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jueves, 2 de octubre de 2014

Las BIBLIOTECAS de los ESTADOS UNIDOS analizadas en una curiosa INFOGRAFÍA


Las bibliotecas tienen en los Estados  Unidos un papel importante en la sociedad, y suelen ser centros muy populares que a diferencia de otros países de medio mundo han sabido en la mayoría de las ocasiones adaptarse a los nuevos tiempos, donde la lectura digital cada vez tiene un mayor protagonismo.
Hoy y mediante una infografía vamos a tratar de echar un vistazo a las bibliotecas de país. Entre los datos más curiosos que nos vamos a encontrar, es que a diferencia de lo que a buen seguro muchos creen hay más bibliotecas que restaurantes de comida rápida McDonald’s, aunque casi nos atreveríamos afirmar que no tienen las mismas vistas anuales.
El primer dato con el que nos encontramos es que según la Asociación de Bibliotecas de Estados Unidos existen en el país americano un total de 120.096 bibliotecas en las que trabajan un total de 165.986 bibliotecarios.
Los diferentes tipos de bibliotecas están repartidos de la siguiente forma:
956 bibliotecas públicas (en 16.766 edificios)
739 bibliotecas académicas
460 bibliotecas escolares
616 bibliotecas especializadas
256 bibliotecas de las fuerzas armadas
6 bibliotecas gubernamentales

Estados Unidos puede presumir además de la biblioteca más grande del mundo, y en la que podremos encontrarnos con más de 158 millones de ejemplares. Entre estos ejemplares nos podemos encontrar con el primer libro que fue impreso en los Estados Unidos en el año 1640 y que se titula “The Bay Psalm Book”.
Los estadounidenses pagan al año unos 31 dólares para poder mantener abiertas todas y cada una de las bibliotecas del país, a las que se destinan en total 11.400.000.000 dólares (cifra del año 2011). La mitad de estos han usado la biblioteca de una u otra forma en los últimos 12 meses, y algo más de la mitad de los estadounidenses, concretamente el 58%, son socios de una biblioteca pública.
Echando un vistazo a las estanterías de las bibliotecas de Estados Unidos podemos saber qué;
Ojalá pudiéramos ver una infografía semejante a esta de cada uno de los países del mundo para ver las diferencias existentes entre los Estados  Unidos y otros países, y sobre todo ver las pocas bibliotecas que existen y además lo poco que se usan en algunos países que presumen cada día de ser países promotores de la lectura y de los lugares públicos para leer.
¿Te imaginabas que las bibliotecas tenían la dimensión que tienen en los Estados Unidos?.

jueves, 31 de julio de 2014

Ahora, Con INTERNET, se necesitan MÁS BIBLIOTECAS…



Habla Luis González, creador de un sitio que promueve la lectura.

Quienes compran libros en Amazon, o en algún otro sitio web similar, suelen sorprenderse cuando el portal ofrece otros títulos que les “gustaría comprar” y las opciones coinciden casi en cien por ciento con sus gustos personales. Obviamente, no es magia. Detrás hay un sistema que recolecta información sobre los patrones de consumo de millones de lectores y devuelve una recomendación bastante bien rumbeada.
Ahora, ¿qué pasaría si en lugar de un software con sentido comercial detrás del portal de libros hubiese un grupo de bibliotecarios y docentes seleccionando el material con el objetivo de promover la lectura de nuevos autores y temáticas? Esto fue lo que se le ocurrió al español Luis Gonzalez Martin, especialista en educación, quien creó Canal Lector (www.canallector.com), un proyecto que busca que padres, docentes y bibliotecarios accedan a información de calidad sobre libros infantiles y juveniles de toda América Latina y España.
“La idea es que un maestro que esté en Tucumán o Misiones pueda buscar un libro para un niño de su aula, solo poniendo una serie de criterios. La respuesta será mejor y más pertinente que la que puede dar Amazon, porque fue hecha por seres humanos con criterios del mundo del libro, dice a Clarín Gonzalez Martin, que además es director adjunto de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, dedicada a la investigación y promoción de la lectura.
– Muchos dicen que por los libros electrónicos ya no se van a necesitar más las bibliotecas en las escuelas. ¿Qué opina al respecto?
– Es exactamente todo lo contrario. Ahora, con Internet, en contextos digitales, hay una enorme cantidad de contenidos difícilmente editables, seleccionables. Lo que necesitamos es más maestros con una presencia mayor en la vida de los lectores, y bibliotecas que sirvan precisamente para controlar, seleccionar, poner en valor el contenido de los libros.
– ¿Cambiará el rol de los bibliotecarios entonces?
– Sí, la biblioteca hasta ahora tenía como misión poner en contacto al lector con libros que no tenían en sus casas. Pero ahora cada vez más personas pueden acceder a libros digitales de manera casi ilimitada. Desde esta perspectiva, si la función de la biblioteca queda reducida a ser un lugar para encontrar libros perdería gran parte de su sentido de promoción de la lectura. Hace unas semanas, Carmen, una mujer de más de 65 años apareció en la biblioteca a la que siempre iba en un pequeño municipio de España, para despedirse de la bibliotecaria, porque le habían regalado un libro electrónico en el que puede bajar un montón de títulos. Es un grave error: ahora Carmen está más sola que nunca. Necesita que alguien la esté ayudando a encontrar un sentido a la lectura, a comprender el libro y a encontrar las referencias literarias mas adecuadas.
– ¿Qué debe hacer la escuela ante los cambios en las formas de leer?
– La escuela tiene que convertirse en el lugar en el que se enseñe a convertir la información en enseñanza, en algo que les sirva a los niños. En nuestras investigaciones detectamos que los chicos ahora tienen mas carencias que antes. No saben quien ha escrito algo en Internet y lo usan igual, lo toman como relevante. No saben validar las fuentes. La escuela debe convertir a los niños en lectores capaces de organizar la información, sacarle partido y construir algo relevante.


miércoles, 5 de febrero de 2014

Las BIBLIOTECAS y su necesidad de protección ante los DERECHOS de AUTOR / GLORIA PÉREZ-SALMERÓN


  El aporte de las bibliotecas a la sociedad
¿Por qué son importantes las bibliotecas?

"Las bibliotecas son la libertad. Libertad para leer, la libertad de ideas, la libertad de comunicación. Tienen que ver con la educación (que no es un proceso que termina el día que termina salimos de la escuela o universidad). La biblioteca tiene mucho que ver con el entretenimiento, con los espacios seguros, y muy especialmente con el libre acceso a la información …Una biblioteca es un lugar que es un repositorio de información y la ofrece a todos los ciudadanos con igualdad de acceso a la misma. Eso incluye la información sobre la salud. Y la información de la salud mental. Es un espacio comunitario. Es un lugar seguro, un refugio del mundo. Es un lugar con los bibliotecarios dentro. Que las bibliotecas del futuro serán como algo que ya deberíamos estar imaginando ahora
Estas fueron en síntesis las palabras de Neil Gaiman en Por qué nuestro futuro depende de las bibliotecas, la lectura y el soñar despierto en The Reading Angency Annual Lecture” el pasado 15 de octubre de 2013.

Inspirada en estas palabras de Gaiman y encarando uno de mis encargos en la Junta de Gobierno de IFLA y como Vicepresidenta de EBLIDA he glosado mi primer ThinkEPI. 

1. Las bibliotecas garantizan la libertad de acceso al conocimiento
¿Podemos imaginar acceder sólo a la información que nos permitan las segmentaciones de los mercados, es decir, acceder al conocimiento teniendo que comprar cada libro, artículo o base de datos que necesitamos en nuestro quehacer diario?

Imaginémonos un mundo en el que, a fin de acceder al conocimiento, cada estudiante, cada alumno, cada autor, cada hospital, cada gobierno, cada ciudadano o ciudadana tenga que comprar cada libro, artículo o base de datos que necesite. Imaginémonos un mundo donde la información esté disponible sólo para aquellos que pueden permitirse el lujo de pagar por ella, o a aquellos que están dispuestos a violar la ley.

Casi sin atrevernos demasiado, ya estamos visualizando ese futuro.
Constatamos que los derechos de autor siempre han sido el centro de la construcción de una fuerte economía del conocimiento. Las leyes de copyright aseguran que los creadores y los titulares de derechos estén debidamente protegidos y recompensados por su trabajo, al tiempo que proporcionan el acceso permanente a la información para fines de interés social: educación, innovación y para el desarrollo social. Sin embargo, observamos que aunque protegidos por las leyes, los derechos de autor están también en peligro en esta era digital.

1.1. Barreras al conocimiento
Por poner un ejemplo muy gráfico, ¿queremos acaso un futuro en el que todos los alumnos de Brasil tengan que comprar todos los libros de texto que necesitan?
Un estudio realizado por el grupo más grande de consumidores de Brasil, el grupo IDEC(Instituto Brasileiro de Defensa do Consumidor) en 2008, calculó el promedio de los costes de los materiales de lectura necesarios para los estudiantes de Derecho, Ciencias Económicas y Empresariales para el primer año en siete instituciones públicas y privadas en Sao Paulo y Río de Janeiro. De acuerdo con las cifras de IDEC, los costes medios de lectura obligatoria para un estudiante de primer año fueron de 2.578,46 R$ (reales brasileños), en instituciones públicas y 3.907,89 R$ en instituciones privadas; teniendo en cuenta que el salario medio en Brasil en marzo de 2008 era de 415.00 R$  mensuales.

Está claro que para la mayoría de los estudiantes no es factible comprar todos los materiales de lectura requeridos para sus estudios, presentándose esta inviabilidad como una clara barrera al conocimiento.

He aquí una muestra de que las bibliotecas son esenciales y son las verdaderas autopistas al conocimiento. En este caso concreto de Brasil está claro que son las intermediarias para el acceso de los estudiantes a la información y al conocimiento.
Las bibliotecas, más allá de su rol histórico y de su rol más actual en la sociedad de la información, son esenciales por la función social que cumplen en el desarrollo de una sociedad democrática. Y porque las bibliotecas y los archivos también benefician a las personas relacionadas con la propiedad intelectual.  No olvidemos que las bibliotecas también sirven a editores, autores, músicos, artistas, creadores, abogados de propiedad intelectual y otros titulares de derechos. Y que sin acceso a la información a través de bibliotecas, ya sea alojadas en un edificio físico, ya sea a través de un entorno digital, la mayoría no puede crear o acceder a la información o incluso realizar su trabajo. 

2. La problemática de la pérdida del equilibrio de los derechos de autor
Los derechos de autor históricamente están llamados a recompensar a los creadores y titulares de derechos, y al mismo tiempo, a  proporcionar acceso permanente a la información para fines de interés social: para la educación, la innovación y para el desarrollo social.
Sin embargo hoy en día constatamos problemas de relación entre los derechos de autor y las bibliotecas. El equilibrio entre los derechos de autor que garantiza el acceso equitativo a la información, está siendo restringido por medidas técnicas, términos y condiciones de contrato y el aumento de las restricciones o exclusiones legales a los usuarios, en un afán de aumento de protección para los titulares de derechos.
En este entorno digital actual vemos como a la biblioteca se le priva el poder desarrollar sus funciones con normalidad, se le impide prestar contenido digital, la preservación de sus contenidos digitales, e incluso adquirir contenido digital para alcanzar los objetivos marcados en su política de desarrollo de su colección. 

2.1. Obstáculos al préstamo de contenidos digitales
Es paradójico que la característica principal del entorno digital, la de facilitar el acceso por medios tecnológicos, sea precisamente la que se vea restringida en las bibliotecas por un incremento de celo de los guardianes de derechos de autor y de las industrias de contenidos. ¿Qué significa esto para la comunidad bibliotecaria? ¿Significa acaso el principio del fin de las bibliotecas?
Bibliotecas y archivos están encarando un futuro en el que no se ven capaces de prestar contenidos digitales a cualquiera que lo necesite. En parte debido a los términos contractuales y las condiciones o medidas tecnológicas que previenen el préstamo de una obra realizado por una biblioteca.

El préstamo es uno de los aspectos fundamentales del papel que debe desarrollar la biblioteca: proporcionar una fuente segura y legal de libre acceso a la información.
¡ALERTA! sin este servicio protegido por las leyes de derechos de autor, nos encontramos ante un futuro en el que la información a la que podremos acceder será solo aquella que podamos pagar. Y esto nunca ha sido el propósito de la ley de derechos de autor. Por lo tanto, más aún a nuestro favor para asegurar un servicio de préstamo protegido por las leyes de derechos de autor. 

2.2. Obstáculos a la preservación digital. Agujero negro digital
Las bibliotecas y archivos también están haciendo frente a un futuro en el que no se sea capaz de preservar el contenido digital, bien porque las leyes de derechos de autor se refieren específicamente a las obras impresas o en términos y condiciones del contrato impiden el acceso a largo plazo, bien porque la conservación es imposible debido a las medidas tecnológicas. Esto significa que las bibliotecas y los archivos no pueden preservar adecuadamente y facilitar el acceso a un registro de nuestro patrimonio cultural digital: revistas en línea, noticias, libros electrónicos y periódicos digitales, videos en línea, grabaciones sonoras, contenido generado por los usuarios, etc.
En consecuencia nos hallamos ante un agujero negro digital en el acceso a la cultura y al acervo histórico patrimonial del siglo XXI. 

2.3. Obstáculos en el desarrollo de la colección
El circuito del libro establecido durante siglos entre los autores, editores, distribuidores, libreros y bibliotecas está sufriendo una transformación radical. La incertidumbre es general. La fascinación que sentimos ante las nuevas posibilidades tecnológicas nos impide ver a veces que hay dos factores determinantes para la evolución de las colecciones de las bibliotecas, uno es el económico y el otro es el legal.

Los libros electrónicos están pujando la oferta y la demanda de un mercado cada vez más creciente. La biblioteca, además de la edición impresa, deberá ofrecer el mismo título en forma digital para responder a la demanda de su diversidad de usuarios, juntándose todo ello con la disminución de presupuestos generalizada. Pero aún es más grave la situación jurídica incierta ante el hecho de que algunos editores se niegan a vender licencias de libros electrónicos a las bibliotecas, lo que plantea un serio problema ya que estas no pueden adquirir los contenidos digitales que establecen sus políticas de desarrollo de su colección.
EBLIDA  (The European Bureau of Library, Information and Documentation Associations) ha puesto en marcha la campaña  The Right to e-ReadLegalize it!  – ¡Marco legal ya!, que es la traducción que va a utilizar España a propuesta de FESABID.

Los ciudadanos europeos tienen derecho a leer en formato electrónico. Por lo tanto, debe ser posible que las bibliotecas ofrezcan legalmente a sus usuarios el acceso a todos los libros electrónicos disponibles en el mercado.
El objetivo de EBLIDA es concienciar a nivel europeo sobre estos obstáculos a los que se enfrentan las bibliotecas en el entorno digital. Por lo que el objetivo de esta campaña es evidenciar ante políticos, bibliotecarios y público en general las dificultades a las que se está afrontando la biblioteca para cumplir con su esencia, de su misión. Evidenciar que la provisión de libros electrónicos en las bibliotecas de toda Europa forma parte importante de esta misión. 

3. Falta de mínimos legales globales ¿Qué impacto está teniendo esto en las leyes nacionales de bibliotecas y archivos?
Como consecuencia de la falta de mínimos legales globales, las bibliotecas y los archivos de todo el mundo están trabajando bajo un mosaico de disposiciones que son diferentes de un país a otro. A veces, estas disposiciones pueden tener un impacto real perjudicando la transferencia de información a través de las fronteras, como podemos ver en los siguientes ejemplos:
- Una biblioteca en Canadá que busca prestar una obra de una biblioteca de los EEUU que no está disponible en Canadá y mediante el préstamo internacional lo consigue.
- A una biblioteca en Chile su regulación le impide comprar para sus lectores algunas de las novedades de fuera de Chile hasta que hayan transcurridos 3 meses, mientras que una biblioteca en México puede ofrecer la novedad a su colección de inmediato.
En un entorno digital sin fronteras físicas con un potencial de alcance global, la falta de mínimos legales globales nos lleva a la falta de mínimos legales locales y así sucesivamente. 

4. IFLA busca un tratado internacional sobre E&L: TLIB
Uno de los objetivos específicos de IFLA es el de restablecer equilibrio entre derechos de autor y las excepciones y limitaciones para garantizar la función publica de las bibliotecas mediante un tratado sobre E&L (excepciones y limitaciones) para las bibliotecas y que reconozca los intereses legítimos de todas las partes.

El Tratado TLIB busca el equilibrio que dé seguridad jurídica a los autores, bibliotecas y usuarios, para seguir un círculo virtuoso de creación difusión y preservación.
Para conseguirlo IFLA está trabajando en el marco de su Iniciativa Clave 1ª  - dedicada al programa de contenidos digitales: proporcionando acceso a los contenidos y recursos digitales para los usuarios de la biblioteca – concretamente dentro de su primera actividad enfocada a las excepciones y limitaciones para las bibliotecas y archivos.  IFLA trabaja en colaboración con otras organizaciones para construir una base legal, técnica y profesional que permita a las bibliotecas desempeñar un papel importante en la recopilación y la conservación de contenidos, y en ofrecer acceso a todo tipo de materiales físicos y también digitales en este entorno digital que está en continua evolución.

Las excepciones y limitaciones son fundamentales para garantizar el acceso al conocimiento, y por lo tanto, para el desarrollo humano y social. Las bibliotecas son unas de las instituciones culturales y científicas primarias que proporcionan información de interés público, y se basan en el equilibrio entre las excepciones de derecho de autor y limitaciones (E&L) para cumplir con sus misiones.
Las excepciones de derechos de autor garantizan la capacidad de las bibliotecas para llevar a cabo la conservación, el préstamo, la provisión de documentos y el préstamo ínter bibliotecario, entre otras actividades básicas de la biblioteca.
Con este fin, una actividad clave para IFLA es el compromiso con la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) (WIPO, por sus siglas en inglés), en especial con su Comité Permanente de Derechos de Autor y Derechos Relacionados (SCCR) y sus 184 estados miembro en la reflexión  para lograr el TLIB, un tratado sobre excepciones y limitaciones para las bibliotecas y archivos.

Además de otras reuniones importantes en las que ha participado IFLA con algunos de los países miembros de OMPI, hay que destacar la 26ª reunión del Comité Permanente de Derecho de Autor y derechos conexos (SCCR26) celebrada en Ginebra 16-20 de diciembre de 2013. Las conclusiones del SCCR 26, tras cinco días de debates sobre la protección que establece el derecho de autor en la difusión de contenidos, las excepciones y limitaciones legales para las bibliotecas y archivos, así como para la educación, levantan otra alerta digna de un llamamiento mundial a archiveros y bibliotecarios.

4.1. La negativa de la Unión Europea, los países del Centro y Este de Europa, y de los estados del Báltico a abordar las E&L  
La gran decepción de la reunión del  SCCR26 ha sido la firme oposición de la Unión Europea, los países del Centro y Este de Europa, y de los estados del Báltico del Comité SCCR, en analizar en profundidad las excepciones y limitaciones que conciernen a las bibliotecas y los archivos y menos aún, considerar la posibilidad de contar con un instrumento que atienda y cubra estos ámbitos. Por otro lado, los principales partidarios de alcanzar un instrumento jurídico vinculante sobre las excepciones del derecho de autor a favor de las bibliotecas y los archivos fueron los estados miembros de América Latina y el Caribe, y África.
Reconociendo la importancia de atender las excepciones y limitaciones del derecho de autor para bibliotecas y archivos, los grupos de América Latina y Caribe y de África apoyaron reunirse para discutir E&L entre las sesiones 27ª y 28ª durante este año 2014. Y los representantes de Argelia, Brasil, Ecuador, Egipto, India, Trinidad y Tobago y Venezuela trabajaron firmemente para asegurar que las excepciones en beneficio de bibliotecas y archivos, y con fines educativos, se mantuvieran firmes dentro de la agenda para su discusión en las reuniones de SCCR en 2014. Propuesta que fue también apoyada por Sudáfrica, India y Brasil a fin de continuar trabajando para presentar recomendaciones sobre L&E en favor de bibliotecas y archivos en el marco de la Asamblea General de la 28ª sesión del SCCR en julio de 2014. Incluso los representantes de Estados Unidos de América también expresaron su apoyo de incluir el tema de concesión de licencias en futuras reuniones de SCCR.

5. 2014, año decisivo
Aunque la Comisión Europea convocó a presentar opiniones de índole regional sobre adecuaciones para las excepciones del derecho de autor en el entorno digital, la Unión Europea ya fijó su postura: únicamente se admitirán soluciones que consideren la concesión de licencias.
IFLA ya ha manifestado su decepción ante el resultado del SCCR26 y estamos trabajando con las comunidades regionales para producir información específica y eficaz que ayude a las negociaciones y defiendan la causa a niveles nacionales.
Las bibliotecas y los archivos en Europa debemos trabajar para impulsar una decisión más flexible de la UE ante la OMPI.
La llamada de IFLA a los países miembros de OMPI para alcanzar un tratado de excepciones y limitaciones para bibliotecas y archivos es el marco de nuestras necesidades. Debemos trabajar a nivel nacional para sensibilizar a nuestros representantes estatales de derechos a la propiedad intelectual sobre la necesidad de E&L para bibliotecas y archivos.
La Declaración de IFLA sobre excepciones y limitaciones de Derecho de Autor para Bibliotecas y Archivos, elaborada durante la reunión SCCR26 y la Declaración conjunta de IFLA con EIFL, InnovarteFundación Karisma, SAA, ICA y CLA¿Por qué la Sociedad Contemporánea necesita un instrumento de OMPI dirigido a Bibliotecas y Archivos? amplían la información sobre esta llamada a un diálogo profundo y honesto entre todos los que debemos forjar el futuro de las bibliotecas.
Y, desde mi punto de vista, si es esta la postura de la Unión Europea en este ámbito tan sensible al acceso democrático a los contenidos digitales en las bibliotecas y archivos, la necesidad de una nueva directiva sobre la ley de propiedad intelectual en la Comisión Europea no parece que vaya a abrir nuevos horizontes para las instituciones de interés público como lo son las bibliotecas que necesitan protección en el ámbito de derechos de autor.
Bibliotecarios y especialistas de la información, hemos constatado y pedido una reforma de derechos de autor en el ámbito europeo. Ya que no podemos continuar trabajando con reglas creadas antes de la era de Internet, basadas en el Convenio de Berna. Aunque 500 millones de habitantes podrían participar en la revisión de la ley de copyright de la UE, seguramente únicamente las organizaciones del sector de contenidos son las que dedicaran su tiempo a realizar observaciones. A los bibliotecarios nos atañe directamente.

La consulta sobre la revisión de la normativa de derecho de autor de la UE está abierta en la Comisión Europea hasta el 5 de febrero de 2014. Para participar, tanto IFLA como EBLIDA, así como también LIBER, recomiendan utilizar la plataforma colaborativa YOU CAN creada por una amplia muestra representativa de los grupos de interés de toda Europa, de titulares de derechos, organizaciones no gubernamentales de interés público y grandes representantes de los consumidores.

La misión esencial de las bibliotecas del mundo debe verse fortalecida en la sociedad de la información y de la comunicación. Los bibliotecarios tenemos que saber asegurar la sociedad digital, debemos llamar a la reflexión para reaccionar estando a la altura de este gran momento de la historia de la humanidad, un momento apasionante pero no exento de complejidad.

GLÒRIA PÉREZ-SALMERÓN
Vicepresidenta de EBLIDA y miembro de la Junta de Gobierno de IFLA

martes, 10 de diciembre de 2013

Richard de Bury: Alto funcionario, obispo y bibliófilo


En entradas anteriores hemos hablado de reconocidos bibliófilos bajomedievales, nada menos que un rey y un jurista pre-humanístico, respectivamente. Esta vez es el turno del británico Richard de Bury (1287-1345). Quien fuera sucesivamente Guardián del Sello Real, Lord del Tesoro, Obispo de Durham, Canciller de Iglaterra, además de hábil diplomático, es sin embargo más conocido por su notable pasión libresca y por ser el autor del Filobiblion, un muy hermoso tratado sobre el amor a los libros, lo que le ha valido ser considerado, en palabras del filólogo Gonzalo Santoja, “el protopríncipe de los bibliófilos”.

Richard Aungerville, más tarde llamado De Bury, nace en Bury St. Edmund (Suffolk, Inglaterra) en 1287. Su padre, un caballero homónimo de Leicester, muere siendo éste aún niño, por lo que hubo de criarse con su tío, John of Willoughby. Entre 1302-1312 Richard cursa estudios en la Universidad de Oxford, en donde es muy posible que coincidiera con personajes de la talla de Duns Scoto y Guillermo de Ockham. Tras su formación universitaria, Richard será ordenado monje benedictino, entrando inicialmente al servicio de Walter Langton -tesorero real y obispo de Lichfield-. Más tarde figura como empleado de hacienda de un jovencísimo Eduardo de Windsor -futuro rey Eduardo III de Inglaterra- llegando a chambelán del Condado de Chester. Se cree que De Bury también pudo ejercer como tutor del joven príncipe de 1323 a 1326. En marzo de 1325, Richard acompañaría a la reina Isabel y al heredero en su viaje a Francia, a fin de concertar un tratado con el hermano de aquélla, el vecino rey Carlos IV le Bel, logrando Richard como recompensa el cargo de Condestable de Burdeos (1326) –territorio por entonces bajo soberanía del reino inglés-.

Howard Pyle. Richard de Bury como tutor del joven Eduardo III. (1903) Delaware Art Museum.
Involucrado en la Revuelta de los Barones (1326-1327) contra Eduardo II de Inglaterra y el amante de éste, Hugo Despenser el joven, De Bury tomará partido por el bando de Isabel de Francia y el de su amante, Sir Roger Mortimer, a la postre ganador. El rey inglés será capturado, obligado a abdicar en favor de su hijo y, finalmente, ajusticiado. El recién entronizado Eduardo IIIdará sin embargo un golpe de mano contra la regencia materna, confinándola a ella en el castillo de Rising, y ajusticiando al amante. En cualquier caso el nuevo monarca no se olvida de los servicios prestados por su antiguo tutor, y le nombra Guardián del Sello Privado y del Tesoro Reales (1329-1333), obteniendo además múltiples prebendas eclesiásticas.
Por orden del joven rey de Inglaterra, en 1330 De Bury es enviado en misión diplomática a la Corte del Papa Juan XXII en Aviñón, a fin de negociar el apoyo papal al reciente golpe de estado. Richard no deja pasar la ocasión para conseguir una capellanía papal y la promesa de ser candidato predilecto al siguiente obispado que quedase vacante en Inglaterra. En esta Corte Pontificia De Bury conocerá a Petrarca, el cual nos le describe como “un hombre de mente viva y no ignorante de las letras, quizá demasiado inquieto por conocer los secretos del mundo que nos ha tocado vivir”. El poeta humanista italiano le inquirirá acerca de la mítica isla de Thule y Richard prometerá escribirle desde Inglaterra aportándole más información -cosa que finalmente nunca llevaría a cabo- (Petrarca. Epistole Familiari Libro III. Lettera a Tommaso Caloiro).

En 1333 regresará de nuevo a Aviñón y a París, en donde sabemos que cultiva su gusto por adquirir manuscritos. Este mismo año, habiendo quedado vacante la mitra de Durham, el cabildo de la catedral monástica escoge a uno de sus monjes, Robert de Graystanes, como su nuevo obispo, pero será por poco tiempo, ya que la suma de los poderes Real y Papal impone a De Bury en la cátedra episcopal (1334), regresando aquel pretendiente monacal “con gratitud” a su clausura. El mandato episcopal de Richard de Bury seguramente fuera bueno, aunque éste a menudo se vería obligado a ausentarse de su diócesis: y es que además de ser Lord del Tesoro, entre 1334-1337 De Bury también pasó a ejercer de Canciller de Inglaterra, a lo que hay que  sumar que el rey no dejaba de encomendarle nuevas misiones diplomáticas en Francia, Escocia, Flandes y Alemania.

A buen seguro, y a medida que fuera envejeciendo, Richard gustaría cada vez más de ejercer en su catedral y de gozar de la compañía de “sus mejores amigos”, los libros que éste compulsivamente coleccionaba. Como más adelante veremos, Richard de Bury adquiere libros por medio de obsequios a su persona, de compras y de préstamos (Philobiblion, Cap. VIII).

Las obras escritas por Richard de Bury -de las que tenemos hasta ahora conocimiento- son sólo tres: un Liber epistolaris quondam Ricardi de Bury(N.Denholm-Young ed.., 1950), un Orationes ad Principes y, sobre todo, suPhilobiblion. Sólo a través de las abundantes referencias en él contenidas podemos llegar a esbozar qué autores y temáticas figuraban en su colección (Brechka, F.T., p. 308-310):
Entre sus volúmenes había, por supuesto, versiones de la Vulgata y de los Padres de la Iglesia -Ambrosio, Agustín, Gregorio, Jerónimo, Tertuliano y Orígenes-, pero también había sitio para la Teología mística de Dionisio Areopagita y la literatura esotérica del Hermes Trimegisto.
Entre las obras jurídicas tendríamos las Pandectas de Justiniano, pero también tratados de gobierno, como el Policraticus de Juan de Salisbury, o la epístola misógina De non ducenda uxore de Valerio a Rufino.

En cuanto a los tratados científicos, Richard poseyó la Técnica del médico Galeno, la Geometría de Euclides, la Historia Natural de Plinio o la Astronomíade Ptolomeo. Interesado por las lenguas latina, griega y hebrea, tuvo también las gramáticas latinas de Donato, Phocas, y Prisciano. La retórica clásica estaría representada por autores como Cicerón, Demóstenes, Isócrates y Valerio Maximo. También figuraría un “libro de libros”: Las Noches Áticas de Aulo Gelio, la Consolación de la Filosofía de su apreciado Boecio –autor de referencia en su Philobiblion- y múltiples obras líricas de autores como Lucrecio, Macrobio, Martiniano, Sidonio, Virgilio, Séneca y Casiodoro, junto a otros títulos, como elArte Poética de Horacio, los Epigramas de Marcial, los Remedia Amoris de Ovidio, etc.

Entre sus volúmenes pertenecientes a historiadores romanos figurarían Catón, Flavio Josefo, Julio César, Tito Livio, Salustio y seguramente La vida de los doce césares de Suetonio. De autores griegos tendría a Homero, Partenio, Píndaro, Simónides y Sófocles, pero también obras de los filósofos Teócrito de Siracusa, Filolao, Platón, Pitágoras, Espeusipo, Teofrasto, Jenócrates, Zenón y por supuesto, Aristóteles –en palabras de De Bury, el “príncipe de los filósofos”, muy estudiado y apreciado en la Inglaterra de su tiempo-.

Como muestra del depredador modus operandi de Richard de Bury, en la Gesta Abbatum Monasterii Sancti Alban de Thomas Washingam (p. 200-201) su autor se lamenta de que, en 1330 -y a cambio de evitar una investigación del Rey en el monasterio- el abad Richard de Saint Albans le regalase, al por entonces Guardián del Sello Real, cuatro libros -un Terencio, un Virgilio, un Quintiliano y un Jerónimo contra Rufinum-, persuadiendo asimismo al capítulo monástico de venderle un total de 32 libros por la suma de 50 libras de plata -más tarde, siendo ya obispo, De Bury reintegraría al monasterio algunos de ellos-. A su muerte, y tras la subasta de su cuantiosa colección, retornarían a Saint Albans otros cuantos libros, incluidas unas Obras de Juan de  Salisbury, que llaman la atención por contener una glosa manuscrita testimoniando su recompra por el monasterio.

A través de una carta fechada en 1335, sabemos también que Anthony Bek, deán de Lincoln y más tarde obispo de Norwich, pide a De Bury que le fuera devuelta una copia del Liber Victorie contra Iudeos del cartujo genovés Vittorio Porchetto de Salvatici. (Cheney, 1973, p. 325-326).

“Richard de Bury, obispo de Durham, muchos y variados nobles libros nos dio. Su abundante número nos deleita. Han vuelto al armarito que tenemos en la iglesia”. Miniatura y texto del Catalogue Of the Benefactors Of St. Albans Abbey (1380). British Library. Cotton MS Nero D VII, f. 87 r.

Su cuantiosa colección privada, estimada en unos 1500 volúmenes, era a todas luces la más numerosa de la Inglaterra del XIV: Tenía más libros que todo el resto de obispos ingleses juntos y, según la Continuación de la Crónica de las maravillosas gestas del rey Eduardo III de Adam Murimuth y Robert de Avesbury, “cinco enormes carros no bastaban para transportarla”. Sus estancias estaban tan llenas de manuscritos que era imposible dar un paso sin pisarlos.

Además de la compañía de sus amados libros, Richard se supo rodear de un nutrido círculo de intelectuales, en su mayoría eclesiásticos, que se mueven entre Oxford, Aviñón y Bolonia: Robert Holkot –su secretario personal-, Richard Kilvington, Richard Benworth, Walter Seagrave, John Maudit, Walter Burley,Richard Fitzralph y Thomas Bradwardine, entre otros. Por añadidura, De Bury también mantiene su propia plantilla de copistas, transcriptores, encuadernadores e iluminadores, preocupándose además por promover los estudios de las artes liberales. En el Cap, X. del Philobiblion declara por ejemplo que la ignorancia del hebreo dificulta el estudio de la Biblia, por lo que procurará conseguir gramáticas de griego y hebreo para sus escolares.
No tenemos evidencia de que lograra su objetivo de crear una biblioteca colegial en Oxford (Philobiblion, Cap. XVIII), dotada además de su propio reglamento de préstamos (Cap. XIX). Sabemos por el contrario que, un 14 de abril de 1345, y a consecuencia de sus cuantiosos y continuos dispendios, Richard de Bury fallece en medio de la penuria económica, y que sus libros hubieron de ser saldados para hacer frente sus deudas, dispersándose así toda su colección personal. En un inventario de Durham consta que, una vez fallecido, se procedió a la solemne ruptura de la matriz de su sello personal, siendo fabricado a continuación con los fragmentos resultantes un cáliz de plata para el altar de San Juan Bautista (Puigarnau, A., 2000). El 21 de abril sus restos mortales son finalmente sepultados ante el altar de Sª María Magdalena, en el transepto de los Nueve Altares de la Catedral de Durham.

El Philobiblion o Tractatus pulcherrimus de amore librorum
La obra más reconocida de Richard de Bury  fue concluida cuando éste ya estaba cercano a su muerte, un 14 de Mayo de 1345 (Brechka, F. T., 1983, p. 311). Su estilo literario contiene constantes referencias a las Escrituras, a los Padres de la Iglesia y a los autores de la Antigüedad pues, no en vano, De Bury buscaba continuamente impresionar a sus lectores con sus conocimientos de autores griegos y romanos. Pasamos a continuación a resaltar y comentar aquellos pasajes de su obra que nos parecen especialmente evocadores. Las negritas y los corchetes son de nuestra cosecha, amén de las miniaturas medievales ajenas al texto original y que hemos seleccionado para ilustrar el discurso.
De Bury da comienzo a su obra ensalzando los libros como objetos depositarios de toda sabiduría (Cap. I) y asegurando que se han de preferir por encima de cualquier otro placentero bien (Cap. II):
Cap. I. Alabanza de la sabiduría y de los libros en los cuales ésta reside.
[…] “En los libros veo a los muertos como si fuesen vivos; en los libros preveo el porvenir; en los libros se reglamentan las cosas de la guerra y surgen los derechos de la paz. Todo se corrompe y destruye con el tiempo[…] toda la gloria del mundo se desvanecería en el olvido si, como remedio, no hubiese dado Dios a los mortales el libro” […].
[Comentario: El inicio de este párrafo tiene como posible antecedente la máxima de las Filípicas [10, V] de Cicerón: pues la vida de los muertos persiste en la memoria de los vivos”, y parece anunciarnos, a su vez, aquellos conocidos versos del soneto que más tarde escribiría Quevedo:

Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos”]
[…] “El privilegio de reyes y papas de ser conocidos por la posteridad se lo deben a los libros […] los libros son los maestros que nos instruyen sin brutalidad, sin gritos ni cólera, sin remuneración”.

[Comentario: Como afirmaría después Alfonso el Magnánimo -otro rey igualmente bibliófilo-: «Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer».]

Cap. II. De cómo los libros deben ser preferidos a las riquezas y a los placeres.
“Las riquezas, de cualquier especie que sean, están por debajo de los libros, incluso la clase de riqueza más estimable: la constituida por los amigos, como lo confirma Boecio en su II libro de “De Consolatione” […] “Una biblioteca repleta de sabiduría es más preciada que todas las riquezas, y nada, por muy apetecible que sea, puede comparársele” […].

Inicial historiada con Boecio instruyendo a sus estudiantes.
De consolatione philosophae MS Hunter 374 (V.1.11), Glasgow University Library. folio 4r (Italia, 1385)
[Comentario: El cónsul romano y magister officiorum Boecio fue encarcelado, condenado sin ser escuchado, y ejecutado por orden del rey Teodorico el ostrogodo. Durante su confinamiento éste pudo reflexionar acerca de la volubilidad del favor del los príncipes y de la inconstante devoción de los amigos, dando como fruto su obra filosófica más conocida.]

Cap. III. De cómo los libros deben ser comprados siempre, exceptuando dos casos.
[…] “No hay que reparar en sacrificios para comprar un libro si se nos ofrece una coyuntura favorable” […]
[Comentario: Si no, como nos dice Aulo Gelio a través de Richard de Bury, podría sucedernos como al rey romano Tarquinio el Soberbio, que por escatimar en adquisiciones vio desaparecer pasto de las llamas buena parte de los libros sibilinos.]
En los capítulos siguientes De Bury critica el descuido y maltrato que subordinados y clérigos le dispensan a los libros (Cap. IV, V, VI y XVII) y las enormes pérdidas y destrucciones causadas por guerras e incendios (Cap. VII).
Cap. V. De cómo los buenos religiosos escriben libros y de cómo los malos se ejercitan en otros menesteres.

Detalle de inicial historiada: Un monje bodeguero cata vino de barril con una escudilla, mientras con la otra mano llena su jarra. Li Livres dou Santé. Aldobrandino of Siena. Francia, siglo XIII. British Library, Sloane 2435, f. 44v. 002562
“Los religiosos que profesaban a los libros una excepcional veneración y un gran aprecio […] entre las horas canónicas aprovechaban el tiempo dedicado al reposo del cuerpo para componer los manuscritos”  […]. “El libre Baco es mirado ahora con consideración, y a todas horas se trasiega en su honor, mientras que los códices son despreciados […] viendo al dios libre de los bebedores preferido a los libros de los antecesores, se entregan preferentemente a vaciar los cálices en vez de dedicarse a copiar manuscritos”.
Cap. VI. En el que el autor alaba a los antiguos religiosos mendicantes y reprende a los modernos.
[…] “Arrepentíos, los pobres de Cristo, y buscad los libros, leedlos con avidez, porque sin ellos no podréis impregnaros del espíritu del evangelio de la paz[…]. “Y verdaderamente el clérigo que ignora el arte de escribir produce el efecto de estar manco o vergonzosamente mutilado […] quien no sabe escribir no debe atribuirse el derecho de predicar la penitencia” […] Quiera Dios que os arrepintáis de mendigar, pues es seguro que entonces os consagraréis con más placer al estudio”.

A continuación, en el crucial Cap. VIII Richard de Bury nos explica cómo ha ido engrosando su cuantiosa biblioteca: con los volúmenes que monjes y patrocinados le regalaban a cambio de su apoyo, mediante compras efectuadas a libreros ingleses y europeos en el transcurso de sus viajes y, finalmente, con las copias manuscritas de los propios amanuenses a su servicio. En su impulso bibliómano De Bury no dudaba en emplear a sus monjes de confianza como agentes a la caza y captura de manuscritos a lo largo y ancho de Inglaterra y del continente europeo, con especial mención a la orden dominica.
Cap. VIII. De las muchas oportunidades que por doquier se presentaron al autor para adquirir libros.
[…] “Cerca del rey, que nos cuenta entre sus servidores, obtuvimos un amplísimo permiso para visitar a nuestro gusto y por doquier las bibliotecas públicas y privadas, bien de los seglares o bien de los clérigos, y asimismo se nos concedió la facultad de cazar en los bosques más abundantes. Mientras desempeñábamos las funciones de Canciller y Tesorero en la Corte del ilustre e invicto Eduardo III […] fuimos autorizados por la bondad real a investigar con toda libertad en los rincones más apartados de las bibliotecas”.
“La noticia de nuestra afición a los libros, sobre todo a los antiguos, cundió rápidamente, y se difundió que nuestro favor se ganaba más fácilmente por medio de manuscritos que por medio del dinero […]. En vez de presentes y dones suntuosos, se nos ofrecieron abundantes cuadernillos sucios, manuscritos decrépitos y cosas semejantes, que eran, tanto para nuestros ojos como para nuestro corazón, el más precioso de los regalos.”
“Ante nosotros se abrieron las bibliotecas de los más renombrados monasterios, los cofres se pusieron a nuestra disposición y cestos enteros de libros se vaciaron a nuestros pies; […] los textos antaño más bellos se encontraban inánimes en un miserable estado, cubiertos de deyecciones de ratas y semidestrozados por los gusanos […]. A pesar de ello, encontramos en ellos el objeto y consuelo de nuestro amor y gozamos en este tiempo tan deseado” […]
“Y aunque, gracias a las múltiples comunicaciones de todos los religiosos, en general hayamos obtenido copias de varias obras antiguas y modernas, queremos hacer especial elogio de los hermanos predicadores por su mérito en este respecto, pues los hemos encontrado más dispuestos que los otros a la comunicación, sin jamás rehusarnos lo que poseían […].“Hemos podido, distribuyendo dinero, ponernos en contacto con libreros y anticuarios no sólo de nuestra patria, sino de Francia, Alemania e Italia” […].

Como se verá, De Bury recuerda a los clérigos su especial necesidad formativa basada en los libros (Cap. XIV), por lo que la copia y preservación de los mismos (Cap. XVI) ha de ser la tarea más digna que les ocupe. Los libros son extremadamente útiles (Cap. XV) y equiparables a objetos sagrados, por lo que han de ser tratados de la forma más respetuosa. En otras secciones el autor afirmará su preferencia por los escritos de los antiguos, pero sin desdeñar nunca los textos modernos (Cap. XVI).
Cap. XIV. De aquéllos que deben a los libros un amor especialísimo.
[…] “Boecio muestra la imposibilidad del buen gobierno sin libros […] toda la raza de clérigos tonsurados están obligados a venerar los libros hasta el fin de su vida”.
Cap. XV. De los múltiples resultados de la ciencia contenida en los libros.
[…] Una persona no estimará al mismo tiempo la moneda y los libros: tus discípulos, Epicuro, persiguen los libros. Los financieros rehúsan la compañía de los bibliófilos, porque no pueden convivir juntos: nadie puede servir a la vez a Mammón y a los libros” […]. “Los libros nos encuentran cuando la prosperidad nos sonríe, y nos consuelan cuando nos amenaza una mala racha; dan fuerza a las convicciones humanas y sin ellos no se pronuncian los juicios más graves” […]. Séneca, en su Epístola LXXXIV […] nos enseña que la ociosidad sin libros es la muerte y sepultura del hombre vivo. Por ello concluiremos afirmando que los libros y las letras constituyen el nervio de la vida” […].

Si nos encontramos encadenados en una prisión, privados completamente de libertad, nos servimos de los libros como embajadores cerca de nuestros amigos “[…]. “Por los libros nos acordamos del pasado, profetizamos hasta cierto punto el porvenir y fijamos, por el hecho de la escritura, las cosas presentes que circulan y desaparecen” […].

Cap. XVI. De los libros nuevos que es preciso producir y de los antiguos que es preciso reproducir.
[…] “Como no es menos cierto que todo lo temporal,  y lo que a lo temporal sirve y es útil, sufre y se deteriora por el paso del tiempo, es necesario renovar los viejos ejemplares, a fin de que la perpetuidad, que repugna a la naturaleza humana individual, pueda ser concedida a la especie. Sobre este particular se expresa claramente el Eclesiastés XII, 12: “El trabajo de multiplicar libros jamás toca a su fin”. Pues como el libro experimenta una continua alteración por las mil combinadas mezclas que entran en su composición, obvio es decir que el remedio que a esto pueden oponer los clérigos prudentes es el copiarlos y reconstruirlos, gracias a lo cual un libro precioso, habiendo pagado sus deudas a la Naturaleza, gana un heredero que le sustituye, y es la semilla del sagrado muerto, del que nos habla el Eclesiastés XXX, 4: “El padre ha muerto, pero no lo parece, porque ha dejado tras de sí un ser semejante a él”. Los transcriptores de libros antiguos son en verdad, propagadores de los recién nacidos” […].

Cap. XVII. De cómo los libros deben ser tratados con exquisito cuidado.
“No solamente cumplimos un deber para con Dios preparando nuevos volúmenes, sino que obedecemos a la obligación de un santo espíritu de piedad, cuando los tratamos con delicadeza o cuando, colocándolos en sus sitios correspondientes, los conservamos perfectamente, a fin de que se regocijen de su pureza, tanto si se hallan en nuestras manos, y por tanto a cubierto de todo temor, como cuando se hallan colocados en sus estantes”[…].
Juzgamos preciso instruir a los estudiantes sobre las negligencias fácilmente evitables y que tanto daño hacen a los libros: En primer lugar, ha de observarse gran cuidado al abrir y cerrar el volumen, a fin de que, al concluir la lectura, no los rompan por su desconsiderada precipitación; tampoco han de abandonarlos sin abrocharlos debidamente, pues un libro es bien merecedor de más cuidado que un zapato […].
“Puede que veáis a un joven insensato que pierda su tiempo haciendo que estudia, y es posible que, transido de frío y con la nariz moqueando, no se digne limpiarla con su pañuelo para impedir que el libro que está debajo de ella se manche. ¡Pluguiera a Dios que, en lugar de manuscrito, tuviera debajo un mandil zapatero! Cuando se cansa de estudiar, para acordarse de la página en que quedó, la dobla sin ningún cuidado. O se le ocurre también señalar con su sucia uña un pasaje que le divirtió. O llena el libro de pajas para recordar los capítulos interesantes. Estas pajas que el libro no puede digerir y que nadie se ocupa de retirar, van rompiendo las junturas del libro y acaban por pudrirse dentro del volumen. Tampoco les parece vergonzoso el comer o beber encima del libro abierto y, no teniendo a mano ningún mendigo, dejan los restos de su comida en las páginas del códice. El estudiante […] riega con su salivilla el libro abierto en sus rodillas ¡Y qué más queréis! ¡Qué más puede hacer la negligencia estúpida en perjuicio del libro!” […].


Lección de filosofía a alumnos tonsurados en París. Grandes Chroniques de France. Bibliothèque Municipale de Castres. Fines del XIV.

“Pero cuando cesa la lluvia y las flores aparecen sobre la tierra anunciando la primavera, nuestro estudiante de marras, más menospreciador que observador de los libros, llena un volumen de violetas, rosas y hojas verdes; utiliza sus manos sudorosas y húmedas para pasar las páginas; toca con sus guantes sucios el blanco pergamino y recorre las líneas con un dedo índice recubierto de viejo cuero” […].
“Hay también ciertas gentecillas despreocupadas a quienes se les debería prohibir expresamente el manejo de los libros ya que, apenas han aprendido a hacer letras de adorno, comienzan a glosar los magníficos volúmenes que caen en sus manos; alrededor de sus márgenes se ve a un monstruo alfabetoy mil frivolidades que han acudido a su imaginación y que su cínico pincel tiene la avilantez de reproducir […] y así, muy frecuentemente los más hermosos manuscritos pierden su valor y utilidad”.
Hay igualmente ciertos ladrones que mutilan desconsideradamente los libros y, para escribir sus cartas, recortan los márgenes de las hojas, no dejando más que el texto, o bien arrancan las hojas finales del libro para su uso o abuso particulares: este género de sacrilegio debería estar prohibido bajo pena de anatema. En fin, conviene al decoro de los estudiantes el lavarse las manos cuantas veces salgan del refectorio, al objeto de que sus dedos grasientos no puedan ensuciar, ni los broches del libro, ni las hojas que se vean obligados a pasar” […]
“Finalmente, los laicos que miran con indiferencia un libro vuelto del revés, como si ésta fuera su posición natural, son indignos de tratar con los libros”[…].

Cada vez que se note un defecto en un libro, es preciso remediarlo con presteza, pues nada es más propenso a adquirir mayores proporciones que un desgarro, y una rotura que se abandone por negligencia, más tarde no se puede reparar sin hacer considerables gastos” […].
La tardía -pero provechosa- llegada del “Filobiblion” al mundo editorial hispano

En lo que respecta a las primeras ediciones incunables del Philobiblion, hemos de comentar que la editio princeps fue llevada a cabo en Colonia (Alemania) por G. Gops de Euskrychen (1473). Le siguen a la zaga la editada en Espira, por Johan y Konrad. Hüst (1483) y la de París, [Impressit apud Parrhisios Gaspar Philippus pro Ioanne Paruo, bibliopola parrhisiensi], ya de 1500.
Por otra parte, para ver la primera traducción impresa en España, habremos de  esperar a la versión catalana de Josep Pin i Soler (Barcelona, 1916). La 1ª traducción al castellano será efectuada más tarde por el escolapio Tomás Viñas de San Luis, en una edición limitada de 600 ejemplares de la Librería de los Bibliófilos Españoles (Madrid, 1927) que contaba además con las bellas ilustraciones de Josep Triadó i Mayol

Ilustración de Josep Triadó i Mayol para Bury, Ricardo de, El Philobiblion, muy hermoso tratado sobre el amor a los libros. Traducido directamente del latín por el P. Tomás Viñas San Luis. Madrid, Librería de los Bibliófilos Españoles, 1927. p. 89.
Hasta aquí nuestro discurso sobre De Bury y su Philobiblion. No dejamos de recomendar su lectura completa, ya que el tratado, además de ameno, es una delicia. Por nuestra parte, hemos partido de la edición conmemorativa del Día del Libro 2001, hecha en Salamanca por encargo de la Junta de Castilla y León, con prólogo de Gonzalo Santonja, y basada a su vez en el texto fijado por Federico Sainz de Robles Rodríguez en 1946 (red. : Madrid, Espasa Calpe. 1969). Si se desea, se puede consultar una edición en línea del Filobiblion (El taller de Libros, La Coruña, 2007), en una traducción muy semejante a la que nosotros hemos manejado.

Manuel Pérez Rodríguez-Aragón
Biblioteca Digital Hispánica

También publicado en sendas partes I, II) en el Blog de la BNE

Bibliografía
BOITANI, Piero. “Petrarch and the barbari Britanni”. Proceedings of the British Academy, 146, 9-25. The British Academy, 2007.
BRECHKA, Frank T. “Richard de Bury: The Books He Cherished” en Libri, vol. 33 , nº 4, 1983, pp. 302-315.
BURY, Richard de. Filobiblión: muy hermoso tratado sobre el amor a los libros; [traducción directa del latín, Federico Carlos Sainz de Robles Rodríguez], [Salamanca]: Consejería de Educación y Cultura, Junta de Castilla y León, 2001.
CHENEY, Christopher R. “Notes and documents: Richard de Bury, borrower of books”, Speculum, vol. 48, nº 2 (Apr., 1973), pp. 325-328.
COURTENAY, W. J. “Bury , Richard (1287–1345)“, Oxford Dictionary of National Biography, Oxford University Press, 2004
KITCHIN, George W. Monument to Richard of Bury, Bishop of Durham (A.D. 1333-1345). Leicester: Co-operative printing society, ltd. 1903.
GALIMARD, Bertrand. Le philobiblion: Le premier traité de l’amour des livres. Podcast en francés de la emisión de radio [11 de abril 2006] del Canal Académie: Les Académies et l`Institut Frances sur Internet.
PUIGARNAU, Alfons. “Muerte e iconoclastia en la Cataluña medieval”, enMilenio: Miedo y Religión. IV Simposio Internacional de la SECR, Sociedad Española de Ciencias de las Religiones. Universidad de La Laguna, Tenerife, 3 al 6 de febrero de 2000.
QUINEY, Aitor. Josep Triadó i Mayol: un ilustrador de libros de la época modernista. Barcelona, Biblioteca de Catalunya, marzo 2010, pp. 12-39.