería el Presidente de la República.  Natural que tuviese periodistas amigos y además partidarios.  Y sino, allí está su casi suegro (5), el doctor Dalmacio Vélez Sarsfield, con “El Nacional”.  Y en este diario se intenta una defensa que es toda una confesión de culpa, ya que tal defensa sostiene que al aconsejar tal medida (6) Sarmiento lo hizo para atacar a Rosas.  Certeramente, como una estocada a fondo, Mitre, desde “La Nación Argentina”, responde: “El aconsejar a los gobiernos extranjeros que le arrebaten a la patria sus territorios, ¿es atacar a Rosas o la República Argentina? ¿Son acaso de Rosas las tierras magallánicas o de la República Argentina?
Como se ve, en la defensa de Sarmiento no se trata de reafirmar la tesis de Sarmiento, sino de justificarla diciendo que era para atacar a Rosas.  Si en esos momentos, octubre de 1868, y ya Sarmiento en Buenos Aires y próximo a asumir la primera magistratura del país, no se anima nadie, ni el mismo Sarmiento, a sostener los mismos principios sostenidos en 1843 y 1849, ello significa paladinamente el reconocimiento de que aquellos principios, aquella tesis, eran falsas, porque de ninguna manera se puede aceptar como justificación de la instigación para que Chile se apoderase de parte del territorio argentino, que con ello se perjudicaba a Rosas.  Mitre, en su respuesta, está en lo exacto: “El Estrecho y sus tierras adyacentes no eran de Rosas, sino de la República Argentina”.
Si en esta ocasión, año 1868,  se hubiese creído que eran justos los argumentos de Sarmiento, esgrimidos el año 1843 y el año 1849, se habría sustentado francamente.  En cambio, convencidos Sarmiento y sus partidarios de lo falso de aquellos argumentos, optan por la excusa de que sólo se buscaba perjudicar a Rosas, confesión, repetimos, la más paladina, del mal paso dado por Sarmiento y que provocará la calificación de traidor por parte de Bernardo de Irigoyen, y que ahora, en cierta forma repite Mitre desde las columnas de “La Nación Argentina”.
Pero el asunto de la recriminación a Sarmiento por su ingrata intervención en la usurpación del Estrecho de Magallanes no para allí.  Luego de una pausa, se reanuda en 1873.  Y se explica.  Los chilenos al ver en la presidencia de la República Argentina al hombre que sostuvo ardientemente en la prensa chilena que el Estrecho de Magallanes, sus tierras adyacentes, y la Patagonia eran chilenas, se apresuraron a reavivar el asunto.  Y reclamaron la Patagonia.
Volvió Sarmiento a no tener argumentos para defenderse de la acusación que ahora se le hacía.  Muchas son las voces que lo acusan y acosan.  En Chile, el pueblo se enardece con la cuestión, y hay manifestaciones tumultuosas contra la Argentina y contra Sarmiento.  Y tan grave llega a ser la situación, que Sarmiento habla de renunciar a su cargo.
En Chile es embajador argentino don Félix Frías, antiguo unitario.  Inicia con Sarmiento una correspondencia, a veces oficial y a veces privada.  Frías, con gran entereza, le informa a Sarmiento cuanto ocurre en Chile.  Allá se recuerdan y se releen los artículos de Sarmiento en “El Progreso” y en “La Crónica”.  No hay excusa ni desmentido posible.  Esos mismos artículos se releen también en Buenos Aires por parte de sus contrarios, que son todos altos personajes: Mitre, Rawson, Oroño, Torrens, José Hernández, Navarro Viola…  La calidad de estos opositores que lo critican públicamente, lo anonada por momentos.  Pero sin argumento, sin justificación a su instigación ante el gobierno de Chile, busca una excusa, una coartada, que no es más que una declaración de culpabilidad.  Así es que escribe a Frías el 20 de mayo de 1873: “Los escritos anónimos de un diario chileno que se proponían ser útiles (a Chile) y cuya redacción se atribuye a un joven (7) emigrado argentino, hoy presidente de esta república (no pueden utilizarse) para comprometer (en su cargo, ni se debe) suponer que al Jefe de un Estado lo ligan ideas que pertenecieron a otro país…  Es verdad que un diario (de Chile) sostuvo estas ideas, pero ellas no llevan nombre de autor.  Yo, López (Vicente Fidel) y Vial redactábamos el diario.  Eran anónimos los artículos y no pueden citarse como doctrina de autor aquellas que no llevan su nombre.  Todo argumento sacado de allí contra mí es simplemente contra un diario chileno”.
Jamás una retracción tuvo argumento semejante.  Sarmiento, siempre había reconocido como suyos aquellos artículos.  Más aún, se había envanecido por ellos.  Acorralado, sin poder justificarse, acordándose del calificativo de traidor que le aplicó Bernardo de Irigoyen desde “La Ilustración Argentina”, opta por un argumento, el más pueril y ridículo: los artículos eran anónimos; se atribuyeron a un “joven argentino” que ahora es presidente de la Nación Argentina, pero aunque aquel joven es la misma persona que el hoy presidente de la Argentina, no se le pueden imputar como propios, porque serían dos cosas distintas, sin continuidad.  Además, dice, “El Progreso” o “La Crónica” no eran redactados exclusivamente por él, sino por dos argentinos más.  Y trata de descargar su culpa, su traición, en los demás.  O por lo menos, de repartirlas con ellos.
La culpa, pues, la traición a la patria, está probada.  Y probada por él mismo, por Sarmiento.  Y tanta es su desesperación que le pide al embajador Frías que lo defienda de sus enemigos y que no muestre sus cartas privadas a nadie.  El hombre reconoce que no tiene defensa.
 Sin explicación lógica y razonable, la actitud de Sarmiento en esta desgraciada cuestión tiene una sola explicación: su falta de sentimiento patrio.  Por eso después de Arroyo Grande, renuncia a su nacionalidad argentina y adopta la chilena, y por eso cuando los ingleses se apoderan de las Malvinas, escribe en “El Progreso” el 28 de noviembre de 1842: La Inglaterra se estaciona en las Malvinas para ventilar después el derecho que para ello tenga… Seamos francos; su invasión es útil a la civilización y al progreso”.  Fue el único argentino que aprobó la usurpación de las Malvinas.
El reconocimiento del error
 Promediando el año 1878, la cuestión se revivió de nuevo.  Y con tal motivo salieron a relucir documentos sobre la cuestión, muchos de ellos que habían estado en poder del ministro de Rosas, F. Arana, y que luego pasaron a manos del Dr. Dalmacio Vélez Sarsfield, en su calidad de principal asesor jurídico del Ilustre Restaurados y ferviente rosista.
Caído el gobierno de Rosas, esos documentos quedaron en poder de Vélez Sarsfield y al fallecimiento de éste en 1875, volvieron al Archivo Nacional, cuyo director, Carlos Guido y Spano, los dio a conocer públicamente.  Esos documentos, como lo sabían Rosas y Arana, probaban fehacientemente, como prueban, que el Estrecho de Magallanes y sus tierras adyacentes eran y debieran ser argentinos, como pertenecientes al Virreinato del Río de la Plata.
Ante su conocimiento público, Sarmiento, ya más acorralado que nunca, tuvo que hacer público su error, su culpa, o su traición a la patria, como lo calificaba Bernardo de Irigoyen.  Y así, el 19 de julio de 1878 publica en “El Nacional”: “En este estado de cosas la cuestión de Magallanes recibe una solución inesperada.  Hemos hecho notar antes que la Cédula de erección del Virreinato sólo habla de resistir a portugueses que invadan la Banda Oriental del Río de la Plata, y de pocos documentos se deduce la vigilancia al Estrecho de Magallanes confiada a esa repartición.
“El doctor Wappaus de Gottinga, examinando los documentos presentados por ambos países, encontraba que hacían falta piezas directas para establecer la adjudicación del Estrecho y tierra adentro como jurisdicción argentina.  Pero registrado el archivo del Virreinato que está en poder del Gobierno de la Provincia y no de la Nación como debiera, creemos que su bibliotecario, el señor Guido, se encontró con bastos portafolios de documentos de la administración colonial del Estrecho y costas patagónicas, y entre millares de piezas, las notas del Capitán General de Chile y otras en que declaran como cosa corriente y sabida que el Estrecho pertenece al Virreinato de Buenos Aires”.
“Sucedió, pues, que después de erigida esta nueva administración, por requerirla la importancia comercial que tomaban estos dominios del extremo sur de la América, que los ingleses aparecieron por las islas que llamaron Falckland, las Malvinas, y desde entonces el gobierno de España confió necesariamente la guarda y jurisdicción de las costas patagónicas y vigilancia del Estrecho de Magallanes al Gobierno que estuviese más a mano para prevenir un desembarco que no estaría el Virrey del Perú.
“Concíbese así, porque hay tan voluminosa masa de documentos sobre expediciones a Magallanes de los buques del Virreinato que tenía su estadía en Montevideo, plaza fortificada y puerto de mar.
“En presencia de tales documentos no hay cuestión posible, porque ha desaparecido toda duda sobre la jurisdicción a que correspondía el Estrecho hasta 1810, puesto que Chile responde por boca del capitán general O`Higgins (viejo) que pertenecía al Virreinato (de Buenos Aires) y como tal daba avisos de movimientos y rumores de ingleses que llegaban por allá a su noticia y comunicaba al gobierno respectivo.
 “Convendráse también por esta exposición que también la República Argentina ha obtenido el año pasado (8) documentos claros, fehacientes de su derecho, razón que debe hacernos menos severos para juzgar la política chilena, que al principio creía de buena fe en su derecho al Estrecho, que la ambigüedad de los términos del traspaso de Cuyo al Virreinato autorizaba por lo menos una honrada gestión; y que sólo ha declinado de estas buenas cualidades, cuando la malhadada constitución de palabras, Patagonia y Magallanes, vino a perturbar los ánimos y a cambiar la faz de la cuestión”.
Esta vez, ya no en carta confidencial u oficial a Félix Frías, sino públicamente reconoce Sarmiento “su error”, que Bernardo de Irigoyen calificó de traición a la patria.  El mismo ice que en presencia de los documentos dados a conocer por el bibliotecario Guido Spano, “no hay cuestión posible”, para agregar que a todas luces el Estrecho y sus tierras adyacentes fueron pertenencia del Virreinato del Río de la Plata.  Con todo, quiere achacar la usurpación del Estrecho al gobierno de Chile exclusivamente, callando la participación culpable que él tuvo, cuando dice: “razón que debe hacernos menos severos para juzgar la política chilena”.  No, si la acusación que han hecho Bernardo de Irigoyen, Bartolomé Mitre y numerosas personalidades políticas argentinas, no es a la política chilena, sino a él, al argentino don Domingo Faustino Sarmiento, por su empeño tenaz en que el Estrecho fuera ocupado por Chile.  Y más aún, todavía quiere defender la actitud de Chile al decir: “que al principio (Chile) creía de buena fe en su derecho al Estrecho”.  No, otra vez; quien creía, y no de buena fe, de que el Estrecho era de Chile, era él, Sarmiento.  No hubo tampoco equívoco en las palabras Patagonia y Magallanes.  La intención de usurpar fue clarísima, con buen distingo de lo que era Magallanes y lo que era Patagonia.
Referencias
(1) Ricardo Rojas en su Historia de la literatura argentina llama a Sarmiento y demás exiliados “los proscriptos”.  El calificativo, con propósitos enaltecedores, es injustificado.  Los tales eran simplemente exiliados, alejados del país voluntariamente.  Proscripto se es cuando a uno se lo echa del país.  Sarmiento y sus compañeros no fueron echados: se fueron voluntariamente.
(2) Como muy bien lo destaca Ricardo Font Ezcurra en su libro La Unidad Nacional (Ediciones Teoría, 1963), estos artículos de “El Progreso” no figuran en las Obras Completas de Sarmiento.  El recopilador, hallándolos tan antiargentinos, sin duda por ello lo omitió, alegando que no pudo hallar la colección de dicho diario.
(3) Engrandecimiento y prosperidad de Chile, desde luego.
(4) Existe una teoría jurídica internacional aceptada que exime a la tierra de la calificación de “res nullius”; no obstante, los gobiernos, cuando les conviene, hacen caso omiso de la misma.
(5) Sarmiento frecuentaba una hija casada de Dalmacio Vélez Sarsfield, llamada Aurelia.
(6) La usurpación del Estrecho de Magallanes.
(7) Lo de joven es muy relativo.  Sarmiento tenía en 1849, año de sus artículos en “La Crónica”, 38 años.  Hombre maduro.
(8) Como observa muy bien Font Ezcurra, esos documentos ya eran conocidos con anterioridad.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
De Paoli, Pedro – Sarmiento y la usurpación del Estrecho de Magallanes – Ed. Teoría – Buenos Aires (1968)
Portal REVISIONISTAS .COM


lunes, 14 de noviembre de 2011

El Coronel Felipe Varela y Paraguay / por José María Rosa




Por José María Rosa, ABC-Color, Paraguay (1974)


El gobierno de Catamarca ha dispuesto la repatriación de los restos de Felipe Varela hasta ahora en el cementerio chileno de Ñantoco, cerca de Copiapó, y hoy 10 de febrero serán llevados con gran ceremonia al túmulo erigido en Catamarca.

Me parece que pocos conocen en Paraguay la historia de Felipe Varela, el Quijote de los Andes, que luchó en 1867 en el noroeste argentino por la misma causa que el mariscal Francisco Solano López, y muriera en el exilio, la miseria y la execración. En homenaje al legendario guerrero de los Andes y su "Guerra de Unión Americana" escribo estas líneas.


REPERCUSIÓN DE CURUPAYTY EN LA ARGENTINA

La noticia del desastre del 22 de setiembre de 1866 corrió con velocidad por la Argentina. Pese a la tergiversación del parte oficial y ocultamiento del número de bajas aliadas, todos leyeron entre líneas la magnitud del desastre.

Pasó entonces algo que puede parecer asombroso a algunos, porque Curupayty fue una derrota argentina y la sangre derramada era de hermanos y aliados. Sólo La Nación Argentina (el diario de Mitre) y algún otro de su tendencia, sintieron Curupayty como una derrota. Casi todos se alegraron de la derrota mitrista, y algunos aplaudieron francamente el triunfo del Paraguay. A la expresión traidores que les arrojó el gobierno (clausurando esa prensa y encarcelando a sus redactores) contestaron que la traición "a América" estaba, ante todo, en quienes combatían al Paraguay. Navarro Viola edita Atrás el Imperio, Guido y Spano juzga en El Gobierno y la Alianza que "la alianza es de los gobiernos y no de los pueblos", Olegario V. Andrade escribe Las dos políticas. Y en un folleto anónimo (tal vez de Juan José Soto) se ponen los Ministerios de la Alianza al alcance de los Pueblos. Todo eso pese al estado policial impuesto por el gobierno: en enero de 1867, el reaparecido Eco de Entre Ríos – periódico de Paraná – elogia la promoción a general paraguayo del joven santafesino Telmo López, que desde la invasión de Flores al Uruguay combatía en "las filas americanistas". Estamos seguros - transcribo el Eco – que Telmo López, ese hermano en Dios y en la democracia, en el elevado puesto que hoy ocupa sabe colocarse a la altura de sus antecedentes y corresponder con brillo a la confianza del pueblo paraguayo y a las legítimas esperanzas que los amigos tenemos en él. ¡Fe y adelante, joven guerrero!. Que el día del triunfo del Paraguay no está lejano, y la hora de la redención de nuestra patria argentina se acerca".



Día del triunfo, hora de la redención, hermano en Dios y en la democracia... ¿Éramos aliados o enemigos del Paraguay?. Rawson, ministro del Interior de Mitre, ordena nuevamente el cierre del Eco y también de otros cuatro periódicos por "tomar una dirección incompatible con el orden nacional, y con los deberes que al gobierno nacional incumben en épocas como la presente".

Pero la Argentina parece desbordarse. El 9 de noviembre el contingente ("voluntarios" llevados con maneas al frente de guerra) reclutado para cubrir las bajas de Curupayty, se subleva en Mendoza con el grito ¡Viva la patria!, ¡Vivan nuestros hermanos paraguayos!. Los gendarmes que el gobernador Videla manda a contenerlos se unen a los sublevados, abren las puertas de la cárcel a algunos periodistas presos por "paraguayistas" y se hacen dueños de la ciudad. El gobernador escapa con premura. Será la revolución de los colorados, la primera de una serie que agitará el noroeste. A poco, el sanjuanino Juan de Dios Videla se lanza sobre su provincia; en enero de 1867 el puntano Juan Sáa (el valeroso Lanza Seca) levanta San Luis y se impone a la caballería de línea con la que el general Paunero trata inutilmente de contenerlo. El famoso guerrillero de Chilecito, Aurelio Salazar escapa de la cárcel de Córdoba y levanta los gauchos de los llanos (La Rioja), la tierra de Facundo Quiroga y el chacho Peñaloza, para entrar en triunfo en la capital de su provincia.

La reacción por Curupayty se deja sentir en todas partes en ese verano de 1867. Alarmado, el vicepresidente Marcos Paz al frente de la administración por ausencia de Mitre, escribe a este que "el incendio parece contagiarse a la República integra". Mitre desprende lo mejor de sus tropas. Pero no bastan, y el 9 de febrero – en parte, justicia es decirlo, incitado por sus aliados brasileños que desean alejarlo del frente paraguayo – deja el campamento de Tuyuti y regresa a la Argentina.


EL QUIJOTE DE LOS ANDES

Es ahora que hace su aparición en la historia Argentina el coronel Felipe Varela. Alto, enjuto, de mirada penetrante y severa prestancia, Varela conservaba el tipo del antiguo hidalgo castellano, como es común entre los estancieros del noroeste argentino. Pero este catamarqueño se parecía a Don Quijote en algo más que la apariencia física. Era capaz de dejar todo: la estancia, el ama, la sobrina, los consejos prudentes del cura y razonamientos cuerdos del barbero, para echarse al campo con el lanzón en la mano y el yelmo de Mabrino en la cabeza, por una causa que considerase justa. - Aunque fuera una locura.

Fue lo que hizo en 1866, frisando en los cincuenta años, edad de ensueños y caballerías. Pero a diferencia de su tatarabuelo manchego, el Quijote de los Andes no tendría la sola ayuda de su escudero Sancho en la empresa de abatir endriagos y redimir causas nobles. Todo un pueblo lo seguiría.


Varela era estanciero en Guandacol y coronel de la Nación con despachos firmados por Urquiza. Por quedarse con el Chacho Peñaloza (también general de la Nación) se lo había borrado del cuadro de jefes. No se le importó: siguió con la causa que entendía nacional, aunque los periódicos mitristas lo llamaran "bandolero" como a Peñaloza.

La muerte del Chacho lo arrojó al exilio, en Chile. Allí asistió dolido a la iniciación de la guerra de la Triple Alianza y palpó en las cartas recibidas de su tierra su impopularidad. Le ocurrió algo más: presenció el bombardeo de Valparaíso por el almirante español Méndez Núñez. enterándose con indignación que Mitre se negaba a apoyar a Chile y Perú en el ataque de la escuadra. Si no le bastara la evidencia de la guerra contra Paraguay, ahí estaba la prueba del antiamericanismo del gobierno de su país. Cuando llegó a saber en 1866 el texto del Tratado de Alianza (revelado desde Londres), no lo pensó dos veces. Dio orden que vendieran su estancia y con el producto compró unos fusiles Enfield y dos cañoncitos (los bocones los llamará) del deshecho militar chileno. Equipó con ellos unos cuantos exiliados argentinos, federales como él, esperando el buen tiempo para atravesar la cordillera. Cuando esta se hizo practicable, al principio del verano, la noticia de Curupayty sacudía a todo el país. ¡Ah! Olvidaba: también gastó su dinero en una banda de musicantes para amenizar el cruce de la cordillera y las cargas futuras de su "ejercito". Esa banda crearía la zamba, canción de la "Unión Americana" en sus entreveros, y la más popular de las músicas del Noroeste argentino.

A mediados, de enero está en Jáchal, provincia de San Juan, que será el centro de sus operaciones. La noticia del arribo del coronel con dos batallones de cien plazas, sus bocones y su banda de música corrió con el rayo por los contrafuertes andinos. Cientos y cientos de gauchos de San Juan, La Rioja, Catamarca, Mendoza, San Luis y Córdoba, sacaron de su escondite la lanza de los tiempos del Chacho, custodiada como una reliquia ensillaron el mejor caballo y con otro de la brida fueron hacia Jáchal. A los quince días de llegado, el "ejército" del Coronel tenía más de 4.000 plazas. Por las tardes, Varela les leía la Proclama que había ordenado repartir por toda la Republica:

.."¡Argentinos! El pabellón de Mayo, que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las manos ineptas y febrinas de Mitre, ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyutí. Curuzú y Curupayty. Nuestra Nación, tan grande en poder, tan feliz en antecedentes, tan rica en porvenir, tan engalanada en gloria, ha sido humillada como una esclava quedando empeñada en más de cien millones y comprometido su alto nombre y sus grandes destinos por el bárbaro capricho de aquel mismo porteño que después de la derrota de Cepeda, lagrimeando juró respetarla.

¡Basta de victimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin corazón, sin conciencia!. ¡Cincuenta mil víctimas inmoladas sin causa justificada dan testimonio flagrante de la triste situación que atravesamos!
¡Abajo los infractores de la ley! ¡Abajo los traidores de la Patria! ¡Abajo los mercaderes de las cruces de Uruguayana, al precio del oro, las lagrimas y la sangre paraguaya, argentina y oriental!.

Nuestro programa es la práctica estricta de la Constitución, la paz y la amistad con el Paraguay y la Unión con las demás repúblicas americanas.

¡Compatriotas! Al campo de la lid os invita a recoger los laureles del triunfo o de la muerte, vuestro jefe y amigo.

CORONEL FELIPE VARELA".


Por todos los pueblos del oeste debió correr la cuarteta recogida por Antonio Carrizo en su Cancionero de La Rioja:
Ver o descargar Diario del Bicentenario

Año 1867

De Chile llegó Varela,

Y vino a su Patria hermosa.

Aquí ha de morir peleando

por el Chacho Peñaloza.



O aquella otra :



Viva el Coronel Varela

por ser un Jefe de honor!

Que vivan sus oficiales!

Viva la Federación!


Y esta:


La República Argentina

siempre ha sido hostilizada,

porque quienes gobernaban

con mala fe caminaban.

Ahora que viene encima

levantada su bandera,

la gloria y la primavera

florecen por sus caminos,

gritemos los argentinos:

¡Viva el Coronel Varela!.


No hay uniformes, ni falta que hacen. La camiseta de friza colorada, el color de la Federación es distintivo suficiente; un sombrero de panza de burro adornado con ancha divisa roja : "Federación o Muerte". ¡Viva la Unión Americana! ¡Mueran los negreros traidores a la patria!" protege del sol de la pre cordillera. A veces le divisa se ciñe como una vincha sobre la frente, no dejando que la tupida melena caiga sobre los ojos.



No habrá armas, ni uniformes, pero no faltan los servicios esenciales. Al rancho lo preparan mujeres que llegan de todo el Noroeste al llamado del caudillo: acompañarían al "ejército" en toda la patriada; harán de enfermeras, amantes y si las cosas aprietan, cargaran las lanzas porque tienen fuertes los brazos y templado el ánimo.

Y, ¡cosa notable!, hay disciplina. ¡El coronel Varela es inflexible con eso! Un soldado de la Unión Americana debe ser ejemplo de humanidad, buen comportamiento y obediencia. Pasada la guerra, los "nacionales" (el ejército mitrista) buscarían pruebas de atropellos de "esos bandidos". No pudieron encontrarlas, ni siquiera inventarlas con medianos visos de verosimilitud: el "sumario" por la toma de Salta el 10 de octubre de 1867, analizado por los historiadores serios, solo mostró un tejido de fábulas.


FRANCISCO CLAVERO

En Jáchal se adiestra el "ejército" y preparan sus oficiales, cuyos nombres persisten como leyendas en el Noroeste: Guayama, Elizondo, Chumbita, Videla, Medina, Angel, Salazar; mineros de las faldas de Famatima o estancieros de Los Llanos los más de ellos.


Un día llega a los fogones de Jáchal nada menos que Francisco Clavero, a quien se tenía por muerto desde las guerras del Chacho cuatro años atrás. Antiguo granadero de San Martín en Chile y el Perú, era sargento al concluir la guerra de la Independencia.

Integrará bajo Rosas las guarniciones de fronteras donde su coraje y comportamiento lo hacen Mayor. Don Juan Manuel lo llevará mas tarde al Regimiento Escolta con el grado de teniente coronel. Asiste a la batalla de Caseros – del lado argentino – y será con el coronel Chilavert el último en batirse contra la división brasileña del Marqués de Souza. Urquiza, que prefería rodearse de federales que de unitarios, no admite su solicitud de baja y en 1853 estará a su lado en el sitio de Buenos Aires. Con las charreteras de coronel, dadas por Urquiza, combate en el Pocito contra los "salvajes unitarios" y fusilará al gobernador Aberastain después de la batalla. Cuando llegan las horas tristes de Pavón debe escapar a Chile perseguido por la ira de Sarmiento, pero vuelve para ponerse a las órdenes del Chacho. Herido gravemente en Caucete, cae en poder de los "nacionales" que lo han condenado a muerte y tienen pregonada su cabeza. Sarmiento, Director de la Guerra, ordena su fusilamiento, que no llega a cumplirse por uno de esos imponderables que tiene la guerra: un jefe "nacional" cuyo nombre no se ha conservado, compadecido de Clavero, lo remite con nombre supuesto, entre los heridos nacionales al Hospital de Hombres de Buenos Aires e informa al implacable Director de la Guerra que la sentencia "debe haberse ejecutado" porque el coronel "no se encuentra entre los prisioneros".


Un milagro de su físico y de la incipiente cirugía, le salva la vida en el hospital. No obstante faltarle un brazo y tener un parche de gutapercha en la bóveda craneana, abandona el Hospital cuando llegan a Buenos Aires las noticias del levantamiento del Noroeste. El viejo sargento de San Martín consigue llegar al campamento de Varela, donde todos lo tenían por muerto; se dice que, sin darse a conocer de la tropa – donde su nombre tenía repercusión de leyenda – se acercó a un fogón, tomó una guitarra y punteando con su única mano cantó:


"Dicen que Clavero ha muerto,

Y en San Juan es sepultado.

No lo lloren a Clavero,

Clavero ha resucitado".


El entusiasmo de los montoneros fue estruendoso, tanto que sus ecos retumbaron en Buenos Aires donde los diarios se preguntaban por qué no se cumplió la sentencia contra el coronel federal, y quién era responsable por no haberlo hecho. La noticia de la resurrección de Clavero llegó hasta Inglaterra donde Rosas, viejo y pobre pero nunca amargado ni ausente de lo que ocurría en su patria, seguía con atención la "guerra de los salvajes unitarios contra el Paraguay" y llegó a esperar que a los compases de la zamba de Varela fuera realidad la unión de los pueblos hispánicos "contra los enemigos de la Causa Americana". El 7 de marzo de 1867 escribe a su corresponsal y amiga Josefa Gómez (otra ferviente paraguayista) – y la carta está en el archivo General de la Nación de Buenos Aires –


"Al coronel Clavero si lo ve V. dígale que no lo he olvidado ni lo olvidaré jamás. Que Dios ha de premiar la virtud de su fidelidad".


EL SILENCIO DE URQUIZA

Puede conjeturarse el plan de la guerra de montoneras: Varela debe apoderarse de las provincias del oeste; Sáa y Videla correrse por San Luis y Córdoba hasta el litoral, López Jordán levantar Entre Ríos y apoyarse en los federales de Santa Fe y Corrientes, Timoteo Aparicio invadir el Uruguay con los blancos orientales, Urquiza sería el jefe si aceptaba serlo; de cualquier manera la guerra se haría con Urquiza, sin Urquiza o contra Urquiza.



Sáa escribe a Urquiza: "... encargado de trasmitir a V.E. la voluntad de las masas, solo esperamos que V.E. se digne a impartirnos sus órdenes. Pero Urquiza calla. Sus intereses comerciales se ligan a la continuación de la guerra con Paraguay de la que saca buen provecho como proveedor del ejército, y a la paz interna por sus cuantiosos intereses de estanciero y comerciante y su paquete de acciones en el ferrocarril Central Argentino. Políticamente solo le interesa controlar Entre Ríos, donde su prestigio ha menguado considerablemente. El banquero Buschenthal le aconseja: " Espero que S E. no se comprometa con esta gente ( los montoneros) C'est tres pront..." Otra cosa será cuando consigan mejor posición.


No se comprometerá pero no los desautorizará tampoco pues le permite su viejo juego de quedarse observando el fiel de la balanza para cobrar el mejor precio. Escribe a Sáa - 10 de febrero de 1867 - una carta evasiva que a nadie compromete. Pero este quiere creer de apoyo.

Para marzo han llegado a Rosario los veteranos del Paraguay con su brillante oficialidad: los buques ingleses dejan en su puerto cañones Krupp y fusiles Albion y Brodlin para armar los tres ejércitos nacionales de Paunero, Taboada y Navarro que operarían contra la Unión Americana. Mitre hubiese querido ponerse a su frente pero el recuerdo de Sierra Chica. Cepeda y Curupayty prevaleció en el Estado Mayor, mejor era dejarlo de observador.


SAN IGNACIO ( lº de abril)

Sáa se mueve de San Luis a Córdoba donde hay elementos suficientes para levantar la provincia. Paunero, desde Río Cuarto destaca a Arrendondo a cerrarle el paso de San Ignacio (cruce del Río Quinto en la carretera de San Luis a Mercedes). Y el ministro de guerra, Julián Martínez, se instala en Córdoba donde se sienten ruidos intranquilizadores.

Sáa ataca a Arredondo al anochecer del 1º de abril; erróneamente creyó que el jefe nacional tenía pocos hombres, porque de otra manera le hubiera convenido eludirlo y llegar a Córdoba, donde los federales esperaban. "San Ignacio se ganó por casualidad" dirá años después el general Garmendia. Nada pudieron las lanzas montoneras contra los Krupp, ni las cargas de indios ( 500 ranqueles combatían junto a Lanza Seca) contra los cuadros de infantería de Iwanowsky, Fotherigham, Luis María Campos y la brava caballería de José Miguel Arredondo. En cargas nocturnas se estrellaron Juan y Felipe Sáa, Carlos Juan Rodríguez, Juan de Dios Vídela, Manuel Olascoaga. Sin embargo la victoria estuvo indecisa hasta el amanecer.



La montonera quedó derrotada. No hubo prisioneros como lo ordenaba la ley de policía dictada en Buenos Aires. Muy pocos sobrevivientes consiguieron ocultarse y escapar a Chile por los pasos de la cordillera, que a esa altura del año era apenas practicable.


EL POZO DE VARGAS (10 de abril).

Varela ha marchado hacia su Catamarca natal, atravesando La Rioja: es un paseo en triunfo donde los festejos se repiten al entrar el viejo caudillo en cada poblado. En La Rioja su "ejercito" se amplía porque los riojanos quieren luchar por la Unión Americana.

A los lánguidos compases de la zamba, la montonera se dirige a Catamarca donde todos esperan al Caudillo. De allí a Tucumán y Salta donde vendrían sin duda las órdenes de Urquiza, las órdenes que Varela supone no podrá negarle Urquiza viendo el juego decidido. En ruta hacia Catamarca le llegan dos malas noticias. Que Sáa fue aniquilado en San Ignacio, y Taboada al frente del ejercito nacional del Noroeste ha aprovechado su ausencia para entrar en La Rioja.



Los nacionales vienen

Pozo de Vargas

Tienen cañones y tienen

Las uñas largas.


Dice la letra riojana de la zamba de Vargas (que no es la del ejército de Taboada, que se apropió de la música, como se apropió de tantas cosas). Varela vuelve grupas. A los compases de la zamba su ejército regresó a La Rioja a todo galope. El 9 de abril, ya próximo a la ciudad, Varela invita caballerescamente a Taboada "a decidir la suerte y el derecho de ambos ejércitos fuera de la población; "a fin de evitar que esa sociedad infeliz sea víctima de los horrores consiguientes de la guerra y el teatro de excesos que ni yo ni V.E. podremos evitar". Taboada fijaría el campo de la liza "por lo menos a tres leguas del ejido". El jefe nacional no contesta. Ha urdido un plan que debe darle la victoria. Como los federales marchan a todo galope y sin mayor descanso, supone que llegarán desfallecidos y sedientos a La Rioja. Por lo tanto ha destruido los jagüeles del camino, dejando solamente a uno, el Pozo de Vargas a la entrada misma de la ciudad. Supone que los rnontoneros se arrojarán sobre el agua; y entonces la artillería y fusilería nacionales, convenientemente atrincheradas alrededor del pozo los aniquilaría sin remedio.

Ocurrió lo previsto. Varela no encontró agua en los jagüeles de Las Mesillas, donde esperaba acampar la noche del 9, a la espera de la respuesta - que no llegaría nunca - de su invitación a Taboada. Debió seguir la fatigosa marcha por la noche del 9 en busca del pozo de Vargas donde llega al medio día del 10. Era tal la sed que "tres soldados sofocados por el calor, por el polvo y el cansancio - dirá Varela - expiraron de sed en el camino.


Los gauchos fueron acribillados por los nacionales desde las trincheras apenas se acercaron al Pozo. Varela rehizo sus cuadros y aunque la posición de Taboada dificultaba el movimiento de la montonera, ordenó se tocase la zamba y empezara la batalla. Los inútiles "bocones" fueron dejados de lado Durante más de siete horas. – de mediodía al anochecer - se sucedieron las cargas a los compases de la zamba heroica. (que apropiada por los vencedores y con otra letra, se llamaría desde entonces Zamba de Vargas).

Tiempo después, y en los altos de la marcha los sobrevivientes cantarían la le letra auténtica de su zamba, que se ha mantenido como tradición oral en La Rioja y Catamarca.

"A la carga a la carga,

dijo Varela,

salgan los laguneros

rompan trincheras.

Rompan trincheras si

carguen los laguneros

de dos en fondo.

De dos en fondo si,

dijo Guayama,

a la carga muchachos,

tengamos fama.

¡Lanzas contra fusiles!

En una de las cargas Varela cae con su caballo muerto junto al pozo. Y ocurre otro episodio de esa guerra romanesca. Una de las montoneras que hacían de cantineras, enfermeras, amantes, o lo que se presentara, tomó un caballo y se arrojó en medio de la refriega para salvar al jefe. Se llamaba Dolores Díaz y le decían La Tigra. En ancas de La Tigra escapó de la muerte el viejo caudillo.

"A las oraciones – dice Varela – mi ejército estaba deshecho, pero tambien el del enemigo. Si bien no había sufrido una derrota, comprendí que el triunfo por mi parte en esos momentos era imposible". Siete horas habían durado las cargas; en torno al pozo de Vargas se riñó la batalla mas disputada de la guerra de la Unión Americana y se perdió toda esperanza seria de apoyar a Paraguay. Llegaba la noche, Varela dio la orden de retirarse: "!Otra cosa sería armas iguales!". Ciento ochenta compañeros le quedaban de su ejército que el día anterior contaba cerca de cinco mil, los demás han muerto, quedando heridos o escaparon para juntarse con el caudillo en el lugar que los citase. Pero Taboada también había pagado su precio. "La posición del ejército nacional - informa Mitre – es muy crítica después de haber perdido sus caballerías, o la mayor parte de ellas, y gastado sus municiones, pues en La Rioja no se encontrará quien facilite como reponer sus pérdidas". Varela fijó Jáchal como sitio de reunión.

Taboada quedó en La Rioja que saqueó conscientemente durante tres días, pues nadie le facilitaba alimentos voluntariamente "...las uñas largas...".


Sáa, derrotado escapó a Chile; los cordobeses, cuyo caudillo era Simón Luengo, se habían levantado a la espera de Sáa y del "pronunciamiento" de Urquiza que ha escrito cartas comprometedoras a Luengo.


Cuando a mediados de abril llegan las noticias de San Ignacio y el Pozo de Vargas, todo parece perdido, y Urquiza hace manifestaciones de repudio "a esos bandidos, que usan mi nombre para encubrir sus tropelías".

Creen terminada su misión y los veteranos vuelven a embarcarse para el Paraguay.

Pero todavía está Felipe Varela en ancas de La Tigra y la guerra de la Unión Americana no ha terminado.


FELIPE VARELA EN JÁCHAL.

Después del Pozo de Vargas, Varela ha ordenado reunión en Jáchal a los dispersos de la batalla. El 21 de abril, entre repiques de campana y compases de su zamba – aunque los musicantes chilenos han caído en poder de Taboada, que se apropió la canción – los sobrevivientes del Ejército de la Unión Americana entran en la capital montonera. Quemada por la metralla aún mantienen erguida su bandera donde puede leerse:


"Viva la Unión Americana" -

"Abajo los negreros traidores

a la patria!"

"¡Vivan nuestros hermanos paraguayos!".


El Quijote de los andes no se siente vencido. Lejos de ello. A los pocos días sus fuerzas se aumentan con los dispersos de Vargas que vienen de todos los puntos cardinales. Pero debe abandonar Jáchal jaqueado por los tres ejércitos nacionales. (de Paunero, Taboada y Navarro) que por un momento habían creído concluida la guerra, y se sorprendieron al llegarle noticias de que Varela aún vivía.


El coronel es baqueano de la cordillera. Deja la villa y por escondidos senderos se interna en las montañas para caer por sorpresa en los lugares más inesperados: el 5 de junio sorprende a Paunero en Las Bateas. No es una batalla, ni siquiera un combate; Varela no tiene tropas para enfrentar al jefe nacional, solo ha querido sorprenderlo, sembrar el desconcierto en la tropa. Cuando Paunero reacciona ya es tarde. Varela se ha esfumado llevándose los caballos, muchas armas y algunos soldados que han preferido jugarse con él. Once días más tarde - nadie ha sabido por que escondidas sendas hizo la travesía – desbarata en la quebrada de Miranda el contingente de forzados que lleva el coronel Linares de refuerzo a los nacionales ... Tampoco fue batalla: apenas cuatro gritos, y los "voluntarios" dejaron a Linares para irse con Varela.

Es una guerra de recursos, difícil, pero la sola posible cuando no se tienen armas y se sabe que la inmensa mayoría de la población le apoyará y seguirá. Como un puma se desliza entre sus perseguidores. No se sabe dónde está, si en Guandacol, en Jáchal, en Chilecito, o ha ganado la puna de Atacama en territorio entonces boliviano. La verdad es que está en todas partes; no todos lo creen. No es posible arrearse un contingente para la guerra del Paraguay, porque los jefes siempre temen que Varela se descuelgue de los cerros y ponga en libertad a los forzados como hizo el otro Quijote, el de la Mancha con los galeotes. Pero estos no le pagarán a pedrada limpia, sino se le unen para seguir la lucha imposible por la alianza con las repúblicas de la misma sangre.


REVOLUCIÓN FEDERAL EN CÓRDOBA ( 16 de agosto)

La noticia que Varela "anda" por la cordillera, aunque pocos lo han visto, enciende una luz de esperanza en los federales. Tal vez no todo esté perdido. El ejército del Paraguay ha quedado inmóvil después de Curupayty, y nadie - fuera de los jefes brasileños y de Mitre - quiere seguir la guerra. El mismo Urquiza, a pesar de haber felicitado a Mitre por sus triunfos de San Ignacio y Pozo de Vargas, ha vuelto a sus equilibrios; es que aspira a ser presidente en 1868 y sabe que todo el país, federales o liberales, fuera del minúsculo grupo que redacta La Nación Argentina, quiere la paz con Paraguay. Adolfo Alsina que con los jóvenes liberales acaba de ganar la gobernación de Buenos Aires inaugura las sesiones de la legislatura porteña con insólitas palabras "La guerra bárbara, carnicería funesta, la llamo así porque nos encontramos atados a ella por un tratado también funesto..., sus cláusulas parecen calculadas para que la guerra pueda prolongarse hasta que la república caiga exánime y desangrada".


Simón Luengo sigue con interés desde Córdoba las andanzas de Varela. Mientras tremole la bandera de la Unión Americana en los contrafuertes andinos, subsiste la posibilidad de acabar con el mitrisrno. ...¡Si Urquiza – a quien venera como un ídolo – se decidiera!. Día que transcurre se ponen las cosas peores para Mitre. No es solamente la repercusión de Curupayty: Buenos Aires se ha llenado de carteles reclamando la paz, "Sólo Mitre ha podido hacer perecer a tanto Argentino..., no se pregunta quién murió en Paraguay, sino quién vive " informa Martín Piñero – propietario de El Nacional – a Sarmiento, ministro en norteamérica.


Para peor, se extiende por todo el litoral la epidemia de cólera, iniciada en los campamentos brasileños en Tuyutí. Miles y miles caen – hombres, mujeres, niños – más, pero mucho más que los eliminados por las balas. La actitud de Urquiza, pese a sus felicitaciones a Mitre alienta las esperanzas a Simón Luengo. Ha dado una espléndida fiesta en su palacio San José: en la sala, bajo la bandera de Entre Ríos se entrelazan las banderas de América, inclusive la Paraguaya: falta la brasileña. Su yerno, Victorica, le ha preguntado – según narra Ignacia Gómez a Albérdi – "¿Es tiempo, Señor?". Y el castellano de San José señalando las banderas habría respondido: " Lo digo fuerte: me place ese acomodo".



No espera más Simón Luengo, Tal vez su espíritu sencillo supuso que debía equilibrar en el ánimo de Urquiza las derrotas de San Ignacio y Vargas. Córdoba es una provincia federal, gobernada por un federal. Mateo Luque. Su posición es estratégica. Si la sublevara - lo que sería fácil pues Luengo es inspector de milicias – los ejércitos nacionales que persiguen a Varela abandonarían su caza. Y Urquiza "pronunciándose" con sus diez mil aguerridos entrerrianos sería el dueño de la situación. Ni siquiera los generales mitristas del Paraguay (Emilio Mitre, Rivas, Gelly y Obes) querían seguir esa guerra y menos a las órdenes de los brasileños.


El ministro de guerra nacional Julián Martínez está en Córdoba reclutando el "contingente" para llevarlo al Paraguay. Martínez se alarma porque los reclutados lanzan gritos desconcertantes: ¡Vivan los generales Sáa y Varela, ¡Mueran los porteños!, ¡Viva el Paraguay!

Luque tratará de explicárselo por el estado anímico de la masa, y le asegura que cesarán apenas tomen gusto al servicio. El Gobernador trata también de calmar a Luengo que "se sale de la vaina" diciéndole que nada debe hacerse mientras el general Urquiza no lo disponga". Y llamado por Mitre, deja la ciudad el 15 de agosto.


Luengo no espera más. Al día siguiente – 16 – levanta al contingente a los gritos "Viva Urquiza", apresa al ministro de guerra, y se declara en rebelión contra Mitre.


Poco dura la revolución de Luengo. Nicasio Oroño, gobernador mitrista de Santa Fe, avanza contra Córdoba, el general Conesa lo hace desde Villa Nueva, Luque lo desautoriza, Urquiza calla.

Luengo debe entregarse a Conesa – lo hace el 28 de agosto – sin haber podido entrar en combate. Está desengañado y receloso. Quedará preso en Córdoba, hasta que escapa de la prisión. Entonces irá a Entre Ríos donde matará a Urquiza el 11 de abril de 1870.


VARELA EN SALTA (10 de octubre)


Cuerpeando las divisiones nacionales, Varela se desliza por los pasos misteriosos de la cordillera. Ha tenido correspondencia con Luengo en Córdoba, con Zalazar en Chilecito y con el caudillo salteño Aniceto Latorre a quién invita a plegarse; "el poder del enemigo no está fuerte", escribirá a este último. "Con un pequeño esfuerzo de los hijos de la patria todavía salvaremos a América".



En octubre, mientras Paunero lo supone en San Juan, y Navarro lo espera en Catamarca, Varela baja de la cordillera frente a Salta con mil guerrilleros: esquiva a Navarro que ha corrido a cerrarle el paso, y al galope va a Salta donde espera proveerse de armas y alimentos.

"Al ir a aquella ciudad (Salta) – dirá – no me llevó el ánimo apoderarme de un pueblo sin objeto alguno, Yo marchaba en busca de pertrechos bélicos, porque era todo cuanto necesitaba para triunfar".


Está frente a Salta la mañana del 10 de octubre.

Intima al gobernador Ovejero le entregue las armas que hay en la ciudad, comprometiéndose a no entrar en ella. Pero Ovejero sabe que Navarro lo persigue de cerca y supone que el caudillo no se atreverá a atacarle en esas condiciones. Además, el Ejército de la Unión Americana apenas si tiene fusiles y municiones. Por eso a la intimación de Varela de "evitar a la población la desastrosa consecuencia de la guerra" contesta con una descarga.

Ovejero había preparado la resistencia, armando la clase principal con los seis cañones y 225 fusiles que poseía, " pues el enemigo – explica por qué armó solamente la clase principal - que halaga a las masas .... encuentra prosélitos entre quienes no abrigan un corazón honrado". Ha conseguido 300 vecinos honrados que distribuye en las trincheras zanjadas en la plaza principal, y les encarga los cañones y los fusiles.

Salta lo espera y tiene un corazón (honrado y abrigado) y un fusil.

Sobraban, a su entender, para rechazar a los bandoleros. O por lo menos detenerlos hasta que llegase Navarro que no podía tardar.
Ovejero valoro en demasía el poder de los fusiles y despreció demasiado el coraje de los gauchos. Varela ordenó el ataque, los defensores resistieron apenas cuarenta minutos. Previsoramente el gobernador consiguió recoger algunos fusiles llevándolos en "asilo" al templo de San Francisco donde también estará él con su gente.

Una hora estuvo Salta en poder de las montoneras. El parte del jefe de la plaza – Leguizamón – habla de tremendos desmanes. Nada respetó el enemigo, templos, oficinas públicas, casas de comercio y de particulares fueron saqueados y hollados bárbararnente del modo más espantoso y feroz....
"Una hora escasa han ocupado (los federales) la ciudad – informa Ovejero y los estragos y saqueos rayan en los límites de lo imposible".

Exageraciones interesadas (porque el gobierno nacional pagaría los perjuicios). En una hora no pueden cometerse muchos desmanes. En el sumario que se levantará, los testigos declaran "de oídas", uno solo atestigua el saqueo de su tienda donde le han llevado " un caballo". Miguel Tedin contando muchos años después sus recuerdos infantiles, dice que estaba en casa de la señora Güemes de Astrada el 10 de octubre "cuando se presentó un soldado feroz armado de una carabina. ¡No me mate, soy hija del general Güemes!, dijo la dueña de casa. Este nombre pareció impresionarle y bajando el arma solicitó un par de botas, lo que realizó la señora. ¡ Curioso saqueador que se impresiona por un nombre histórico, y solo pide un par de botas!. Las violaciones de los templos, que dice Leguizamón no ocurrieron: el Gobernador Ovejero se refugió con su gente y armas en San Francisco defendido – dice en su informe – por los religiosos de la insaciable rapacidad de estos bandidos".


¡Notables bandidos, impotentes ante las palabras de unos frailes!.

Varela, que no entró en la ciudad, sabedor que los religiosos se negaban a entregar las armas "asiladas" en San Francisco hizo llamar al guardián para explicarle que el asilo eclesiástico no amparaba a los prisioneros de guerra ni a sus armas. Como el guardián se mantuvo firme, el coronel lo maltrató de palabra diciéndole muchas barbaridades" (cuenta el religioso en el sumario) pero no " violó" el convento.

Fuera de los fusiles tomados a los caídos en la plaza, un caballo y un par de botas no hubo otros "latrocinios". Si ocurrieron, los damnificados olvidaron hacerlos constar en el sumario. Lo que parece que hubo y en grado mayúsculo, fue un tremendo miedo.

EL FIN DE LA GUERRA

Haba sido en las barbas de Navarro que Varela se apoderó por una hora de Salta. De allí siguió a Jujuy, donde no hubo "saqueo" porque los Jujeños aceptaron darle sus armas. No pudo estar mucho tiempo porque Navarro lo seguía. Por la quebrada de Humahuaca llegó a Bolivia, donde Melgarejo – en ese momento simpatizante con Paraguay – le dio asilo. En Potosí, Varela publicará un Manifiesto explicando su conducta y prometiendo el regreso.


En octubre de 1860 Mitre termina su presidencia y sube Sarmiento, de quién se esperó por un momento que terminase la guerra con Paraguay. No hubo tal, eso decide el regreso de Varela. También que Melgarejo ha cambiado de opinión y ahora está muy amigo de Brasil.

Varela con sus escasos seguidores y sin armas de fuego, toma el camino de Antofagasta. Su hueste no alcanza a cien gauchos. La "invasión" amedrenta en Buenos Aires. Martín de Gainza, ministro de guerra de Sarmiento, manda al general Rivas, al coronel Julio Roca y a Navarro a acabar definitivamente con el Ejército de la Unión Americana. Navarro – a quien por su pasado federal algunos acusan de lenidad con los montoneros – promete "matar ( a Varela) en combate".

No tremolará mucho tiempo el estandarte de la Unión Americana en la puna de Atacama. Basta un piquete de línea al mando del Teniente Pedro Corvalán, para abatirlo en Pastos Grandes ( 12 de enero de 1869). Los dispersos intentan volver a Bolivia, pero Melgarejo lo impide. Toman entonces el camino de Chile. Dada la fama del caudillo, el gobierno chileno manda un buque de guerra para desarmar al "ejército". Encuentran un anciano enfermo de tuberculosis avanzada y dos docenas de gauchos desarrapados y famélicos. Les quitan las mulas y los facones y los tienen internados un tiempo. Después los sueltan, vista su absoluta falta de peligro.

Varela se instala en Copiapó. El gobierno de Sarmiento ordena a su ministro en Chile, Félix Frías, vigile sus movimientos: "Está gravemente enfermo – escribe Frias el 16 de mayo de 1870 y de él nada hay que temer". Morirá el 4 de junio de ese año en Ñantoco, cerca de Copiapó. "Muere en la miseria – informa Frías al gobierno argentino – legando a su familia que vive en Guandacol, La Rioja, solo sus fatales antecedentes.


Sus restos acaban de ser repatriados por el patriótico gobierno de Catamarca, y desde sus montañas, espina dorsal de nuestra dividida América, este viejo gaucho que quiso ver una "Unión Americana", espera el reconocimiento de los "hermanos paraguayos" que lo movieron a su valerosa y desigual guerra de 1867.

* Las pinturas pertenecen al artista Octavio Calvo


Fuente: El Ortiba.org