Cada vez hay más figuras del cine y la TV en las presentaciones de libros.
Fue el momento en que Viggo Mortensen abrió el libro en una página al azar y sonrió para las cámaras. Esa es la imagen.Ocurrió a principios de agosto: el actor de Hollywood (El señor de los anillos, Promesas del Este) llegó al país para presentar en el CCEBA una antología de nueva poesía argentina (de Washington Cucurto a Martín Gambarotta), que publicó por su editorial, Perceval Press, y el lugar se llenó de público y cámaras de televisión y suspiros de fanáticas que, con la emoción palpable en el temblequeo de sus manos, se hacían firmar el libro por la estrella. "Ojalá todas las presentaciones de libros generaran esto", comentaba Ricardo Ramón, el director del centro.Una cámara de televisión en la presentación de un libro pareciera ser una imagen contradictoria en los tiempos actuales. Las cámaras corren detrás de lo televisable, que a su vez son las figuras mediáticas y las figuras que se llevan todas las miradas de los medios son las celebridades, los productos de esa fábrica encantada de imágenes de seducción que es el star-system.Los escritores nacieron para esconderse. Y sin embargo tienen que valerse de ciertos recursos para sobrevivir en este parque de diversiones que es la cultura del entretenimiento. Así lo decía la española Rosa Montero: "Los escritores son obligados a aparecer, hablar, estar en la televisión y en los festivales. Nos convertimos en actores, somos los leones del circo". Y si los escritores no pueden convocar público, entonces que lo hagan ellos: los actores.Casi doscientas personas asistieron, el martes pasado, a la presentación de La pregunta de sus ojos (Alfaguara), la reedición de la novela que Eduardo Sacheri publicó por Galerna en 2005. En los pasillos editoriales, más de cien personas en una presentación es un éxito para festejar varios días. ¿Pero los asistentes habían ido a escuchar al autor de la obra? Cuando se lo presentó, el público permaneció en silencio. Diferente a lo que sucede cuando sale a escena un Wilbur Smith o un García Márquez, por ejemplo, fenómenos globales de la escena literaria. Los aplausos tampoco se escucharon con Juan José Campanella, el director de la adaptación cinematográfica, El secreto de sus ojos.Los aplausos fueron para el actor Guillermo Francella. ¿Acaso la literatura se dio cuenta de que necesita de las estrellas de la farándula para arrastrar público a sus eventos? ¿Se puede hablar de una farandulización de las presentaciones de libros? La farándula es un elemento inevitable del universo espectacular y el márketing editorial se ha subido, hace tiempo, a las leyes regidas por esta sociedad del espectáculo.A cargo del departamento de prensa de Alfaguara, Ezequiel Mario Martínez comenta que no es habitual que en este tipo de reuniones haya personajes que están por fuera del ámbito específico de la literatura. "Se tiene que dar la circunstancia, y en este caso juntamos esfuerzos y apoyo de la producción de la película para organizar la presentación en una librería, pero con la presencia de algunos de los actores y el director", dice Martínez. La idea fue establecer los cruces y puntos de contacto entre la novela y la película, y en mayor medida, entre la literatura y el cine. "La presencia de Pablo Rago o Francella generó una convocatoria seguramente mayor a la que hubiésemos esperado si el libro se presentaba sin ellos", continúa, y esto permite, quizás, ganar nuevos lectores. Otro ejemplo se dará el martes próximo cuando Pablo Echarri, Leonardo Sbaraglia y Juan Gil Navarro presenten la novela de Marcelo Figueras, Aquarium (Alfaguara) con la lectura de algunos fragmentos. Pero esta convocatoria se debe a una iniciativa del autor y su relación con los actores a partir de la filmación de Las viudas de los jueves, donde Figueras es el guionista.Parecería que hay que encontrar opciones que conviertan a una presentación en show mediático. La editorial Planeta tiene clara esta idea para la difusión de determinados libros, como en el caso de La cátedra del macho argentino, de Coco Silly, que se presentó en el cabaret Cocodrilo con la presencia de figuras como Alejandro Dolina, Lalo Mir y actores como Mauricio Dayub. "¡Salió en todas las vidrieras de las revistas!", reconocen puertas adentro y está bien, pero ¿sucede en literatura? La Colección Letal de Eloísa Cartonera (que incluía autores como Aira y Piglia) se dio a conocer en una noche de sábado del año 2003, en Salomé, otro puticlub de Billinghurst y Córdoba. Y si uno se dedicara a rastrear en el tiempo y en los eventos que sacudieron el lanzamiento de libros en el mercado editorial argentino debería recordar a Oliverio Girondo y su concepto del show en las manifestaciones vanguardistas. En 1932 presentó el poemario Espantapájaros justamente con un espantapájaros en papel maché de tamaño natural que colocó, según cuenta la escritora Norah Lange, en un coche fúnebre tirado por seis caballos. Show = visibilidad."Las presentaciones, por lo general, resultan aburridas para el público", dice Ana Wajszczuk, Jefa de prensa de Planeta. "¿Qué atractivo puede tener que alguien vaya a escuchar a una persona hablando bien del libro de otra persona?"Por lo bajo, en las editoriales siempre se quejan de que las presentaciones terminan siendo los eventos que se hacen para darle el gusto al autor. Para dejarlo contento. Porque si no hay repercusión mediática no sirve. Si a la presentación no va nadie termina siendo "una fiestita de cumpleaños" a la que sólo asisten los amigos y familiares del autor donde siempre es imprescindible "el vino de honor". En honor al autor. En honor al libro: la mejor manera de tender un anzuelo para que el público asista. El procedimiento es similar: el vino es el anzuelo o el anzuelo es el figurín mediático de la telenovela de la tarde o el actor de Hollywood que se puso una editorial porque "escribe desde siempre". El fin justifica los medios.Tom Cruise en la tapa de Fachada, Julia Roberts en la de El Informe Pelícano y Danny De Vito en la tapa de El poder de la justicia generaron ventas adicionales para su autor, John Grisham. Harrison Ford apareció en primer plano para vender todavía más libros de Tom Clancy. Todo esto, escribe el especialista en entretenimiento Al Lieberman, sirvió para construir la identidad de estos autores como estrellas y "marcas" con su propio nombre. Una tapa impactante, unas letras en relieve, y la cara del actor que interpretó la película. La fórmula rendidora de vender libros, teniendo en cuenta que ver televisión es la tercera ocupación humana estandarizada más habitual en los Estados Unidos, después de trabajar y dormir.En la actualidad todavía se le rinde culto y se cultiva con fervor la personalidad artística. Del mismo modo siguen vigentes la curiosidad y la avidez por la intimidad de los personajes famosos que pueblan el imaginario y los espacios públicos. En su libro La intimidad como espectáculo (FCE), la antropóloga argentina Paula Sibilia habla de una hipertrofia de la personalidad del artista en detrimento de su obra, y como ejemplo señala el caso de Virginia Woolf. Hoy se conoce a la gran escritora moderna como un personaje que tiene el rostro de Nicole Kidman. El fenómeno derivó del éxito de una película como Las horas (Stephen Daldry, 2002) y de esta manera, los libros integraron el merchandising del lanzamiento audiovisual, reeditados en grandes tirajes y vendidos en todo el planeta como un producto de la marca Woolf-Kidman.Y esa es otra imagen.El libro como hermano pobre de las artes del entretenimiento.
Fuente: Por: Diego Erlan
http://www.clarin.com/diario/2009/08/23/sociedad/s-01983845.htm
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