En el año 1480 nace Cayetano. Su padre es Gaspar, Conde de Thiene y su madre María Porto. Tiene dos hermanos: uno mayor, Juan Bautista y Alejandro, el menor. A los dos años quedan huérfanos de padre.
Con el comienzo del nuevo siglo, poco después del descubrimiento de América, Cayetano cursa la carrera de abogado. Sus compañeros lo eligen delegado estudiantil en la Facultad y sus profesores lo alaban por las altas notas obtenidas. Responde con sencillez: "Creo que valgo por lo que soy, y no por lo que los demás digan de mí."
El Papa Julio II nombra a Cayetano, Conde de Thiene, en un importante puesto en la Cancillería de los Estados Pontificios.
Uno de sus secretarios escribe: "A pesar del puesto; Cayetano no se da ninguna importancia. Viste con sencillez, atiende a todo el mundo aunque sea fuera del horario de oficina. Siempre activo donde lo necesitan. Trata a todos igual, ya sean ricos o pobres. Si mantiene esta actitud tan servicial llegará a ser un hombre muy importante..."
Con un grupo de diplomáticos logra evitar la guerra entre la República de Venecia y los Estados Pontificios, cuyos resultados podrían haber sido desastrosos. Gracias al acuerdo Cayetano gana enorme prestigio y comienza a sentir los halagos de la gloria.
Sin embargo, Cayetano sabe que su vida necesita seguir el camino de Jesús. Así explica: "Siento que día a día mi vida suspira por amar a Dios. Mis años de abogado me enseñaron que el pueblo necesita palpar a Dios a través de las obras de los cristianos, de su acción, de sus enseñanzas, de su entrega. Quisiera hacer siempre la voluntad de Dios: esto deseo, y a esto aspiro. Ahora voy a dar otro rumbo à mi vida. Mi camino es dejar todo sin mirar atrás. Uniré mi propia vida a la Cruz de Cristo. Seré sacerdote."
A los 36 años, el 30 de septiembre de 1516, Cayetano es ordenado sacerdote. Comienza su acción apostólica en Venecia.
Le preocupa el excesivo lujo de los palacios y la miseria de los suburbios. Se propone "no dejar de luchar hasta que vea a los cristianos correr hambrientos para nutrirse del Pan Sagrado."
Organiza el primer Hospital de Enfermedades Infecciosas y cuando no queda dinero para pagar el sueldo a los mejores médicos de la ciudad ni para alimentar a los enfermos, ordena la venta de su biblioteca, lo último que queda de sus bienes: "Jamás dejaré de entregar lo mío a los necesitados hasta que me vea en tal pobreza que no me quede ni siquiera un metro de tierra para mi tumba, ni tenga un centavo para mi entierro."
Son tiempos difíciles. En Alemania Martín Lutero, un monje, proclama la separación del Papa y se independiza de la Iglesia de Roma. Cayetano responde con un nuevo proyecto: "Creo que la Iglesia es siempre la Iglesia. Como esposa de Cristo no tiene ninguna mancha, ninguna arruga, es blanca y pura; pero por culpa de los hombres aparece corrompida... Quisiera presentar ante los ojos del clero un grupo de sacerdotes que vivan juntos, cumplan con el celibato, no busquen el dinero, sepan ser pobres... entonces el ejemplo arrastrará y comenzaremos la reforma desde nosotros mismos."
El Papa Clemente VII aprueba el proyecto a pesar de la oposición de algunos asesores. Cayetano con varios compañeros dicen: "Somos célibes, como lo pide la Iglesia a todos sus sacerdotes. Queremos ser pobres: no poseeremos rentas, ni tierras. Sólo aceptaremos las donaciones espontáneas del pueblo. La riqueza no da al clero ni paz ni libertad para el apostolado. No viviremos ni en conventos ni en monasterios, sino en casas sencillas. Tendremos un superior responsable y dependeremos directamente del Papa. Nos dedicaremos al estudio de la Biblia, a la liturgia, a ayudar a los presos, pobres, enfermos. Nos Ilamamos Clérigos Regulares."
Los Clérigos Regulares viven en Roma. Han renunciado a todos sus bienes y al grupo se une un obispo, Monseñor Carafa que con los años Ilegará a ser el Papa Pablo IV. Se instalan en una humilde casa de la calle Leonina, en un barrio suburbano.
Surgen alabanzas y críticas. Una noche alguien escribe en la pared: "Carafa, Cayetano, y compañía: no reformen imposibles, reformen sus cabezas de locos."
Los jóvenes romanos se entusiasman. Comienzan las primeras vocaciones y la casa resulta chica. Se mudan a una nueva vivienda, en las afueras, casi pegados a la muralla de la ciudad.
El 6 de mayo de 1527 las tropas del emperador Carlos V saquean Roma. El Papa huye por un túnel secreto. Las tropas se apoderan de los bienes, incendian casas, violan, profanan templos...
Al llegar a la casa de los Clérigos Regulares les exigen dinero. Los sacerdotes responden que son pobres. La tropa no les cree y torturan a Cayetano enganchando su cuerpo con una soga de la que tiran a través de una polea. Se desmaya. Golpean al resto de los compañeros y se alejan furiosos.
Otros soldados los encuentran. Los llevan prisioneros para pedir el rescate a sus familiares. Si no entregan fuertes sumas de dinero morirán como otros rehenes. Cayetano y sus amigos se sienten más que nunca en las manos de Dios.
A raíz de un banquete entre varios jefes, entusiasmados por el vino y la euforia, el jefe de la guardia los deja ir, convencido de que nadie pagará por ellos. Huyen de Roma en una barcaza y un barco de la República de Venecia los devuelve a la tierra natal.
Cayetano se traslada a Nápoles para comenzar a difundir el espíritu y las energías de los Clérigos Regulares.
Sin perder un instante refuta los argumentos de otros religiosos que se extrañan de su extrema austeridad y del estilo de vida.
Funda un monasterio, refugio para prostitutas arrepentidas y toma la iniciativa de tramitar el establecimiento de un Banco Popular que conceda crédito sin interés, quebrando el criminal negocio de prestamistas usureros.
La actividad de los Clérigos Regulares en Venecia se multiplica:
atención de hambrientos y enfermos cuando la gran sequía y peste de 1529 a 1532;
proyecto de fundación de una imprenta para "ganar el pan con el sudor de la frente";
organización de una comisión de ayuda a los presos;
servicios religiosos y asistenciales;
colaboración con Carafa, que es designado Cardenal, en los estudios preparatorios de un Concilio. Se proyecta una amplia reforma de la Iglesia.
El pueblo de Nápoles se rebela contra el Virrey, representante de Carlos V. Tropas españolas y napolitanas se enfrentan en las calles y en las plazas. La furia de la multitud masacra brutalmente, el ejército imperial degüella sin contemplaciones. Cayetano, con sesenta y siete años, busca un acuerdo entre los rivales. Parece no conseguirlo. Enferma gravemente. Pide la Comunión. A las cinco de la tarde del 7 de agosto de 1547 muere.
El pueblo le atribuye la paz, porque los embajadores del Emperador traen un acuerdo justo.
El 12 de abril de 1671 el Papa lo declara santo junto con Rosa de Lima y Luis Beltrán (ambos difusores del Evangelio en Latinoamérica), Francisco de Borja y Felipe Benicio.
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