Dos veces presidente constitucional, fue uno de los
protagonistas principales de la generación que edificó el Estado argentino y
consolidó nuestras fronteras. ¿Genocida o estadista? En todo caso, mucho más
que una cara en el billete de 100 pesos
"Hace poco más de un siglo, el
12 de octubre de 1904, el general Roca entregó al doctor Manuel Quintana los
atributos de la presidencia de la República. Había cumplido su segundo mandato,
pero su influencia política desde 1880 había transformado el país. La Argentina
era una potencia respetada. El general Mitre, ya anciano y verdadero patriarca
de la argentinidad, fue a su casa ese mismo día para felicitarlo por su
gestión: 'Ha cumplido', le dijo parcamente, porque el juramento de su asunción,
en 1898 lo había hecho ante Mitre." (Juan José Cresto, presidente de la
Academia Nacional de Historia, 2004)
Puede decirse que el malo de la película, en
la Historia Argentina, hoy es Julio Roca. Por el momento, se le han concedido
unas merecidas vacaciones a Don Juan Manuel de Rosas, que en sus
tiempos realizó, junto a Facundo Quiroga y el fraile José Félix Aldao, una
expedición punitiva a los indios pampas y ranqueles (1833), y ahora
está de turno Julio Roca, también perseguidor de indios indefensos, a la vez
que aliado del Imperio Británico. Lo mismo que Rosas, quien tras
su caída en Caseros vivió como "farmer" durante veinticinco años en
Swaythling, cerca de Southampton y de su admirado Lord Palmerston, ex canciller
inglés.
Algunos críticos de Roca, sus contemporáneos
(1879-1880), exclamaron: "¡El general Roca ha descubierto que en
la Patagonia no hay Indios!"(Sarmiento) o señalaron que la
expedición al Río Negro había sido un mero paseo en calesa, en el que no
se registraron combates ni escaramuzas, ni siquiera una discusión acalorada.
Nada. Un desfile de mascaritas. Algún autor ha señalado que, durante la
campaña, Roca montó a caballo cuatro veces en total, una para la foto. Nos
cuesta comprender cómo un hombre tan insignificante, del que no se sabe si fue
guerrero feroz o farolero impar, logró figurar en el billete de 100 pesos y en
miles de calles, avenidas, pueblos, ciudades y monumentos de la República
Argentina. Y, a la vez, hacerse de la negra fama de genocida que hoy
rodea al general tucumano.
En
1810 ya había comenzado la ‘araucanización de la pampa’
Vale apuntar que, en 1810, año del inicio del
proceso de independencia de Argentina y de muchas otras naciones, había
comenzado ya lo que se conoce como "araucanización de la pampa". Grandes
poblaciones aborígenes chilenas, perseguidas por haber apoyado a los
españoles en la guerra de la emancipación, o bien buscando un espacio más
amplio para su desempeño económico, basado en la caza y la recolección, cruzaron
los Andes buscando en las llanuras de la falda oriental sus presas de
caza (el venado, el guanaco, el peludo, la vizcacha, la misma yegua) y
disputaron estos territorios a los pampas argentinos y a los propios
cristianos, que instalaban sus estancias fronterizas y desarrollaban sus
sangrientas vaquerías. Los araucanos, raza militar de fuerte carácter, dotada
de un lenguaje práctico, dominaron paulatinamente a las indiadas argentinas
(tehuelches, querandíes y puelches) cuyas lenguas se consideran hoy desaparecidas.
En el crisol de las llanuras y serranías se formaron nuevas agrupaciones,
habitualmente con predominio araucano (la palabra "mapuche" empezó a
usarse mucho más tarde) y potenciadas por nuevos recursos, todos provenientes
de la conquista española: el caballo, la vaca, la oveja, el hierro (la moharra
metálica, el cuchillo) más tarde el rémington.
La
década de 1870 había sido tremenda en materia de malones indios
Conviene recordar que la Campaña al Desierto
le valió a Roca un enorme prestigio en el campo argentino entre 1879 y 1880,
gracias al cual llegó con facilidad a la presidencia de la nación. La década de
1870 había sido tremenda en materia de malones indios. El problema de las
indiadas se había acentuado desde 1820 en adelante: las ciudades cristianas (Buenos
Aires, Córdoba, Salta, Carmen de Patagones) eran islas en medio de un mar de
lanzas. Tras la muerte del ministro de guerra Adolfo Alsina, en 1877, Roca se
presentó ante el Senado de la Nación y expuso su plan de batalla con gran
simpleza: "Necesito un año para planearlo y otro para realizarlo, dos años
en total, a cuyo término los indios habrán sido absorbidos y asimilados por la
civilización, pero para ello es necesario salir de la actitud defensiva
de Alsina e ir a buscarlos a sus tolderías, hasta someterlos".
Conviene recordar algunos hechos, aunque sea
investigándolos en Google, para no aburrirnos con largos libros. ¿Por qué
pensar hoy en Roca? Porque en 2014 se cumplieron 130 años de la sanción
de la Ley 1420 (conocida como de enseñanza laica, gratuita y obligatoria) y el
primer centenario de la muerte de Roca, al que nosotros consideramos,
modestamente, el gran estadista de nuestra historia.
Pero la fecha no obtuvo el recuerdo que se
merecía. Efectivamente, fue Roca quien promulgó la gran ley de enseñanza laica,
junto a su ministro de Justicia e Instrucción Pública, don Eduardo Wilde.
Domingo F. Sarmiento militó, por así decirlo, como fogoso propagandista de la
enseñanza pública. Algunos números: al comenzar el primer mandato de
Roca, había 1214 escuelas públicas. Seis años después eran 1804. Las
escuelas normales, en las que se formaban los maestros, pasaron de 10 a 17. Los
alumnos, de 86.927 a 180.768. Docentes: de 1.915 a 5.348 en seis años. Con
fuerte influencia de Sarmiento, en su segundo mandato propone un sesgo laboral
en los estudios, al modo estadounidense: se crean escuelas de Artes y Oficios,
de Agronomía y Veterinaria, de Ingenieros en Minería para San Juan, de
Agricultura vinícola en Mendoza.
Roca fue el único presidente argentino que cumplió
dos mandatos constitucionales (1880-1886 y 1898-1904) con doce años de
intermedio. No intentó amañar la reelección mediante cadenas de amigos y socios
para perdurar indefinidamente en el poder y los negocios.
Con Roca termina la guerra entre unitarios y
federales: la ciudad de Buenos Aires queda federalizada y las rentas de la
Aduana del Puerto (que eran el principal ingreso de aquel tiempo) se convierten
en propiedad nacional, terminando así un conflicto de 70 años entre Capital e
Interior.
Roca defendió el orden constitucional,
incluso con las armas, pero buscando siempre la pacificación y la amnistía.
Roca reconoció lo obvio: la primera potencia
del mundo no era otra que Inglaterra, y superaría por largos años a los Estados
Unidos, España, Francia y Rusia. Se considera que el Reino Unido empezó a
perder su preeminencia recién al fin de la Primera Guerra Mundial, con la
construcción del Canal de Panamá. Esta novedad dejó fuera de juego a Buenos
Aires, aliada de Gran Bretaña, como puerto de paso obligado en el cruce del
Atlántico al Pacífico y viceversa. Los Estados Unidos se adueñaron de los
mares.
En el inolvidable 1880, Roca impulsó
una útil asociación comercial con Londres, con una visión realista muy similar
a la de Rosas en su tiempo. Por otra parte, el gobierno inglés había sido un
discreto pero eficaz aliado de la Argentina, sobre todo desde enero de 1825,
cuando Jorge IV reconoció nuestra independencia. El crecimiento logrado
por el país en tiempos de Roca sólo puede compararse con el que hoy ostentan
los Tigres asiáticos o la propia China.
Obra de Roca: a partir de 1881, no se
discutieron ya territorios con Chile, sino sólo líneas divisorias. Cabe
recordar que habíamos librado una guerra con el Brasil, cincuenta años antes de
Roca: éste promueve un acercamiento que diluye los conflictos.
En su segunda presidencia, Roca crea el
servicio militar obligatorio, para unir en la civilización a todos los jóvenes,
criollos, indios y gringos, pues estos últimos empezaban a llegar. En este
período se incorpora al Congreso el primer diputado socialista de América, don
Alfredo Palacios.
Roca sostuvo un concepto estratégico
del territorio nacional: ocupar la Patagonia hasta la Tierra del Fuego anulando
de raíz cualquier reclamo territorial de Chile, integrar el país mediante una
red ferroviaria -hoy destartalada-, resolver todo conflicto de límites y
modernizar a la Nación para insertarla en el mundo.
Roca
sostuvo un concepto estratégico del territorio nacional
El ex ministro del Interior de Roca, Joaquín
V. González, presenta al Congreso el primer Código de Trabajo, muchas de
cuyas iniciativas serían plasmadas recién en la década de 1940 por el General
Perón. Lo mismo puede decirse de las políticas de protección industrial
que Roca esbozó, y continuó su antiguo aliado, el presidente Carlos Pellegrini.
Todos
los hombres de la Generación del 80 fueron aliados y adversarios en distintos
tiempos
Una aclaración: todos los hombres de la
Generación del 80, que convierten a la Argentina en la décima potencia mundial,
quinta exportadora del globo y más alfabetizada que la mayoría de las naciones
de Europa, fueron aliados y adversarios en distintos tiempos. Esto incluye al
propio Roca, y a Sarmiento, Mitre, Avellaneda, Alsina, Pellegrini.
Sobre la derrota militar y cultural de los
indios araucanos, cabe señalar que la debacle había comenzado en tiempos de la Zanja
de Alsina. Este foso, que cruzaba la provincia de Buenos Aires,
dificultaba los grandes malones ya en 1877, y en especial trababa la retirada
de los indios con su inmenso arreo de cautivas, caballos, ovejas y sobre todo
ganado vacuno. La carne de yegua era el alimento favorito para la gente de las
tolderías, mientras que las vacas (robadas por cientos de miles) permitían un
fabuloso comercio de carnes en Chile, cruzando la cordillera tras una prudente
invernada en Neuquén o en Choele-Choel. Volviendo a la zanja: en ella los
malones se atascaban, pugnando por arrear océanos de cabezas de ganado. Esto
daba tiempo a las tropas argentinas para alcanzarlos y sablearlos, recuperando
lo robado. En tiempos de la Zanja de Alsina, diseñada por el ingeniero francés
Alfred Ebelot (autor de Adolfo Alsina y la Ocupación del Desierto),
los indios tuvieron que desplazarse hacia el sur y el oeste. Los productores
agrarios ganaron vastas extensiones.
Ya se había librado, el 8 de marzo de 1872, la
batalla de San Carlos (hoy Bolívar) donde el Ggeneral Ignacio Rivas vence al
chileno Calfucurá, considerado el Napoleón de las Pampas, que muere al
año siguiente: 4 de junio de 1873, en Chilihué. El nombre de este asentamiento
significa "Pequeño Chile" y recordaba la querencia originaria de
Piedra Azul y su gente. Durante aquel combate se movilizaron 3.600 lanceros
argentinos y chilenos encabezados por Calfucurá, Reuquecurá, Mariano Rosas,
Catricurá y Pincén. La muy cuestionada zanja, de 300 kilómetros, cavada en 1877
(aún se hallan algunos tramos en nuestro campo) dificultó los malones y, a la
larga, generó escasez y hambruna en las tolderías.
Pampas y araucanos consideraban que la riqueza
y los alimentos debían adquirirse virilmente, mediante la guerra y el pillaje,
despreciando todo trabajo "de a pie", por ejemplo, la siembra. En San
Carlos chocaron 3.600 lanceros indios contra otros tantos soldados argentinos,
reforzados por la indiada amiga de Catriel. En aquel entonces comenzaba a
manifestarse claramente, entre los indios, la separación de
argentinos y chilenos. Se disolvía la gran Confederación Indígena
de Salinas Grandes encabezada por Calfucurá, con perfiles de auténtico imperio,
de allí que Piedra (Curá) Azul (Calfú) fuera conocido como el Napoleón de las
Pampas.
En fin, no cabe duda de que aquello fue una
guerra a muerte entre dos civilizaciones irreconciliables. No se trata
de exculpar a Roca por una matanza. Más bien, la victoria fue el tramo
final de una guerra de 300 años, facilitada por el hecho de que los
indios se encontraban ya desmoralizados… y con hambre. Enfrentaron al
Ejército Argentino en un combate frontal, que no era su fuerte. Fueron derrotados
y comenzó su declinación. Puede decirse que, cuando Roca realizó su famosa
expedición al Río Negro, ya los encontró dispersos.
Roca tuvo un lema: "Paz y
Administración". Válido para todos los tiempos, incluso el actual.
**
Por Rolando Hanglin
No hay comentarios:
Publicar un comentario