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domingo, 11 de agosto de 2019

Pugna de dos líderes en crisis / Eduardo van der Kooy



Entre tantas, las PASO marcan una paradoja: Mauricio Macri y Cristina Kirchner logran la polarización electoral desde el rechazo
Las elecciones primarias de este domingo expresan uno de los tantos contrasentidos que caracterizan la vida argentina. No vale la pena insistir con la mirada más elemental: fue otra venta de gato por liebre que, en este caso, corrió por cuenta de Néstor y Cristina Kirchner. Se predicó la democratización de los partidos. El fortalecimiento del sistema. Nada de eso sucedió. A punto tal, que todos los candidatos presidenciales compiten sólo consigo mismo. Aquellos partidos van derivando, además, en coaliciones imprecisas.
Existe un rasgo, por otra parte, que profundiza la inclinación nacional por los contrasentidos y significan señal de debilidad. La mayor competencia que se prevé a priori involucra a dos líderes en crisis. Que, sin embargo, parecen estar produciendo un grado de polarización quizá sin precedentes en comicios de nuestro país. Difícil de entender. O reflejo de una sociedad y una clase dirigente que tantea, sin mucha idea, algún rumbo.
La crisis de Mauricio Macri y Cristina posee una evidencia indesmentible que los mancomuna. Dieciocho gobernadores decidieron anticipar sus elecciones para despegarse de la suerte de aquellos dirigentes que pugnan por la supervivencia política. Aseguraron primero su poder y parte de sus cajas. Santiago del Estero y Corrientes tienen otros cronogramas. Apenas Buenos Aires, la Ciudad, Santa Cruz y La Rioja acompañarán al ingeniero y a la doctora. La interpretación resulta transparente: María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta son socios y pilares de Macri. Simbolizan un imaginario de equipo en campaña que al kirchnerismo le cuesta exhibir. Santa Cruz es el feudo de la familia Kirchner. La ex presidenta se refugiará allí en esta jornada.
Es difícil hallar una disgregación política semejante desde la recuperación de la democracia en 1983. También, encontrar a los dos principales contendientes tan corroídos por la realidad. Raúl Alfonsín construyó una gigantesca esperanza popular. Italo Lúder sufrió eso y el estado de desquicio que, por entonces, tenía el peronismo. Carlos Menem edificó un liderazgo de una década con un partido renovado. Fernando de la Rúa encabezó la primera y frustrada experiencia de aliancismo en el poder. Nació con la misión de superar al menemismo.
En el 2003 hubo una marcada horizontalidad de candidatos. Sin grandes preferidos. La sociedad atemorizada deseaba huir de la crisis del 2001. Luego llegó la hegemonía de los Kirchner, apuntalada por la complacencia popular, que el autoritarismo y la mala praxis de Cristina terminó por convertir en pesadilla. En todos los casos, al menos al comienzo, prevaleció la luz por encima de la oscuridad.
Aquel derrotero fue profundizando el desconcierto y la apatía política. Tampoco consiguió superar las limitaciones económicas de nuestro país. En ese contexto se produce la batalla entre Macri y Cristina. La competitividad actual de ambos podría explicarse antes por las defecciones del rival que por sus virtudes. La mala gestión económica del Presidente –al menos en los dos últimos años—representó el único estímulo para la oposición. La corrupción genética del kirchnerismo y su sesgo autoritario explican la puerta que todavía tiene abierta el ingeniero en la búsqueda de su reelección.
 Macri tiene también otras cuentas pendientes. No hizo lo suficiente para mejorar el sistema político. Porque la coalición original que conformó (Cambiemos) jamás alcanzó una cohesión de base. Sus picos fueron en los procesos electorales. Pero demostró grietas recurrentes durante la gestión. El Presidente no encontró (¿quiso?) la dosis adecuada para entroncar el sentido de una alianza con el presidencialismo tradicional de la Argentina.
El desacople tuvo manifestaciones públicas, sobre todo, con los radicales. Elisa Carrió resultó también muchas veces francotiradora. Aunque siempre terminó laudando sus enojos y conflictos a favor de Macri. Ni siquiera podría asegurarse que el Presidente haya comprendido el dilema sobre el final. Cuando arrancó el año electoral y su Gobierno permanecía en retaguardia. La convocatoria de Miguel Angel Pichetto como candidato a vicepresidente tuvo la impronta de la necesidad. Más que de una precisa calibración. Lo forzó primero la jugada de Cristina al colocar delante suyo en la fórmula a Alberto Fernández. El arribo del senador peronista regeneró las expectativas políticas en una coalición que asomaba estática.
Quizá Macri no hubiera podido salir de su encierro sin la ayuda opositora. En el kirchnerismo pocas cosas se vislumbran normales. Entre ellas, la dramática incapacidad para regenerar liderazgos. Sin ellos pierde la brújula. La obstinación de Cristina terminó por arrastrar también al peronismo que la había repudiado. Pero el gambito realizado, más allá de la imaginación, sería otra demostración de anomalía. Que detona incertidumbres a futuro. La delegación formal del poder en Alberto altera el orden y la jerarquía que demanda cualquier construcción política. Es cierto que el peronismo posee historia en ese aspecto. Nunca de esas probetas salió un saldo favorable para el país.
El candidato pareciera consciente de la irregularidad. Por tal razón, se ocupó de repetir en la campaña que "nunca más" lo harán pelear con Cristina. Nadie lo hizo pelear en el segundo mandato. Renunció por diferencias hondas que se transformaron en un distanciamiento con agravios. Pero están hechos de una madera similar. La ex presidenta entendió que Alberto era la máscara adecuada para ofertar moderación y pelear los comicios. También y, sobre todo, de reagrupar al peronismo. El candidato descubrió la ocasión de ubicarse en un lugar que en su vida había supuesto. Así alumbró la reconciliación.
La campaña sirvió para desnudar otras rarezas. Cristina, la dueña de los votos, estuvo en un segundo plano. Fue, sin embargo, la oradora principal en varios de los actos que compartió con Alberto. Entró y salió de la escena según oscilaban los números de las encuestas. Su ocultamiento respondió a varios motivos. La ex presidenta posee una composición de pensamiento que muchas veces no concuerda con su delegado. Afloró en superficie varias veces. En especial, cuando la crisis de Venezuela se metió en el debate. O con la obsesión de Cristina respecto del papel del periodismo. La prescindencia de la doctora, de paso, pretendió aflojar la polarización que buscó el Gobierno. Un dato: Alberto criticó duramente a Macri; el Presidente no le respondió una sola vez.
El interrogante natural es saber si aquellas diferencias no aumentarían en el ejercicio del poder. Cuando Alberto deba, en hipótesis, hacer frente a la crisis económico-social apartándose, a lo mejor, de recetas progresistas. También en el momento que deba abordarse la situación judicial de Cristina en las causas por corrupción. La ex presidente tiene 13 procesamientos y 7 pedidos de prisión preventiva. No será sencillo el desmonte con una porción muy importante de la sociedad que enjuiciará cada movimiento.
La crisis económico-social y la corrupción (resumida también en la lucha contra el narcotráfico y las mafias) ocupó, alternativamente, la primera línea de la campaña. Aunque resultaron, de uno y otro lado, casi monólogos. Macri, Vidal y Rodríguez Larreta jamás aceptaron el desafío kirchnerista. Ni siquiera atinaron a defenderse con la herencia recibida. Una excusa ahora tardía. Ni un solo dirigente opositor, kirchnerista o peronista, por su parte, se animó a refutar el libreto oficial.
Quizás el golpe más certero fue lanzado por la gobernadora. En su afán por defender la difícil reelección lanzó una interpelación impactante al hablar sobre mafias y narcos en su territorio. "El peronismo gobernó allí 28 años. ¿Nunca en ese tiempo vio nada de eso?", repitió. Sólo Axel Kicillof, el candidato de Cristina para destronar a Vidal, explotó de fastidio. Tal vez, por la impotencia ante la pregunta contundente.
El kirchnerismo, en el epílogo, rastreó un escape al encierro que le plantea el problema de la corrupción. Sembró dudas por la transparencia del escrutinio de las PASO. Sobre una de las formas de transmisión de datos que hará la empresa venezolana Smartmatic, que desplazó por licitación a la española INDRA. Desde 1997 realizaba esa tarea. Forzó la intervención de la Cámara Nacional Electoral y de la jueza en la materia, María Servini de Cubría. Ambos garantizaron veedores especiales. La concesión fue desestimada por el kirchnerismo. Hará su propio recuento. Nadie puede asegurar qué sucederá si llegan a darse resultados con escaso margen de diferencia.
El Gobierno debió haber previsto con tiempo que el cambio despertaría suspicacias. El kirchnerismo, si de verdad teme trampas, tuvo que haber planteado las objeciones con mayor antelación. Puede que se trate, al fin, de una maniobra de campaña. Aún así, quedaría en evidencia otra fragilidad institucional. Resulta inconcebible que a 39 años de recuperada la democracia se utilice como bandera la posibilidad de un fraude informático.
La palabra no solo la pronunció Alberto. Aunque no debe extrañar. Aquella célebre noche de la victoria de Alfonsín en 1983, el mitológico Lorenzo Miguel, el sindicalista Norberto Imbelloni y Herminio Iglesias denunciaron un fraude informativo. Porque no llegaban los votos favorables para coronar el triunfo. Nunca llegaron. La historia siempre es circular en la Argentina.
Copyright Clarín 2019

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viernes, 26 de julio de 2019

Personalidades de la cultura y académicos salieron a apoyar a Mauricio Macri: Luis Brandoni, Juan José Campanella y Oscar Martínez entre otros…

Firmaron una carta que titularon "Por qué votamos Juntos por el Cambio". Todos los nombres.
"Quienes abajo firmamos, ciudadanas y ciudadanos independientes que valoramos los grandes trazos de la transformación sin dejar de observar que se deben corregir aquellas cosas que se hicieron mal, decidimos pronunciarnos para convocar a votar por las fórmulas de Juntos por el Cambio".
Este es uno de los fragmentos de la carta de apoyo a Mauricio Macri para las próximas elecciones, firmada por personalidades del mundo de la cultura, la academia y de la ciencia.Entre los firmantes están Juan José Campanella, Graciela Fernández Meijide, Santiago Kovadloff, Luis Brandoni, Oscar Martínez, Marcelo Birmajer, Luis Alberto Romero, Federico Andahazi, María Eugenia Estenssoro, Marcos Novaro, Andrés Malamud, Marcos Aguinis y Juan José Sebreli.
"Lo hacemos convencidos de que hay mucho que defender de lo realizado, lo que no quita que la tarea aún pendiente sea enorme. También creemos que sería un grave retroceso para el país volver al pasado, a sus fórmulas y sus métodos", continúa la carta llamada Por qué votamos Juntos por el Cambio.
Estos son los nombres de los firmantes:
 Por qué votamos Juntos por el Cambio
Hace casi cuatro años, el pueblo argentino votó por un nuevo rumbo para el país y le confió a Mauricio Macri la máxima responsabilidad para liderar ese proceso de cambios.
El camino no fue sencillo y tampoco estuvo exento de errores. A pesar de las dificultades y el enorme sacrificio que debió realizar la sociedad argentina, en 2017 las urnas convalidaron la gestión del gobierno de Cambiemos. Los argentinos volvieron a optar por un país moderno, con instituciones sólidas, respetuoso de las libertades públicas y el estado de derecho. El mundo reconoció los esfuerzos y la Argentina logró atravesar situaciones críticas. Se sentaron así las bases para el desarrollo al que todos aspiramos.
Ante las próximas elecciones, quienes abajo firmamos, ciudadanas y ciudadanos independientes que valoramos los grandes trazos de la transformación sin dejar de observar que se deben corregir aquellas cosas que se hicieron mal, decidimos pronunciarnos para convocar a votar por las fórmulas de Juntos por el Cambio. Lo hacemos convencidos de que hay mucho que defender de lo realizado, lo que no quita que la tarea aún pendiente sea enorme. También creemos que sería un grave retroceso para el país volver al pasado, a sus fórmulas y sus métodos.
El gobierno de Mauricio Macri respetó la división de poderes y se abstuvo de utilizar las herramientas del Estado para fines partidarios. Un ejemplo de ello fue la gestión de los medios públicos, antes usina de propaganda oficial, ahora al servicio de todos los argentinos. De las cadenas nacionales y programas que denigraban opositores, pasamos a una relación respetuosa del pluralismo y de la privacidad de los ciudadanos. Este gobierno puso, en ese sentido, las cosas en su lugar.
La corrupción fue durante los años anteriores un ejemplo extremo del uso del Estado para beneficio personal. En 2015 se inició un proceso de drásticos cambios para transparentar las acciones de gobierno. Se buscó recuperar el valor de la honestidad como mandato indisociable de la función pública y el Poder Ejecutivo respetó el accionar independiente de la Justicia para sancionar a quienes cometieron delitos.
Hasta 2015 las estadísticas públicas eran una herramienta para ocultar las cifras de un país devastado. El gobierno de Cambiemos normalizó el funcionamiento del INDEC, que dejó de estar sometido a la manipulación gubernamental. En el siglo XXI, atravesado por las noticias falsas, el Estado argentino volvió a contar con instrumentos para implementar políticas públicas acordes a las necesidades de la población. Sin esto, sería imposible siquiera afrontar el gran desafío pendiente de la Argentina: la disminución sostenida de la pobreza.
Mientras que durante el gobierno anterior Argentina era un país marginal cuyos vínculos más sólidos privilegiaban a la Venezuela de Nicolás Maduro, a Irán y a otros Estados condenados por la comunidad internacional por complicidades con el terrorismo y por violaciones a los Derechos Humanos, durante el gobierno de Mauricio Macri se gestó una política exterior exitosa. Un claro reflejo de ese reconocimiento fue la labor de Argentina en la presidencia del G20 y la realización, por primera vez en la historia, de su cumbre en la Ciudad de Buenos Aires. Si antes el mundo nos daba la espalda, hoy nos mira por el importante acuerdo logrado entre el Mercosur y la Unión Europea.
Pero la salud de las instituciones no se verifica solo en relación con el mundo. Hoy la Argentina es un país mucho más federal. El aumento de las transferencias automáticas a las provincias, con el respeto al mandato de la ley y de los fallos judiciales, es una realidad reconocida por todos los gobiernos provinciales, sin importar su signo político. Además, la implementación de nuevas herramientas como el pacto fiscal permitió una mejor realidad financiera para esas administraciones: ahora el trabajo coordinado entre Nación y provincias no se basa en presiones políticas extorsivas o conveniencias coyunturales; apunta al desarrollo integral de la Nación.
Las carencias de Argentina están en el nivel institucional, en el nivel de las bases económicas y también en la infraestructura del país. Necesitamos seguir construyendo las bases imprescindibles para un desarrollo verdadero: rutas, autopistas, puertos, aeropuertos, trenes, energía, redes de agua potable, de cloacas, obras de prevención de inundaciones, conexión a Internet y conectividad celular. Para ello, debemos consolidar los rumbos que tomó el gobierno elegido en 2015, ahora ampliando consensos, buscando unir más a los argentinos.
Sabemos que hay mucho por hacer y mejorar. La vara siempre debe elevarse. En este gobierno, con sus aciertos y también con sus errores, encontramos un interlocutor dispuesto a escuchar, con voluntad de cambiar los peores hábitos de la historia política de nuestro país.
Decidimos votar a la fórmula Mauricio Macri - Miguel Pichetto y a Juntos por el Cambio sin por ello abandonar nuestras singularidades y el derecho a criticar aquellas decisiones que nos parezcan incorrectas. Tenemos la convicción de que una mejor democracia se construye sobre la disidencia y el diálogo constructivo. Cuatro años no alcanzan para corregir la realidad de una Argentina cuyo atraso lleva décadas. Tenemos que consolidar el rumbo para evitar una nueva frustración. Frente al dilema pasado o futuro, nosotros apostamos al futuro.

miércoles, 30 de marzo de 2016

"Si explota el Conurbano, salta Mauricio Macri" / Fernando Espinoza


El ex intendente de La Matanza pronunció una polémica frase en el encuentro de intendentes peronistas que se realizó ayer en Bolívar. Varios jefes comunales se fueron disgustados por una expresión que atenta contra la gobernabilidad presidencial
El titular del PJ bonaerense, Fernando Espinoza, se convirtió en el gran protagonista del encuentro de intendentes peronistas que se realizó este martes, al pronunciar un temerario discurso contra la política de ajuste que lleva adelante el gobierno nacional, porque instó a trabajar para que la gente se ponga en acción y salga a manifestarse contra el macrismo de un modo contundente.

"Hay despidos, hambre, están haciendo bolsa todo lo que logramos... Tenemos que generar que el pueblo esté en la calle, así como venían a rompernos las pelotas a nosotros con los cacerolazos", comenzó el referente pejotista, que instantes después cruzó un límite peligroso.

La expresión motivó la intervención de Francisco "Paco" Durañona: el intendente de San Antonio de Areco pidió la palabra para hacer una aclaración necesaria ante la salida de tono de Espinoza: "Nosotros tenemos que ser críticos, pero debemos actuar como garantes de que Macri cumpla su mandato".
El anfitrión de la cumbre, Eduardo Bucca (Bolívar), había remarcado antes la necesidad de ser cuidadosos con cada acción: "Es crucial entender que tenemos que cuidar los territorios de cada uno de los municipios, tenemos que hacernos muy fuertes, contener lo que tenemos y tener una apertura para escuchar a los vecinos que electoralmente no nos acompañaron y plantear nuevas estrategias de construcción para ampliar nuestra representatividad en cada municipio".

La lista de oradores incluyó también a Julio Pereyra (Florencio Varela), Alberto Descalzo (Ituzaingó), Juan Zabaleta (Hurlingham), Martín Insaurralde (Lomas de Zamora), Gabirel Katopodis (San Martín) y Mariano Cascallares (Almirante Brown). TODOS FUERON CRÍTICOS, PERO NINGUNO LLEGÓ AL EXTREMO DE SEMBRAR DUDAS SOBRE LA GOBERNABILIDAD.

Al finalizar el encuentro, varios intendentes expresaron su disgusto por los dichos de Espinoza, que no hizo más que profundizar las grietas internas que sacuden los cimientos del peronismo. "Hay que ser responsables para cuidar la gobernabilidad, no se puede hablar con esa liviandad", coincidieron en voz baja un par de caciques bonaerenses que, como tantos otros, TODAVÍA NO PODÍAN CREER LO QUE ACABABA DE DECIR EL ACTUAL LÍDER DEL PJ BONAERENSE.

domingo, 12 de abril de 2015

Macri y Massa se encaminan a ser ALIADOS en 10 provincias




Aunque hacen poco por mencionar esos acuerdos, ya están avanzados en seis distritos y podrían extenderse a otros cuatro, casi siempre sobre la base de la UCR

Mauricio Macri y Sergio Massa comparten una ambición que excluye al otro: la de derrotar al kirchnerismo y acceder a la Presidencia. Pero no es lo único que comparten: más allá de la rivalidad que día a día se agiganta en sus campañas, lo cierto es que en diez provincias Pro y el Frente Renovador integran una misma alianza o van camino de ser socios para enfrentar al kirchnerismo. En casi todas ellas, el radicalismo encabeza las fórmulas y es la amalgama sobre la que se pliegan el jefe de gobierno porteño y el diputado bonaerense.

La composición pocas veces es pareja y da mayor protagonismo a Pro o al Frente Renovador (FR) según cuál haya llegado primero a la alianza con la UCR o tenga mayor afinidad con el candidato radical. O según quién tenga mayor peso político en la provincia. O algo de peso, ya que ambos partidos tienen serias deficiencias en varios distritos. Estas condiciones no siempre coinciden.

El macrismo, por ejemplo, prima en los frentes que se constituyeron en Mendoza, Chaco y Corrientes. En los dos primeros, el FR terminó sumándose a último momento a una alianza ajena, donde los candidatos Eduardo Cornejo (intendente de Godoy Cruz) y Aída Ayala (Resistencia) están alineados con la conducción radical de Ernesto Sanz y la alianza con Macri.
Sucede lo mismo con radicalismo correntino y su gobernador, Ricardo Colombi, que en la convención de Gualeguaychú también apoyó la alianza con Pro. Pero, como en parte sucede en Chaco, el frente provincial ECO de Colombi tiene más aliados massistas que macristas, lo que determina el armado de las listas de legisladores nacionales.

Massa, por su parte, pisa más fuerte que Pro en las alianzas de La Rioja y Formosa. En la primera logró que el intendente de Famatina, Ismael Bordagaray, acompañe como candidato a vicegobernador al diputado radical Julio Martínez (ver aparte). En Pro destacan otro hecho: que las negociaciones de Emilio Monzó y Francisco Quintana les asegurarán el apoyo de Martínez a Macri para la elección presidencial, luego de la interna con Sanz.

El tigrense también podría colocar un vice en Formosa, donde el senador y candidato a gobernador, Luis Naidenoff, es uno de sus principales aliados dentro de la UCR.Salta es el reverso del caso mendocino: Pro se sumó como último recurso al frente liderado por el senador peronista Juan Carlos Romero, que integra la mesa nacional del FR.

Massa, a su vez, intentará lograr lo mismo en La Pampa, donde la alianza Pro-UCR está avanzada y el diputado radical Francisco Torroba puede disputar la interna con su par macrista Javier Mac Allister.

Sobre la base que ofrece la UCR, macristas y massistas también podrían terminar comulgando en Jujuy, Tucumán y Santa Cruz. En los dos primeros, los candidatos radicales (el senador Gerardo Morales y el diputado José Cano) exhibieron públicamente su preferencia por Massa y ya trazaron un acuerdo local. El macrismo no descarta presentar un candidato "por fuera" del frente opositor, que les dificulte el acceso de la gobernación a los radicales.

En Santa Cruz, el diputado radical Eduardo Costa fue más cauteloso que Cano, Morales o Naidenoff a la hora de manifestarse públicamente por Massa o Macri, pero, como sus pares, necesita cada voto peronista para ganarle al kirchnerismo.

La alquimia massista-macrista es incierta aún en San Luis, donde lo que definirá si hay enfrentamiento es la posición que tomen los hermanos Rodríguez Saá a nivel nacional.

Si Macri y Massa hacen poco o nada para destacar las alianzas locales que comparten, éstas también pasan a un segundo plano por el peso de las provincias donde se enfrentarán.

Para esas disputas, Pro quedó mejor parado en la Capital Federal y Santa Fe, donde Massa pelea para afirmar sus candidatos. Pese a las dificultades de la alianza macrista en Córdoba, también allí le sacaron un tranco al FR, que necesita definir aún su relación con el gobernador José Manuel de la Sota para explicitar cuál será su juego.

De todos modos, el massismo confía en revertir los resultados de esas provincias y otras más gracias al peso electoral de la provincia de Buenos Aires. También esperan una amplia ventaja en Chubut.

Para el "duelo chico" entre ambos, Pro confía aventajar al massismo en Neuquén, Catamarca, Santiago del Estero y Entre Ríos, mientras que los massistas esperan sumar más en San Juan, Tierra del Fuego, Misiones y Río Negro. Cada caso, con sus bemoles, alimenta la ambición de los dos que pujan por la Presidencia