La vida y obra de Pedro de Angelis, excedió el alcance de los trabajos de sus cuatro bibliógrafos.
Una personalidad con fuertes inquietudes en el campo intelectual y sensible a las influencias del poder político, supo merecer reconocimientos por su labor de historiógrafo particular, que combinaba su labor de exhumación de documentos con una persistente inquietud geográfica en la delimitación territorial de una patria en ciernes, y el gusto por la arqueología y la paleontología.
Una colección –posiblemente la más completa de la época– que luego fue dispersada en varias partes del Brasil. Archivista meticuloso, acopiador minucioso y escritor, De Angelis se convirtió en inevitable, tanto para las políticas estatales, como para los debates de aquel tiempo. Mario Tesler, nos muestra con puntillosa erudición, el recorrido de esta particular biografía, haciendo hincapié en sus publicaciones.
Una personalidad con fuertes inquietudes en el campo intelectual y sensible a las influencias del poder político, supo merecer reconocimientos por su labor de historiógrafo particular, que combinaba su labor de exhumación de documentos con una persistente inquietud geográfica en la delimitación territorial de una patria en ciernes, y el gusto por la arqueología y la paleontología.
Una colección –posiblemente la más completa de la época– que luego fue dispersada en varias partes del Brasil. Archivista meticuloso, acopiador minucioso y escritor, De Angelis se convirtió en inevitable, tanto para las políticas estatales, como para los debates de aquel tiempo. Mario Tesler, nos muestra con puntillosa erudición, el recorrido de esta particular biografía, haciendo hincapié en sus publicaciones.
En Buenos Aires fue periodista, escritor y editor, educador, bibliógrafo e historiador, traductor, numismático y coleccionista, además de interesarse por la arqueología y la paleontología. Por todo cuanto aportó a estas disciplinas, con la perspectiva del tiempo se le está perdonando haber trabajado al servicio incondicional de todos aquellos que se sucedieron en el gobierno, aunque con ello contradijese hoy lo afirmado ayer. Si no tuvo demasiados pruritos, en cambio mostró capacidad y perseverancia. Todo lo que hizo, algunas veces fue por pasión, en otras obligado por la necesidad, y no faltaron las que fueron simplemente por conveniencia. Su única causa fue la producción intelectual, y a fuer de ser justos se debe convenir que lo logró, y que en esto su esfuerzo casi no tuvo límites. Vino solicitado a la edad de 42 años, y hasta su muerte, a los 77, Pedro de Angelis hizo carrera en la vida cultural y política cisplatina. De la sociedad rioplatense, en donde predominaba una xenofobia arraigada, recibió críticas que fueron desde agravios lacerantes hasta reconocimientos laudatorios. A pesar de cuanto se ha estudiado su conducta y su obra, quienes las toman como tema aún encuentran algo novedoso para aportar.
Cuatro bibliógrafos no pudieron ofrecer un estudio exhaustivo de su obra editada e inédita, ni tampoco lograron hacerlo los interesados en lo referido solamente a aspectos parciales de su producción. Por eso todos presentan sus trabajos aclarando que llegan hasta donde pudieron saber. El primero fue Antonio Zinny, quien en 1886 lo incluyó en su Bibliografía periodística de Buenos Aires hasta la caída del gobierno de Rosas, publicada en la Revista de Buenos Aires. Tres años después, lo reedita aumentado en el volumen titulado Efemeridografía argirometropolitana; y en obras posteriores del autor, aparecen datos complementarios sobre obras de De Angelis.
En 1930, en un suplemento de la Literatura Argentina, Enrique Arana (h) publica su trabajo bibliográfico titulado Pedro de Angelis, 1784-1859; su labor literaria, histórica y periodística. En 1933, ese mismo trabajo, con algunos agregados, aparece nuevamente, en el Boletín de la Biblioteca de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Continuando cronológicamente, Rodolfo Trostiné es el tercero en contribuir a la bibliografía de De Angelis cuando en 1945 la incorpora a su Pedro de Angelis en la cultura rioplatense. Y por último Josefa Emilia Sabor en su ensayo bio-bibliográfico sobre Pedro de Angelis y los orígenes de la bibliografía argentina, dado a conocer en 1995, aclara no haber aspirado a que fuera una bibliografía exhaustiva. No obstante lo advertido por la Sabor, su trabajo ha sido justipreciado en 1996 como el mejor de todos por Jorge Bohdziewicz, al incluirlo en Bibliografía de bibliografías individuales, y Horacio Zabala en Bibliografía de bibliografías argentinas, publicado en el 2000, lo destaca por sus detalles y erudición.
Contribuyó a la imposibilidad de contar con un registro bibliográfico total de lo producido por Pedro de Angelis, el que aún permanezcan inéditos muchos de sus trabajos, la dificultad que presenta localizar buena parte de sus artículos periodísticos, también la existencia de piezas anónimas y de otras con algún nombre de pluma adoptado para la circunstancia. De algunas de las obras que se le atribuyeron, pudo demostrarse que no le pertenecían y varias otras aún están en estudio.
Sin embargo, los bibliógrafos citados y otros historiadores dieron a conocer trabajos monográficos y biográficos acabados, que coadyuvaron a tener una imagen plena de su obra para analizarla desde la arista que se escoja.
Pedro de Angelis nació en el seno de una familia burguesa napolitana el 20 de junio de 1784. Los De Angelis, adscriptos al pensamiento liberal, eran republicanos que militaban en círculos carbonarios y sociedades masónicas. No obstante esto, tanto Pedro como su hermano Andrés, supieron adaptarse y disimular sus convicciones cuando la ocasión lo requería adhiriendo a todos los cambios políticos que se fueron dando en su patria.
Pedro fue oficial graduado de artillería en la Real Escuela Politécnica Militar; además en su formación general y conocimientos de la historia incidió Andrés de Angelis, su hermano mayor, por quien siempre manifestó admiración. Andrés también se ocupó de posicionarlo social y laboralmente.
Además de su carrera militar, en la que ascendió varios grados hasta llegar a oficial de 1ª clase en el Comando Supremo, entre 1811 y 1819 se desempeñó en otras actividades. En la corte del rey Joaquín Napoleón I es nombrado en 1811 como maestro de italiano y geografía de sus hijas e hijos; poco tiempo después se lo encuentra en la Real Escuela Politécnica dictando cátedra de historia, geografía y matemáticas, sumando en 1812 las funciones de bibliotecario. Cuando en 1815 cae el rey Joaquín Napoleón I y retorna al trono Fernando de Borbón, en lo inmediato no se sabe cuáles son sus actividades, pero en abril de 1817 aparece como corrector oficial de 1ª clase en la flamante Imprenta del Estado Mayor del Ejército, en 1818 se lo traslada al Comando General de Sicilia, pasando en 1819 como adscripto a la Secretaría de la Suprema Corte Militar.
De Angelis abandonó Nápoles en 1819 para nunca más volver a su patria, pero continuará prestándole sus servicios. Primero va a Ginebra y en 1820 ya está en París donde iniciará su breve paso por la actividad diplomática hasta 1821. En adelante vivirá de su trabajo como escritor, inicialmente al servicio del diplomático ruso Grigori Vladimirovich Orloff, del cual usufructuó muy bien. Alma Novella Marani en su Cinco amigos de Rivadavia, publicado en 1987 por el Centro de Estudios Italianos de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de La Plata, cita un documento diplomático, del Archivio di Stato di Napoli, donde dice que De Angelis era íntimo del Conde Orloff... Pero esta relación, inicialmente social y luego también laboral que –al parecer– devino en íntima, Orloff la dio por concluida al enterarse que De Angelis inició el romance con quien sería su esposa. Después De Angelis trabajó para los editores de dos revistas y de tres enormes diccionarios biográficos de importancia, aunque en esta etapa ya sus ingresos fueron magros.
Por el año 1825, las autoridades de su patria lo incluyeron entre aquellos a los cuales se les prohibía regresar. La documentación examinada sobre su vida privada indica que entonces De Angelis ya se habría casado con Melanie Dayet. Este matrimonio se mantuvo en lozanía, sin grises, hasta la muerte de él, lo que es de señalar. Melanie fue el amparo y sostén de este monógamo impenitente con sólida formación cultural, probado en distintas ocupaciones laborales, a quien todavía le restaba sortear las vicisitudes de un muy largo período de vida y el desarraigo en un medio que no le era familiar.
Se conjetura que en 1825 De Angelis conoció a Bernardino Rivadavia, cuando este se encontraba en Europa. Ya en la presidencia, Rivadavia necesitó de una prensa oficial y adicta que defendiera sus obras y combatiera las ideas federales; instruido sobre el tema, Filiberto Héctor de Varaigne, agente para promover la inmigración y amigo personal de Rivadavia, fue quien le propuso a De Angelis trabajar como periodista en nuestro país. Con Melanie llegó a Montevideo a fines de 1826 y de ahí pasaron ellos y el matrimonio Mora a Buenos Aires el 29 de enero de 1827.
De cuanto en adelante produjo De Angelis como autor, periodista, compilador, o editor, se exceptúan para esta oportunidad aquellos trabajos biográficos, traducciones, de circunstancia o de mera alabanza; solamente se ponderará someramente algunos de sus aportes documentales y aquellos que cobraron valor como tal.
Rivadavia recibió de inmediato a De Angelis y a José Joaquín de Mora encargándoles trabajar en dos publicaciones periódicas. La primera dificultad que debió sortear De Angelis fue el idioma. Entre los borradores, conservados en el Archivo General de la Nación, hay varios de sus primeros textos periodísticos y están todos en francés, los que eran traducidos por el periodista español José Joaquín de Mora, también contratado en el Viejo Mundo. Los servicios de Mora duraron alrededor de un año. De Angelis no tardó en poseer el idioma castellano y el habla local. De esa época quedan los periódicos La Crónica Política y Literaria de Buenos Aires y El Conciliador.Inicialmente, La Crónica Política y Literaria de Buenos Aires apareció tres veces por semana y a partir del número 49 continuó con entregas diarias, a excepción de los días festivos. Alcanzó un total de 120 entregas. No obstante que el prospecto anunció una entrega trimestral, de El Conciliador sólo apareció un número, con 83 páginas.
No está fehacientemente probado que De Angelis colaborara inicialmente en El Constitucional, periódico también rivadaviano de carácter comercial y político.
Afirman algunos historiadores que el gobernador Manuel Dorrego lo invitó a seguir como director de La Crónica. De Angelis que inicialmente vino a Buenos Aires probablemente predispuesto contra el nuevo Gobernador por informaciones del agente Varaigne, enemigo encarnizado de Dorrego, no aceptó, esperanzado –dice la Sabor– en que los unitarios retornarían al poder.
Con el gobierno de Juan José Viamonte efectuó un acuerdo para lanzar a El Lucero. En él aparece De Angelis como su redactor principal, además de ser el propietario. De este diario se editaron 1.121 números. Fue un diario, como lo especificó su denominación, de carácter político, literario y mercantil. Su existencia, un total de cuatro años, transcurrió al servicio de los gobernadores Viamonte, Rosas y Juan Ramón Balcarce. Fue un diario informativo, político, polémico, con rectificaciones de carácter histórico, informaciones oficiales, crítica literaria, cotizaciones de monedas extranjeras, informes meteorológicos, más otros rubros. Antonio Zinny en 1869 publicó un listado que confeccionó con los principales artículos publicados en este diario.
En 1829 inicia otra etapa no ininterrumpida como periodista político partidista, pero a veces haciendo solamente de cronista, al servicio de Juan Manuel de Rosas, ya consolidado en el poder, la que se prolongará hasta 1840; en esta aparece ora como responsable de la publicación ora como colaborador. A esta etapa corresponden, además de El Lucero, Le Flaneur, El Monitor, Los Muchachos, El Restaurador de las Leyes y La Gaceta Mercantil.De Le Flaneur, ambigu politique et litteraire fue el editor. Totalmente escrito en francés, de este semanario se editaron doce números. En él se encuentra de todo, desde informaciones nacionales a noticias de otros países, desde trozos literarios hasta cuasi chimentos.
El Monitor, presentado como diario político y literario, publicó 247 números y un suplemento. Fue designado diario ministerial, en él se transcribieron documentos oficiales, partes de la expedición al desierto de Rosas, documentos sobre instrucción pública, artículos sobre literatura europea, historia universal. Con los mejores artículos Zinny también efectuó una enumeración que incluyó en su Efemeridografía argirometropolitana.
Aunque figura Luis Pérez como redactor de Los Muchachos es muy probable que De Angelis haya sido colaborador; por lo menos así se denuncia en El Látigo Republicano, otro medio periodístico coetáneo. De Los Muchachos se publicó tan sólo un número.
Como otros, El Restaurador de las Leyes también fue diario político, literario y mercantil. Aparecieron 87 números. Fue una publicación de exaltación federal, muy combativa. Manuel Irigoyen lo fundó y después de publicados los primeros números se retiró de la dirección, pero, junto con Nicolás Mariño y Lucio Mansilla, continuó como colaborador. La conducción de hecho estuvo a cargo de De Angelis; aunque no figura como director, tanto El Aguila Federal como El Defensor de los Derechos del Pueblo lo señalan como tal.
El diario comercial, político y literario denominado La Gaceta Mercantil, fundado e inicialmente dirigido por Esteban Hallet, contó –entre otros– con De Angelis como redactor durante un tiempo, en 1829 su rol asciende a una suerte de redactor principal en lo que a política y literatura se refería. Pero esto se interrumpió antes que De Angelis editara El Lucero, en setiembre de 1829, limitándose a partir de entonces a entregar de tanto en tanto alguna colaboración. La Gaceta Mercantil es una fuente generosa de documentación e información sobre el acontecer general, entre 1823 y 1852, los veintiocho años y cuatro meses que se editó.
También se le atribuye a De Angelis, casi con seguridad, la paternidad del Espíritu de los mejores diarios que se publican en Europa y América editado en 1840.
Después de un interregno de tres años se lo vuelve a ver en 1843, esta vez al frente del Archivo Americano y Espíritu de la Prensa del Mundo que duró, junto con La Gaceta Mercantil, hasta la caída de Rosas. Fue el brazo ejecutor de los 61 números, editados entre los años 1843 y 1851, presentando el texto en castellano con traducción al inglés y francés. En sus páginas tuvieron cabida artículos, documentos oficiales, noticias nacionales y del exterior, además de textos volcados al castellano. Fue la mejor publicación de la que dispuso Rosas para hacer conocer su obra de gobierno ante los Estados Unidos de Norte América y Europa. Gracias a Ignacio Weiss, la reedición del texto en castellano, efectuado entre 1946 y 1947, trae para el mejor aprovechamiento un índice temático.
Por encargo de Rosas en 1846 –aunque éste después no la utilizó–, De Angelis confeccionó la Memoria histórica sobre los derechos de soberanía y dominio de la Confederación Argentina a la parte austral del continente americano, comprendida entre las costas del Océano Atlántico y la gran Cordillera de los Andes, desde la boca del Río de la Plata hasta el Cabo de Hornos, inclusa la Isla de los Estados, la Tierra del Fuego y el estrecho de Magallanes en toda su extensión. De Angelis recién publicó este trabajo en 1852, cuando Rosas ya no ejercía el poder; se lo reeditó en 1877, cuando el autor ya había fallecido, junto con otras obras y documentos por parte del Ministerio de Relaciones Exteriores. Posteriormente, en 1881, se lo tradujo al francés.
La documentación aportada en este trabajo va desde 1681 hasta 1835, con una bibliografía al final sobre el tema. Domingo Faustino Sarmiento, en Campaña en el Ejército Grande editado en noviembre de 1852, vio en esta memoria una diatriba contra Chile, calificándola como más agresiva que la de Dalmasio Vélez Sarsfield, a quien Rosas también había encomendado la misma tarea. En cambio el propio Vélez Sarsfield juzgo a esta memoria como una obra acabada, pues los documentos que su autor había reunido demuestran hasta la evidencia los indudables derechos de la República á todas las tierras que se extienden hasta el Cabo de Hornos.
No menos importantes son sus trabajos bibliográficos publicados y los inéditos, tarea que logró utilizando en ella la sagacidad propia de ávido acopiador. Estos trabajos, documentos secundarios, hoy siguen prestando utilidad como instrumento de referencia orientador para determinar qué documentos iniciales y primarios consultar. No se equivocó De Angelis cuando incluyó en los trabajos bibliográficos tanto las piezas editadas como los originales manuscritos, o copias de estos. Aquí puso de manifiesto su desempeño como bibliógrafo, con lo que realza mucho más su condición de investigador y coleccionista. Las objeciones técnicas que se le suelen espetar huelen a argumentación leguleya. La calidad de la técnica bibliográfica debe –esto lo dice la Sabor– ser analizada a la luz de la época y de las facilidades que ofrecían las bibliotecas del Buenos Aires de entonces.
La Bibliografía del Chaco con la cual acompaña el Diario de la expedición reduccional del año 1780 realizada por Francisco Gavino Arias, dijo De Angelis que fue extractada de la Bibliografía General del Río de la Plata. Dividida en tres partes, a saber obras impresas, trabajos gráficos, y obras inéditas; estas últimas en mayor número están subdivididas en gramáticas y vocabularios, documentos históricos, informes, representaciones y cartas, diarios y proyectos. Todas las piezas están ordenadas cronológicamente, forma de presentación preferentemente escogida por el autor también para otros trabajos de esta naturaleza.
Dos piezas con características de bibliografía, de valor limitado pero que en cambio revisten interés por las informaciones aportadas, son Noticias de los trabajos emprendidos y ejecutados, bajo la dirección y los auspicios del Gobierno de Buenos, en la Región Patagónica, Estrecho de Magallanes, Tierra del Fuego y de los Estados, publicada en 1852, y su complemento, aún inédito, al cual tituló Bibliografía de la Región Patagónica. Esta última y otra que dejó inédita tienen su origen en dos trabajos menores: Obras impresas sobre la costa Patagónica y Bibliografía de la región patagónica.
Explicación de un monetario del Río de la Plata es el trabajo inicial en nuestro medio sobre bibliografía numismática, como lo reconoce Jorge N. Ferrari en la Bibliografía argentina de numismática y medallística, publicada por la Academia Nacional de la Historia. Aquí De Angelis enumera las monedas y medallas de su colección. Este folleto permite seguir el rastro y establecer el origen de algunas de las primeras piezas del período independiente y de las últimas del período hispánico. Tres años después, en 1843, y ante los cargos de los opositores políticos, sobre el modo de obtener las piezas de su colección, De Angelis publicó Explicación de un monetario, con el cual legó pormenores para saber el origen y las distintas manos por las cuales pasaron. También aportó varios volúmenes de recopilación de leyes y decretos promulgados en Buenos Aires, desde el 25 de mayo de 1810 hasta el 14 de octubre de 1858. Esta recopilación trae un índice general de materias en el tercero. De Angelis reconoce la paternidad de esta obra en el catálogo de venta de su biblioteca, aunque por entonces recién se habían publicado los tres primeros volúmenes. Queda en duda su participación en el resto de la obra.
Colección de obras impresas y manuscritas que tratan principalmente del Río de la Plata, formada por Pedro de Angelis, publicado en 1853 con una extensión de 232 páginas, es el catálogo de venta de su propia colección, de temática americana, y se lo estima como la principal guía bibliográfica que produjo. Contiene libros raros, mapas, planos y documentos originales en su poder. La colección fue casi totalmente adquirida por el Imperio del Brasil y dividida para ser conservados los documentos sobre límites en el Ministerio de Relaciones Exteriores, los duplicados en el Instituto Histórico e Geográphico Brasileiro y la mayor cantidad de piezas, un total de 4.076, por la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro. En el decurso del siglo XX, el Archivo General de la Nación, la Biblioteca Nacional y el Colegio del Salvador obtuvieron copias de la documentación adquirida por el Brasil. En cuanto al Instituto de Investigaciones Históricas, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, obtuvo –mediante una labor dirigida por Ricardo Rodríguez Molas– copia de todos los documentos que guardaba la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, un total de 50 rollos para 500 exposiciones cada uno, es decir 25.000 fotogramas.
Para algunos fue la mejor colección de su época, otros opinan que fue la segunda en importancia, después de la de Saturnino Segurola. Estaba integrada por ejemplares, cuando no únicos y de singular rareza, por piezas inéditas de distintas materias, preferentemente coleccionó los testimonios de descubridores, conquistadores y viajeros en general, cartografía, obras sobre las gobernaciones y los virreinatos, de los jesuitas y sus misiones, derecho, economía, bellas artes, letras, causas legales, publicaciones periódicas, reales órdenes, oficios, bandos, manuscritos de obras, documentos autógrafos y del quehacer misional. Este trabajo consta de más de tres mil asientos.
A la guía anterior De Angelis sumó el Apéndice al catálogo de la biblioteca de..., que data de 1854. En relación con la Colección... enumeró pocas obras pero raras de lingüística aborigen americana, también algunos incunables misioneros.
La Colección de obras y documentos relativos a la Historia Antigua y Moderna de las Provincias del Río de la Plata aunque aparece como publicada entre 1836 y 1837, en realidad ocurrió entre 1835 y 1839. De Angelis intentó continuarla pero su proyecto quedó nonato. En tres oportunidades se encaró su reedición, la primera fue en 1900 y quedó trunca, en 1910 se encaró la segunda, y la tercera en 1969.
Consta de 7 volúmenes y en ellos aparecieron 70 trabajos, de los que 57 entonces se publicaban por primera vez. Cada uno de estos con paginación independiente. En total suman 4.560 páginas. Salieron originariamente a la venta en fascículos. La colección esta dedicada a Rosas a quien llamó uno de los genios tutelares, confesando ser su más obsecuente y obediente servidor. Están integrados por textos manuscritos unos y ya editados los otros, más documentos conexos; además De Angelis aportó sus estudios a manera de proemio, discursos preliminares, introducciones, noticias biográficas, y advertencias para acompañar a cada una de las piezas. Estas piezas están referidas a la Argentina, Paraguay, Brasil y la Banda Oriental, a las Misiones Jesuíticas y a la Patagonia y son historias, descripciones, derroteros, diarios de viajes, memorias, informes de y a los virreyes, descripciones geográficas, tratados, correspondencias, actas capitulares, y documentos de todos los ramos de la administración pública.
Se dice que esta colección tiene errores. Que a veces el editor no respetó los textos originales. Que introdujo variantes, que algunas traducciones presentan fallas, que hay textos amputados. Todo eso es cierto y también más, pero con todo De Angelis transformó los conocimientos históricos en su momento e introdujo cambios importantes. El análisis bibliográfico de esta obra lo brindó Teodoro Becú, con la asistencia de Diego Luis Molinari, y desde 1941 se cuenta con este trabajo que publicó el ya mencionado Instituto de Investigaciones Históricas.
Entre los opositores al gobierno de Rosas en el exilio esta colección fue mal recibida y peor tratada. Esto, que por razones circunstanciales se justifica, tiene su costado de curiosidad, la ocasión sirvió para tener que admitir –pero a regañadientes– sus condiciones intelectuales y poner en tela de juicio su honorabilidad, al decir de él que se apropiaba en forma indebida de piezas ajenas. Publicado por la Biblioteca del Congreso de la Nación, en el epistolario perteneciente a Juan María Gutiérrez hay una carta de Florencio Varela, remitida desde Montevideo el 31 de octubre de 1833, donde le dice:
Ese de Angelis, dotado de tanta capacidad cuanta es la perversidad de su carácter, ha hecho llegar a mis manos no sé por mano de quién el Prospecto de la Colección de obras y documentos inéditos relativos a la Historia, antigua y moderna de las Provincias del Río de la Plata. El Editor puede, en mi sentir, hacer una publicación importantísima porque tiene abundantes materiales, de los que algunos debe a mi necia condescendencia y a mi fácil credulidad. Quiero, pues, que tenga V. La bondad de suscribirme con mi nombre a esa publicación...
Con la labor de Augusto Belin Sarmiento, datada en 1903, se dispone de una herramienta de consulta obligada, para conocer de cuáles personas y de qué temas se ocupó Domingo Faustino Sarmiento en su dilatada y polifacética actuación. Gracias a este aporte analítico, reimpreso en el 2000 por José Luis Trenti Rocamora, se sabe que Sarmiento en veintisiete oportunidades se refirió a Pedro De Angelis. Como es de suponer, este temido polemista enrolado en la más radicalizada oposición a Juan Manuel de Rosas, casi siempre se ocupó de él para vituperarlo por sus hechos y sus dichos. Pero en la parte final de su réplica a Juan Bautista Alberdi por las Cartas quillotanas, me refiero a Las ciento y una, fechada en mayo de 1853, dice:
Yo me he servido de Arenales, Sola, Angelis, Wappaüs para la ilustración de las cuestiones de los ríos, y á Angelis, á quien tanto desestimo bajo otros aspectos, le he rendido mi público tributo de gracias por haber emprendido la publicación de los documentos argentinos, sin acordarme que medió en ello interés de editor.
Es claro que Sarmiento no pudiendo con su genio, al final le restó tirándole un cascote, como si el ser editor pudiera invalidar un aporte de esta naturaleza. Pero –eso sí– puede corroborarse que no fue en Las ciento y una cuando por primera vez reconoció el valor de los documentos que De Angelis editaba, sino antes, desde Chile en 1850 en su Argirópolis.
José A. Oria en 1925 logró identificar a Bartolomé Mitre, tras el inicialónimo B. usado en El Tirteo de Montevideo para también firmar, el 19 de julio de 1841, el brulote poético A Pedro de Angelis, donde le llama ponzoña, traidor, Judas, lame pies, prostituido, rufián, apóstata, hipócrita, fanfarrón, y lacayo. Pero con los años se estableció entre ambos una relación cordial, sin que por ello pueda suponerse que necesariamente volvieron sobre lo andado, al menos de parte de Mitre. Además de expresar su reconocimiento en diversas ocasiones por la calidad de los estudios de De Angelis, en la historia de la historiografía argentina Bartolomé Mitre aparece protagonizando un proceder que enalteció a ambos. En cuartos aledaños a la Biblioteca Pública de Buenos Aires, el 3 de setiembre de 1854 Mitre pronunció un discurso, lo recuerda Juan Angel Fariní en la Cronología de Mitre 1821-1906, promoviendo al Instituto Histórico Geográfico del Río de la Plata. El 6 de mayo de 1856 se aprueban las bases orgánicas que él redactara y su reglamento. Integrarían este instituto hombres de todas las disciplinas, pero se estableció que solamente serían miembros natos los que inicialmente hubieran suscripto esas bases. Con tal motivo Mitre, acompañado de otros varones, se presentó en la quinta de De Angelis para solicitarle la firma de ese documento. De Angelis no sólo aceptó, sino que además concurrió a algunas de las sesiones.
(*) Biblioteca Nacional - Archivo Institucional Histórico.Tiene publicados decenas de libros y folletos, entre ellos Cronicón de dos álbunes encontrados en el Tesoro de la Biblioteca Nacional y Revistas de la Biblioteca Nacional argentina 1879-2001, el primero editado por La Peña del Libro y el otro por la Academia Nacional de Periodismo.
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