Según distintas
estimaciones, se habla de entre 6 mil y 15 mil
niños y niñas capturados por las tropas rusas que invadieron Ucrania, que
son enviados a centros de reeducación o al sistema de adopción. Casi un calco
de lo que sucedió en la Guerra Civil española, cuando
alrededor de 5 mil chicos y chicas llegaron a Moscú, donde sufrieron violencia,
violaciones y esclavitud
Las agencias
internacionales no dejan de informar que entre las dolorosas consecuencias de
la invasión de Rusia a Ucrania el robo de niños es una de las más graves. Se trata
de niños de entre 6 meses a 17 años. La cantidad está en discusión: algunos,
como la Universidad de Yale, hablan de 6.000 chicos ucranianos enviados por las
tropas rusas a centros de reeducación o bajo el sistema de adopción ruso.
Otros, como el gobierno de Ucrania, sostiene que la cifra sobrepasa los 15.000
desde el comienzo de la invasión el 24 de febrero de 2022. El gobierno de Moscú no ha negado que “recibe” niños de
Ucrania, pero intenta aclarar que lo hace para mantenerlos a cuidado de los
estragos de la guerra. Nada dice de las separaciones forzosas ni de
robos de bebes en orfanatos en ciudades ocupadas militarmente. Lo cierto es que
el gobierno de Vladimir Putin ha sido denunciado ante la Corte Penal
Internacional de La Haya (CPI) y el alto tribunal ha dictado una orden de
detención al jefe del Kremlin.
“La Justicia está en
marcha y aplaudo la decisión de la CPI de emitir órdenes de arresto para
Vladimir Putin y María Lvova-Belova (responsable de los derechos de la infancia
en Rusia) por el traslado forzoso de niños ucranianos” afirmó en su momento el Ministro de Relaciones
Exteriores y miembro del Consejo de Defensa de Ucrania, Dmytro Kuleba. Si bien,
como Rusia, los Estados Unidos no son miembros de la CPI, el presidente Joe
Biden dijo que el gobierno de Putin “claramente ha cometido crímenes de
guerra”. La respuesta rusa la dio Dimitri Medvédev, ex presidente e
incondicional de Putin: “No es necesario explicar dónde usaré este documento”
al tiempo que ponía un ícono de un rollo de papel higiénico.
Como relata la Biblia en
su capítulo Eclesiastés, el rey Salomón se preguntó: “¿Qué es lo que fue? Lo
mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y no hay
nada nuevo bajo el sol”. Y la España de hace varias décadas atrás demuestra que
hay conductas que se repiten.
Durante el transcurso de
la guerra civil iniciada en 1936 cerca de 70.000 niños fueron evacuados sin sus
padres o en compañía de los mismos a Inglaterra, Francia, Bélgica, México,
Suiza, Holanda, Dinamarca y la Unión Soviética gobernada por Josif Stalin.
Salvo la URSS todos los países los acogieron provisionalmente como una forma de
alejarlos de los bombardeos –especialmente—de las ciudades. Todos, salvo México
y la URSS al finalizar la contienda en 1939 se negaron a repatriarlos bajo el
argumento que no reconocían la legitimidad del gobierno de Francisco Franco
Bahamonde. Los que llegaron al país gobernado por los comunistas fueron
alrededor de 5.000. Al comienzo gozaron de un buen trato, tuvieron escuelas con
maestros de habla hispana pero al finalizar el conflicto la situación cambió
abruptamente.
En 1939, tras el pacto de
no agresión entre Stalin y Hitler (aliado de Franco durante la guerra civil),
la situación de España dejó de ser considerada importante para el Kremlin. Se
limitaron las entradas de españoles y los niños sufrieron un cambio radical de
trato y lugares de residencia. Las escuelas en lengua natal dejaron de
funcionar y el idioma ruso fue obligatorio. Los maestros españoles cayeron en
el clima de sospecha en el que se vivía bajo el stalinismo, fueron acusados de
conspiradores y el 60 por ciento de los mismos fueron encarcelados en Lubianka,
el cuartel de la NKGB que regenteaba el cruel Lavrenti Beria. Paralelamente,
los jóvenes comenzaron a realizar tareas como la tala de árboles o trabajos
rurales.
Los cambios de lugar y
las nuevas dietas de alimentación trajeron a su vez enfermedades. Para 1941 el
50 por ciento de los niños sufrían de tuberculosis y un 30 por ciento
manifestaban síntomas de pretuberculosis como consecuencia de la ausencia de
leche, carne y remedios. La guerra con el nazismo a partir de junio de 1941
agravó la situación. Primero, la mayoría de los niños fueron enviados a zonas
remotas y en esos destinos, enfrentados con el hambre, comenzaron a delinquir,
convertidos en “rnalolietki”, es decir miembros de una banda de ladrones y no
faltaron las niñas que fueron llevadas a la prostitución, como en Tifus y
Sarnarkanda. En Karagandá, Kazajistán, tanto lo adultos como los niños fueron
tratados como esclavos muriendo de hambre, frío, agotamiento o suicidio. Muchas niñas no resistieron el calvario del “tranvía”, la
violación colectiva por guardias o reclusos.
Como diría el historiador
y escritor César Vidal “la invasión de la URSS por Hitler dejó pronto de
manifiesto las peores deficiencias del régimen soviético. Los niños españoles
fueron enviados a los lugares más remotos e inhóspitos de la URSS. Para aquel
entonces, buena parte de ellos estaban absolutamente desengañados del sistema.”
Entre septiembre de 1941
hasta el final de la Segunda Guerra Mundial varios jóvenes van a integrar el
Ejército Soviético y sufren un gran padecimiento. Se estima que murieron
alrededor de 400 españoles “mayores”, aquellos que llegaron a Rusia en 1939,
con experiencia militar por haber combatido contra las fuerzas de Franco. Los
menores fueron evacuados, principalmente, a Samarkanda, la segunda ciudad más
grande de Uzbekistán y cerca de 200 murieron en el sitio de Leningrado al no
poder huir a través del camino trazado sobre el hielo del lago Ladoga.
Los niños con menor edad,
ubicados en la Casa N°1 de Pravda con el comienzo de la conflagración fueron
llevados al pueblo de Kukus la región de Nemtsi.
Según el historiador
Jesús Hernández, en su libro “En el país de la gran mentira”, en 1947
para celebrar el décimo aniversario de su llegada a la URSS, en el teatro
Stanislavski de Moscú fueron reunidos 2.000 jóvenes. De los presentes solo 534
volvieron a España en septiembre de 1956 y finalmente solo, del total,
regresaron 1.500. Todo lo que había acontecido lo
sabían los jerarcas del Partido Comunista de España, tanto que se le atribuye a
Dolores Ibárruri, “La Pasionaria” el haber afirmado: “No podemos devolverlos a
sus padres convertidos en golfos y prostitutas, ni permitir que salgan de aquí
como furibundos antisoviéticos”.
Entre tantos, hubo un
caso paradigmático: José Díaz, el secretario general del Partido Comunista
Español, murió el 19 de marzo de 1942 en Tiflis al caer del cuarto piso de su
casa, cuando se encontraba solo. Para la familia fue un asesinato porque estaba
escribiendo un libro sobre sus experiencias en el “paraíso” soviético, donde
relataba su desengaño tras haber enviado cartas a las autoridades quejándose
por el maltrato a los niños en la colonia de Tiflis.
Para los
miembros del PCE la verdad de lo acontecido y el relato certero estaban
prohibidos. Varios pidieron salir de la URSS e incluso
retornar a la España de Franco si era necesario. Toda solicitud fue negada.
Frente a tantas penurias Florentino Meana Carrillo y su hermano estaban
desesperados por salir de lo que llamo a la URSS, un “inmenso
campo de concentración y de hambre”. Al sufrir el rechazo a su petición
no encontró otra salida que beber un vaso de ácido sulfúrico y morir en instantes.
Su hermano intentó vengarlo y para ellos fue a la búsqueda de “La Pasionaria”,
la única que podía conceder o denegar los permisos de salida de los españoles.
La fue a buscar al Hotel Lux, el lujoso hotel moscovita en el que a principios
de la década de 1940 se habían alojado los dirigentes extranjeros de la
Komintern, para matarla con un cuchillo. Dolores Ibárruri se encontraba ausente
y en su lugar estaba José Antonio Uribes, suplente en el buró político. Al
intentar asaltarlo fue reducido y tras el incidente el hermano de Florentino
desapareció para siempre.
Los “Niños de Rusia”
volvieron a España entre 1956 y 1957, junto con los integrantes de la División
Azul. Muchos fueron rechazados por sus propias familias, otros tuvieron
problemas para conseguir trabajo. Los que los recibieron tenían la sensación de
abrir sus brazos a personas extrañas. Ucrania hoy, España ayer, nada nuevo bajo
el sol, como exclamo el rey Salomón. O como se pregunta y actualiza el español
César Vidal: “Nadie va a decir nada de estos niños
a los que se evacua hacia Rusia para que no mueran bajo bombardeos ucranianos?
¿Cabe una provocación más sucia y criminal?”
No hay comentarios:
Publicar un comentario