Con los avances en la digitalización de libros, tal y como os expliqué con detalle en La historia de cómo se empezaron a digitalizar todos los libros del mundo y de cómo eso podría originar un Apocalipsis cultural, todos creemos que las obras digitales tienen menos posibilidades de ser destruidas. Sobre todo si echamos un vistazo a los cataclismos que han asolado cientos de bibliotecas de libros físicos alrededor del mundo: movimientos biblioclastas, terremotos, incendios, insectos, microorganismos, humedad, etc. Sin embargo, la digitalización de libros tampoco es la panacea. Los ceros y unos en los que se transforman Guerra y Paz o un manual de electromagnetismo también son susceptibles de ser destruidos, eliminados de un plumazo… incluso, manipulados o tergiversados, como ya ocurrió irónicamente con dos obras de George Orwell en el Kindle. El disco duro electrónico es el sustrato de nuestra memoria colectiva. Tal vez un sustrato menos frágil que el papel o las tablas de piedra, pero igualmente susceptible al medio ambiente. Tal vez penséis que hay libros que no merece la pena conservar, pero estamos hablando de información aún más importante que la depositada en libros más o menos aceptados por la crítica institucionalizada. Hablamos de información vital. Pero ¿dónde se almacena toda esa información? ¿Qué garantías tenemos de que se pierda? Enrique Dans, profesor de sistemas de información de IE Business School, lo explica: Tus datos están en algún centro de datos, en los que hay muchos servidores con discos duros. De hecho, no están en uno solo, sino en varios, replicados, para que no se pierdan. Nuestra información se mueve continuamente de un centro a otro; se copia desde la distancia y con copias de seguridad, para que ante algún problema, como un atentado o un terremoto, se evite la destrucción de datos. "Si un día cae un data center", Niels Christian Krüger, director general de Google Enterprise España y Portugal, "tenemos copias de todos los datos en otros data center. Y es casi imposible que caigan todos los data center de golpe, en cuatro continentes y en diferentes países". Según la base de datos Datacentermap.com, en Estados Unidos es donde más de estas instalaciones se concentran: nada menos que 1.046 de las 2.386 que hay repartidas por 86 países de todo el planeta. En España hay 36 (Madrid y Barcelona se llevan la palma con 11 cada una). Como curiosidades, en Groenlandia hay un data center, y también en Hawái. Pero hay visiones menos optimistas acerca de la conservación de datos a largo plazo, tal y como advierte Alok Jha en su libro 50 maneras de destruir el mundo: Los detalles de tu vida diaria de los que informas a través de Twitter, Facebook o Flickr quizá no importen demasiado a los seres humanos que vivan dentro de 20.000 años. Lo mismo sucede con los antiguos manuscritos y tablillas de piedra: son importantes por su valor histórico, no por su valor informativo. Pero ¿y los datos de secuenciamiento del genoma que llevamos recopilando pacientemente durante las últimas décadas? ¿Y la información en bruto del Gran Colisionador de Hadrones, que puede examinarse durante años para llegar a comprender y explicar las leyes de la física? ¿Y los planos para la construcción de aviones, circuitos de ordenadores y transmisores de radio? ¿Y las grandes novelas, y las historias de lo que sucedió mientras vivíamos? Jha también señala alternativas como la presentada por la fundación Long Now, una organización con base en California, que tiene una estrategia más sistemática para almacenar información: el disco de Rosetta. Está fabricado con níquel y contiene inscripciones de un millar de lenguas. Una de las caras tiene grabado texto, empezando por un tamaño legible y reduciéndose hasta la nano escala (milmillonésima de metro). En la otra cara, el disco contiene hasta 14.000 páginas de texto, visible con una lente de aumento incorporada. La fundación considera que el disco podría permanecer legible durante miles de años. Irónicamente, hay organizaciones que siguen apostando por mecanismos de seguridad más tradicionales: guardar más información en papel, pero hacerlo en condiciones estables y a salvo de plagas hambrientas. El libro más antiguo que sobrevive, hallado en una cueva de China, data del siglo IX d. C., de modo que podríamos almacenar información de esta forma durante miles de años. Fuente: http://www.papelenblanco.com/metacritica/podrian-perderse-todos-los-libros-del-mundo
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El alma de las bibliotecas y Centros de documentación es el bibliotecario/a. El ha sido y es, el nexo entre el saber aquilatado, conservado y organizado en las nobles arquitecturas y la comunidad. Tiene responsabilidades, objetivos y obligaciones…pero esa alma corpórea es merecedora de los derechos que como Trabajador de la Información le corresponden; Este es nuestro desafió profesional: Construír a partir de nuestra propia identidad una organización genuina para los Bibliotecarios
martes, 25 de septiembre de 2012
¿Podrían perderse todos los libros del mundo?
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