Cristina Kirchner tuvo la mesa servida y la red carpet a sus
pies. El pasado jueves sintió que, por fin, había vuelto a las marquesinas de
las cadenas nacionales. Sustituyó los aplausos de “los pibes para la
liberación” por las edulcoradas preguntas de un grupo de periodistas afines. Hábil comunicadora, se tomó de las palabras
del obispo Poli en la Catedral sobre la iniquidad distributiva como fuente de
violencia social, un discurso similar al que irritaba a ella y a Néstor
Kirchner cuando gobernaban: por esa áspera e incómoda voz de la Iglesia,
que entonces sintetizaba Bergoglio, mudaron la sede del Tedeum.
Fue alucinante escuchar a la ex presidenta hacer una APOLOGÍA DE
LOS ASESINOS ADOLESCENTES, en una jerga tumbera,
propia de las catacumbas barriobajeras del delito: “Yo no
quiero -dijo- pibes que ‘salgan de caño’ porque no tienen oportunidades…Yo
digo, cuando un pibe de 18 años, que no tiene trabajo o no pudo terminar la
primaria o la secundaria… si él siente que su vida no vale dos pesos para la
sociedad, ¿por qué no va a valer dos pesos la del otro”?
¿Qué
pensará la inmensa mayoría de los 13 millones de pobres sembrados en el país en
12 años de kirchnerismo, gente decente, condenada al pantano de las vidas
desgraciadas, acerca de esa blasfemia ética, de esa penosa justificación de los crímenes alevosos que enlutan a
tantas familias argentinas, de parte de quien dice defenderlos y honrarlos?
La baja escolaridad y el acceso fácil a las drogas, dos fenómenos
que quisieron barrerse bajo la alfombra durante su gestión, son los factores centrales que impulsan la
criminalidad adolescente, según el consenso de especialistas en minoridad.
En 2016, sólo los juzgados porteños recibieron 1.564 chicos
acusados de delitos, de ellos 487 tenían 15 años o menos. No todos mataron.
Pero según la ligereza de la ex presidenta podrían haberlo hecho.
En confianza, las gestiones de CFK engañaron y embriagaron con
un black out informativo K, para decirlo en “modo Pessoa”: las estadísticas
de criminalidad dejaron de difundirse en la Argentina desde 2008. Cuando
volvieron a hacerse públicas, en abril de 2016, durante la gestión de
Cambiemos, se supo que el delito había crecido 10% en ese tiempo. Se habían
incrementado robos y asesinatos. Muchoss jóvenes salían “de caño” mientras ella
fatigaba micrófonos en las cadenas nacionales. La
ex presidenta no mide sus palabras. El que mata por dos pesos, por cien o por
un millón es un asesino. Tenga la edad que tenga. Y acaba ella de justificarlos de la peor
manera
***Osvaldo Pepe
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