La historia de la bibliofilia se remonta a la fundación de la Biblioteca de Nínive por el rey asirio Assurbanipal (669-627 a.C.), aunque el filósofo Aristóteles (384-322 a.C.) ya poseía una colección privada que, al parecer, sirvió de modelo para la gran Biblioteca de Alejandría, fundada por el rey egipcio Tolomeo I Sóter y ampliada por su hijo, Tolomeo II Filadelfo, que llegó a contener hasta 700.000 volúmenes de papiro. En Pérgamo, Eumenes II reunió otra importante colección de libros formada por unos 200.000 pergaminos. Durante la edad media, gracias a los esfuerzos individuales y colectivos, se fundaron importantes bibliotecas en iglesias, monasterios y catedrales.
Las universidades lo hicieron a partir del siglo XII. El interés por el coleccionismo de libros se relata ya en el "Philobiblon" (1473), obra de Richard de Bury, obispo de Durham. Animados por el espíritu del humanismo, la aparición de la imprenta y el aumento general del nivel de vida, los grandes comerciantes y gobernantes de los siglos XV y XVI reunieron importantes colecciones de manuscritos y de los primeros libros impresos; así nacieron, entre otras, la Biblioteca Vaticana y la española del monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Durante los siglos XVII y XVIII la bibliofilia causó auténtico furor en Europa, especialmente en Francia. Personajes como el cardenal de Richelieu, Giulio Mazarino y Jean-Baptiste Colbert figuran entre los coleccionistas más destacados. Durante esta época se crearon también importantes bibliotecas de corte, que más tarde se convertirían en bibliotecas nacionales. Hacia finales del siglo XIX el centro de la actividad bibliófila internacional se desplazó de Europa a Estados Unidos y, ya en el siglo XX, nació en Moscú la Biblioteca Lenin, la más grande del mundo en cuanto a número de ejemplares.
Los libros raros alcanzan precios muy elevados en las subastas y las transacciones privadas. En 1812 se vendió en Londres una copia de la primera edición de El Decamerón, de Giovanni Boccaccio, por 2.260 libras; fue probablemente el precio más alto pagado por un solo ejemplar desde que comenzaran las subastas de libros en el siglo XVII. En el siglo XIX Londres se convirtió en el centro internacional del mercado de libros raros (aquellos que por diferentes causas se convierten en una excepción). Algunos de ellos llegaron a adquirir una especial relevancia histórica, entre los que figuran la Biblia de Gutenberg (impresa en Maguncia entre 1450 y 1456), la primera edición de las obras completas de William Shakespeare (1623), de La Celestina (de origen bibliográfico desconocido), El septenario de los dolores de María Santísima de José Antonio de San Alberto (1781, considerado el primer libro impreso en Buenos Aires y del que sólo se conservan dos ejemplares) o la edición impresa en hojas de corcho de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes.
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