martes, 6 de julio de 2010

Aportes de Augusto Raúl Cortazar a la bibliotecología

La rica personalidad de Augusto Raúl Cortazar no sería conocida en toda su amplitud sino se recordase un aspecto menos estudiado que las conocidas vertientes de su tarea infatigable: el folclore y la literatura argentinos. Nos referimos a la que cumplió en el campo de la bibliotecología, profesión que también ejerció a lo largo de toda su vida, más aun, por un período más prolongado que el que dedicó a sus actividades científicas.
Dentro de esa labor se pueden señalar tres aspectos diferentes: la organización de bibliotecas, la dirección y la reestructuración de una escuela de bibliotecarios, así como el ejercicio de la docencia en la especialidad; y, por último, aunque quizás en primer lugar, todo lo relacionado con la teoría, técnica y producción de bibliografía.
Sus primeros pasos
No había cumplido aún los veinte años cuando entró por concurso en la Biblioteca del Colegio Nacional de Buenos Aires, donde había estudiado. En 1942 se desvinculó temporariamente del Colegio Nacional (al que volverá luego como docente), porque fue nombrado director de la Biblioteca del Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, que hoy lleva su nombre.
Esta biblioteca poseía ya un riquísimo fondo bibliográfico, pero necesitaba, para su mejor aprovechamiento, una organización moderna. En esa institución decisiva para su vocación global, realizó un trabajo admirable de catalogación, clasificación y ordenamiento técnico con el que logró que la biblioteca no fuera solamente un apéndice del museo sino, fundamentalmente, un centro con actividad propia y específica.
Dos años más tarde la misma facultad le ofreció la dirección de su Biblioteca Central, la más rica del país en su especialidad y una de las más importantes en América Latina, y, junto con aquélla, la dirección de la carrera de Bibliotecario.
Cortazar fue nombrado con el beneplácito de todos: era docente de la casa, tenía títulos de profesor en Letras, bibliotecario y abogado, a los que pronto sumaría el de doctor en Filosofía y Letras. Enfrentó así el mayor compromiso (que él calificó de "heroico") en la profesión, y lo cumplió admirablemente. Aplicó en gran escala un programa de organización similar al que ya había probado en el museo, a través del cual modernizó la biblioteca en todos sus aspectos.
Su protagonismo en la UBA
En 1943 la Universidad de Buenos Aires fundó el Instituto Bibliotecológico, del cual Cortazar fue una de las figuras más relevantes. Entre 1944 y 1952 Cortazar reorganizó a fondo la carrera de Bibliotecario de la misma facultad. Allí se desempeñó como profesor, siempre en forma honoraria.   
En 1944 viajó a La Paz (Bolivia) para reorganizar la Biblioteca Municipal Mariscal Andrés de Santa Cruz y tres años más tarde formó parte de la delegación argentina que concurrió a Estados Unidos a la hoy legendaria Asamblea de Bibliotecarios de las Américas, organizada por la Biblioteca del Congreso de Washington. Dicha asamblea abrió toda una época de relaciones fructíferas entre los bibliotecarios de las tres Américas. Cortazar participó brillantemente y allí conoció a los más importantes colegas del continente.
Su obra de más aliento es la Bibliografía Argentina de Artes y Letras (1959-1971), editada por el Fondo Nacional de las Artes y planeada y dirigida por él, que reúne una impresionante masa de citas sobre todas las áreas de expresiones artísticas y folclóricas. Continúa siendo la obra más importante de su género publicada en la Argentina.
Podemos decir que Cortazar es una de las figuras más preclaras de la llamada Generación del '40 de la bibliotecología de nuestro país
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Miércoles 23 de Junio de 2010 Opinión: JOSEFA  EMILIA SABOR, Instituto de Folclore y Literatura Regional Augusto Raúl Cortazar Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta
 
 
Fuente:
 
 
Daniel Diaz
Bibliotecario Argentino

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