"Revalorizando el rol: Bibliotecarios en acción", que se llevará a cabo el día 30 de Octubre
de 8: 30 a 17:00 hs, en La EES N° 5 Belgrano. AUSPICIA LUCAS DE LEYDEN…
El alma de las bibliotecas y Centros de documentación es el bibliotecario/a. El ha sido y es, el nexo entre el saber aquilatado, conservado y organizado en las nobles arquitecturas y la comunidad. Tiene responsabilidades, objetivos y obligaciones…pero esa alma corpórea es merecedora de los derechos que como Trabajador de la Información le corresponden; Este es nuestro desafió profesional: Construír a partir de nuestra propia identidad una organización genuina para los Bibliotecarios
La ex presidenta, entre lo que dijo por TV y lo que pasó durante el kirchnerismo.
Cristina no quiere vivir en un país de mierda. Se lo dijo así a Gerardo Rozín, ayer, en su programa del mediodía.
También le dijo idiota a Mauricio Macri, gorda a Elisa Carrió y curda a Patricia Bullrich. En el país en el que quiere vivir Cristina seguro no hay buenos modales.
Cristina se siente acorralada porque la semana que viene será indagada por un delito feroz: proteger mediante un tratado internacional a los sospechosos de cometer el mayor atentado terrorista de la historia argentina.
De eso la acusó un miércoles el fiscal Nisman, en aquel país de Cristina. El domingo, el fiscal estaba muerto.
Nisman decía que la entonces presidenta ofrecía impunidad para obtener petróleo iraní ante la grave crisis energética.
El responsable directo de la crisis era Julio De Vido, para quien la Cámara Federal pidió ayer inmediato desafuero y detención por un desfalco multimillonario en Río Turbio.
Cristina dijo que esa medida era el acto final de la campaña de Cambiemos, pero agregó por las dudas que ella no pone las manos en el fuego por nadie que no sean sus hijos ni ella misma.
Florencia tenía casi 5 millones de dólares en efectivo en una caja de seguridad. Máximo puso en una declaración jurada que el año pasado gastó $ 55.000 por día. Cristina acaba de donarles a sus hijos $ 74 millones más, mientras afronta otros procesamientos por corrupción.
En el país de Cristina el fuego no quema las manos.
La referencia al "país de mierda" llegó cuando hablaba de detenciones arbitrarias a los jóvenes por la calle "para pedirles documentos o porque tienen cara de gronchos".
En el país de Cristina esas detenciones se escondían o ignoraban. Como se escondieron las estadísticas oficiales de la inseguridad desde 2008. Si no se dan cifras no hay delitos, pensaban. Lo mismo pasaba con las detenciones arbitrarias.
Cuando terminó el gobierno del país de Cristina, la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi) informó que durante el kirchnerismo (2003-2015) fueron asesinadas por representantes de las fuerzas estatales (principalmente policías provinciales y agentes de los servicios penitenciarios) 3.070 personas. Una cada 34 horas, durante 12 años seguidos.
El Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) reportaba, para el mismo período, 1.549 muertos por fuerzas de seguridad sólo en Capital y parte del GBA. Según sus datos, el 52% de las víctimas eran menores de 25 años.
Para la Correpi, el año con más víctimas desde el regreso de la democracia fue 2009, con 294. Lo siguen 2010 (289) y 2015 (281). En 2016, primer año del gobierno de Macri, la misma Correpi contabilizó 259 casos.
En 2009 desapareció Luciano Arruga, luego de ser torturado por negarse a robar para la Policía Bonaerense durante la gestión de Daniel Scioli, hoy 5° candidato a diputado por la lista de Cristina.
Arruga tenía 16 años y la Policía lo paraba para pedirle documentos por cualquier cosa. "Negrito, quedate tranquilo o te metemos en la celda con los violines (los violadores)", le decían, según testimonios conocidos después.
"Negrito", en el país de Cristina
A Daniel Solano lo golpearon y torturaron policías en 2011, tras una protesta en Río Negro, donde había ido a cosechar manzanas.
Le habían prometido 200 pesos por día de trabajo y le pagaron 43. Siete policías fueron procesados por "desaparición forzada de persona" y sigue desaparecido hasta hoy. Tenía 17 años.
Cristina nunca lo mencionó y en mayo de 2013 dijo: "Hoy afortunadamente nadie puede desaparecer de ningún lado; estamos todos vivitos y coleando".
Cristina ya vivió en el país donde no quiere vivir. Y gobernaba ella.
La sensitiva y culta pluma de Raúl Scalabrini Ortiz describió como pocos esa jornada: podes escucharla junto a las imágenes de un fragmento de la película sinfonía de un sentimiento…
https://www.youtube.com/watch?v=rgYK8X4o79s
La Web nació como soporte ideal para la comunicación; hoy en ocasiones su carácter mercantil y manipulador decepciona.
Se trate de "apocalípticos" o "integrados", pocos pensadores han logrado sistematizar en tan escaso tiempo un concepto crucial como el del "filtro burbuja" (o "burbuja de filtros", según la traducción) para entender la experiencia digital contemporánea. Desarrollado por el ciberactivista estadounidense Eli Pariser durante los últimos años de la primera década del siglo XXI y cristalizado por primera vez como libro en 2011 –el mismo año en que divulgó algunas de sus claves en una famosa Charla TED–, la reciente traducción al español de El filtro burbuja. Cómo la red decide lo que leemos y lo que pensamos (Taurus) es, de hecho, un excelente ejemplo de cómo ciertas ideas logran evolucionar a través del tiempo y se mantienen vigentes alrededor de eventos tan cercanos como el referéndum para la independencia catalana en España o las "noticias falsas" contra Hillary Clinton que inundaron Facebook durante las últimas elecciones en EE.UU.
Formado en ciencias políticas, desarrollador de contenidos "virales" en Upworthy.com y uno de los más prósperos pioneros del sistema de financiamiento al estilo crowdfunding –que con la plataforma "progresista" MoveOn.org tuvo entre sus beneficiarios a Barack Obama antes de llegar a la Casa Blanca–, el interés de Pariser por el "filtro burbuja" comienza en la decepción frente a todo lo que Internet prometía llegar a ser a finales del siglo XX y no fue. Durante esa primera etapa romántica y pastoril, la Web entusiasmaba a los más optimistas con proyectos como "redemocratizar por completo la sociedad", "reconstruir los medios de comunicación públicos" y privilegiar a "políticos financiados de manera transparente por pequeños donantes comunes", como recuerda Pariser. Sin embargo, bastaron unos pocos años de progreso para que las más grandes corporaciones tecnológicas y comerciales de Silicon Valley (mejor vinculadas con Wall Street que con los ideales de Alexis de Tocqueville) establecieran que la función primordial de Internet era convertirse en "una herramienta para recopilar y analizar nuestros datos personales" y perfeccionar la venta y la distribución de productos y servicios.
A partir de ese fracaso, lo que Pariser desarrolla como "filtro burbuja" es en buena medida la esencia política, cultural y económica de lo que hoy se presenta ante cualquier usuario conectado a la red bajo términos familiares como "algoritmo" o "Big Data". Pero también es lo que, más allá de las pantallas, explica la tendencia general de las personas a disponer de líderes capaces de representar "una versión de ellos mismos a la que aspirar" aunque no tengan relación real con sus intereses, una conducta que para el marketing político moderno, señala Pariser, obedece más al diseño de productos que a la construcción de consensos democráticos.
Basta entonces prestar atención a las prioridades diseñadas desde el "filtro burbuja" para comprender de qué manera, por ejemplo, la segmentación deliberada de los datos y las audiencias cambió su estatus. Pasó de ser una práctica comercial casi secreta y subterránea desarrollada por redes sociales como Facebook para convertirse en una norma reguladora del acceso público a la información, como ocurrió hace pocos días cuando el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya bloqueó más de 140 páginas web –incluida la de la Asamblea Nacional Catalana– en un intento por "desactivar" el referéndum independentista del 1° de octubre. De hecho, bajo la premisa de que el "filtro burbuja" transforma cada clic en Internet en un abanico personalizado de estímulos en sintonía directa con lo que cada plataforma sabe que leemos, compramos, enviamos y deseamos, el problema de "creer que el mundo es una isla estrecha cuando en realidad es un continente enorme y diverso" no sólo vuelve más arduo mantener una discusión pública –ya que solo priorizamos el intercambio con quienes "piensan" como nosotros– sino que ilumina procesos que la geopolítica sigue trasladando a mayores escalas.
Que entre los preocupados por el "filtro burbuja" esté nada menos que Mark Zuckerberg es una de las mayores ironías imprevistas por Pariser. Luego de vender el espacio publicitario de Facebook para al menos 3000 anuncios con "noticias falsas" contra Hillary Clinton entre 2015 y 2017 –vistas por 10 millones de estadounidenses y financiadas, además, por clientes ubicados en Rusia–, Facebook planea comenzar a "transparentar" quiénes están detrás de los anuncios políticos que circulan por su red social (en especial antes de que el gobierno lo obligue a hacerlo). La preocupación surgió de algunos de los efectos más impensados del "filtro burbuja" como la "publicidad oscura", es decir, los contenidos pagos visibles nada más que entre ciertos usuarios filtrados bajo sesgos identificados por Facebook como la edad, el género, la raza y la inclinación política. Uno de los ejemplos más sensibles de esta práctica ocurrió hace pocos días, cuando el comité de campaña de Donald Trump publicó en Facebook un anuncio sobre la inminente construcción del muro entre los Estados Unidos y México que solo podían ver por efecto del "filtro burbuja" los votantes más "radicalizados" del presidente. En oposición al Congreso de los Estados Unidos –que se niega por ahora a financiar el muro–, la "publicidad oscura" de Trump demostró así no solo que hasta las promesas pueden segmentarse de acuerdo a cada tipo de votante en la Web, sino que vulneró también la flamante posición de Zuckerberg como referente político, un rol al que el CEO de Facebook comenzó a acercarse precisamente para tomar distancia del discurso xenófobo del presidente (aunque las finanzas de su red social, mientras tanto, sean menos estrictas a la hora de vender las ventajas del "filtro burbuja" a la Casa Blanca).
Del otro lado del mundo, mientras tanto, lo que Pariser denomina "sesgo de información" para explicar de qué manera estamos dispuestos a reforzar los esquemas dentro de los cuales se refuerzan nuestros puntos de vista ya existentes se intensifica en una proporción distinta. Tras considerar que WhatsApp –propiedad de Facebook desde 2014– era una amenaza, en septiembre China bloqueó la aplicación en su territorio. Aunque este tipo de censura digital no es nueva bajo el gobierno comunista y Pariser ya hablaba sobre los alcances de la manipulación de noticias en Internet desde los primitivos foros online del People´s Daily, el hecho de que ahora afecte también a la tercera red social más popular del planeta –después de Facebook y YouTube, que también están bloqueadas en China– insiste en demostrar hasta dónde puede llegar un "filtro burbuja estatal" al momento de recortar del mapa de las plataformas lo que considere inconveniente para el interés nacional.
En ese sentido, "eclipsar nuevas ideas" aún sigue funcionando, tal como escribe Pariser desde hace años, como condición fundamental para que el "filtro burbuja" posibilite (y no solo bajo el clima mental de los gobiernos autoritarios) lo que denomina "el síndrome del mundo amigable". Esto es, un mundo mediado por pantallas en el cual el acceso a las vidas, las necesidades y los deseos de los otros queda suspendido por la reconfortante y peligrosa impresión de que la única vara para asimilar la marcha de la realidad es la que se atiene a nuestro limitado interés personal. La pregunta todavía abierta en Internet, por lo tanto, gira finalmente alrededor de la libertad. ¿Para ser libre uno tiene que ser capaz de hacer lo que quiere? ¿O también tiene que conocer todo lo que es posible hacer?
https://www.clarin.com/revista-enie/ideas/internet-bestia-inventamos_0_BJUqJuphW.html
Julio Alonso Arévalo publicó:" Ginestet, M. and T. Meschiany. [e-Book] Historia de la educación. Culturas escolares, saberes, disciplinamiento de los cuerpos. La Plata, Editorial de la Universidad Nacional de La Plata (EDULP), 2016. Documento completo La primera parte de la obr"
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Julio Alonso Arévalo publicó:" «—Hay una línea fronteriza: a un lado están los que hacen los libros, al otro los que los leen. Yo quiero seguir siendo una de las que leen, por eso tengo cuidado de mantenerme siempre al lado de acá de esa línea. Si no, el placer desinteresado de"
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En "La casa de los veinte mil libros" (Periférica), el escritor británico Sasha Abramsky recupera la historia de su abuelo Chimen, un librero judío erudito y experto en manuscritos, en cuya casa se reunieron durante décadas los mayores talentos intelectuales de su tiempo.
Las primeras veces fui con mi papá. Las primeras tres o cuatro veces, supongo. Yo todavía era chica y la ciudad era un torbellino de temblor y pesadumbre. Esas primeras ferias del libro asordinadas no se olvidan; eran espacios de libertad espasmódica en tiempos de dictadura y eran también albergue de lecturas a las que de otro modo no se accedía. Me explico: en tiempos de libros prohibidos y personas y libros desaparecidos, en la Feria los stands de los países sorteaban la censura y ofrecían piedras preciosas para lectores ávidos de placeres, conocimiento e inteligencia. Mis primeras ferias, un camino de ida.
Adoro las ferias vacías; me da placer y hasta alegría estar ahí cuando están por abrir y también cuando ya cerraron. Emocionan esos espacios enormes cuando están a la espera del estallido de público o de posparto, cuando no hay lugar para el murmullo y apenas quedan, calladitos, los ejemplares exhibidos y ya sin que nadie hojee nada. Es una sensación "soldadito de plomo", esa que hace pensar que en cualquier momento todos esos libros van a empezar a vivir sus propias aventuras solo para uno…
La semana pasada estuve en Liber, la feria internacional del libro de España, cuya sede se alterna entre Madrid y Barcelona, en un diálogo civilizado de ciudades que poco y nada tiene que ver con lo que sucede en estos días, a partir de la convocatoria independentista del gobierno catalán. Argentina asistió como país invitado a la feria más importante en español de Europa, aunque definitivamente no la más importante en español el mundo, cuyo trono detenta hace tiempo Guadalajara, en México. Liber no es una feria abierta al público sino un encuentro de la industria, por lo que para Argentina era sin dudas una gran posibilidad tener ese foro privilegiado atento a la producción local.
Entonces, Liber. No hay gente yendo de stand en stand en busca de ofertas o firmas de autores favoritos sino actores de la industria reunidos en diferentes encuentros como comunidad. Se compran y se venden derechos, se habla del actual momento del negocio, se piensa en el futuro, que para todos tiene forma digital aunque aún quede lejos. Y ahí, en esplendorosa exhibición, nuestro fetiche máximo, el libro. Es una fiesta del libro para privilegiados, digamos.
Siempre se me van los ojos cuando veo una biblioteca. Mis ojos recorren con vértigo inusitado el espacio a lo largo y a lo ancho de los estantes, también en diagonal, buscando conexiones y series que me permitan entender esa lógica interna. Una biblioteca suele ser una buena radiografía de la gente que habita una casa y con los años me convertí poco menos que en experta de esa clase de diagnóstico al punto que alguna vez, viendo una casa con el empleado de una inmobiliaria, logré saber quién era el dueño de esa propiedad a partir de las tapas de varios ejemplares que se encontraban en diferentes ambientes. (Para curiosos: se trataba de una combinación exquisita y singular, profundamente inusual: sobre un sillón, un libro abierto de poemas de Kavafis y, en la biblioteca, entre varios libros de sociología, volúmenes enteros de historia de la clase trabajadora).
No soy particularmente original, como muchas personas que conozco, suelo acomodar lecturas en función de los momentos que vivo o estoy a punto de vivir, por lo que muchas veces elijo para leer libros que tienen que ver con ciudades, o temas, o situaciones por las que voy a pasar. Por estos días de feria en Madrid elegí como compañía La casa de los veinte mil libros, de Sasha Abramsky (Periférica), un ensayo delicioso en el que el autor cuenta cómo fue la vida de su abuelo Chimen Abramsky, el gran coleccionista de libros antiguos y experto en manuscritos y libros raros.
Abramsky y su esposa Miriam, a quien llamaban Mimi, recibieron durante décadas en su casa colmada de miles de ejemplares en diferentes habitaciones -excepto en el baño y la cocina-, a lo más destacado del mundo intelectual de su época con nombres como Eric Hobsbawm, Harold Laski e Isaiah Berlin entre otros. Ajedrez, dominó, debates políticos, té y comidas típicas del Este europeo tuvieron su lugar en la casa junto al parque de Hampstead Heath en la que relumbraban los cuadros de Marc Chagall. A unos metros de la casa en la que alojaba los miles de libros, el cementerio victoriano de Highgate, donde descansan los restos de Marx, convertido en centro de peregrinación para la izquierda internacional.
Chimen había nacido en 1916 cerca de Minsk, entonces la Rusia Blanca y hoy capital de Bielorrusia. Era hijo de un gran rabino, Yehezkel Abramsky, quien fue enviado a Siberia por su defensa de las tradiciones judías y perseguido por Stalin. La primera biblioteca de sus ancestros había desaparecido a causa de un incendio provocado durante un pogrom y fue tal vez la desaparición de esos ejemplares amados lo que provocó la pasión coleccionista de Chimen.
De muy joven vivió primero en Moscú y luego en Londres, donde conoció y estudió los escritos de Marx, que le dieron su temprana identidad comunista pese a la historia de la persecución a su padre, a la vez que lo hicieron dueño de una erudición incomparable en la materia. Chimen podía detectar erratas y reconocer originales de Marx como nunca lo hizo nadie antes ni después. Inició estudios universitarios en la Universidad Hebrea de Jerusalem pero no los terminó. De visita en Londres para ver a su familia en 1939, el comienzo de la Segunda Guerra clausuró su regreso a Palestina. Junto con su mujer (ella misma hija de un conocido librero londinense), fueron hasta mediados de los 60 los dueños de una conocida librería judía en el East End y fue así que poco a poco Chimen fue conformando su sabiduría y su expertise, que le permitía reconocer perlas y falsificaciones hasta convertirse en un verdadero sabio de la tribu. Durante muchos años fue elegido como asesor por las grandes casas de remates como Sothebys. Su nieto Sacha Abramsky reconstruye esa vida y esa pasión por los libros con amor y una calidad de detalle verdaderamente exquisita en un libro original, una autobiografía de lecturas.
Chimen abandonó el comunismo como credo en 1958, profundamente decepcionado con la realidad de la Unión Soviética, y desde entonces sus discusiones con Eric Hobsbawm fueron de antología. "Durante el resto de su vida mi abuelo se sintió consternado por su falta de juicio al apoyar durante tanto tiempo un sistema deplorable y sangriento", escribe Abramsky. Desde el momento en que dejó de ser comunista, Chimen profundizó en sus raíces judías más allá de su ateísmo y se convirtió en un intelectual humanista y liberal. Su terreno de conocimiento: el mundo judío y el mundo del socialismo. Miriam, su compañera, murió en 1997, Chimen en 2010. Con su muerte, desapareció una enciclopedia única.
Chimen siempre llevaba una bolsita negra de cuero llena de llaves -de cajas fuertes, de habitaciones secretas, de archivadores-, cuenta su nieto, quien asegura que ir a la habitación de los abuelos -donde estaba el gran tesoro- era un momento único. En su libro, Sasha describe así el dormitorio de la pareja:
"Las estanterías del dormitorio de Chimen y Mimi tenían dos filas de libros, con joyas escondidas a simple vista. Como genios que aguardan a ser liberados de la botella, los revolucionarios fantasmas de cientos de años de lucha humana yacían en los tomos de Chimen, esperando, esperando a que alguien abriera los volúmenes; esperando, esperando la oportunidad de salir a la luz una vez más. Cada cierto tiempo, un lector, en efecto, liberaba a estos genios, y entonces se revelaban mundos ocultos. Se abrían aquellos libros y los Derechos del Hombre cobraban vida; las crueldades infligidas a los trabajadores del siglo XIX se ponían al descubierto; las aspiraciones de generaciones de revolucionarios se explicaban. Proyectos contradictorios y conflictivos para la mejora de la humanidad se empujaban unos a otros en los estantes de Chimen, igual que sus autores se habían enfrentado en reuniones políticas, en cafés y tabernas de toda Europa."
Chimen Abramsky fue un intelectual erudito, un sabio y un experto. Fue una suerte de personaje de Bashevis Singer o de Saul Bellow o un anticuario de Dickens, como bien recuerda su nieto. Fue, también, a su manera, un ejemplar único de Mendel, aquel inolvidable protagonista del relato de Stefan Zweig, que recibía a los curiosos en su mesa del café Gluck, de Viena, en 1915 para compartir con ellos su erudición y sabiduría.
Como en el caso de Mendel, la de Chimen era una memoria infinita para ediciones y detalles bibliográficos y su cerebro, uno de los mayores catálogos del mundo. Pero entre ambos -un personaje de ficción y un hombre de carne y hueso- había una diferencia puntual. Mendel, el de Zweig, no registra nada de lo que pasa a su alrededor, ni siquiera que hay una guerra en ciernes o que su condición de judío lo pone en riesgo. Tiene una memoria específica y dedicada, los libros lo alienan, vive por, para y en ellos. Chimen, en cambio, vivió en profundidad su tiempo áspero y sangriento, su generación y sus contradicciones. Leyó, conoció y se apropió de todos los libros que pudo y la biblioteca fue su Paraíso pero pudo preservar su humanidad: la lectura nunca lo separó de la vida.
Julio Alonso Arévalo publicó:" Sawaya, S. M. and C. Cuesta (2016). [e-Book] Lectura y escritura como prácticas culturales: la investigación y sus contribuciones para la práctica docente. La Plata, Editorial de la Universidad Nacional de La Plata (EDULP), 2016. Texto completo Es un he"
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