Fotografía. Una muestra recuerda
un período de la historia en que los pobladores originarios eran apresados y
exhibidos con vida en el Museo de La Plata con fines presuntamente científicos.
Número 5443: cuero cabelludo y orejas del cacique Inakayal. Guardados en
los depósitos”, se escucha la voz en off del video. En el Parque de la
Memoria-Monumento a las víctimas del Terrorismo de Estado, las series de
fotografías y documentales que se exponen actualmente en Prisioneros de la
ciencia testimonian momentos históricos de invisibilización, evidentes a través
de la formación de una de las colecciones más inmensas y sintomáticas de
nuestro país: la de restos humanos del museo de Ciencias Naturales de La Plata.
Construida en base a la colección personal de cráneos del perito Francisco
Moreno –tenía mil cráneos humanos, as í como miles de puntas de lanza y flechas
juntados durante los viajes exploratorios por la Argentina que le encomendaba
el gobierno, con fines científicos y geográficos–, la colección de restos del
museo expone una historia controvertida, cruel, sangrienta, acorde a los
tiempos en que fue constituida. Y esta exposición la muestra a flor de piel.
La exhibición es organizada por el colectivo GUIAS (Grupo Universitario
de Investigación en Antropología Social) de la Facultad de Ciencias Naturales y
Museo de la Universidad Nacional de La Plata, que ejerce una antropología
crítica centrada en la identificación de restos óseos de las colecciones del
museo para su posterior restitución. El grupo la llamó Prisioneros de la
ciencia : eran los integrantes de los pueblos originarios que a fines del siglo
XIX fueron capturados y trasladados al museo de ciencias y vivieron allí contra
su voluntad, tomados como objeto de estudio. Presos. Sus restos permanecieron,
una vez fallecidos, como parte de las colecciones del museo. Recién en 2006 se
aprobó el retiro de la exposición del museo de los restos humanos de los
pueblos originarios de América.
Hay mucho para decir sobre la época y la conformación de esta colección
en particular dentro del inmenso museo, que además posee importantísimas
colecciones paleontológicas, geológicas y entomológicas, por ejemplo.
En primer lugar, el momento fundacional de colección y exposición de
seres humanos en forma regular y pública –anteriormente Moctezuma y los Médici,
entre otros, tenían colecciones de humanos– ocurrió a fines de la década de
1870. En esa época era una práctica común en las exposiciones coloniales organizadas
por los diferentes imperios europeos. El objetivo era exhibir en la metrópolis
distintas facetas de las colonias, entre ellas, sus pobladores mismos. Esa
costumbre de los imperios coloniales prevaleció, especialmente en Europa, hasta
la Segunda Guerra Mundial. Aún en años recientes aparecen restos simbólicos de
estas exhibiciones: a manera de cita (muy negra y controversial): el zoológico
de Londres expuso en 2005 un grupo de seres humanos (“Homo sapiens”, detalló),
en medio de los otros animales del zoo. Claro que fueron voluntarios elegidos a
través de aplicaciones presentadas online, no personas raptadas de sus entornos
habituales. Tampoco fueron obligadas a quedarse a vivir en el zoo, mientras
que, en los últimos años de la década de 1870, cualquier habitante que tuviera
la desgracia de caer preso del ejército del general Julio Roca y convertirse en
objeto de interés científico del perito Moreno quedaba detenido para siempre en
el Museo de La Plata.
Este es otro de los puntos a tener en cuenta a la hora de observar la
exposición: qué métodos eran comunes en el campo de la ciencia a fines del
siglo XIX en pos de ejecutar investigaciones etnográficas, cómo construía sus
paradigmas la ciencia y cómo justificaba sus objetivos, sus “observaciones lingüísticas
y etnográficas sobre razas tan difíciles de examinar en sus medios salvages
(sic)”, como detallaba Moreno. Era la época de la antropología evolucionista,
que sostenía que los grupos indígenas eran fósiles vivientes representando
estadíos humanos primitivos.
En la exposición del Parque de la Memoria toda evidencia es,
principalmente, fotográfica. Nacida en 1939, la fotografía fue una de las
herramientas de investigación etnográfica más populares durante esa época, en
la Argentina y en todo el mundo, imprescindible en los viajes exploratorios y
territorios conquistados.
Además de apresados durante la Campaña al desierto (1878-1885), se
muestran fotos de habitantes de Tierra del Fuego apresados o asesinados a
finales del siglo XIX por buscadores de oro y propietarios y administradores de
estancia (con la complicidad de los evangelizadores). Sus cuerpos también
pasaron a integrar las colecciones del museo platense. La muestra expone, por
último, fotografías de principios del siglo XX de hombres, mujeres y niños del
Ingenio La Esperanza de San Pedro (Jujuy), cuyos cuerpos también encontraron
destino en las colecciones de la institución.
Entre las expuestas, la historia del cacique Modesto Inakayal es
dolorosa, emblemática, simbólica: apresado junto a su familia en el pueblo de
Tecka (Chubut) en 1883, el grupo fue llevado al Museo de La Plata para
exhibirlo vivo y estudiarlo. Allí fueron retenidos forzosamente para siempre. A
medida que fueron muriendo, sus restos pasaron a formar parte de las
colecciones de la institución. Fueron expuestos –inmediatamente tras cada
muerte– en las vitrinas de la sección “Antropología biológica” del museo.
Inakayal murió en 1888. Sus restos fueron exhibidos en la sala de Antropología
del museo hasta 1940, cuando se lo retira a los depósitos.
En 1989 el Centro Indígena Mapuche Tehuelche reclamó al museo los restos
de Inakayal. En 1991 un proyecto del senador Solari Irigoyen –que apoyaba el
reclamo de distintas agrupaciones indígenas en relación al derecho de tener los
restos de sus ascendientes en sus tierras– se convirtió en ley. En 1994 los
restos de Inakayal descendieron desde un avión de la Fuerza Aérea en Esquel,
con honores militares. La urna con los restos del cacique fue trasladada a
caballo desde Esquel hasta Tecka. Allí descansan dentro de un mausoleo, bajo
una montaña de piedras (al estilo de un chenque o tumba precolombina). En 2006
el grupo GUIAS encontró, durante su trabajo de registro y organización de los
depósitos del museo que contenían restos humanos, el cuero cabelludo y el
cerebro de Inakayal conservado en formol. Esto significa que parte de sus
restos siguen en el depósito del museo. La restitución fue parcial y constituyó
un primer paso pero, también, en cierto sentido, una simulación.
Por MERCEDES PEREZ BERGLIAFFA
FICHA
Prisioneras de la ciencia
Lugar: Parque de la Memoria, Av. Costanera Norte Rafael Obligado 6745.
Fecha: hasta el 22 de junio.**Horario: todos los días, 10 a
18.***Entrada: gratis.
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