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Uno de los críticos literarios más famosos, Harold Bloom, ha hecho una elegía por el escaso hábito de la lectura en la época moderna y por el impacto de las nuevas tecnologías, y más recientemente, Nicholas Carr, en su libro, Superficiales, ha dicho que Internet no promueve la lectura reposada, porque es una tecnología de la distracción y que los usuarios se caracterizan el picoteo de la información. Leer libros, para muchos, será en el futuro cercano, un hábito que pocos practicarán, afirman los apocalípticos.
¿Para qué leer'?, se preguntan, si con consultar un buscador como Google, se tiene la información que se necesita al instante. De ahí que muchos pronostican que el libro impreso desaparecerá y que pasará a formar parte de las viejas tecnologías. Pero lo que debe preocuparnos no es si se leen libros impresos, sino que se lea, sin importar el formato. Lo determinante es que el conocimiento fluya, y el conocimiento fluye ahora a través de las nuevas tecnologías, bienvenido sea. Los programas de oficina (procesadores de texto, exploradores, aplicaciones para leer) desempeñan un gran papel en la lectura.
Si se analizan, por ejemplo, los procesadores de textos y diversas aplicaciones para leer libros digitales, se encontrarán una gran cantidad de comandos amigables que se han desarrollado para hacer de la lectura digital algo más agradable y placentero. ¿Cuál es el problema? Que los cursos de informática no están orientado a lo que denominamos los saberes necesarios, entre los cuales la lectura ocupa un papel esencial. Se enseña Informática, casi como enseñar mecanografía, si acaso se tiene la suerte de recibir un curso.
Igual fenómeno sucede con los móviles (celulares y tablas), no existen cursos reconocidos oficialmente o a nivel universitario que enseñen a optimizar el uso de esos artefactos letrados, y son muchos los usuarios que ven su utilidad solo para el correo electrónico y el chat, entre otros usos superfluos. Pero los móviles tienen aplicaciones para la lectura extraordinarios, que se deben estudiar y usar para el desarrollo de los nuevos lectores de la era digital.
Existen millones de libros en la Red en diferentes formatos, pero sólo un reducido grupo de lectores aprovecha sus bondades. Necesitan promover y difundir las nuevas herramientas de la lectura en la era digital, pero no sólo para optimizar el proceso lector, sino para desarrollar el hábito de leer y enseñar nuevas formas de mejorar la comprensión lectora. Necesitamos aprender a procesar esa información para su reutilización, para la investigación y la creación de nuevos textos. Pero no solo se debe promover la lectura de ficción o de la poesía, sino también de las ciencias, las técnicas y las matemáticas.
Desarrollar el hábito de la lectura tiene múltiples efectos, no sólo se logra ser un aprendiz autónomo, sino que también se desarrolla una forma particular de ver el mundo, mayor cultura, mejoría en el lenguaje, la escritura, y la capacidad de conversar y tener un pensamiento crítico. Claro, eso depende de si el lector tenga la suerte de encontrar obras y autores que despiertan en él una visión crítica de la realidad. Pero no una visión crítica unilateral como muchas corrientes de pensamiento extremo, sino una crítica incluso para lo que consideramos verdadero para nosotros mismos, una visión crítica para nuestros constructos.
La universidad que promueva la lectura o cualquier otra entidad, como las empresas, experimentarán grandes ahorros en gastos de capacitación no solo de los alumnos, sino también de los profesores y personal universitario. Lo mismo para las empresas, pues en la medida en que se desarrollan nuevos lectores, si se logra gestionar en forma colectiva ese conocimiento, significará un pensamiento más creativo para las entidades que promuevan la cultura de la lectura. El hábito de la lectura es una competencia, una competencia que tiene impactos culturales y científicos difíciles de medir, pero lamentablemente, no se ve así
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