La Argentina es el único país que al mismo tiempo tiene muchos poetas y pocos poetas. Lo decía Daniel Giribaldi hace medio siglo. La cosa sigue igual. Puede que no sean más de tres (si los hay) los escritores actuales que pasen la Aduana del Tiempo. No obstante, a la Feria de Francfort llegó un malón de genios literarios ávidos por ver sus libros y chequeras traducidos al gótico. A los novatos les debe haber dado un sofocón. Pero ¿ésto que es? Ni la de Bologna (para niños) ni la de Madrid (en un parque) ni la de Nueva York (en la calle). Francfort es un desierto tártaro. Elefantiásica caja registradora de varias hectáreas operada por editores y agentes que bisbisean y pujan buscando acotar lo literario y amplificar lo banal. Hangares kafkianos en donde si entra una metáfora, va presa. Se trata de alentar todo título que asegure la expansión de la imbecilidad reinante. Para eso, practican la del tero. Simulan su respeto por clásicos y grandes obras mientras dedican el noventa por ciento de su inversión al libro "plin caja". Francfort va a lo suyo. Es el McDonalds del libro. Y siendo así (y así es) ¿a qué van a meter allí su nariz los escritores? Pues a ver si se les da, si rompen la piñata, si se forran. Esto es, algo que jamás pasó por la cabeza de Holderlin, César Vallejo, Rimbaud, Virginia Woolf, Di Benedetto, Felisberto Hernández y tantos pobrecitos más. Esta angurria por inflar el ego y publicar como sea ataca a muchos plumíferos de la ciénaga natal. Un sarpullido que podría disculparse en los más jovenes (al menos una vez) pero no en veteranos y veteranas que voltean al que sea con tal de hacerse de ese viaje, esa beca, ese premio. acudió una delegación que diseñó la Cancillería según oportunista Kanon hormonal. La Feria (pro china el año pasado, pro islandesa, el próximo) este año invitó a la Argentina. Los Kirchner (tan suyos) optaron por enviar Su Argentina. La de Maradona, Evita y el Che (ninguno de los cuales escribió un libro). Ni por error fue uno de Sarmiento (cuya obra alcanza 53 volúmenes: sic) El icono mandante fue el de Maradona y bajo su protección espiritual e intelectual fue que discurseó la presidenta. Este mega blooper oficial (y otros) se atenuó en parte por el discurso de Grisleda Gåmbaro. La dramaturga estuvo a la altura de su obra. Habló de preservar el espírtu crítico y de la disidencia como estado de alerta. Reconoció que "es lícito creer que los escritores seremos vencidos" por el poder del mundo, pero sugirió "porque la literatura imagina, porque los hombres y mujeres son capaces de imaginar, también los políticos podrían imaginar audazmente. ...
A este real infierno mercantil del libro
. ¿Que quiénes son los genios que se le echaron a la garganta?. Pues ninguno que haya concretado una obra como la del peruano, que aún irregular, posee picos notables. El estallido de envidia y mezquindad suspende el juicio. Más viniendo de writers que tienen voz propia y uno quiere. ¿Qué bicho le habrá picado a Gorodischer para, entrada en trance, aullar por radio "Oh, noooooo ¡Qué espanto! ¡Qué horror! ¡Qué verguenza! ¡Con las imbecilidades que escribe!" O, consultados por la Deutsche Welle el lacónico Federico Jeanmmaire sentenciar "Muy comercial" (sic) y Luisa Valenzuela (que no puede con su frivolidad) despacharse un: "¡Qué patético! Lo merecía Carlos Fuentes". Carecer de estilo propio y sufrir por envidia lleva a estas mezquindades. Tener conciencia laxa y ego fosforescente convierte a la persona en un oximoron parlante. Y de no saberlo, en ente. ¡Qué patético!
A ciertos plumíferos de la Korona les cayó mal el Premio Nobel dado el jueves a Mario Vargas Llosa
Daniel Diaz / Bibliotecario Argentino
Por Esteban Peicovich |
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