miércoles, 28 de diciembre de 2011

Alonso Tudela, el hombre del millón de libros


Lo primero que llama la atención cuando llegas a la finca de los
Tudela, cerca de Albarracín, es su lejanía. No tanto física, apenas a
veinte kilómetros del pueblo más cercano, sino espiritual. Con cada
kilómetro que nos acercamos a su casa menos parecemos habitar en el
mundo ruidoso, artificial y tecnológico que tan bien conocemos y tan
bien nos domina. Allí, entre campos de trigo, álamos solitarios y
pequeños riachuelos, el tiempo parece haber adoptado una actitud
diferente.
La casa de Alonso Tudela es grande. Algunos la calificarían de
mansión, pero le falta visión señorial para eso; está construida a
grandes bloques, creciendo de manera desigual a medida que a la
familia le hacía falta espacio. Hoy en día sólo vive en esta casa
Alonso Tudela, de noventa y cuatro años, y su cuidadora. Además,
claro, entre esos muros de piedra gris y bajo la techada roja les
acompaña ese millón de libros por el que Tudela ha ocupado numerosas
notas en diarios aragoneses.
La cuidadora, Marta, nos abre las puertas de la casa. Ya en el
recibidor se levantan dos o tres filas de libros todavía envueltos en
plástico protector. El señor todavía no ha tenido tiempo de clasificar
estos ejemplares -nos comenta- a veces se le acumula el trabajo, sobre
todo en navidades o en las fechas de la feria del libro. Lanzo un
vistazo rápido antes de continuar, Reverte, Zafón, Eco… al parecer
Tudela tiene un gusto ecléctico.
El señor de la casa nos espera, como no podía ser de otra manera, en
la biblioteca. Nos quedamos sin aliento en medio de una sala no apta
para claustrofóbicos. Cientos, miles, de volúmenes se apilan en
estanterías que ocupan hasta el último rincón de una habitación que en
otro tiempo había servido para apilar enormes cubas de vino. Tudela se
da cuenta de nuestro asombro y sonríe tras las gafas redondas que le
dan un cierto aire a intelectual de los años 20. Sentado en un enorme
sillón orejero, lucha contra el frío aragonés con una estufa de gas y
una manta sobre las piernas. El rostro lo tiene surcado de arrugas y
viste una chaqueta gris de paño. A su lado se levanta una pila de
libros que, mientras nos esperaba, ha ido despojando de sus
envoltorios.
La entrevista se desarrolla más deprisa de lo que esperamos en un
principio. Tudela nos confirma el número exacto de los volúmenes de su
colección: un millón de ejemplares que ocupan esa sala y casi en su
totalidad el resto de la casa. A la pregunta de cuándo nació su
afición por los libros contesta mientras etiqueta la última novela de
Lucía Etxebarría. Los libros son cultura -afirma-, eso decía mi padre.
Así que en casa siempre había libros, lo único que hice yo fue coger
la costumbre de ir comprando. Primero poco a poco, siempre que bajaba
a la capital, y luego ya, con el Círculo, por catálogo. Ahora compro
por Internet todas las novedades y me las traen a casa gratis.
Así que hasta aquella casa abandonada han llegado las ventajas de la
red. Tudela deja a un lado el libro y continúa. También he comprado
varias bibliotecas completas de saldo, tengo un librero de viejo que
me visita un par de veces al año y que viene con un camión lleno de
libros en perfecto estado.
Mientras Joan, el fotógrafo, sale a la caza de unas buenas fotos, no
puedo hacer la pregunta inevitable: ¿Cuántos de esos libros se ha
leído? A lo que yo creo que es una pregunta divertida y que,
normalmente, hace que el entrevistado se suelte, el señor Tudela
parece algo incómodo. ¿Leídos? -repite- Bueno, la verdad es que nunca
he leído un libro en mi vida. Entiéndame, sí que he leído los de
estudiar en la escuela, y en su día el Código de circulación, pero de
estos, de mis libros, todavía no me ha dado tiempo a empezar ninguno.
Si casi no puedo ni ordenarlos, imagínese si tuviera que leerme
alguno.
No acabo de creerme la historia del señor Tudela, pero su ceño
fruncido y la cara de la cuidadora acaban por convencerme. Parece algo
irreal, un millón de libros comprados y ninguno leído… así que le
pregunto si piensa donar sus libros en algún momento.
Tudela sonríe con un cierto brillo de orgullo en los ojos. Se quita
las gafas y las pliega. Por supuesto -anuncia-, ya estoy preparando mi
legado. A mi edad estas cosas hay que dejarlas claras. Cuando muera he
dejado las instrucciones pertinentes para que mis libros sean donados
a un museo y puedan ser contemplados.
¿A un museo? -le interrumpo- Será a una biblioteca. No -contesta-, a
un museo. Esta no es una biblioteca para leer, es una biblioteca para
mirar. Con lo que me ha costado. Lo dice de manera tajante, tanto que
prefiero no seguir discutiendo. Llamo a Joan, que parece entusiasmado
con sus fotos, y nos despedimos del señor Tudela, el cual pierde
rápidamente el interés en nosotros mientras sigue catalogando sus
libros pendientes.
Nos montamos en el coche y abandonamos, entre campos de trigo y
caminos sin asfaltar, ese cementerio literario en que se ha convertido
la biblioteca del hombre de un millón de libros.
Etiquetas: bibliotecas, lectores, Récords literarios

Fuente:http://www.lecturalia.com/blog/2011/12/28/alonso-tudela-el-hombre-del-millon-de-libros/

1 comentario:

  1. Lastima que no haya leido ni uno! lo que se pierde! Creo que deberia ser donado o formar una biblioteca para que los libros cobren vida y realicen el trabajo por lo cual fueron creados: transportarnos a mundos distinto y darnos placer!

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