El autor
era diplomático cubano en Europa. Volvió a la isla en 1965 y encontró
burocracia, delación y humillación.
El libro más íntimo de Guillermo
Cabrera Infante se puso a la venta este último miércoles en España, ocho años
después de la muerte del autor de Tres tristes tigres, y estará en la Argentina en febrero. Es Mapa
dibujado por un espía, lo publica Galaxia Gutenberg y estuvo oculto desde
que el escritor lo guardó, en torno a 1970, cinco años después de ocurrir lo
que él cuenta en este libro desgarrador. Aquí Cabrera Infante, que escribía sus
crónicas de cine con el acrónimo G. Caín, describe minuciosamente los meses que
pasó en La Habana
mientras aún era consejero cultural de la embajada cubana en Bruselas.
Es un libro sencillo e impresionante; los que hayan leído
la prosa veloz, expresiva, calurosa e incluso ruidosa, de su libro más famoso, Tres
tristes tigres, se hallarán aquí con un Cabrera Infante melancólico y
circunspecto, atravesado por una herida que le duró allá donde fue, en el
exilio, hasta su muerte. Él le había dicho a su mujer, Miriam Gómez, que no
tocara esos papeles que había escrito poco después de salir de La Habana con sus hijas. Y
ella, años después de la muerte de su esposo, tomó el sobre en el que se
guardaban esas páginas y se las dio al editor Toni Munné, que las leyó
sobrecogido.
Miriam Gómez decidió que este libro inédito debía formar
parte de las obras de su marido. Todo lo que escribió Cabrera Infante lo tiene
a él como materia. Por tanto, esta larga confesión es parte indisociable de su
literatura. Ella recuerda cómo escribía Guillermo en aquellos primeros meses
gélidos de Londres.
Se quitaba el
saco, los zapatos, los calcetines, la camisa, toda la ropa, incluso la ropa interior, y escribía frenéticamente, ante su
asombro. Ella se decía: “¿Qué estará escribiendo este hombre?” Seguramente
estaba haciendo este desnudo integral que luego no quiso que ella tocara.
No es un libro en el que aquel Cabrera Infante que nos
acostumbró a los juegos de palabras y a la música como vértebras de sus
historias se divierta describiendo. Hay algunas bromas, con sus amigos, a los
que reencuentra, ironías sobre la banalidad, y la venalidad de Fidel Castro,
capaz de sospechar de Bumedián, cuando éste derribó a Ben Bella en Argelia,
porque durante su viaje a La
Habana no dijo ni media palabra. Cabrera recuerda que el
revolucionario argelino no entendía ni palabra de español.
Las visitas de Castro a la Unión de Escritores, así
como las reuniones de los autores, su miedo al caballo,
como llamaban al líder máximo, alcanzan el grado de lo esperpéntico. La humillación reiterada a Nicolás
Guillén, el héroe poético de la revolución, forma parte de los perfiles más
logrados, y más dramáticos del libro. Entre esos episodios en los que Castro es un
adelantado de la arbitrariedad que
luego copiaron otros dictadores latinoamericanos del momento presente, figura
uno muy destacado, cuando encierra en un calabozo improvisado a un estrecho
colaborador porque había llegado involuntariamente tarde a una cita.
Desde que se inicia Mapa dibujado por un espía, Cabrera Infante se propuso narrar una
a una, casi cronológicamente y con un increíble lujo de detalles, todo lo que
ocurrió desde que recibió en Bruselas la noticia de la muerte de su madre,
Zoila Infante, hasta el momento en que se despide para siempre de La Habana. Lo que sucedió
en medio fue un
cúmulo de humillaciones que
le despertaron a él al conocimiento de la deriva cubana hacia el autoritarismo
burocrático y brutal, que lo tuvo a él como rehén. A él y a tantos. Como
recibió ese impacto en primera persona, y en ese proceso participaron quienes
habían sido amigos suyos, el trauma significó para él un trayecto infernal que
sólo podía disolverse, y se disolvió, con la marcha. Y con la escritura. Es,
por supuesto, el escritor de La Habana
para un infante difunto y
también de Tres
tristes tigres, pero es en este libro el autor humano, el más rabiosamente
humano que uno pueda imaginar en aquel hombre transido de cine y literatura, o
de cine
o sardina, como reza uno de sus más afortunados títulos.
Como había hecho en La Habana
para un infante difunto, Cabrera Infante se sirvió de su memoria infinita;
los detalles más nimios, como la composición de las comidas o los horarios de
sus encuentros, se alternan en este libro obsesivamente minucioso con los
grandes hechos que perturbaron allí su vida y luego su propia experiencia de la
vida. Aquella Cuba que él había contribuido a generar, en tiempos
revolucionarios, había decidido usurpar la idea misma de la revolución y ya no
era, en 1965, ni la sombra de lo que él y sus amigos habían soñado.
Además, sus amigos
ya eran otras personas; poco a poco aquel sueño que hubo una vez se convirtió
en una pesadilla cuya estratagema era la de aburrirlo atemorizándolo.
Estaba ya en su apogeo LA POLÍTICA DE DELACIÓN Y DE DENUNCIA, y él vivía en
medio de la tormenta perfecta que el régimen de Castro había organizado para
prevenir a los disidentes; en nombre
de la revolución, disidente podía serlo cualquiera, siempre que
alguien lo hubiera señalado.
Ese es el corazón del libro, la explicación de cómo se
había ido inclinando Cuba hacia el infierno imprevisible que luego se haría
famoso merced al caso Padilla; pero Cabrera Infante vivió estos episodios algún
tiempo antes y nunca había publicado con tanto pormenor todo lo que está
escrito en este libro hasta ahora inédito. Ese pormenor tan obsesivo y tan
preciso le da al libro el tono de un exorcismo, como si desnudándose ante la
máquina de escribir pudiera sacarse de dentro los múltiples y tremendos demonios que se quedaron en su interior en
aquel deplorable periplo.
En ese relato minucioso que es este mapa, Cabrera Infante
no aparece sólo enamorado o perseguido, triste o melancólico; es también un ser
humano que padece el estado calamitoso de su cuerpo, y lo contempla y lo narra
como si estuviera hablando de otro, sin condescendencia, con crueldad incluso;
su relato de la infección que padece en un muslo es uno de los elementos
narrativos más descarnados de su narración.
Para los lectores de la obra de Cabrera Infante (que viene
publicando completa la citada editorial Galaxia Gutenberg) este es un
testimonio escalofriante y además imprescindible. En primer lugar, explica la
pavorosa experiencia de un ciudadano al que poco a poco la revolución cubana va
dejando sin
identidad y sin derechos y
por tanto, explica la procedencia de la rabia melancólica del escritor hacia
aquel período al que se refiere y que en definitiva tiñe la historia del
castrismo. Y es imprescindible porque pone en perspectiva aquel famoso Tres
tristes tigres; completa su obra, en realidad, nos muestra ya de cuerpo
entero al autor de Cuerpos divinos.
Cuando Tres tristes tigres ganó el premio Biblioteca Breve de
Carlos Barral, Guillermo Cabrera Infante aún era diplomático cubano. El libro,
en un principio se iba a llamar Vista del amanecer en el trópico. Después recibió
el nombre con el que se hizo tan notorio.
Ya no había que celebrar el amanecer que un día pareció
que se despejaba en el trópico. Ya CUBA ERA, para el escritor, para tanta gente con quienes el se relacionó
durante ese periodo, EL TRISTE INFIERNO QUE VA CRECIENDO en Mapa dibujado por un espía, esta despedida que
Cabrera Infante hizo de la tierra cuya presencia se le quedó completamente
pegada a la piel del alma.
Excelente crítica. Le hace honor a la calidad y profundidad de Guillermo Cabrera Infante, Manuel
ResponderEliminarExcelente crítica. Le hace honor a la calidad y profundidad de Guillermo Cabrera Infante, Manuel
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