jueves, 30 de junio de 2016

Adiós al general: 1 de julio de 1974...

Desandamos casi sin hablarnos las interminables dos cuadras desparejas de calles sin asfalto, alumbradas por tenues y escasas lamparitas amarillentas que de alguna casita marcaban hitos en las muy oscuras noches invernales en  aquel barrio del ejido bonaerense, que orgullosamente erguía una imponente torre en un viejo estudio de la época del cine de oro argentino.


"Tano, dicen que al General ya le dieron la extremaunción, y esperan que termine el fin de semana para dar la noticia…" Los ojos vidriosos del Irlandés Casey me decían todo y me confundían demasiado... me negaba a ese inexorable horizonte, pero de una o varias formas, de alguna u otra circunstancia la sociedad lo percibía en una indisimulada vigilia…nadie hablaba en voz alta...el estruendoso silencio presagiaba el final inesperado…


El viejo líder estaba en la puerta de la historia...y ese frío inclemente y los silencios aturdían el ambiente preanunciando el luto y la ausencia…


El humo fuerte de los particulares 30, ese añejo compañero de militancia y escasos monosílabos, nos hacían el aguante en la Boulogne Sur Mer hasta que el 87 lo devolvería a Carlos Casey a su hogar en José León Suárez.


El lunes al mediodía, escuchamos el mensaje del deceso de nuestro presidente que la cadena nacional nos transmitía por radio…La infausta noticia nos convocó sin dilaciones y los compañeros nos fuimos juntado, unidos por la misma doctrina y sentimientos militantes: saldríamos a dar el último adiós a nuestro líder…


Y volveríamos una y otra vez, como en aquel 17 de noviembre, como el 20 de junio, como siempre…Pero esta vez iríamos al congreso nacional, por la misma causa…con la misma fe.


Salimos aquel lunes por la tarde noche. Aun recuerdo las lagrimas incontenibles de mis viejos…una imagen imborrable, repetidas en los transidos hogares argentinos…Los saludaba y les decía que en un par de jornadas estaría de vuelta. Partimos con los compañeros-amigos rumbo a la plaza del congreso nacional. Allí nos esperaba la destemplanza del crudo invierno y la lluvia impiadosa que como una lágrima intermitente acompañaba aquella larga jornada de dolor del pueblo argentino…


Un miércoles al mediodía pasamos frente al cuerpo yacente de nuestro Líder, en medio de la multitud que se apiñaba en largas e interminables filas para dar el postrer saludo…allí llegamos casi exhaustos solo mitigado por el mate que la noche anterior el ejército había servido para apaciguar el frío y la humedad en la gentes, espectros leales e impasibles esperando impertérritos el momento de desandar las escalinatas del legislativo para decirle Adiós al general…!

 

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