Promotora de la Feria del Libro Antiguo, tiene ejemplares históricos de Borges y Bioy. Dice que nunca se topó con un e-book.
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Dicen que las cosas inútiles suelen ser imprescindibles para el alma. Si hay algo que está recontra probado es que leer no sirve para nada. Se puede ser famoso, millonario, exitoso y hasta mediático sin saber en qué consiste ese sánguche de hojas. De ser así, ¿qué razón hay para que nos llame la atención el cartel que dice VIII Feria del Libro antiguo: del 31 de octubre al 3 de noviembre? ¡¿Octava?! ¿Ya hubo siete?
Del otro lado de la puerta espera Helena Olinik. Un amor de mujer que bien podría ser dueña, como es, de la librería "Helena de Buenos Aires", en Retiro, o de una casa de tés en hebras importados de Sri Lanka. La señora tiene el don de la aristocracia. Y tiene una asistente, mano derecha, filósofa personal, sidecar humano, que hace la curaduría de sus propias palabras. Donde Helena expresa, Catalina subraya. Para agilizar la presente edición diremos que Helena es la protagonista, aunque a su acompañante habría que reconocerle un 40 % del esplendor discursivo.
Helena, quizás bibliófila, quizás anticuaria, comerciante. Ella sabrá: "Básicamente somos gente que siente un placer descomunal por los libros. El que vende antiguos y rarezas ama el objeto y creo que el libro, en tanto objeto, se ama a partir de un autor". Helena camina hasta un escritorio. Catalina camina hasta un escritorio. Helena vuelve con un libro. Catalina vuelve. "Esto es un lujo", y muestra un texto de Vicente Huidobro que tiene el tamaño de Las Meninas de Velázquez. "Lujo total. Pero el libro, el de bolsillo, empecé a sentirlo imprescindible a los 11 años, cuando mis papás compraron el Diccionario Sopena. Yo lo agarraba, lo abría en cualquier página y aprendía palabras. Mi hermana, con la que compartía el cuarto, me decía que no podía dormir y me pedía que apagara la luz. Por esos días también descubrí la importancia de la linterna. Y de la intimidad".
Libros raros, antiguos, manuscritos históricos, literarios, impresos, grabados, mapas, fotografías. La Feria del Libro antiguo tiene un poco de todo esto, pero esencialmente tiene el reflejo de llamarse Feria, abracadabra que funciona bien en cualquier viaje: a las ferias va todo el mundo, ¿o no? Helena sonríe con una mezcla de elegancia y cortesía (cuando no te reís a lo Federica País, los reflejos de la interpretación pueden fallar).
¿Libro y antiguo, así, tan juntitos, no queda medio redundante? Digo, ¿cuánto faltará para que libro y antiguo se conviertan en sinónimos? "Soy cero apocalíptica en relación al libro. Claramente hay tanta cantidad de libros y de ediciones que esto nos da una pauta insoslayable: el libro, como la rueda, es un valor fundamental. Yo soy finita, el libro es eterno, por más que cambien los paradigmas y los soportes. Algunas ediciones podrán ser más pequeñas, estarán menos cuidadas, habrá libros que se reeditarán, libros que no, pero al libro no se lo puede detener".
Ella y Catalina – en off – hablan del libro evadiendo toda suerte de Ana Frank en su arenga. Con lo que se viene, y tratándose de coleccionistas de páginas incunables, libros antiguos, tapa dura, alto gramaje, ¿no les correspondería una mueca de horror? "Los periodistas creen que el valor de un libro se relaciona con la antigüedad. No siempre es así..." Van y vuelven con una primera edición de El juguete Rabioso cotizado en dólares. "El que se lo lleve será un fanático de Arlt o un coleccionista de primeras ediciones". ¿Y por qué no pensar en un consumidor compulsivo escondido tras la ingenua máscara del hobbie? "El coleccionista quiere tener el ejemplar. Es así. Se compra el libro y lo coloca en una biblioteca. Lo cuida del hollín, de los olores, lo trata como a un bebé. Mucho más no te puedo decir porque hicimos una tesis sobre la bibliofilia y no llegamos a ninguna conclusión".
Traen una primera edición de La invención de Morel (Bioy, 1940) pero dedicado por Borges A la admirada y admirable princesa de Faucigny Lucinge con la devoción total de Jorge Luis Borges . "Borges firmó mucho y dedicó largo, pero después, cuando se fue quedando ciego, la firma cambió, se achicó: lo mismo pasó con las dedicatorias. Cada vez fueron más breves".
Tratando de volver a generar un poco de desconsuelo, mencionamos, casi que deletreamos, e-book. "¡Sabía que ibas a preguntar!". ¿Cómo reaccionás ante un e-book? a) ¿lo escupís?, b) ¿lo ignorás? "Al e-book no lo posees y a la gente le gusta poseer. Necesitamos lo material. A la fecha no me he topado nunca con un e-book".
El e-book crece y nosotros todavía sin traducción. ¿Llegarán las "ebookerías"?, con remota suerte castellana, ibukerías . Helena – el horror es nuestro –, ¿no crees que en medio siglo la Feria del Libro terminará siendo un galpón hight tech y la Biblioteca Nacional, un panteón de hojas de papel? "No, no te preocupes. Y hablando de ferias te cuento que la feria del libro antiguo casi no comparte público con la tradicional. La nuestra es un nicho pequeño que una vez por año tiene la posibilidad de abrir sus puertas al mundo. La última vez hubo dos cuadras de cola. No lo podíamos creer".
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