sábado, 3 de julio de 2010

La nueva Biblioteca Vaticana...

Esta emblemática institución, con dos millones de documentos en sus fondos, reabrirá, modernizada, el próximo 20 de septiembre después de tres años cerrada por obras

Los investigadores y estudiosos de medio mundo tienen una fecha marcada en sus agendas: 20 de septiembre de 2010. Ese día reabre sus puertas la Biblioteca Apostólica Vaticana después de tres años de cierre por obras motivadas por el peligroso estado de la estructura de una de las alas del edificio en que, a finales del siglo XVI, el Papa Sixto V ubicó esta institución emblemática en el mundo de la cultura.

A buen seguro el 20 de septiembre se repetirán las colas del 14 de julio de 2007, cuando la biblioteca fue cerrada, aunque la alegría sustituirá las caras de angustia e incertidumbre que aquella jornada lucía el ejército de estudiosos que consideran su casa las salas, pasillos y anaqueles donde reposan los más de dos millones de documentos que han acumulado los Papas desde los albores de la cristiandad.

 «Aquí se custodia el saber y la cultura desde una perspectiva universal, como es la propia Iglesia. Los libros son una manifestación extraordinaria de esa universalidad eclesial».
Monseñor Cesare Pasini, prefecto de la Biblioteca Apostólica Vaticana y experto en hagiografía bizantina, se emociona al hablar de la institución que dirige, siempre bajo la supervisión del cardenal Raffaele Farina, bibliotecario de la Iglesia Católica.
«Hace siglos que el hombre habría perdido la posibilidad de disfrutar de manuscritos, incunables o libros impresos de extraordinario valor y belleza si no hubieran sido custodiados por El Vaticano, que los ha considerado siempre un tesoro. Esta biblioteca representa algo muy importante para la humanidad».

Un cierre inevitable


El valor incalculable de los bienes custodiados explica el malestar que la comunidad científica internacional sintió cuando la Santa Sede informó del cierre. Hubo incluso un manifiesto firmado por cientos de estudiosos que solicitaban al Papa una demora en las obras. Éstas, sin embargo, no podían tardar. «Los técnicos nos dijeron que no podían arreglar la estructura y el pavimento dañado si seguíamos abiertos al público. Fue una pena, pero tuvimos que cerrar. Pensamos en retrasar las obras un tiempo y trasladar parte de nuestros volúmenes a un lugar donde los investigadores pudieran consultarlos, pero habría supuesto una demora en el arreglo de la estructura que, según los expertos, el edificio no se podía permitir». 

Consciente de la angustia que el cierre había provocado entre los usuarios de la biblioteca, monseñor Pasini decidió implicarlos en las reformas. «Puse en marcha un boletín por correo electrónico en el que contaba periódicamente cómo iban las obras». La idea ha sido un éxito: los comunicados llegan a más de 6.000 expertos de todo el mundo que han podido ver cómo se cumplían los plazos de renovación del edificio.

Monseñor Pasini asegura que la espera ha valido la pena. Está convencido de que, cuando franqueen el zaguán de la biblioteca, los estudiosos se alegrarán de los cambios. Además de reorganizar sus fondos, la institución vaticana ha modernizado buena parte del edificio, haciendo más agradable y fácil el trabajo de los investigadores. «Podrán moverse entre las salas de una manera más cómoda y trabajar con sus ordenadores en cualquier lugar gracias a la nueva conexión inalámbrica», cuenta.

Otra de las novedades se ha producido en el campo de la seguridad y coloca a la Biblioteca Apostólica Vaticana a la vanguardia internacional. Ha ideado una etiqueta dotada con un chip que emite una señal gracias a la que se puede saber en todo momento dónde se encuentra el libro y quién ha solicitado su consulta. «Es como el GPS de los coches pero para los fondos de la biblioteca, con el valor añadido de saber en manos de quién está el ejemplar», explica monseñor Pasini. Este sistema servirá como elemento disuasorio para los posibles ladrones y permitirá a los bibliotecarios reorganizar los fondos con  facilidad.

 El GPS hace casi imposible el robo de las grandes joyas de la Biblioteca Apostólica Vaticana. Entre ellas se encuentra una Biblia en códice en pergamino del siglo IV, varias obras de Virgilio o uno de los ejemplares más antiguos de la «Divina Comedia. El favorito del prefecto, sin embargo, es el Papiro Bodmer 14-15. Este documento posee una de las historias más fascinantes de todos los que se conservan en la institución fundada por el Papa Nicolás V en 1450: una trascripción de los Evangelios de Lucas y de Juan  realizada a finales del siglo II. 

«Son los Evangelios más antiguos conservados. Hace además pensar que, si contiene a Lucas y a Juan, también existía un ejemplar con Marcos y Mateo. Habría un tomo para cada dos. Se trataría, pues, de un testimonio físico del Evangelio cuadriforme ya en el siglo II».

 

Fuente: http://www.larazon.es/noticia/5610-la-nueva-biblioteca-vaticana

 

 

Daniel Diaz

Bibliotecario Argentino


 

 

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