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viernes, 27 de enero de 2023

Un viaje a Argentina / Tzvetan Todorov **

Una sociedad necesita conocer la Historia, no solo tener memoria. En el caso argentino, un terrorismo revolucionario precedió al terrorismo de Estado de los militares, y no se puede comprender el uno sin el otro

En noviembre de 2010, fui por primera vez a Buenos Aires, donde permanecí una semana. Mis impresiones del país son forzosamente superficiales. Aun así, voy a arriesgarme a transcribirlas aquí, pues sé que, a veces, al contemplar un paisaje desde lejos, divisamos cosas que a los habitantes del lugar se les escapan: es el privilegio efímero del visitante extranjero.

He escrito en varias ocasiones sobre las cuestiones que suscita la memoria de acontecimientos públicos traumatizantes: II Guerra Mundial, regímenes totalitarios, campos de concentración... Esta es sin duda la razón por la que me invitaron a visitar varios lugares vinculados a la historia reciente de Argentina. Así pues, estuve en la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada), un cuartel que, durante los años de la última dictadura militar (1976-1983), fue transformado en centro de detención y tortura. Alrededor de 5.000 personas pasaron por este lugar, el más importante en su género, pero no el único: el número total de víctimas no se conoce con precisión, pero se estima en unas 30.000. También fui al Parque de la Memoria, a orillas del Río de la Plata, donde se ha erigido una larga estela destinada a portar los nombres de todas las víctimas de la represión (unas 10.000, por ahora). La estela representa una enorme herida que nunca se cierra.

El genocidio camboyano mató al 25% de la población. La represión argentina, el 0,01%El término "terrorismo de Estado", empleado para designar el proceso que conmemoran estos lugares, es muy apropiado. Las personas detenidas eran maltratadas en ausencia de todo marco legal. Primero, las sometían a unas torturas destinadas a arrancarles informaciones que permitieran otros arrestos. A los detenidos, les colocaban un capuchón en la cabeza para impedirles ver y oír; o, por el contrario, los mantenían en una sala con una luz cegadora y una música ensordecedora. Luego, eran ejecutados sin juicio: a menudo narcotizados y arrojados al río desde un helicóptero; así es como se convertían en "desaparecidos". Un crimen específico de la dictadura argentina fue el robo de niños: las mujeres embarazadas detenidas eran custodiadas hasta que nacían sus hijos; luego, sufrían la misma suerte que el resto de los presos. En cuanto a los niños, eran entregados en adopción a las familias de los militares o a las de sus amigos. El drama de estos niños, hoy adultos, cuyos padres adoptivos son indirectamente responsables de la muerte de sus padres biológicos, es particularmente conmovedor.

En el Catálogo institucional del parque de la Memoria, publicado hace algunos meses, se puede leer: "Indudablemente, hoy la Argentina es un país ejemplar en relación con la búsqueda de la Memoria, Verdad y Justicia". Pese a la emoción experimentada ante las huellas de la violencia pasada, no consigo suscribir esta afirmación.

En ninguno de los dos lugares que visité vi el menor signo que remitiese al contexto en el cual, en 1976, se instauró la dictadura, ni a lo que la precedió y la siguió. Ahora bien, como todos sabemos, el periodo 1973-1976 fue el de las tensiones extremas que condujeron al país al borde de la guerra civil. Los Montoneros y otros grupos de extrema izquierda organizaban asesinatos de personalidades políticas y militares, que a veces incluían a toda su familia, tomaban rehenes con el fin de obtener un rescate, volaban edificios públicos y atracaban bancos. Tras la instauración de la dictadura, obedeciendo a sus dirigentes, a menudo refugiados en el extranjero, esos mismos grupúsculos pasaron a la clandestinidad y continuaron la lucha armada. Tampoco se puede silenciar la ideología que inspiraba a esta guerrilla de extrema izquierda y al régimen que tanto anhelaba.

Como fue vencida y eliminada, no se pueden calibrar las consecuencias que hubiera tenido su victoria. Pero, a título de comparación, podemos recordar que, más o menos en el mismo momento (entre 1975 y 1979), una guerrilla de extrema izquierda se hizo con el poder en Camboya. El genocidio que desencadenó causó la muerte de alrededor de un millón y medio de personas, el 25% de la población del país. Las víctimas de la represión del terrorismo de Estado en Argentina, demasiado numerosas, representan el 0,01% de la población.

Claro está que no se puede asimilar a las víctimas reales con las víctimas potenciales. Tampoco estoy sugiriendo que la violencia de la guerrilla sea equiparable a la de la dictadura. No solo las cifras son, una vez más, desproporcionadas, sino que además los crímenes de la dictadura son particularmente graves por el hecho de ser promovidos por el aparato del Estado, garante teórico de la legalidad. No solo destruyen las vidas de los individuos, sino las mismas bases de la vida común. Sin embargo, no deja de ser cierto que un terrorismo revolucionario precedió y convivió al principio con el terrorismo de Estado, y que no se puede comprender el uno sin el otro.

En su introducción, el Catálogo del parque de la Memoria define así la ambición de este lugar: "Solo de esta manera se puede realmente entender la tragedia de hombres y mujeres y el papel que cada uno tuvo en la historia". Pero no se puede comprender el destino de esas personas sin saber por qué ideal combatían ni de qué medios se servían. El visitante ignora todo lo relativo a su vida anterior a la detención: han sido reducidas al papel de víctimas meramente pasivas que nunca tuvieron voluntad propia ni llevaron a cabo ningún acto. Se nos ofrece la oportunidad de compararlas, no de comprenderlas. Sin embargo, su tragedia va más allá de la derrota y la muerte: luchaban en nombre de una ideología que, si hubiera salido victoriosa, probablemente habría provocado tantas víctimas, si no más, como sus enemigos. En todo caso, en su mayoría, eran combatientes que sabían que asumían ciertos riesgos.

La manera de presentar el pasado en estos lugares seguramente ilustra la memoria de uno de los actores del drama, el grupo de los reprimidos; pero no se puede decir que defienda eficazmente la Verdad, ya que omite parcelas enteras de la Historia. En cuanto a la Justicia, si entendemos por tal un juicio que no se limita a los tribunales, sino que atañe a nuestras vidas, sigue siendo imperfecta: el juicio equitativo es aquel que tiene en cuenta el contexto en el que se produce un acontecimiento, sus antecedentes y sus consecuencias. En este caso, la represión ejercida por la dictadura se nos presenta aislada del resto.

La cuestión que me preocupa no tiene que ver con la evaluación de las dos ideologías que se enfrentaron y siguen teniendo sus partidarios; es la de la comprensión histórica. Pues una sociedad necesita conocer la Historia, no solamente tener memoria. La memoria colectiva es subjetiva: refleja las vivencias de uno de los grupos constitutivos de la sociedad; por eso puede ser utilizada por ese grupo como un medio para adquirir o reforzar una posición política. Por su parte, la Historia no se hace con un objetivo político (o si no, es una mala Historia), sino con la verdad y la justicia como únicos imperativos. Aspira a la objetividad y establece los hechos con precisión; para los juicios que formula, se basa en la intersubjetividad, en otras palabras, intenta tener en cuenta la pluralidad de puntos de vista que se expresan en el seno de una sociedad.

La Historia nos ayuda a salir de la ilusión maniquea en la que a menudo nos encierra la memoria: la división de la humanidad en dos compartimentos estancos, buenos y malos, víctimas y verdugos, inocentes y culpables. Si no conseguimos acceder a la Historia, ¿cómo podría verse coronado por el éxito el llamamiento al "¡Nunca más!"? Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él. No hay que olvidar que la inmensa mayoría de los crímenes colectivos fueron cometidos en nombre del bien, la justicia y la felicidad para todos. Las causas nobles no disculpan los actos innobles.

En Argentina, varios libros debaten sobre estas cuestiones; varios encuentros han tenido lugar también entre hijos o padres de las víctimas de uno u otro terrorismo. Su impacto global sobre la sociedad es a menudo limitado, pues, por el momento, el debate está sometido a las estrategias de los partidos. Sería más conveniente que quedara en manos de la sociedad civil y que aquellos cuya palabra tiene algún prestigio, hombres y mujeres de la política, antiguos militantes de una u otra causa, sabios y escritores reconocidos, contribuyan al advenimiento de una visión más exacta y más compleja del pasado común.

**Tzvetan Todorov es semiólogo, filósofo e historiador de origen búlgaro y nacionalidad francesa. Traducción de José Luis Sánchez-Silva.

domingo, 8 de enero de 2023

El Origen del “Evitismo”: El vandorismo proge




"En aquella semana en el Tigre en compañía de Walsh, una noche nos entusiasmamos elogiando a Eva Perón. Desproporcionadamente, por ahí, pero era la única manera que teníamos de disminuirlo a Perón y de conjurar su peso histórico que entonces nos abrumaba."…. Walsh me dijo que sí y se rió con acidez; y se largó a imaginar una pareja de Eva y el Che Aunque al final sugirió que ese presunto casal hubiera resultado un asunto incestuoso"

 

Fuente: David Viñas, Literatura Argentina y Realidad Política, Tomo II 


Publicado en : https://www.facebook.com/SoyTelefonico/photos/gm.6214352991932916/5882473815149124/



miércoles, 9 de junio de 2021

1956 - 9 de junio - 2021

 


El 9 de junio de 1956 se produjo un levantamiento cívico-militar liderado por el general Juan José Valle contra la dictadura militar de Aramburu y Rojas que derrocara al gobierno constitucional del Presidente J. D. Peron nueve meses atrás. El levantamiento fue rápidamente abortado debido a que el movimiento había sido infiltrado y el usurpador gobierno militar estaba esperando a los insurrectos. La dictadura decidió efectuar un cobarde castigo completamente inusual en la historia argentina contemporánea.

Esta apretada síntesis es un incipiente umbral de la asonada de junio de 1956…Los invito a la lectura del libro escrito por Daniel Brion, hijo de uno de los  Ajusticiados por la banda fusiladora conducida por  Rojas-Aramburu: EL PRESIDENTE DUERME .Fusilados de 1956, la generación de una causa. Un conmovedor relato que ilustra un momento cruel de nuestra historia, generador de ulterioridades de resistencia y lucha por la democracia.

Libro DISPONIBLE

https://drive.google.com/file/d/0B9MUX80k_Q05aHNUalh3SjlRMU0/view?pref=2&pli=1


lunes, 29 de junio de 2020

La Declaración de Independencia de 1815: el hito patriótico que la historia oficial decidió olvidar / Por Pacho O'Donnell



El denominado Congreso "de los Pueblos Libres" o "de Oriente" se reunió a partir del 29 de junio de 1815 en Entre Ríos. Sin embargo, la que debería ser considerada como la Primera Declaración de Independencia del Río de la Plata es aún hoy, 205 años después, ninguneada por cierta parte de la historiografía
La historia oficial argentina, escrita por los vencedores de las guerras civiles del siglo XIX, los unitarios liberales, centralistas, extranjerizantes, porteñistas, la confeccionaron como un aparato ideológico (Althusser) para justificar su proyecto de organización nacional. Esa direccionalidad politizada hace que sean muchos los aspectos deformados que merecen ser revisados. Ello no es banal, ya que muchos de los problemas actuales de nuestra patria tienen sus raíces en un pasado falsificado y perturban la proyección futura.
El denominado Congreso "de los Pueblos Libres" también conocido como Congreso "de Oriente", reunido a partir del 29 de junio de 1815 en la ciudad de Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos, constituyó un acontecimiento de gran importancia histórica, debiendo ser considerada como la Primera Declaración de Independencia del Río de la Plata.
Reivindicar el congreso entrerriano convocado por el caudillo oriental José Gervasio Artigas no supone devaluar el del 9 de julio en Tucumán, ya que a ojos vistas son complementarios pues el primero reunió a las provincias andinas, las cuyanas, las del noroeste y las altoperuanas, a las que se sumó Buenos Aires luego del fracaso de su intención de organizarlo en su territorio. En cambio el de Concepción del Uruguay convocó a las provincias litorales: la Banda Oriental, las misiones, Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe, a las que se agregó una parte de Córdoba. Es evidente la pareja representatividad de ambos.
Las reunidas en el Congreso "de los Pueblos Libres" eran federalistas, razón por la cual nuestra historia oficial escrita por sus vencedores unitarios y porteñistas decidió no reivindicarlo. La misma estrategia de condenar al ostracismo histórico al "Protector de los Pueblos Libres" Artigas, un prócer de dimensión rioplatense y latinoamericana, suponiéndolo sólo relevante dentro de los límites de la memoria uruguaya.
Los que se oponen a reconocer esta declaración independentista argumentan que no hay actas que den pruebas del mismo. Pero es de tener en cuenta que eran tiempos de guerra y de comunicaciones por chasques, propensos a la pérdida o destrucción. Así sucedió con las actas originales del Congreso de Tucumán, que fueron portadas hacia Buenos Aires por el ayudante mayor del Regimiento 8, Cayetano Grimau, quien fue asaltado en el camino y despojado de su encomienda, que nunca fue encontrada. Pudieron ser reconstruidas por una providencial copia en manos del secretario Serrano. Además en Concepción del Uruguay los participantes tenían una identidad más popular, gauchesca y originaria, poco propensos a los actos formales, con la concurrencia de muy escasos hombres de leyes.
Otro argumento cuestionador es que en la correspondencia de Artigas de esos días no hay referencia a la declaración independentista. El motivo de ello es que la acuciante preocupación del caudillo en aquellos días era lograr un acuerdo con Buenos Aires para fortalecerse ante la inminente invasión del imperio portugués desde Brasil. De allí que sus menciones se refirieran a la constitución de una delegación que saliera del Congreso para una mediación condenada al fracaso pues el deseo de los políticos porteños era justamente la destrucción de Artigas con la colaboración de los lusobrasileros.
Por otra parte el oriental y sus seguidores no necesitaban declarar la independencia pues estaban convencidos de que esa había sido la intención de la insurrección de mayo de 1810, ajenos a las especulaciones políticas de los doctores porteños. Así lo evidenciaron las Instrucciones artiguistas para la Asamblea del Año XIII, en las que, ya en su encabezamiento, antes del articulado, se leía: "Primeramente pedirá la declaración de la independencia absoluta de estas colonias, que ellas están absueltas de toda obligación de fidelidad a la corona de España y familia de los Borbones, y que toda conexión política entre ellas y el Estado de España deber ser totalmente disuelta".
Esta posición se afirmó en la memorable oración inaugural al Congreso "de Tres Cruces", celebrado tres años antes del de Concepción del Uruguay, cuando el caudillo oriental expresó: "La soberanía particular de los pueblos será precisamente declarada y ostentada, como objeto único de nuestra revolución; la unidad federal de todos los pueblos e independencia no sólo de España sino de todo poder extranjero".
Si bien, como queda escrito, Artigas y la Banda Oriental no debían declarar lo que ya habían declarado, el Congreso de los Pueblos Libres fue la oportunidad para que lo hicieran las otras provincias federalistas, litorales.
Así el Cabildo de Corrientes dejó sentado las conclusiones de los debates sostenidos en Concepción del Uruguay: "Viéndose penetrado de la utilidad y necesidad de convenir, consultando la beneficencia del pueblo, su representado, con las benéficas y liberales ideas con que el señor General (Artigas) promueve la santa causa de los pueblos, para colocarlos en el goce pacífico de sus primeros derechos, las cuales ni son opuestas al sistema esencial de la América, ni distintas de las que se adoptaron en la primera época de la instalación del gobierno provisorio de la capital de Buenos Aires, se resolvió declarar la independencia bajo el sistema federativo y al General Don José de Artigas por Protector".
A su vez las instrucciones que llevó el delegado santafesino reproducían casi literalmente las enviadas en 1813 a la Asamblea reunida en Buenos Aires: "1º Pedirán la declaración absoluta de la independencia de la Corona de España y familia de los Borbones". Pocas dudas quedan que las demás provincias habrán propuesto y votado iniciativas similares ya que la declaración de la independencia era un eje clave de la unión federal.
Otro de los aspectos notables del Congreso "de los Pueblos Libres" que lo diferencian claramente del tucumano de 1816 es que mientras éste fue conformado por delegados elegidos "a dedo" por las respectivas oligarquías dominantes en las provincias concurrentes, en el entrerriano el sistema de elección de representantes fue por voto popular en asambleas de amplia convocatoria.
Otra diferencia es que mientras en Tucumán los debates estuvieron centrados en la forma de gobierno, consensuándose que la monarquía constitucional era la mejor, fuese con soberano europeo o americano, también en cómo negociar, no oponerse, con el invasor luso brasilero que acababa de irrumpir en la Banda Oriental, en Concepción del Uruguay se trató la política agraria y el comercio interprovincial y con el extranjero. Se resolvió que se confeccionara un Reglamento para el fomento de la campaña, poblada por inmensos latifundios que despoblaban y no explotaban las feraces pampas litorales. El mismo, aprobado el 10 de septiembre de 1815, constituyó la primera reforma agraria de Latinoamérica. Consistía en la confiscación de propiedades de "malos europeos y peores americanos", adversarios de la revolución patriota, para distribuirlas y así ser leales con las bases populares que constituían la fuerza del artiguismo. En su artículo 6º. podía leerse que "los más infelices serán los más privilegiados. En consecuencia los negros libres, los zambos de esta clase, los indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con suertes de estancia". El artículo 7º establecía que "serán igualmente agraciadas las viudas pobres si tuvieran hijos. Serán igualmente preferidos los casados a los americanos solteros, y éstos a cualquier extranjero".
Cuando Artigas tomó conocimiento de la Declaración de Independencia en San Miguel de Tucumán el 9 de julio de 1816 , escribió al Director Supremo en Buenos Aires, Juan Martín de Pueyrredón el 24 de ese mes: "Ha más de un año que la Banda Oriental enarboló su estandarte tricolor y juró su independencia absoluta y respectiva. Lo hará V.E. presente al Soberano Congreso para su Superior conocimiento".
El hecho de que ninguna de las provincias que asistieron al "Congreso de Oriente" o "de los Pueblos Libres" concurriera al de Tucumán es evidencia de que ya consideraban cumplido el trámite independentista. Por otra parte eran las que propugnaban una organización y constitución federal, republicana, popular y americanista, lo que no coincidía, salvo excepciones, con las concurrentes a Tucumán. La presencia de los delegados porteños en ésta tampoco era un aliciente ya que la liga federal de los "Pueblos Libres" se encontraba en guerra con el puerto y no ignoraba que la invasión portuguesa desde el Brasil era alentada desde allí.
No es banal, entonces, rescatar que hubo en nuestro pasado un vigoroso proyecto constitucional de organización federal y popular.

viernes, 19 de junio de 2020

La Historiade Belgrano y de la Independencia Argentina


La Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina

La Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina es un libro de historia argentina escrito por Bartolomé Mitre. Es una biografía de Manuel Belgrano, pero ampliada a toda la Guerra de la Independencia Argentina, donde Belgrano estuvo involucrado

Esta es una edición  complementaria de la  anterior la Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana, y ambas integran los principales aportes historiográficos de Bartolomé Mitre. La decisión no es casual. Como señala Mitre en las páginas de este libro al comentar el encuentro de los dos próceres, es un espectáculo digno de la atención de la posteridad el momento en que dos hombres eminentes se encuentran en la historia a la sombra de una misma bandera. Tal sucedió con San Martín y Belgrano, los dos hombres verdaderamente grandes de la revolución argentina, y que merecen el título de fundadores de la independencia de su patria.

Historia de Belgrano y de la independencia Argentina / por Bartolomé Mitre



lunes, 10 de diciembre de 2018

…Cómo fue el 10 de diciembre de 1983…

Hace 35 años, con la asunción de Raúl Alfonsín como presidente constitucional, la Argentina vivió un momento de fervor popular y de gran esperanza después de los oscuros años de la dictadura militar
Ese sábado todo empezó muy temprano. A las 7.45 ya había movimiento. Los cuatro canales de aire transmitían desde el Congreso. El presidente electo, Raúl Alfonsín ya había llegado. También lo iban haciendo legisladores, invitados y delegaciones extranjeras.
Lo de empezar temprano el día de su asunción no parece casual. No sólo porque iba a ser un día abigarrado, cargado de actividades. El libro Alfonsín, mitos y verdades del padre de la democracia, una excelente biografía escrita por Oscar Muiño, abre con una gran escena: "Era noctámbulo, trasnochaba, se levantaba tardísimo, fumaba mucho, llegaba tarde a las reuniones. Un radical típico. Un día, de repente, largó el cigarrillo, se inventó una rutina, comenzó a convocar gente temprano en las mañanas, dejó la noche. Cuando me enteré, supe que Raúl Alfonsín quería ser presidente". Ese madrugar, ese tener en actividad un sábado a todos desde muy temprano pretendía ser una nueva impronta.
Entre los invitados especiales los mayores honores se los llevaban los ex presidentes democráticos. Arturo Frondizi saludaba a cada legislador pero fue Isabel Perón quien tuvo que sacarse fotos con cada persona que se le acercaba simulando que los conocía. Desde su regreso al país había sido portada en todos los diarios. Se especulaba con que que encabezaría la oposición, que comandaría la reestructuración del peronismo derrotado. Los dos ex presidentes fueron los encargados de izar la bandera en la sala de sesiones.
Había una tensión alegre y ansiosa en el ambiente. Luego de siete años de silencio el Congreso se resignificaba. Su ausencia había hecho que los argentinos hubieran vuelto a valorar su actividad. Manteniendo un hábito legislativo de las décadas anteriores, las sesiones preparatorias, que tuvieron lugar desde 15 días antes, no habían sido del todo pacíficas.
Algunas provincias no habían terminado el recuento definitivo y no se podían aprobar los diplomas. Eso demoraba también la proclamación de la dupla presidencial a través del Colegio Electoral. Pero la gran disputa entre radicales y peronistas se daba por la conformación y manejo de las diferentes comisiones legislativas. Mientras el oficialismo reclamaba mayor poder por haber triunfado en las elecciones, el peronismo luchaba por mantenerse vivo y con influencia y no quería perder el manejo de comisiones clave.
Además la conformación de las Cámaras había quedaba bastante equilibrada con mayoría radical en Diputados pero con supremacía peronista en Senadores.
Luego del triunfo con el 52% de los votos del 30 de octubre, Alfonsín se dedicó a formar su gabinete y a reunirse con los distintos sectores políticos y sociales del país. Referentes peronistas, militares, Madres de Plaza de Mayo,intelectuales y otros fueron pasando por los encuentros, deseándole suerte y, por supuesto, dejándole pedidos y reclamos de antemano.
Los sindicatos se movían y empezaban con sus exigencias y procuraban imponer condiciones; no querían quedar relegados en la nueva repartija de poder. Antes de asumir empezaba una lucha que perseguiría y hostigaría al presidente radical a lo largo de todo su mandato. Alfonsín hablaba de sindicato único por actividad, elecciones claras y actividad sindical escindida de la políticaSaúl Ubaldini y el resto de la CGT marcaban la cancha desde temprano. Luego, vendrían las discusiones públicas, los enfrentamientos y un número que varios pueden repetir de memoria: los 13 paros generales en cinco años y medio.
El panorama tampoco era alentador desde el punto de vista económico. Recesión, inflación del 20 % mensual, deuda externa. El otro foco de tensión, naturalmente, estaba dado por los militares. Poco antes habían dictado la ley que se conoció como de Autoamnistía. Las tensiones estaban latentes y las heridas en carne viva. El 5 de diciembre se disolvía la Junta Militar. Luego de negociaciones encabezadas por Antonio Tróccoli, el futuro ministro del Interior, la asunción del mando se adelantó de principios de 1984 a diciembre de 1983.
Aquel 10 de diciembre, a las 8.30 en punto, comenzó la sesión. Alfonsín y Víctor Martínez juraron ante la Asamblea Legislativa. Años de dolor parecían quedar atrás, en esas voces fuertes, convencidas que juraban lealtad a la Constitución Nacional, auguraban un futuro mejor, abrían esperanzas. Fue el primer momento emotivo del día.
Luego Alfonsín se dirigió a la Asamblea. Abrió una carpeta, acomodó las hojas, se puso los anteojos y empezó su discurso. Sólo leyó 28 de las 74 páginas. El resto pidió que fuera incorporado al Diario de Sesiones. Eligió dar a conocer su ideario institucional y dejar para otro momento las medidas concretas. Es lo que necesitaba el país en ese momento. El discurso fue interrumpido por aplausos de todas las bancadas en varias ocasiones. Se puede resumir su alocución (medida y firme, acorde al lugar y al momento, dejando la espectacularidad para otra circunstancia) en la frase que provocó la primera ovación. Simple, contundente y necesaria: "Vamos a ser un gobierno decente".
Luego del Congreso llegó el primer momento épico del día. A contramano, bajó por Avenida de Mayo hacia la Casa de Gobierno. En el Cadillac descapotable, escoltado por decenas de granaderos a caballo, con su esposa María Lorenza Barreneche de pie al lado suyo, Alfonsín saludaba a las miles de personas que esperaban verlo pasar a los costados de la avenida. El sol de diciembre, el entusiasmo de la gente, los papelitos que caían sin cesar de los edificios y la esperanza convertirían a ese paseo en inolvidable.
En la Casa Rosada fue el momento de la entrega de atributos. En una ceremonia sobria, formal y breve, sin demasiadas sonrisas, Reynaldo Bignone, el último dictador, entregó el bastón y la faja presidencial. Luego, Alfonsín tomó juramento a sus primeros ocho ministros: Antonio Tróccoli (Interior), Bernardo Grinspun (Economía), Dante Caputo (Relaciones Exteriores), Roque Carranza (Obras y Servicios Públicos), Raúl Borrás (Defensa), Antonio Mucci (Trabajo), Aldo Neri (Salud y Acción Social) y Carlos Alconada Aramburú (Educación).
Grinspun tomaría notoriedad por su pelea por enderezar la economía; sus momentos de mayor fama los consiguió en verano: jugando al truco en las madrugadas marplatenses con Gerardo Sofovich y Susana Giménez, y en una célebre respuesta con mohín incluido ante un representante del FMI, cuando se bajó los pantalones y mostrándole la cola le dijo: "¿Querés que me baje los pantalones? Me los bajo".
Caputo tenía apenas 40 años, era el más joven del gabinete y el de mayor preparación intelectual. Borrás tenía la tarea más ímproba que era lidiar con los militares, con su repliegue, con la necesidad de depurar las tres armas, con sus exigencias por impunidad y con la urgencia por ajustar sus conductas a los nuevos tiempos democráticos. Luego de ellos ocho, un buen elenco, juraron todos los secretarios de Estado.
De allí, Alfonsín se dirigió al Cabildo. En los días previos, los radicales más influyentes sentaron su posición al respecto y alimentaron la discusión. ¿Desde dónde debía dirigir Alfonsín su primer mensaje como presidente al pueblo? Muchos sostenían que desde los balcones de la Casa Rosada. Otros insistían en evitar ese escenario. No querían asociar el nuevo gobierno a imágenes del pasado, deseaban obviar situaciones que los asimilaran al peronismo. Ese balcón tenía dueño. Simbólicamente, comenzar desde el Cabildo era unir los primeros pasos del nuevo gobierno a los albores de la Nación.
El balcón principal del Cabildo desbordaba de gente. Entre ellos se abrieron paso el flamante presidente y Víctor Martínez. La multitud bramó. La plaza y las calles aledañas estaban repletas. Había vinchas celestes y blancas, gorros y banderas argentinas, boinas blancas y banderas y estandartes del Partido Radical. También algunas enseñas de otros partidos. Pasaron un par de minutos hasta que Alfonsín pudiese hablar. La gente, abajo, coreaba su nombre, gritaba "Argentina, Argentina" y saltaba. Alfonsín, entonces, habló en primera persona del plural. Incluyó, se refirió a "todos". En su primera frase advirtió que vendría una etapa dura, difícil pero que el deber de todos era trabajar por asegurar la libertad y las condiciones de vida dignas en el país.
Mientras hablaba (y mientras la gente bramaba) fue adquiriendo cada vez más convicción y energía. El brazo se agitaba con firmeza y apuntalaba cada palabra, el exacto tono enfático. "No tengo dudas de que saldremos adelante, que tendremos el país que nos merecemos". Una nueva ovación.
El cierre de esos ocho minutos fue con lo que ya a esa altura era un clásico. El hit de Alfonsín, como lo llama Martín Zariello en su reciente libro 1988, el fin de la ilusión: el recitado del preámbulo de la Constitución Nacional. Fue, como lo bautizó el mismo Alfonsín en el cierre de campaña en la 9 de julio, un rezo laico. El brazo cayendo con el índice levantado, como golpeando cada frase, la voz grave, y la gente que se va sumando y repitiendo cada una de las consignas. Los que estaban en el balcón movían los labios acompañando, se entusiasmaban, afirmaban con cortos movimientos de cabeza.
Las últimas palabras las dijeron juntos, las gritaron decenas de miles de personas. Un momento estremecedor. El preámbulo de la Constitución Nacional con el que Alfonsín, cuando era candidato, cerraba todos sus discursos, se había convertido en una carta de fe de sus votantes.
Sin embargo, seis años después, al final de su mandato, las mismas palabras dichas con la misma cadencia expositiva no lograban similar efecto. Su resonancia, su sentido se había invertido. En el '83 representaban la esperanza, el futuro. En el '89 se habían convertido en un tango, eran pura nostalgia, eran la muestra cabal de todo lo que no pudo ser, de un fracaso.
Todavía quedaban más emociones en ese 10 de diciembre. En el Palacio San Martín, Alfonsín recibió a los representantes extranjeros que habían venido para su asunción. Felipe González, Bettino Craxi, George Bush (padre), el premier francés Pierre Mauroy, Belaúnde Terry, Siles Suazo y Daniel Ortega entre otros. Para la noche quedó la gala en el Teatro Colón. Programa previsible y emotivo: Alberto Ginastera, Astor Piazzolla y el Himno de la Alegría.
La actividad de los primeros días fue frenética. El programa de gobierno trató de cubrir todos los puntos de acción. En la economía hubo un rápido congelamiento de precios, búsqueda de créditos e intentos por estabilizar las distintas variables. La democratización de los sindicatos fracasó. A los cinco días de gobierno se ordenó el juzgamiento a las cúpulas militares y la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep). En política exterior se comenzó con la reinserción del país en el mundo.
Todavía quedaban más emociones en ese 10 de diciembre. En el Palacio San Martín, Alfonsín recibió a los representantes extranjeros que habían venido para su asunción. Felipe González, Bettino Craxi, George Bush (padre), el premier francés Pierre Mauroy, Belaúnde Terry, Siles Suazo y Daniel Ortega entre otros. Para la noche quedó la gala en el Teatro Colón. Programa previsible y emotivo: Alberto Ginastera, Astor Piazzolla y el Himno de la Alegría.
La actividad de los primeros días fue frenética. El programa de gobierno trató de cubrir todos los puntos de acción. En la economía hubo un rápido congelamiento de precios, búsqueda de créditos e intentos por estabilizar las distintas variables. La democratización de los sindicatos fracasó. A los cinco días de gobierno se ordenó el juzgamiento a las cúpulas militares y la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep). En política exterior se comenzó con la reinserción del país en el mundo.
La censura se había levantado, la gente volvía con entusiasmo al país, otras voces se escuchaban. Soplaban nuevos vientos. Había alegría y esperanzas en las calles. Comenzaba lo que se llamó la Primavera Alfonsinista que duraría hasta algún momento de 1987 (¿el primer levantamiento carapintada, la derrota en las segundas elecciones legislativas, el fracaso del Plan Austral?).
Pero ese 10 de diciembre un país tuvo expectativa, se llenó de fe y creyó en el futuro. Ese día el país salió de su época más atroz, de un tiempo de anomia, muerte y abyección. Ese 10 de diciembre fue un día largo. Pero también ese 10 de diciembre, quizá, haya sido el día más feliz en mucho tiempo.

martes, 14 de febrero de 2017

Los 70 y la permanente falsificación de la historia / Julio Bárbaro


Vale la pena volver una vez más a la década del 70, ya que aquella vocación por el poder absoluto de la guerrilla no parece expirar, y hasta seduce a buena parte de los argentinos

Volvemos a los 70. Vale la pena hacerlo, nada de aquello está cerrado. Los primeros libros fueron a favor de la guerrilla, se inventó la teoría de los dos demonios, y a partir de ella, dado que los militares eran el mal, la guerrilla quedaba instalada en el lugar del bien. Madres y Abuelas ocuparon el espacio de la dignidad, la conducción de la guerrilla terminó su vida oculta detrás de ellas. El kirchnerismo encontró en los restos de aquel socialismo violento y derrotado una excusa para su vocación de poder absoluto. Esa y no otra era la única razón que los unía a la izquierda. En la codicia, el socialismo solo ocupa un lugar decorativo.
Pero aquellos derrotados fueron reivindicados. Parecía una vuelta al error, ahora en su versión de memoria deformada. Y vimos como un poder sin límites morales ni institucionales se convertía en vengador de una derrota mucho más histórica que militar.
La violencia como fenómeno masivo nace con el golpe de Onganía, con la destrucción de la Universidad como "isla democrática" y la expulsión de los científicos que implicaba el fin del proyecto nacional y de la misma democracia. Después de ese golpe la violencia se imponía como único camino a la dignidad. Cuba y el Mayo francés se convertirían en los grandes mitos de mi generación.
El peronismo carecía de vigencia, tanto en la universidad como en la juventud. El asesinato de Aramburu va a permitir el ingreso de una parte de esa guerrilla al movimiento popular. No fue gestada por Perón, fue tan solo un intento de utilizarlo. No olvidemos que los militares habían derrocado a Perón pero también a Frondizi y a Illia; la derecha con su partido militar ejerció siempre la violencia, antes y después de la guerrilla y de López Rega.
No tuvimos la suerte de los uruguayos donde los Tupamaros fueron capaces de hacer su autocrítica, mostrar su talento y su coherencia, y convertirse en el eje de un partido de gobierno. La conducción de nuestros revolucionarios terminó sin el respeto de nadie, sin siquiera poder justificar sus errores   
En plena dictadura Perón recibe a una parte de la guerrilla, quienes le plantean acompañarlo en la recuperación de la democracia. En su retorno les entrega una enorme cuota de poder -basta de ejemplo la secretaría general del peronismo, los gobernadores de Buenos Aires, Córdoba y Mendoza, entre otros muchos. Al poco tiempo esa guerrilla decide volver a la violencia, en el absurdo intento de formar parte del gobierno y asesinar en nombre de la revolución. Y en la soberbia de creerse los únicos responsables de haber recuperado la democracia, al pueblo nunca lo valoraron demasiado.
Fue un absurdo, intentaban al mismo tiempo gobernar y asesinar. Los agredidos, muchos, en especial los sindicatos, iniciaron su acción defensiva. Votamos una ley de represión a la violencia, como cualquier gobierno democrático, ocho de ellos renunciaron a sus bancas. Fui testigo de esa locura, imaginaban la democracia como un escalón o a veces un obstáculo para la verdadera revolución. Eran parte importante del gobierno mientras asesinaban para quedarse como únicos dueños. Su ceguera histórica fue atroz, es absurdo reivindicar su lucha. Se puede admirar su heroísmo y su entrega, a nadie se le puede ocurrir mencionar su proyecto, era tan irracional como suicida. La guerrilla dejó miles de víctimas pero ningún sobreviviente coherente que recupere su legado: tanto dolor para tan pocas ideas rescatables.
La derecha con sus golpes fundó la violencia, y Perón en su retorno intenta impedir la confrontación. Una conducción sin talento ni visión histórica termina asesinando a Rucci. Y el golpe en su atrocidad les devuelve un lugar digno en la memoria. Muchos de ellos lo merecen, somos una sociedad donde más allá de la codicia solo suele habitar el heroísmo.
La Triple A  fue más que un poder oficial, en toda sociedad a los asesinos se les responde con violencia. Hubo muchos agredidos y muchos también respondieron. Algunos acusan tanto a Perón y a López Rega que a uno le queda la duda de si no habrán sido admiradores de Videla. La dictadura fue el partido militar desde siempre, el peronismo lo popular, y muchos intentan inventar una explicación donde denostando a Perón logren inaugurar un espacio para el gobierno actual.
No olvidemos que la izquierda se hace peronista asesinando a Aramburu y deja de serlo asesinando a Rucci. Y los liberales se hacen peronistas con Menem para destruir lo que ni la dictadura se había animado a reventar, y nos somete a la miseria disolviendo el legado de Perón, de Frondizi y de Illia, y hasta el digno intento de Raúl Alfonsín. Esos son los enemigos de la patria, los ideólogos de todos los golpes, los infiltrados en todos los gobiernos.
Para entrar al futuro necesitamos transformar el pasado en sabiduría, para ganar una elección quizás alcance para deformarlo y engañarnos con él. Uno es la salida definitiva, lo otro, solo el patético sueño de los mediocres. Estamos en un buen momento para optar.

miércoles, 17 de agosto de 2016

San Martín fue el hombre de una causa… / por J.D.Peron

 Jóvenes argentinos:

Llegamos, una vez más, a esta histórica plaza para glorificar en el bronce al arquetipo de nuestra nacionalidad, al más grande de los argentinos, al Padre de la Patria, al General D. José de San Martín.
Me han pedido que yo haga una alocución, probablemente con la intención de que encienda vuestro corazón de patriótico reconocimiento al General San Martín. Yo prefiero improvisaros una lección de historia, como las que he tenido por costumbre ofrecer durante muchos años a mis queridos alumnos de la Escuela Superior de Guerra.
La vida de San Martín, constituye la más gloriosa de las de todos los argentinos de nuestra historia. La vida de San Martín no es para ser solamente mentada: es para ser imitada, para que sirva de ejemplo a los argentinos y para que desde la muerte siga acaudillando a muchos millones de argentinos.
San Martín fue el hombre de una causa, de ahí su extraordinaria grandeza. A esa causa ofrendó su vida; a esa causa rindió su espada; para esa causa fue genio, y por esa causa fue proscrito.
Corría el tiempo de los años 1815-1816; en ellos parecía que la causa de la patria estaba perdida, como si el sol de la libertad hubiera sido eclipsado por la desgracia. El orden interno empezaba a entrar en la anarquía. Los caudillos comenzaban a asomarse. La capitanía general de Chile, en poder del enemigo, sólo obedecía a las órdenes de Marcó del Pont. El Alto Perú, dirigido desde Lima, estaba totalmente en poder de los realistas. Paraguay se había segregado del Virreinato. Uruguay, en manos de los patriotas, soportaba la amenaza de una invasión portuguesa. En Cádiz se preparaba la más grande expedición que habría arribado hasta entonces al río de la Plata. Solamente Buenos Aires era el refugio de la independencia de estas tierras; el resto de América, donde no gemían bajo el mando de la opresión, no creían ya en el milagro de nuestra libertad.
Como siempre ocurre en los tiempos difíciles, surgieron entonces en nuestra tierra grupos de hombres flojos y grupos de hombres fuertes.
Los hombres flojos mandaron a un embajador para que se entrevistase con Lord Strangford, embajador de S.M. Británica en río, a efectos de ofrecerle que tomase el gobierno y asumiese la protección de estas tierras.
Se dijo que la empresa de san Martín era una quimera inalcanzable. Se dijo más: que San Martín era un ambicioso y un ladrón.
La Historia –es verdad y es justicia o no es historia- ha debido reconocer el extraordinario valor de San Martín frente a la confabulación de los otros.
San Martín realizaba en Mendoza el trabajo que solamente realizan los grandes de corazón y los grandes de ingenio. Pero los hombres flojos intentaron deponerlo de su gobierno de Cuyo, para que no pudiese llevar a cabo la expedición proyectada. El pueblo de Cuyo, tantas veces glorioso, se levantó entonces e impuso por la fuerza a San Martín en el gobierno. Él, allí con los fuertes, con los hombres a quienes la Patria todo les debe, levantó un ejército; con esos pobres paisanos a los que hoy recordamos en el Soldado Desconocido de la Independencia; con ese pueblo que dio todo a la Patria; con ese pueblo jalonó los caminos de América con los signos de las cruces de sus sepulturas, mientras cuatro politicastros seguían difamando y calumniando al Gran Capitán de los Andes.
Mediante ese corazón bien templado se paró al enemigo en el Norte, se transpuso los Andes, se cubrieron de gloria en Chacabuco, glorificaron hasta el numen de esos hombres extraordinarios en Cancha rayada y Maipú. Después el Perú; después el ostracismo. Esa es la historia de ese hombre que al volver varios años más tarde al Río de la Plata, rehusó el gobierno diciendo que quería dar a los hombres que tanto mal habían hecho a la república, el ejemplo de demostrarles la diferencia que hay entre un hombre de bien un malvado, según textuales palabras.
Él sólo fue el hombre de una causa: la causa de la Patria. No lo entristecieron ni la calumnia ni la intriga, porque el corazón granítico de los hombres templados en la lucha no cede ni ante la acción destructora del tiempo, ni ante la calumnia o la intriga de los hombres.
Por eso San Martín es dos veces grande: venció al enemigo y se venció a sí mismo con un renunciamiento que lo hizo más grande entre los grandes.
Jóvenes argentinos: Esa es la lección que en los tiempos perdurará mientras haya un argentino de corazón bien templado.
El mundo está formado por hombres fuertes y por hombres flojos. Nuestra generación es la generación de una causa. Hemos de luchar por ella si somos fuertes o iremos a pedir la ayuda a terceros si somos flojos.
No debemos ir a buscar ejemplos ni imitaciones en ninguna parte, cuando tenemos en nuestra historia la página más pura que la humanidad ha producido hasta nuestros tiempos. No debemos buscar inspiraciones extrañas cuando el General San Martín, allá en los Andes, hace más de cien años, dejó escrita para todas las generaciones la gloria y la forma de alcanzarla.
17 de Agosto de 1948

sábado, 17 de agosto de 2013

General José de San Martín, libertador de América (1778-1850)


El Libertador de América y Padre de la Patria. Fue una pieza clave para entender los procesos independentistas del Cono Sur, a través de una historia de vida que privilegió la entrega y el heroísmo.

José de San Martín, su figura es parte de un fuerte debate ya que y entre otras cuestiones, fue apropiado como un símbolo por diversas corrientes de pensamiento y de acción cultural y política en América Latina. Pese a dicha complejidad, creemos oportuno recuperar 6 aspectos fundamentales de su obra que pueden recuperarse como “legados sanmartinianos”.

1 - Los militares no interviene en las guerras civiles.

“El general san Martín jamás derramará sangre de sus compatriotas y sólo desenvainara su espada contra los enemigos de independencia de Sud América”.

Manifiesto de San Martín, Valparaíso 27/7/1820

San Martín fue renuente a que los militares se involucren en las guerras civiles y estableció que los ejércitos eran fuerzas anticoloniales y libertarias y nunca policías internas. En este sentido y en el año 1819 San Martín actuó como mediador entre Buenos Aires y los caudillos Estanislao López y Gervasio Artigas, con la finalidad de impedir la guerra interna. A partir de aquí, se opuso a que el Ejército de los Andes intervenga en el conflicto promovido por el gobierno directorial de Pueyrredon contra el litoral.Con dicha acción evitó la participación de su ejército en las guerras civiles y permitió consolidar la campaña de liberación del Perú. Dicha práctica le valió la sospecha de “traición” por parte de los porteños.

Su actitud de “desobediencia” a las órdenes porteñas es un importante antecedente de la sublevación del Ejército del Norte en Arequito en el año 1820, que se negó a reprimir a las montoneras federales. En dicha oportunidad, los caudillos Ibarra de Santiago del Estero, Bustos de Córdoba y Heredia en Tucumán apresaron al jefe de la expedición y se negaron a viajar a Buenos Aires para defender al Director Supremo.

2 - La nación es América.

Es innegable la trascendencia histórica latinoamericanista del legado de San Martin que infundió un fuerte sentido de pertenencia continental en nuestra cultura política. San Martin fue un libertador americano y su campaña militar incluyó además de la Argentina, a Chile y a Perú. Asimismo, es importante resaltar el hecho de que su ejército se componía de oficiales de diversos países y que y por tomar un ejemplo, el cruce de la cordillera hacia Chile se realizó con la bandera del Ejército de los Andes y no con la de Argentina.

Un hecho de suma importancia que refleja el americanismo de San Martín puede rastrearse en las acciones ejercidas como Protector del Perú. En este cuadro se inscribe la promoción del tratado de unidad entre Colombia y Perú que se firmó por intermedio de Bernardo Monteagudo y de Joaquín Mosquera el 1 de mayo de 1822.

3 - La liberación americana incluye como tarea impostergable la emancipación popular.



San Martín promovió acciones para emancipar a sus pueblos ya que la lucha anticolonial y la cuestión social, formaron parte de un mismo programa político. Por ejemplo, auspició en el año 1812 las medidas del II Triunvirato que implementó la libertad de vientres, eliminó formas de sujeción de los pueblos originarios (mita o encomiendas) o que descartó los títulos de nobleza[6]. En esta misma línea, se ubica la liberación de los esclavos en posesión de los ciudadanos españoles y aquellos ubicados en la región de cuyo que fueron reclutados al Ejercito de los Andes en el año 1815.

En su condición de Protector del Perú impulsó medidas como la eliminación de la servidumbre de los indios, la libertad de vientres de los esclavos, la abolición de la inquisición y de los castigos corporales, entre otras acciones.

4 - La liberación nacional implica desarrollar el Estado interventor
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San Martín promovió la conformación de un Estado interventor e industrialista. En el marco de la liberación americana, la voluntad del pueblo se organizó en brazo armado y como un pilar fundamental de la industrialización para la guerra. Estas acciones pueden rastrearse en su gestión en Mendoza en donde promovió la conformación de fábricas militares por intermedio del teniente coronel Fray Luis Beltrán. La economía organizada por San Martín en Cuyo produjo herraduras, ponchos, camisas, mantas, uniformes, tiendas de campaña, pólvora, partes de artillería, armas blancas o fusiles. Eduardo Astesano demostró como San Martín encargó producir monturas en Tucumán y Catamarca, herraduras en Buenos Aires y sables en Córdoba y Retiro.

En su condición de Protector del Perú San Martín promovió y entre otras instituciones publicas, la apertura de una Dirección de Minería y un Banco. Su obra de gobierno incluyó confiscaciones y el Estado aplicó la lógica del interés común por sobre el egoísmo privado.

5 - La liberación nacional requiere de un Estado educador.

San Martín promovió la conformación de instituciones públicas para promover la ciencia y la cultura. Entre sus acciones más emblemáticas en la materia, se debe mencionar que abrió escuelas en Mendoza o que enseñó matemática y teoría militar a los oficiales del Ejército de los Andes. En Perú fundó instituciones como la Escuela Normal o la Biblioteca Nacional.

6 - San Martín es antiimperialista y combate al colonialismo y al neocolonialismo en todas sus formas.

La historiografía oficial difundió la lucha ejecutada por San Martín contra el colonialismo español. No ocurrió lo mismo con su férrea denuncia ejecutada contra las acciones del neocolonialismo francés y británico durante la gestión de gobierno de Juan Manuel de Rosas.
En esta línea, José de San Martín en Carta a Rosas del 5 de Agosto de 1838 estableció que “He visto por los papeles públicos de esta, el bloqueo que el gobierno Francés ha establecido contra nuestro país; ignoro los resultados de esta medida; si son los de la guerra, yo sé lo que mi deber me impone como americano; pero en mis circunstancias y la de que no se fuese a creer que me supongo un hombre necesario, hacen, por un exceso de delicadeza que Ud. sabrá valorar, si usted me cree de alguna utilidad, que espere sus órdenes; tres días después de haberlas recibido me pondré en marcha para servir a la patria honradamente, en cualquier clase que me destine”. En Carta a Rosas del 24 de enero de 1839 y refiriéndose a las acciones de los exiliados en Montevideo favorables al imperialismo sostuvo que “lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de dominación española; una tal felonía ni el sepulcro puede hacer desaparecer”.

Su vocación antiimperialista llevó a San Martín a entregar su sable a Rosas en el testamento redactado el 23 de enero de 1844, ya que y en su opinión testamentaria “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del sud le será entregado al General de la República Argentina Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla


Fuente: http://www.argentina.ar/temas/historia-y-efemerides/17111-jose-de-san-martin-libertador-de-america


viernes, 15 de junio de 2012

Operación Masacre / Rodolfo WALSH [Libro Disponible]


Operación Masacre (1957) de Rodolfo Walsh es el nombre de la primera obra de "ficción periodística" o novela testimonio, el relato novelado de un hecho real. Se adelantó nueve años a A sangre fría (In Cold Blood) de Truman Capote, el libro a menudo citado como iniciador de este género. La novela desnuda la trama oculta de lo sucedido en los llamados "fusilamientos de José León Suárez". En 1972, fue llevada al cine.
Resumen
En 1956 un contra-golpe militar a la dictadura de la llamada Revolución Libertadora fracasa, y en un terreno descampado de José León Suárez, Provincia de Buenos Aires, Argentina, son fusilados varios civiles sumariamente sospechados de estar en el alzamiento. A casi seis meses del hecho, alguien le dice a Walsh que "un muerto vive". En el curso de los meses siguientes descubre que hay más de uno: hay quince sobrevivientes de ese matadero. Y los contacta uno a uno, mientras reconstruye los hechos y acumula, en forma clandestina, la categórica evidencia que se convertirá en Operación Masacre.
Con la publicación del libro en 1957, Walsh no dio por terminada la castración. En las sucesivas ediciones fue incorporando nuevos elementos y variando su reflexión final sobre los hechos, a medida que variaba su concepción sobre el sistema que regía a la Argentina. Los fusilamientos quedaron impunes. Operación Masacre, sin embargo, cumple su cometido histórico: pulveriza la versión oficial de los hechos y ofrece para el futuro un valorable ejemplo.

Estructura externa

La obra se divide en:
Prólogo: cuenta cómo se entera de la existencia de los sobrevivientes y los primeros fasos de la investigación
Primera parte: LAS PERSONAS: presentación de los personajes que serán fusilados y su entorno.
Segunda parte: LOS HECHOS: narra cómo se llevaron a cada uno de los hombres del departamento, el traslado a la Unidad regional de San Martín, el traslado al lugar de fusilamiento, las conversaciones entre los presos y sus sentimientos, el fusilamiento propiamente dicho y el modo en que se salvaron los que pudieron lograrlo.
Tercera parte: LA EVIDENCIA: reproducción del expediente formado por la denuncia de Livraga, las declaraciones de los implicados, víctimas y victimarios y el fallo final.
Apéndice: habla sobre la filmación de la película "Operación masacre"
Secuencia final: especie de alegato final en la que participan el pueblo, los fusilados, políticos y diferentes personalidades con hondo contenido social y emocional.

Cada capítulo, a su vez, se divide en secciones. La primera parte del 1 al 13; la segunda del 14 al 31 y la tercera del 32 al 37, cada una de ellas con título.
La primera edición de este libro fue hecha en 1957. En 1964, editorial Continental realiza una edición en la que se incluye el expediente Livraga. La edición analizada corresponde a Ediciones de la Flor y es la décima novena de febrero de 1994. Consta de 204 páginas
LIBRO DISPONIBLE EN