La producción industrial no terminó
con el arte de que los libros resistan al tiempo
En la era
de la producción industrial de libros, el trabajo artesanal del encuadernador
no pierde vigencia. "No es un oficio muerto ni mucho menos. Cada vez más
personas se dedican a esto", dijo a la nacion la presidenta de
Encuadernadores Artesanales de la República Argentina (EARA), Dina Sejzer de
Adámoli, asociación que está celebrando las bodas de plata desde su creación. Y
lo hace con muestras como Homenaje al Libro, abierta en el Museo Mitre y,
aunque sin haberlo buscado como institución, con el lanzamiento de una
diplomatura de dictado gratuito y título oficial de la Universidad de Buenos
Aires.
La diplomatura fue un éxito: para 25 vacantes se
presentaron 600 aspirantes. "Si bien me sorprendió esa cantidad, esperaba
una respuesta masiva, porque acá hay escasas posibilidades de formarse en este
oficio de forma gratuita", admitió Andrés Casares, mentor del proyecto
original que dio lugar a la diplomatura de la UBA -de la que es uno de los
directores- y que se dicta en la Biblioteca Nacional.
"Quería que pudieran participar todos sin
importar su condición social. Y pensé en la Biblioteca Nacional porque las
máquinas que compraran y el trabajo de los estudiantes quedarían como beneficio
para esa institución", contó Casares, quien, sin conocer al director de la
BN, Horacio González, le mandó el proyecto por mail a comienzos de 2014.
Después de unos meses fue citado por González, que involucró a la Facultad de
Filosofía y Letras y decidió dar vida a la diplomatura hoy en curso.
Una vida
dedicada al papel
"Mientras exista algún libro, el oficio de
encuadernador no se extinguirá", dijo Andrés, segundo de los ocho hijos de
Alberto Casares, prestigioso librero de anticuarios y titular de la asociación
que reúne a sus pares.
La trayectoria de Andrés, primer premio de La Neuvieme
Biennale Mondiale de la Reliure d'Art-Prix du Ministere de la Culture en 2007,
es la de tantos que, como él, descubrieron el gusto por esta tarea en su
adolescencia.
A los 15 años, sin muchas herramientas ni
conocimientos, comenzó a restaurar y encuadernar en una mesita junto al
escritorio de su padre; después, en un pequeño taller en el primer piso de la
librería paterna. Y a los 21 fue ayudado por un coleccionista argentino y otro
francés para ir a aprender el oficio en uno de los talleres más importantes de
París. Volvió a la Argentina y, según los vaivenes de la economía nacional, se
dedicó a la encuadernación de libros elegantes y a la producción de cajas, al
libro artístico y, después, a la restauración de textos para bibliófilos y para
particulares.
"Puedo vivir de este trabajo. Y vivo
bien", cuenta quien se define como encuadernador, productor de papeles
marmolados y grabador de dorados (en tapas y lomos de libros), tres oficios en
uno para los que se fue preparando a lo largo de los años.
Si bien la tendencia predominante entre los
encuadernadores noveles es dedicarse a los libros artísticos, éstos requieren
mucho tiempo de trabajo y no encuentran hoy tantos compradores como en otras
épocas.
"Para hacer libros artísticos primero hay que
aprender a encuadernar bien", dictamina Casares.
Según Dina Adámoli, "las primeras formas de
encuadernar -que son las que se exhiben en el Museo Mitre- eran magníficas
porque permitían que el libro se abriera y se pudiera leer bien". Y
agregó: "Lo que pasó con la era industrial fue que, para acelerar los
tiempos, el proceso de costura cuidadosa de los cuadernillos fue reemplazado
por capas y capas de encolantes y el libro perdió su estructura. Por eso a la
tercera vez que se lo abre se deshoja y se rompe".
Cuando EARA comenzó su actividad, hace poco más de
dos décadas, reunía a una quincena de encuadernadores y ofrecía sólo una o dos
demostraciones técnicas por año. Hoy sus socios son un centenar, en todo el
país, y dan cuatro o seis cursos o talleres en un año.
Para fundamentar el "fortalecimiento" de
este oficio, Adámoli informa que además de la diplomatura de la UBA hay algunas
sedes de la Universidad Tecnológica Nacional que en los últimos años comenzaron
a dictar la carrera de encuadernador y algunas escuelas de nivel secundario a
ofrecer esta orientación.
Para tener en
cuenta antes de comprar
Chequear que el libro esté cosido y no con hojas
encoladas en grupo
Un libro cosido se identifica por los
cuadernillos, que pueden observarse como hojas agrupadas mirando desde el canto
superior (los encolados presentan una superficie homogénea alisada) y por la
costura que se ve en el valle central de las páginas si se abre por el medio
uno de ellos
Si tienen márgenes escasos, es decir, con texto
casi llegando a los cantos, puede tratarse de un libro reencuadernado o que,
simplemente, su editor buscó ahorrar papel
Verificar que
las hojas "de guarda" -las que unen tapas y texto- estén incorporadas
con técnicas adecuadas. Para ello la hoja "volante" (la que no está
pegada a la tapa) se debe abrir independientemente del bloque de texto. Si lo
arrastra significa que fue pegada por un hilo de adhesivo al bloque
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