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jueves, 11 de agosto de 2011

20 días por libro...

 

Me quedo perplejo al leer una noticia en el diarioAragondigital.es en el que ofrece la opinión de la directora de la Biblioteca de Aragón, Pilar Navarrete, sobre los datos acerca del préstamo de ebooks en las bibliotecas públicas. Resulta que según los datos que maneja la Biblioteca de Aragón, la mayoría de los usuarios devuelve el préstamo digital en 20 días, cuando tienen 30 en total para poder quedárselo en préstamo.


El resultado del análisis sobre este dato es que el libro electrónico aburre, que su lectura no convence ya que en20 días no da para poder leerse una obra completa. ¿20 días? Reconozco que soy un lector compulsivo, puedo leer un libro detrás de otro, empalmándolos como un fumador nervioso hace con los cigarrillos, y que hay semanas que termino tres o cuatro libros. Entiendo que no es mi caso, pero… veinte días creo que es un periodo más que suficiente para que un aficionado a la lectura -después de todo, ha sacado el libro de la biblioteca, ¿no?- se termine, por lo menos, una obra.


Otra cosa es el nivel de información sobre el uso del lector electrónico, o que las obras disponibles en el dispositivo de préstamo sean clásicos sin derechos de autor, muchos de las cuales ya están más que releídos o bien son, directamente, un aburrimiento para la mayoría de los lectores de hoy en día.

Me llama la atención otra frase:


Hemos comprobado que existe más una curiosidad hacia este tipo de libros que realmente una afición y mucho menos una costumbre de leerlos


Los ebooks son libros. Un libro electrónico es tan bueno o malo, divertido o aburrido, como su equivalente en papel, no son diferentes más que en el formato, como si fuera bolsillo, rústica o tapa dura. No puede existir una afición al libro electrónico más que a otro tipo de encuadernación. Hay que diferenciar entre dispositivo -lector electrónico- y contenido -ebook-, y de informar de sus posibilidades, sobre todo a la gente más mayor, los principales beneficiarios de su escaso peso y la capacidad de aumentar el tipo de letra.


Un consejo gratis: Sería ideal organizar un taller de uso del libro electrónico en las bibliotecas para mayores de sesenta años. Después de eso igual si que surge una «afición», como en el fútbol.


Alfredo Álamo: 10 de agosto de 2011



Fuente: http://www.lecturalia.com/blog/2011/08/10/20-dias-por-libro/


 

Publicado en:

http://ar.groups.yahoo.com/group/RichardeBury/

http://twitter.com/IdBibliotecaria

 

 



 

             Daniel Díaz /Bibliotecario Argentino 
             
http://www.facebook.com/danieldiaz.ar



lunes, 18 de abril de 2011

La biblioteca sin papel

Los libros experimentan su primer gran paso evolutivo desde la imprenta de Gutenberg. Ahora podemos leer en el celular, la tablet y los e-readers. Todo lo que hay que saber sobre los e-books
En el mundo se habla de los libros electrónicos desde hace al menos una década, pero recién en los últimos tres años y medio cambió este mercado con la aparición, a fines de 2007, del icónico Kindle de Amazon. Un dispositivo especializado para esta tarea no es, sin embargo, la única alternativa que tiene quien busca leer en formato digital; también hay software para transformar una PC en un e-reader.

Los lectores electrónicos especializados tienen como función principal mostrar los textos e intentan ser fieles al original de papel, apelando incluso a las pantallas de tinta electrónica, distintas del LCD convencional.
Fue la tinta electrónica la que estableció el concepto del lector como dispositivo, con una pantalla en la que las letras se forman con bolitas blancas o negras magnetizadas, y que sólo consumen energía cuando se pasa la página, a diferencia de una pantalla de computadora, que se refresca decenas de veces por segundo. La tinta electrónica, además, tiene excelente visibilidad: al aprovechar la luz ambiente no cansa la vista, se ve como un libro de papel al sol directo, y desde cualquier ángulo. Estos lectores tienen pantallas de 5 o 6 pulgadas y botones para elegir un título de su biblioteca interna o pasar las páginas.
Una interfaz gráfica sencilla permite acceder a los títulos almacenados en el dispositivo y, dependiendo del modelo, saltar a los diferentes capítulos, marcar páginas interesantes o dejar anotaciones al margen.

Sony fue una de las compañías pioneras en el área, con su línea eReader, que ya no vende en el país, aunque sí lo hace en el resto del mundo ( http://e-bookstore.sony.com/reader/ ). Pero el dispositivo que llevó el concepto del libro electrónico a una gran masa de usuarios fue el Kindle de Amazon, que ya va por la tercera versión.
El Kindle básico (
www.amazon.com/kindle ) tiene una pantalla de 6", espacio para almacenar 3500 libros, conexión Wi-Fi o 3G para adquirir nuevos títulos directamente desde el equipo, un teclado Qwerty para hacer búsquedas en la tienda o navegar por la Web , y una batería que, según su fabricante, dura más de un mes si no se usa la conexión inalámbrica. Ofrece 900 mil títulos comerciales y 1,8 millones de libros de dominio público. También puede desplegar archivos PDF.
En Estados Unidos tiene un precio de 139 dólares (sin 3G) o 189 dólares (con Wi-Fi y 3G, que funciona en la Argentina , no requiere abono mensual). Amazon lo envía al país, pero al precio original hay que sumarle 21 dólares de envío, más un 45% de impuestos locales, más los honorarios del correo privado que lo recibe (por lo general DHL), que rondan los 240 pesos. En el buen blog local
www.clubdelebook.com hay más información sobre el tema.

Otro libro electrónico popular en Estados Unidos es el Nook de Barnes & Noble ( www.barnesandnoble.com/nook/ ). Una versión funciona como una tablet con Android y pantalla color de 7" (US$ 249 en Estados Unidos), y en la otra combina una pantalla de tinta electrónica de 6" con una pantalla secundaria convencional de 3,5"; el equipo corre Android, tiene versiones sólo con Wi-Fi o con Wi-Fi y 3G (149 y 199 dólares, respectivamente) y funciona como el Kindle. No tiene envío directo a la Argentina.
En nuestro país está Papyre (
www.grammataargentina.com.ar ), una línea de libros electrónicos de la compañía Grammata, que tiene cuatro modelos con tinta electrónica. El más económico, el Papyre 5.1, tiene un precio de $ 1199 y pantalla de 5"; el tope de línea es el 6.S Alex, que a una pantalla de 6" suma una segunda pantalla LCD, que funciona como una mini tablet con Android y Wi-Fi. Su precio es de $ 2499. Dependiendo del modelo, también reproduce MP3 o permite acceder a sitios Web. LA NACION publicó una videorreseña en noviembre último: http://videos.lanacion.com.ar/video17782-llegan-a-la-argentina-los-libros-electronicos-de-papyre . Grammata firmó un acuerdo con Libranda, una plataforma de distribución de libros electrónicos respaldada por editoriales como Planeta, Random House Mondadori o Santillana, y Publidisa (un servicio de publicación de e-books que en la Argentina está representado por Bibliografika), para ofrecer títulos en español, una de las mayores limitaciones que tiene hoy el mercado del libro electrónico hispano.

Movistar, por su parte, inaugurará el miércoles su tienda de e-books en www.movistar.com.ar/ebooks ; contará con 15.000 títulos en formato PDF con DRM al momento de su lanzamiento, y no será necesario ser cliente de la empresa para acceder a ella.
 
Los otros lectores
No son las únicas alternativas para acceder a un e-reader, como pueden atestiguar quienes cargaban libros en sus palmtops a principios de la década pasada. Hoy las tablets y los smartphones tomaron la posta y también permiten leer libros digitales.
Amazon ofrece una versión del Kindle por software que permite acceder a su tienda de libros, sincronizar su contenido entre diferentes dispositivos y demás. Está disponible para Windows, OS X, dispositivos iOS (iPhone, iPod Touch, iPad), Android (móviles y tabletas), teléfonos BlackBerry y Windows Phone 7. Barnes & Noble también ofrece el software Nook, es compatible con Windows, OS X, iOS, Android y BlackBerry.


No son los únicos. Google, por ejemplo, tiene Books ( books.google.com.ar ), con una biblioteca de textos de dominio público digitalizados y libros comerciales, aunque estos últimos no pueden adquirirse desde la Argentina. Además de ser accesible a través de cualquier navegador convencional tiene una aplicación para Android, iOS, el Nook y dispositivos de Sony.
Apple cuenta con su propia librería electrónica, llamada iBookstore, a la que se accede a través de la aplicación iBooks. No es la única alternativa para los dispositivos de esta compañía; también son muy populares Stanza y Kobo, ambos disponibles en la App Store. Los lectores son gratis.
Kobo es el lector oficial de la tableta PlayBook, de RIM, que saldrá a la venta en Estados Unidos el martes próximo, y también está disponible para móviles BlackBerry y Android; se descarga de sus tiendas de aplicaciones respectivas.
Los equipos Android de Samsung (tanto los smartphones como las tablets) incluyen la aplicación Aldiko; en este sistema operativo son muy populares los lectores FBReader y Laputa (nombre que alude a la isla que visita Gulliver en sus viajes).
Para móviles Symbian y equipos que usen aplicaciones Java está el freeware Foliant (
http://foliant-reader.com , la página está en ruso, pero la aplicación funciona en inglés).
Mientras tanto, la tablet Xoom de Motorola, que se presentó en la Argentina esta semana (ver nota en la página 8) incluirá como novedad el acceso a una tienda argentina, Bajalibros. Según sus creadores, está en sus planes ofrecer acceso a su librería desde dispositivos iOS, Android, la PlayBook y las computadoras convencionales.
Una de las dudas que surgen en el momento de elegir un lector de libros electrónicos es establecer el valor de la inversión en libros: ¿quedarán atados a una plataforma? ¿Se podrán usar en otro dispositivo?
La respuesta depende del equipo. Los Kindle de Amazon usan un formato propietario AZW, protegido contra copia. Lo mismo sucede con Apple. Pero la mayoría de la industria adoptó el formato abierto ePub para codificar los libros. El tema es que el esquema de DRM para controla copia no autorizada del libro queda a criterio de cada vendedor; aunque en teoría al comprar un libro en formato ePub en una tienda debería ser legible en cualquier dispositivo, en la práctica no es así. La mayoría de los textos en ePub gratis (como libros de dominio público) sí pueden verse en los diversos lectores sin problemas de compatibilidad, lo mismo que los que usan la protección de copia de Adobe para ePub.
Los e-readers suelen admitir textos en PDF (con o sin DRM), Microsoft Word, PDB (el viejo formato de las Palm), HTML y TXT, entre otros. Una ventaja del ePub es que es muy flexible a la hora de adaptar su contenido a pantallas de diferente tamaño. En en.wikipedia.org/wiki/Comparison_of_e-book_formats se lista la compatibilidad de los dispositivos más populares.

Quienes busquen contenido gratis o comercial pueden usar, además de lo provisto en las tiendas comerciales, los textos almacenados en sitios como el del Proyecto Gutenberg ( www.gutenberg.org ), Wattpad ( www.wattpad.com , también tiene su lector multiplataforma), Wikilibros ( es.wikibooks.org ), El Aleph ( www.elaleph.com ), la Biblioteca Clarín ( www.biblioteca.clarin.com/pbda/index.html ), Bubok (una editorial digital que publica con licencia Creative Commons, www.bubok.es ), Libros en Red ( www.librosenred.com ) o Librodot ( www.librodot.com ), entre otros.
A la vez, quienes quieran crear sus propios libros electrónicos en formato PDF pueden apelar al Open Office ( es.openoffice.org , gratis); también está Calibre (
http://calibre-e-book.com , gratis, corre sobre Windows, OS X y Linux), para generar un e-book en formato ePub con un texto propio.
 


sábado, 31 de julio de 2010

No es el cacharro, chicos: son los libros

No es el cacharro, chicos: son los libros

Kindle 3
Amazon se lanza a la guerra abierta para el control del libro electrónico y lo hace con ganas: el Kindle 3 se va a poner a la venta rozando el límite psicológico de los 100 euros. Si, 100, da igual que ayer fuerais a la tienda electrónica más de moda o a las rebajas del Cortinglés y os encontrarais con unos lectores del año pasado por 250 €: la última novedad del gigante de los e-books se queda en 139$.
Estamos hablando del Kindle 3 Wifi que, a semejanza del movimiento de Barnes & Noble con su Nook Wifi, abarata un poco más el precio con la eliminación del 3G (el dispositivo valdrá 189 $para los amantes de la movilidad absoluta) y viene cargado de un montón de novedades interesantes, como son su mejor contraste, definición, duración de la batería y la capacidad de poder tomar notas sobre documentos PDF, entre otras pequeñas mejoras.
Amazon golpea la mesa con su Kindle -es mejor que nosotros no lo hagamos, sus pantallas no son exactamente de acero- y exclama un «Pa chulo yo» que deja al resto de fabricantes temblando en el mercado americano, hoy por hoy el más importante. En el resto del mundo se espera expectante la fecha de envío internacional y la posibilidad, lejana todavía, de que Amazon pueda ofrecer los libros que hoy por hoy sólo Libranda pone para mayoristas.
¿Cuál es el truco? Pues que el Kindle es un dispositivo cerrado: su DRM es propio y excluyente -al menos por ahora-, así que el argumento se complica a un estás conmigo (barato) o contra mí (oferta más amplia y libre, al menos en Europa). Amazon quiere hacerse con la mayoría del mercado y parece que si sigue con esta guerra de precios será inevitable que lo consiga si nadie hace nada por evitarlo.
La verdad es que con la salida del Kindle3 queda claro que lo importante es crear una gran comunidad de lectores atados a un lector que pasa por una única tienda. Un lector para atarlos a todos en las tinieblas, vaya, aunque Amazon pierda ahora dinero por cada Kindle que venda, es una inversión a largo plazo que puede significar un cambio radical en el panorama editorial tal y como lo conocemos.
Hoy por hoy, claro, es la única opción barata y de calidad pero, por desgracia, todavía no lee los Adobe DRM de Libranda, algo que sí que hace su competencia directa -Nook- que, vaya hombre, no se puede pedir a los Estados Unidos. Sí que hay una vaga promesa de que en un futuro se podrá leer ese DRM, pero pueden pasar meses antes de que haya un movimiento en firme, que dependerá, seguro, de las posiciones alcanzadas por las grandes empresas del sector.
Fuente: http://www.lecturalia.com/blog/

sábado, 22 de mayo de 2010

Una biblioteca sin libros impresos

Alguna vez imaginaste una biblioteca sin libros impresos, bueno te comento que esto no esta muy lejano a la realidad. La biblioteca de pregrado de la Universidad de Texas se ha convertido en un centro de consulta virtual

Según lo visto en el video, en dicha biblioteca no hay lugar para estantes llenos de libros impresos, pues toda información se encuentra almacenada de manera virtual.

Particularmente pienso que ambos formatos van a convivir de manera conjunta pero que el formato digital ganará más adeptos debido a la existencia de los e-reader’s, dispositivos diseñados para la lectura de libros electrónicos. Y a todo esto ustedes que piensan ¿desaparecerá el libro impreso?



Fuente: http://ciudadanogeek.com/

lunes, 17 de mayo de 2010

El lado oscuro de los libros electrónicos

 

Mucho se debate sobre el surgimiento del "libro electrónico": las características de los dispositivos, la competencia por liderazgos en el negocio, el posible "fin" del libro de papel1 … sin embargo poco se habla sobre cómo muchas de las prácticas que habitualmente realizamos con los libros "analógicos" se perderán en el modelo propuesto por la industria para el mundo digital.

No más préstamos, no más regalos, no más donaciones a bibliotecas, no más anonimato, son algunas de las preocupantes consecuencias que traerá el sistema de comercialización de libros electrónicos, tal como quieren imponerlo las editoriales y los grandes jugadores del negocio.
 
La vida de los libros
 
Si pensamos en el azaroso itinerario recorrido por los libros a través de su vida, encontramos que el período controlado por los aspectos más comerciales, es apenas al comienzo. Una vez que el libro sale vendido del estante de la librería, ni el autor, ni el editor o el distribuidor pueden imaginar su destino. Es ahí donde el verdadero recorrido del libro comienza. Conocerá lectores, estantes, cajones y mesas de luz. Será motivo de disputas y préstamos eternos. Pasará por tiendas de usados. Será olvidado en altillos por años y redescubierto por los nietos del dueño original. O quizás sea un heroico libro víctima de épocas de persecución y encuentre anónimos lectores que se atrevan a leerlo y protegerlo. Culminará con suerte en el santuario de los libros, la biblioteca. Sin embargo, todo este caótico recorrido no es inconveniente desde la perspectiva comercial, todo lo contrario.
 
Un mercado saludable
 

Cuando el objetivo es promover un mercado de libros activo y vigoroso, son esos hábitos y prácticas que rodean a los libros, motivo de fomento: las "librerías de viejo", las bibliotecas de barrios, clubes o escuelas, los lectores generosos en intercambios, préstamos y recomendaciones. Son estos circuitos los que mantienen animado el interés por los libros y ponen de manifiesto la presencia de un público ávido por la lectura, que en definitiva, es quien estimula el mercado comercial: cerca de las bibliotecas y las librerías de usados, no faltarán los shoppings con sus vidrieras bien iluminadas, llenas de best-sellers y libros nuevos, un consumo quizás menos bohemio… pero mas redituable para el negocio. Desde siempre, ambos circuitos han convivido sin conflictos.

Sin embargo ¿cómo se proyecta en la plataforma digital toda esta cultura del intercambio? Ese es el problema, no se proyecta. Al menos, según las editoriales. Lo que en el mundo real es un signo de saludable de vida cultural, en el ámbito digital muchas veces es estigmatizado como "piratería".
 
Una industria con miedo
 
En el mundo digital no hay diferencia entre original y copia. Tampoco copiar es algo excepcional, cada operación que procesa una computadora no es otra cosa que una copia de bits de un lugar a otro de la memoria o el disco. Por esto "copiar" se vuelve una tarea trivial, y sin costo. Acostumbradas a un negocio donde la venta de copias es la principal fuente de ingresos, es lógico que este nuevo escenario descoloque a la industria editorial. El problema es que cuando se piensa en quiénes deberían ser los encargados de decidir sobre cómo articular "el libro" con la nueva plataforma, a todo el mundo le parece lo más natural, que la industria editorial sea quien decida: cuando se diseñan los dispositivos, se toman en cuenta las necesidades de la industria, cuando se decide el marco legal, se consulta a los abogados especialistas de la industria, cuando se desarrolla el software, es a la medida de los requerimientos de la industria. Pero la industria editorial, asustada, es posible que no sea la mejor candidata para tomar todas las decisiones…
 
Que sea la escasez
 

¿Cómo volver valiosa la copia, cuando la copia es lo único que no vale nada?, esa es la clase de preguntas que se formulan quiénes no hicieron otra cosa ¡que vender copias toda su vida!¿Y en que pensaron? no mucho ingenio, disponer de medidas que impidan y dificulten la copia… de esta forma la copia se vuelve nuevamente escasa y recupera su valor. Y la industria editorial satisfecha: se libran del problema de pensar en un nuevo modelo comercial y pueden seguir en lo suyo: vendiendo copias…

Para materializar nuevamente la escasez hay dos estrategias a aplicar: las medidas técnicas y las legales. Entre las técnicas, los sistemas de restricciones digitales especialmente implementados (como los DRM2 ), que impiden que el usuario haga más copias de sus archivos que las que haya decidido la editorial por él (generalmente ninguna), sumado a un modelo muy controlado de distribución, que hace posible que cada dispositivo de lectura (de los libros electrónicos) sea monitoreado desde un sistema central. Y entre las medidas legales, avanzar con modificaciones en las leyes que eliminen cualquier ambigüedad y dejen expuestos a los copiadores desobedientes a demandas legales, volviendo acciones aparentemente inofensivas, en delitos graves.
 
Prohibido prestar
 

Impedir a los lectores copiar sus archivos tiene consecuencias profundas. La primera es bastante evidente, los libros ya no se podrán prestar. No se le podrá pasar a un amigo un ejemplar de un libro electrónico que hayamos comprado, porque habría que copiarlo de un dispositivo a otro, y los responsables del hardware y del software, por lo explicado en el párrafo anterior, se han esforzado para que esto sea completamente imposible. El préstamo de libros no es una práctica intrascendente: es la forma más sencilla de permitir el acceso a libros, de hacer de la lectura una actividad compartida, además de una muy efectiva forma de promoción boca a boca.

Otro aspecto, es que nada garantiza que el sistema anti-copia en el futuro, siga funcionando como se espera. Quizás el candado digital no pueda volver a abrirse. Cuando el dispositivo se vuelva obsoleto, si se necesita acceder al material guardado –como quien consulta un libro leído hace 30 años– no sólo se tendrá que lidiar con tecnologías anticuadas, sino también con un sistema de restricciones anti-copia anticuado3.

Los métodos legales para evitar que los libros se compartan no son mejores. Convertir en delito algo que antes era un práctica normal y arraigada implica ejercer cierta violencia simbólica sobre la sociedad. Cambiar nada menos que el "sentido común", sólo para posibilitar un cambio en las costumbres que sean favorable ciertos intereses. ¿Qué consecuencias traerá en los valores de las sociedades, que se empiece a percibir el préstamo de libros como una actividad deshonesta o censurable? ¿Acaso eso ya no está sucediendo?
 
Alquiler, no venta
 
Al extremar el control sobre todo el circuito del libro, la industria editorial despliega una influencia inédita sobre cada aspecto de la relación entre lectores y libros. Lo que antes era sólo un manejo inicial, que terminaba cuando el libro salía de la librería –y entonces seguía su destino venturosamente incierto–, ahora se convierte en control total. Las tiendas de venta virtuales conservan un control sobre los archivos del usuario, tanto en el dispositivo de lectura, como en el servidor remoto. Más que una venta, la relación comercial que se plantea entre lector y librería se asemeja a un alquiler, sólo se compra el acceso a los libros. El modelo que las editoriales han decidido respaldar se parece más a los "pay per view" del cable, que a cualquier otra cosa.
 
Una lista de todo lo que lees
 

Hasta el momento, los sistemas que comercializan los libros electrónicos, son tiendas virtuales (como el caso de Amazon para Kindle), lo cual dificulta –sino impide completamente la posibilidad de efectuar compras anónimas. Queda entonces un registro de cada venta efectuada, conformando un listado de todos los libros que lee cada consumidor. Sumemos lo centralizado del sistema, y la información acumulada se vuelve sumamente sensible. En épocas y países donde predomina la sensatez, esto no parece una amenaza, incluso se pueden aprovechar los beneficios de recibir una ajustada y precisa lista de recomendaciones, a partir de los hábitos de lectura propios.

Pero ¿qué ocurre en los momentos difíciles? es decir, cuando los gobiernos, por diversas circunstancias, avasallan los derechos de los ciudadanos4 . En ese caso, haber montado semejante sistema de registro sobre un aspecto tan sensible como son las lecturas de cada persona, permite construir un detallado perfil de tendencias políticas, ideológicas, y religiosas. Es un antecedente que horrorizaría a cualquier militante político con suficiente edad como para haber vivido el clima de persecución que prevaleció en Latinoamérica hace algunas décadas, donde tener o no libros de determinados autores en su biblioteca podía significar la diferencia entre la vida y la muerte.
 
¿Y las bibliotecas?
 
La IFLA (organismo mundial que agrupa a los bibliotecarios) indica que "las bibliotecas juegan un papel crítico para asegurar el acceso de todo el mundo a la información, incluyendo las obras protegidas por derecho de autor, y que en el contexto digital esto no es diferente"5 .
Pero de llevarse a cabo semejante recomendación, según las leyes de casi todo el mundo, las bibliotecas estarían entrando en la ilegalidad, al ofrecer por internet libros con derechos de autor, que tienen restricciones a la copia o difusión, o digitalizar material sin permiso. En este caso, el marco legal se adecua claramente a las demandas de la industria editorial, pero no hace nada por definir una función licita para las bibliotecas en el contexto digital. De seguir así, en un mundo donde los libros electrónicos reemplacen completamente a los de papel, no quedaría lugar para las bibliotecas, excepto para las obras en dominio público. Eso, si el dominio público sigue existiendo…
 
Libros libres
 
Una respuesta al nuevo contexto digital, es la de aquellos que apuestan a la distribución sin trabas por Internet de sus libros electrónicos. Licencias como Creative Commons, dan un marco legal a esta modalidad, donde los lectores, a través de redes P2P, foros o blogs reviven en la red, los circuitos de préstamo y recomendación del mundo analógico, en una lectura compartida. Muchas grandes editoriales ya han publicado libros con licencias Creative Commons, aprovechando el potencial multiplicador de promoción que otorga la Web. Internet le da a los autores la posibilidad de dar a conocer sus obras, sin necesidad de pasar primero por las editoriales. Algunas de las perspectivas económicas que se abren a los autores son: ventas de libros de papel en proporción al número de descargas, beneficios de posteriores adaptaciones al cine o teatro, conferencias, donaciones o micro-pagos por descarga. Un caso paradigmático es la Colección Planta 29 editada en España, que publica sus libros en dominio público en la red y en papel, y obtiene beneficios de las ventas en papel, proporcionales al número de descargas: mientras más circulen las obras y más se las comente en blogs y sitios de la web, mejores números y beneficios para los autores.
 

1.       "Hasta ahora, los libros siguen encarnando el medio más económico, flexible y fácil de usar para el transporte de información a bajo costo. La comunicación que provee la computadora corre delante de nosotros; los libros van a la par de nosotros, a nuestra misma velocidad. Si naufragamos en una isla desierta, donde no hay posibilidad de conectar una computadora, el libro sigue siendo un instrumento valioso. Aun si tuviéramos una computadora con batería solar, no nos sería fácil leer en la pantalla mientras descansamos en una hamaca. Los libros siguen siendo los mejores compañeros de naufragio. Los libros son de esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos. Como el martillo, el cuchillo, la cuchara o la tijera" Así es como Umberto Eco despejaba los apocalípticos temores sobre la "muerte" del libro en una conferencia ofrecida en Alejandría en 2003, con motivo de la reapertura de la milenaria Bibliotheca Alexandrina. (publicada por el semanario Al-Ahram. Traducción de Sergio Di Nucci en Página/12.) []

2.       DRM son sistemas diseñados para impedir la copia. Según lo advertido por la campañas anti-DRM difundida por la "Free Software Fundation", cuya consigna "defective by design", indica el aspecto más controvertido de estas tecnologías, la inclusión deliberada de una "falla" en el sistema, para que no funcione tan eficientemente como debería. Para hacer una analogía, es como si volviésemos a los autos menos eficientes en el consumo de combustible, para que las empresas que lo venden puedan ganar más. En este caso volvemos a la tecnología digital menos eficaz para copiar, de lo que es capaz. []

3.       Un ejemplo paradigmático del precario desempeño de los medios electrónicos para preservar la información es el caso de las sondas espaciales Viking. A mediados de los 70, estas sondas transmitieron valiosa información desde Marte. Lo datos quedaron almacenados en cintas magnéticas. En 2001 fue necesario comprobar algunos datos de dichas cintas originales, pero el sistema era tan obsoleto que la NASA ya no tenía forma de acceder debido al formato. Los programadores de aquel momento ya habían muerto. Entonces, si se complica acceder a información –almacenada con la intención de ser recuperable– de hace tan sólo 25 años, ¿qué pasará con los libros electrónicos almacenados en dispositivos plagados de DRM de hace 50? ¿Qué tan difícil será eliminar el DRM obsoleto? []

4.       Un ejemplo reciente: como consecuencia del atentado del 9/11, el congreso de EE.UU. aprobó una "ley patriótica" que incluía la vigilancia en bibliotecas. Los bibliotecarios debían registrar el destino de determinados libros y identificar a quien los pedía. Esta disposición elevó las quejas de muchas organizaciones de derechos civiles, finalmente la ley dejó de estar vigente. Con el sistema electrónico, la ley no sería necesaria… solo habría que pedirle las bases de datos a las tiendas virtuales. []

5.       "Documento sobre la postura de la IFLA sobre los Derechos de Autor en el entorno digital", aprobado por el Comité Ejecutivo de la IFLA en agosto 2000. Publicado en Correo Bibliotecario N°48. []

 
 

Fuente: http://www.vialibre.org.ar/