La historia de la chica de 14 años que repartía libros en Auschwitz.
Una novela se basa en cómo Dita Kraus, de forma
clandestina, administraba ocho ejemplares entre 500 niños.
Durante la Segunda Guerra Mundial, y dentro del campo de exterminio de
Auschwitz, existió lo que dio en llamarse el “barracón familiar” que, por un
tiempo, funcionó a modo de escuela para los cerca de 500 chicos que había en el
campo en ese momento. Allí, y con solo ocho libros, entre ellos un Atlas
Universal, Nueve caminos de la terapia psicoanalítica, de Sigmund
Freud y Breve Historia del Mundo, de H. G. Wells, se creó una biblioteca
clandestina que fue custodiada por una de las pequeñas, Dita Kraus, llegada al
campo desde el gueto de Terezin, en lo que hoy es la República Checa. Para
ella, su labor de bibliotecaria se convirtió en algo de vital importancia en el
empeño de salir viva del que fue el mayor de los genocidios registrados en el
Siglo XX.
En la vida en ese barracón se centra el
argumento de La bibliotecaria de Auschwitz (Planeta), del escritor y
periodista español Anotino G. Iturbe, que se vale de los recursos propios de la
ficción para narrar la gesta de Dita, que con solo 14 años, se vio obligada a
dejar de ser una niña para ocuparse de una importante labor, sin saber aún, que
formaría parte de la Historia.
-¿Cómo llegaste a la historia del barracón y su
bibliotecaria?
-Leyendo La Biblioteca de noche, de
Alberto Manguel. En un capítulo, comentaba que en un barracón de Auschwitz
existió una pequeña biblioteca clandestina formada por tan solo ocho volúmenes.
Entonces quise saber cómo había sido posible.
-¿Y por qué novelar la historia en lugar de
hacer un reportaje?
-Intenté escribir un libro de no ficción, pero
después de un año de recopilar información, solo conseguí tener papeles llenos
de fechas, cifras, nombres, lugares… y me faltaba lo fundamental: transmitir la
emoción que me embargaba al pensar que en medio de la negrura humana más
absoluta, alguien hubiera tenido el coraje de poner en marcha una biblioteca
clandestina.
-¿Hasta dónde describes la realidad y hasta
dónde entra en juego la ficción?
-Es una novela, no una biografía de Dita Kraus.
Los personajes son reales y su trayectoria fue, en líneas generales, la que se
relata, pero hay situaciones que son ficción, diálogos que me gusta pensar que
pudieron darse o que me sirven para poder ilustrar asuntos importantes.
-¿Qué fue lo que más te impactó al conocer esa
vivencia?
-Que alguien considere que vale la pena jugarse
la vida para poner en marcha una escuela me resulta extraordinario. Que en
medio del horror de un lugar como Auschwitz se abra un libro y se encienda una
pequeña luz, me emociona profundamente.
-¿Qué suponen los libros en medio de tanto
horror?
-En medio del terror paralizante de unos niños
indefensos que sienten cada día el aliento de la muerte en su nuca, de pronto
alguien abre un libro y enseguida abre una ventana a otro lugar, a otro
momento.
Los libros no pudieron borrar a los nazis, pero
pudieron hacer que unos niños fueran felices durante un instante.
-¿Conociste a Dita?
- Sí, en el proceso de documentación me encontré
con que la muchacha de catorce años que manejaba los libros en el barracón
había sobrevivido y estaba viviendo en Israel.
-¿Leyó el libro? ¿Qué dijo al respecto?
-Se acaba de traducir al checo, así que lo está
leyendo. Me reta porque meto la pata con algunos detalles y porque el personaje
inspirado en ella la hace parecer una heroína, y no quiere que la vean así.
Dice que a ella le dijeron que se ocupara de los libros, pero que si le
hubieran dado una escoba se habría puesto a barrer.
-La Historia, ¿se repite siempre?
-Por desgracia, nos cuesta mucho aprender y
muy poco olvidar. La historia de la mezquindad humana se repite, por eso no
hemos de olvidar lo que pasó durante el Holocausto.
Ninguna grandeza se puede construir sobre la
humillación y la matanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario